Relaciones correctas
Introducción
En una conferencia de Alpha que tuvimos en el este de Malasia, acudieron personas de toda Asia. Muchos habían sido perseguidos por causa de su fe. Un hombre me contó que su padre había sido encarcelado durante seis años por el simple hecho de ser un pastor cristiano. Él mismo había estado en prisión un año, cuando tenía 19 años, por haber hablado de parte de su padre.
Cuando una persona inocente es condenada y encarcelada, se produce una terrible injusticia, y una aún peor cuando es ejecutada.
En el pasaje del Nuevo Testamento de hoy, leemos acerca de una de las mayores injusticias cometidas en toda la historia de la humanidad. Jesús era totalmente inocente, era un «hombre justo» (Lucas 23:47) que a pesar de serlo fue ejecutado mediante la crucifixión. El apóstol Pedro lo explica así: «Porque Cristo murió por los pecados una vez por todas, el justo por los injustos, a fin de llevarlos a ustedes a Dios» (1 Pedro 3:18).
La palabra «justo» se asocia frecuentemente con quien es «santurrón» y casi se ha convertido en un insulto. Pero «justo» es una palabra maravillosa en la Biblia que además es de extremada importancia para nuestra comprensión de toda ella. La expresión «santidad», tiene que ver en definitiva con tener las relaciones adecuadas: una relación adecuada (correcta) con Dios y con los demás. En el Nuevo Testamento llegamos a comprender que esta santidad solo es posible por medio de la fe en Jesucristo (ver Romanos 3:21 – 4:25).
Proverbios 10:21-30
21 Los labios del justo orientan a muchos;
los necios mueren por falta de juicio.
22 La bendición del Señor trae riquezas,
y nada se gana con preocuparse.
23 El necio se divierte con su mala conducta,
pero el sabio se recrea con la sabiduría.
24 Lo que el malvado teme, eso le ocurre;
lo que el justo desea, eso recibe.
25 Pasa la tormenta y desaparece el malvado,
pero el justo permanece firme para siempre.
26 Como vinagre a los dientes y humo a los ojos
es el perezoso para quienes lo emplean.
27 El temor del Señor prolonga la vida,
pero los años del malvado se acortan.
28 El futuro de los justos es halagüeño;
la esperanza de los malvados se desvanece.
29 El camino del Señor es refugio de los justos
y ruina de los malhechores.
30 Los justos no tropezarán jamás;
los malvados no habitarán la tierra.
Comentario
Las bendiciones del justo
El libro de Proverbios pone en contraste la vida del «necio» con la del «sabio». También lo hace comparando la vida del «justo» con la del «malvado». Podemos ver aquí algunas de las bendiciones que son prometidas a «los justos»:
- Marcar la diferencia para los demás
«Los labios del justo orientan a muchos» (v.21a). No podemos ser justos aisladamente. La santidad se trata de nuestras relaciones, consiste en traer bendición a los demás. ¿A quién podrías hoy «nutrir» (alimentar, guiar, animar) con tus palabras?
- Gozo en la sabiduría
«El sabio goza con la sabiduría» (v.23b). Una de las cosas que provienen de una relación con Dios es el hambre de conocimiento y sabiduría. Pide sabiduría en el día de hoy, Dios promete dártela cuando la pidas (Santiago 1:5).
- Cumplimiento de los deseos
«Lo que el justo desea, eso recibe» (Proverbios 10:24b). El Espíritu de Dios empieza a cambiar tu voluntad para alinearla con la suya (Filipenses 2:13) y, a medida que esto sucede, Dios promete concederte los deseos de tu corazón (Salmo 37:4).
- Un porvenir de alegría
«Para los justos, el porvenir es alegre» (Proverbios 10:28, DHH). «El justo permanece firme para siempre» (v.25b); «El temor del Señor prolonga la vida» (v.27a) y «Los justos no tropezarán jamás» (v.30a). Tener las relaciones adecuadas es una fuente de gran alegría. Tu alegría se hace «completa» en una relación con Jesús (Juan 15:11). Tu destino es la alegría eterna.
Oración
Señor, oro para que me des sabiduría en este día, para que pongas un sello en mis labios para que mis palabras sean usadas para alimentar y guiar a otras personas.
Lucas 23:26-56
La crucifixión
26 Cuando se lo llevaban, echaron mano de un tal Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz para que la llevara detrás de Jesús. 27 Lo seguía mucha gente del pueblo, incluso mujeres que se golpeaban el pecho, lamentándose por él. 28 Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
—Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. 29 Miren, va a llegar el tiempo en que se dirá: “¡Dichosas las estériles, que nunca dieron a luz ni amamantaron!” 30 Entonces
»“dirán a las montañas: ‘¡Caigan sobre nosotros!’,
y a las colinas: ‘¡Cúbrannos!’ ”
31 Porque si esto se hace cuando el árbol está verde, ¿qué no sucederá cuando esté seco?
32 También llevaban con él a otros dos, ambos criminales, para ser ejecutados. 33 Cuando llegaron al lugar llamado la Calavera, lo crucificaron allí, junto con los criminales, uno a su derecha y otro a su izquierda.
34 —Padre —dijo Jesús—, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Mientras tanto, echaban suertes para repartirse entre sí la ropa de Jesús.
35 La gente, por su parte, se quedó allí observando, y aun los gobernantes estaban burlándose de él.
—Salvó a otros —decían—; que se salve a sí mismo, si es el Cristo de Dios, el Escogido.
36 También los soldados se acercaron para burlarse de él. Le ofrecieron vinagre 37 y le dijeron:
—Si eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
38 Resulta que había sobre él un letrero, que decía: «Éste es el Rey de los judíos.»
39 Uno de los criminales allí colgados empezó a insultarlo:
—¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!
40 Pero el otro criminal lo reprendió:
—¿Ni siquiera temor de Dios tienes, aunque sufres la misma condena? 41 En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros delitos; éste, en cambio, no ha hecho nada malo.
42 Luego dijo:
—Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino.
43 —Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso —le contestó Jesús.
Muerte de Jesús
44 Desde el mediodía y hasta la media tarde toda la tierra quedó sumida en la oscuridad, 45 pues el sol se ocultó. Y la cortina del santuario del templo se rasgó en dos. 46 Entonces Jesús exclamó con fuerza:
—¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!
Y al decir esto, expiró.
47 El centurión, al ver lo que había sucedido, alabó a Dios y dijo:
—Verdaderamente este hombre era justo.
48 Entonces los que se habían reunido para presenciar aquel espectáculo, al ver lo ocurrido, se fueron de allí golpeándose el pecho. 49 Pero todos los conocidos de Jesús, incluso las mujeres que lo habían seguido desde Galilea, se quedaron mirando desde lejos.
Sepultura de Jesús
50 Había un hombre bueno y justo llamado José, miembro del Consejo, 51 que no había estado de acuerdo con la decisión ni con la conducta de ellos. Era natural de un pueblo de Judea llamado Arimatea, y esperaba el reino de Dios. 52 Éste se presentó ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús. 53 Después de bajarlo, lo envolvió en una sábana de lino y lo puso en un sepulcro cavado en la roca, en el que todavía no se había sepultado a nadie. 54 Era el día de preparación para el sábado, que estaba a punto de comenzar.
55 Las mujeres que habían acompañado a Jesús desde Galilea siguieron a José para ver el sepulcro y cómo colocaban el cuerpo. 56 Luego volvieron a casa y prepararon especias aromáticas y perfumes. Entonces descansaron el sábado, conforme al mandamiento.
Comentario
El justo y el injusto
Este pasaje nos da esperanza a todos. En el ejemplo de uno de los criminales que fueron ejecutados con Jesús, vemos que en cuanto reconoces tu pecado y te vuelves a Jesús, recibes el perdón total y entras en una «relación correcta» con Dios. Este hombre no hizo absolutamente nada para ganarse aquel regalo. Ni siquiera tuvo la oportunidad de ser bautizado. Aun así, de manera instantánea, aquel criminal recibió la promesa de que aquel mismo día estaría con Jesús en el paraíso (v.43). ¿Cómo es posible esto?
- La santidad de Jesús
¿Hay alguien que te haya herido que tengas que perdonar en el día de hoy?
Jesús pone la barra muy alta en lo que se refiere al reto de amar a nuestros enemigos, a nuestros críticos y aquellos que se ríen y burlan de nosotros. La prueba de nuestro carácter es cómo respondemos cuando sufrimos y tenemos dolor. Jesús, en el momento de ser torturado en la cruz, ora por sus torturadores: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (v.34).
Jesús vivía en la relación correcta con Dios. Sus últimas palabras, recogidas en el Evangelio de Lucas, son: «¡Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu!» (v.46).
Incluso el centurión romano «al ver lo que había sucedido, alabó a Dios y dijo: “Verdaderamente este hombre era justo”» (v.47).
- La injusticia de todos nosotros
La justicia de Jesús se pone en contraste con la gente que estaba ahí de pie mirando, los gobernantes que se burlaban de Jesús (v.35), los soldados que se mofaban de él (v.36) y los ladrones cuyo «castigo es justo» y estaban recibiendo «lo que merecen (sus) delitos» (v.41).
Uno de ellos gritaba a Jesús insultándolo. El otro reprendió a su compañero y, volviéndose a Jesús, reconoció su propio pecado («En nuestro caso, el castigo es justo, pues sufrimos lo que merecen nuestros delitos», v.41a) y la rectitud de Jesús («este, en cambio, no ha hecho nada malo», v.41b). Entonces dijo: «Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino» (v.42, a lo que Jesús respondió: «Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso» (v.43).
- El justo murió por los injustos
Este pasaje está lleno de ironía. Los gobernantes hacen burla de Jesús diciendo: «Salvó a otros, que se salve a sí mismo si es el Cristo de Dios, el Escogido» (v.35). Los soldados se mofan: «Si eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo» (v.37).
Uno de los ladrones le espeta: «¿No eres tú el Cristo? ¡Sálvate a ti mismo y a nosotros!» (v.39). De hecho, está muriendo para salvarlos a ellos y a nosotros, pero para hacerlo no puede salvarse a sí mismo. Está muriendo como «el justo por los injustos, a fin de llevarlos a ustedes a Dios» (1 Pedro 3:18).
La cortina del Templo se rasga por la mitad (Lucas 23:45) simbolizando que el acceso a la presencia de Dios se hace posible a todos por medio de la muerte de Jesús. Él ha hecho posible que tú y yo podamos tener la relación correcta con Dios.
- ¿«Justo» o «injusto»?
En el contraste entre los dos criminales y su diferente reacción a Jesús, Lucas nos presenta la decisión que todos tenemos que tomar. Puedes rechazar a Jesús, lo mismo que hizo uno de ellos, o puedes poner tu fe en él, como hizo el otro cuando se volvió a Jesús y dijo «Jesús, acuérdate de mí» (v.42).
Aunque en aquel momento muchos rechazaron a Jesús, otros pusieron su fe en él. Por ejemplo, José de Arimatea «un hombre bueno y justo» (v.50), llegó a creer en Jesús. No había prestado su consentimiento a la decisión del sanedrín (v.51), aguardaba el reino de Dios (v.51) y dispuso un entierro digno para Jesús.
Las mujeres que habían ido con Jesús también pusieron su fe en él. Ellas «siguieron a José para ver el sepulcro y cómo colocaban el cuerpo. Luego volvieron a casa y prepararon especias aromáticas y perfumes. Entonces descansaron el sábado, en obediencia al mandamiento» (vv.55–56).
Tú también puedes elegir. Si pones tu fe en Jesús, él promete que, como el criminal que se volvió a él, también estarás a su lado en el paraíso.
Si alguna vez has sentido la carga de tener que ganarte el amor de Dios, puedes sentirte reconfortado por este pasaje que nos dice que no hay absolutamente nada que puedas hacer que haga que Dios te ame menos.
Oración
Gracias Señor, porque por la fe, me das el don de la rectitud y la santidad y me pones en una relación correcta con Dios.
Josué 9:16-10:43
16 Tres días después de haber concluido el tratado con los gabaonitas, los israelitas se enteraron de que eran sus vecinos y vivían en las cercanías. 17 Por eso se pusieron en marcha, y al tercer día llegaron a sus ciudades: Gabaón, Cafira, Berot y Quiriat Yearín. 18 Pero los israelitas no los atacaron porque los jefes de la comunidad les habían jurado en nombre del Señor, Dios de Israel, perdonarles la vida. Y aunque toda la comunidad se quejó contra sus jefes, 19 éstos contestaron:
—Hemos hecho un juramento en nombre del Señor, y no podemos hacerles ningún daño. 20 Esto es lo que haremos con ellos: les perdonaremos la vida, para que no caiga sobre nosotros el castigo divino por quebrantar el juramento que hicimos.
21 Luego añadieron:
—Se les permitirá vivir, pero a cambio de ser los leñadores y aguateros de la comunidad.
De ese modo, los jefes de la comunidad cumplieron su promesa.
22 Entonces Josué llamó a los gabaonitas y les reclamó:
—¿Por qué nos engañaron con el cuento de que eran de tierras lejanas, cuando en verdad son nuestros vecinos? 23 A partir de ahora, ésta será su maldición: serán por siempre sirvientes del templo de mi Dios, responsables de cortar la leña y de acarrear el agua.
24 Los gabaonitas contestaron:
—Nosotros, servidores suyos, fuimos bien informados de que el Señor su Dios ordenó a su siervo Moisés que les diera toda esta tierra y que destruyera a todos sus habitantes. Temimos tanto por nuestra vida que decidimos hacer lo que ya saben. 25 Estamos a merced de ustedes. Hagan con nosotros lo que les parezca justo y bueno.
26 Así salvó Josué a los gabaonitas de morir a manos del pueblo de Israel. 27 Ese mismo día Josué los hizo leñadores y aguateros de la asamblea israelita, especialmente del altar del Señor que está en el lugar que él mismo eligió. Y así han permanecido hasta el día de hoy.
Ataque de los reyes amorreos
10Adonisédec, rey de Jerusalén, se enteró de que Josué había tomado la ciudad de Hai y la había destruido completamente, pues Josué hizo con Hai y su rey lo mismo que había hecho con Jericó y su rey. Adonisédec también supo que los habitantes de Gabaón habían hecho un tratado de ayuda mutua con los israelitas y se habían quedado a vivir con ellos. 2 Esto, por supuesto, alarmó grandemente a Adonisédec y a su gente, porque Gabaón era más importante y más grande que la ciudad de Hai; era tan grande como las capitales reales, y tenía un ejército poderoso.
3 Por eso Adonisédec envió un mensaje a los siguientes reyes: Hohán de Hebrón, Pirán de Jarmut, Jafía de Laquis, y Debir de Eglón. 4 El mensaje decía: «Únanse a mí y conquistemos a Gabaón, porque ha hecho un tratado de ayuda mutua con Josué y los israelitas.»
5 Entonces los cinco reyes amorreos de Jerusalén, Hebrón, Jarmut, Laquis y Eglón se unieron y marcharon con sus ejércitos para acampar frente a Gabaón y atacarla.
Derrota de los reyes amorreos
6 Los gabaonitas, por su parte, enviaron el siguiente mensaje a Josué, que estaba en Guilgal: «No abandone usted a estos siervos suyos. ¡Venga de inmediato y sálvenos! Necesitamos su ayuda, porque todos los reyes amorreos de la región montañosa se han aliado contra nosotros.»
7 Josué salió de Guilgal con todo su ejército, acompañados de su comando especial. 8 Y el Señor le dijo a Josué: «No tiembles ante ellos, pues yo te los entrego; ninguno de ellos podrá resistirte.»
9 Después de marchar toda la noche desde Guilgal, Josué los atacó por sorpresa. 10 A su vez, el Señor llenó de pánico a los amorreos ante la presencia del ejército israelita, y éste les infligió una tremenda derrota en Gabaón. A los que huyeron los persiguieron por el camino de Bet Jorón, y acabaron con ellos por toda la vía que va a Azeca y Maquedá. 11 Mientras los amorreos huían de Israel, entre Bet Jorón y Azeca, el Señor mandó del cielo una tremenda granizada que mató a más gente de la que el ejército israelita había matado a filo de espada.
12 Ese día en que el Señor entregó a los amorreos en manos de los israelitas, Josué le dijo al Señor en presencia de todo el pueblo:
«Sol, deténte en Gabaón,
luna, párate sobre Ayalón.»
13 El sol se detuvo
y la luna se paró,
hasta que Israel
se vengó de sus adversarios.
Esto está escrito en el libro de Jaser. Y, en efecto, el sol se detuvo en el cenit y no se movió de allí por casi un día entero. 14 Nunca antes ni después ha habido un día como aquél; fue el día en que el Señor obedeció la orden de un ser humano. ¡No cabe duda de que el Señor estaba peleando por Israel!
15 Al terminar todo, Josué regresó a Guilgal con todo el ejército israelita.
Muerte de los reyes amorreos
16 Los cinco reyes habían huido y se habían refugiado en una cueva en Maquedá. 17 Tan pronto como Josué supo que habían hallado a los cinco reyes en la cueva, 18 dio la siguiente orden: «Coloquen rocas a la entrada de la cueva y pongan unos guardias para que la vigilen. 19 ¡Que nadie se detenga! Persigan a los enemigos y atáquenlos por la retaguardia. No les permitan llegar a sus ciudades. ¡El Señor, Dios de ustedes, ya se los ha entregado!»
20 Josué y el ejército israelita exterminaron a sus enemigos; muy pocos de éstos pudieron refugiarse en las ciudades amuralladas. 21 Finalmente, todos los israelitas retornaron a Maquedá sanos y salvos. ¡Nadie en la comarca se atrevía a decir nada contra Israel!
22 Entonces Josué mandó que destaparan la entrada de la cueva y que le trajeran los cinco reyes amorreos. 23 De inmediato sacaron a los cinco reyes de la cueva: los reyes de Jerusalén, Hebrón, Jarmut, Laquis y Eglón. 24 Cuando se los trajeron, Josué convocó a todo el ejército israelita y les ordenó a todos los comandantes que lo habían acompañado: «Acérquense y písenles el cuello a estos reyes.» Los comandantes obedecieron al instante. 25 Entonces Josué les dijo: «No teman ni den un paso atrás; al contrario, sean fuertes y valientes. Esto es exactamente lo que el Señor hará con todos los que ustedes enfrenten en batalla.»
26 Dicho esto, Josué mató a los reyes, los colgó en cinco árboles, y allí los dejó hasta el atardecer. 27 Cuando ya el sol estaba por ponerse, Josué mandó que los descolgaran de los árboles y los arrojaran en la misma cueva donde antes se habían escondido. Entonces taparon la cueva con unas enormes rocas, que permanecen allí hasta el día de hoy.
28 Ese mismo día Josué tomó Maquedá y mató a filo de espada a su rey y a todos sus habitantes; ¡nadie quedó con vida! Y al rey de Maquedá le sucedió lo mismo que al rey de Jericó.
Conquista de las ciudades del sur
29 De Maquedá, Josué y todo Israel se dirigieron a Libná y la atacaron. 30 El Señor entregó en manos de Israel al rey y a sus habitantes. Josué pasó a filo de espada a todos sus habitantes; nadie quedó con vida. Y al rey de Libná le sucedió lo mismo que al rey de Jericó.
31 De Libná, Josué y todo Israel se dirigieron a Laquis. El ejército la sitió y la atacó. 32 El Señor la entregó en manos de Israel, y al segundo día la conquistaron. Todos en Laquis murieron a filo de espada, tal como había sucedido con Libná. 33 Además, Horán, rey de Guézer, que había salido a defender a Laquis, fue totalmente derrotado junto con su ejército; nadie sobrevivió a la espada de Josué.
34 De Laquis, Josué y todo Israel se dirigieron a Eglón. Sitiaron la ciudad y la atacaron. 35 En un solo día la conquistaron y destruyeron a todos a filo de espada, tal como lo habían hecho con Laquis.
36 De Eglón, Josué y todo Israel se dirigieron a Hebrón, y la atacaron. 37 El ejército israelita tomó la ciudad y la pasó a filo de espada, de modo que nadie, ni el rey ni ninguno de los habitantes de la ciudad y de sus aldeas, escapó con vida. Y tal como sucedió en Eglón, Hebrón fue destruida completamente.
38 De Hebrón, Josué y todo Israel se dirigieron a Debir y la atacaron. 39 Se apoderaron de la ciudad, de su rey y de todas sus aldeas, y mataron a filo de espada a todos sus habitantes. Nadie quedó con vida; todo fue arrasado. A Debir le sucedió lo mismo que les había sucedido a Libná, a Hebrón y a sus respectivos reyes.
40 Así Josué conquistó toda aquella región: la cordillera, el Néguev, los llanos y las laderas. Derrotó a todos sus reyes, sin dejar ningún sobreviviente. ¡Todo cuanto tenía aliento de vida fue destruido completamente! Esto lo hizo según el mandato del Señor, Dios de Israel. 41 Josué conquistó a todos, desde Cades Barnea hasta Gaza, y desde la región de Gosén hasta Gabaón. 42 A todos esos reyes y sus territorios Josué los conquistó en una sola expedición, porque el Señor, Dios de Israel, combatía por su pueblo.
43 Después Josué regresó al campamento de Guilgal junto con todo el ejército israelita.
Comentario
Justo por la fe
Josué tenía toda la razón del mundo para tener miedo. Pero Dios le dijo, igual que nos dice a ti y a mi hoy: «No teman ni den un paso atrás; al contrario, sean fuertes y valientes» (10:25).
El nombre del rey de Jerusalén era Adonisédec (v.1). «Sédec» significa «justo», pero muy probablemente estaba lejos de serlo. Lo más probable es que la gente que vivía en Canaán en aquel tiempo estuviera dedicada a todo tipo de sacrificios de niños y otras prácticas malvadas.
Por otro lado, Josué llevaba una vida de una relación correcta con Dios. El Nuevo Testamento deja claro que la santidad de Josué, como la de Abraham y otros personajes del Antiguo Testamento, provenía de la «fe» (Romanos 3:21 – 4:25). Josué era un hombre de fe (Hebreos 11:30).
Los frutos de la muerte de Jesús no están limitados a aquellos que vivieron después de él. La muerte de Jesús afectó también a aquellos que vivieron antes de él. Jesús murió por Abraham, Moisés y Josué. Murió por el ladrón de la cruz; murió por mí y murió por ti para que fuéramos hechos justos: «Por medio de la fe en Jesucristo, Dios hace justos a todos los que creen» (Romanos 3:22).
Oración
Señor, gracias porque moriste, el justo por los injustos. Ayúdame a vivir hoy en la relación correcta contigo y con los demás.
Añadidos de Pippa
Pippa añade
Lucas 23:55–56a
Las mujeres eran valientes, leales y prácticas. Se enteraron de dónde estaba enterrado el cuerpo de Jesús y fueron allí a hacer lo que pudieron. Habían apoyado a Jesús financieramente y de manera práctica durante su vida e iban a continuar cuidándolo hasta el final.
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