Vive una vida de victoria
Introducción
Hace algunos años, un joven miembro de nuestra congregación de Holy Trinity Brompton consiguió un trabajo en un periódico de gran tirada nacional. Este periódico guardaba archivos de viejos recortes de prensa sobre todas las personas que eran famosas. Los archivos se guardaban en filas de largas estanterías y se separaban clasificándolos entre «gente viva» y «gente fallecida».
Un día, aquel joven estaba rebuscando entre los archivos de gente fallecida y se topó con un archivo enorme marcado como «Jesucristo». Echó un vistazo a sus espaldas para asegurarse de que nadie le estaba mirando y movió el archivo de la sección de «gente fallecida» a la de «gente viva».
Jesucristo está vivo, ha resucitado de los muertos. A todo aquel que lo busque entre la gente muerta, los ángeles le dirían: «¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que vive? No está aquí; ¡ha resucitado!» (Lucas 24:5–6).
“Victoria” no es una mala palabra. Jesús es el gran vencedor. Como lo expresaba con frecuencia el obispo Lesslie Newbigin: «La resurrección no consiste en revertir una derrota sino que es la manifestación de una victoria». La cruz no fue una derrota; en ella, Jesús conquistó para nosotros una gran victoria sobre el pecado, la muerte y los poderes del mal.
Salmos 51:10-19
10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
y renueva la firmeza de mi espíritu.
11 No me alejes de tu presencia
ni me quites tu santo Espíritu.
12 Devuélveme la alegría de tu salvación;
que un espíritu obediente me sostenga.
13 Así enseñaré a los transgresores tus caminos,
y los pecadores se volverán a ti.
14 Dios mío, Dios de mi salvación,
líbrame de derramar sangre,
y mi lengua alabará tu justicia.
15 Abre, Señor, mis labios,
y mi boca proclamará tu alabanza.
16 Tú no te deleitas en los sacrificios
ni te complacen los holocaustos;
de lo contrario, te los ofrecería.
17 El sacrificio que te agrada
es un espíritu quebrantado;
tú, oh Dios, no desprecias
al corazón quebrantado y arrepentido.
18 En tu buena voluntad, haz que prospere Sión;
levanta los muros de Jerusalén.
19 Entonces te agradarán los sacrificios de justicia,
los holocaustos del todo quemados,
y sobre tu altar se ofrecerán becerros.
Comentario
Recibe los beneficios de su victoria
Me encanta esta oración de David, muchas veces la he hecho yo mismo. David, como todos nosotros, se había equivocado. Clamó a Dios pidiendo perdón y ahora clama victorioso. Cuando pecamos no perdemos nuestra salvación pero puede que perdamos la alegría de nuestra salvación (v.12a). David no quiere ser derrotado por el pecado otra vez.
Todo esto empieza con un «un corazón arrepentido y quebrantado» (v.17b). Puedes estar absolutamente seguro de que si te acercas a Dios de esta manera no serás rechazado: «Al corazón contrito y humillado no desprecias tú, oh Dios» (v.17b, RVA-2015).
David ora para que se le conceda vivir una vida en victoria. Merece la pena resaltar que la oración de David no es puramente personal. Ora para que también tenga un impacto en la ciudad (v.18).
Señor, te pido un corazón puro (v.10a), un espíritu perseverante (v.10b), la presencia de Dios (v.11a), el poder del Espíritu (v.11b) y que el gozo de la salvación sea restaurado en mi (v.12a).
Oración
Te pido tener un espíritu confiado (v.12b) y que pueda enseñar los caminos de Dios (v.13a), haciendo que la gente vuelva a Dios (v.13b). Te pido que me des una lengua que te alabe: «Abre, Señor, mis labios, y mi boca proclamará tu alabanza» (vv.14b–15). Te pido hoy por la transformación de nuestra sociedad (v.18).
Lucas 24:1-35
La resurrección
24El primer día de la semana, muy de mañana, las mujeres fueron al sepulcro, llevando las especias aromáticas que habían preparado. 2 Encontraron que había sido quitada la piedra que cubría el sepulcro 3 y, al entrar, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. 4 Mientras se preguntaban qué habría pasado, se les presentaron dos hombres con ropas resplandecientes. 5 Asustadas, se postraron sobre su rostro, pero ellos les dijeron:
—¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que vive? 6 No está aquí; ¡ha resucitado! Recuerden lo que les dijo cuando todavía estaba con ustedes en Galilea: 7 “El Hijo del hombre tiene que ser entregado en manos de hombres pecadores, y ser crucificado, pero al tercer día resucitará.”
8 Entonces ellas se acordaron de las palabras de Jesús. 9 Al regresar del sepulcro, les contaron todas estas cosas a los once y a todos los demás. 10 Las mujeres eran María Magdalena, Juana, María la madre de Jacobo, y las demás que las acompañaban. 11 Pero a los discípulos el relato les pareció una tontería, así que no les creyeron. 12 Pedro, sin embargo, salió corriendo al sepulcro. Se asomó y vio sólo las vendas de lino. Luego volvió a su casa, extrañado de lo que había sucedido.
De camino a Emaús
13 Aquel mismo día dos de ellos se dirigían a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén. 14 Iban conversando sobre todo lo que había acontecido. 15 Sucedió que, mientras hablaban y discutían, Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos; 16 pero no lo reconocieron, pues sus ojos estaban velados.
17 —¿Qué vienen discutiendo por el camino? —les preguntó.
Se detuvieron, cabizbajos; 18 y uno de ellos, llamado Cleofas, le dijo:
—¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no se ha enterado de todo lo que ha pasado recientemente?
19 —¿Qué es lo que ha pasado? —les preguntó.
—Lo de Jesús de Nazaret. Era un profeta, poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo. 20 Los jefes de los sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para ser condenado a muerte, y lo crucificaron; 21 pero nosotros abrigábamos la esperanza de que era él quien redimiría a Israel. Es más, ya hace tres días que sucedió todo esto. 22 También algunas mujeres de nuestro grupo nos dejaron asombrados. Esta mañana, muy temprano, fueron al sepulcro 23 pero no hallaron su cuerpo. Cuando volvieron, nos contaron que se les habían aparecido unos ángeles quienes les dijeron que él está vivo. 24 Algunos de nuestros compañeros fueron después al sepulcro y lo encontraron tal como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron.
25 —¡Qué torpes son ustedes —les dijo—, y qué tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas! 26 ¿Acaso no tenía que sufrir el Cristo estas cosas antes de entrar en su gloria?
27 Entonces, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
28 Al acercarse al pueblo adonde se dirigían, Jesús hizo como que iba más lejos. 29 Pero ellos insistieron:
—Quédate con nosotros, que está atardeciendo; ya es casi de noche.
Así que entró para quedarse con ellos. 30 Luego, estando con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. 31 Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció. 32 Se decían el uno al otro:
—¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en el camino y nos explicaba las Escrituras?
33 Al instante se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron a los once y a los que estaban reunidos con ellos. 34 «¡Es cierto! —decían—. El Señor ha resucitado y se le ha aparecido a Simón.»
35 Los dos, por su parte, contaron lo que les había sucedido en el camino, y cómo habían reconocido a Jesús cuando partió el pan.
Comentario
Reconoce a Jesús y su victoria
¿Cómo podemos encontrarnos tú y yo con Jesús hoy?
La resurrección de Jesús es un hecho histórico que verdaderamente sucedió. Pero no es simplemente un hecho histórico. De la misma manera que la gente de aquel tiempo experimentó al Jesús resucitado, también tú puedes experimentar hoy su presencia. Este pasaje te explica cómo.
Aquel día el mundo cambió para siempre. Jesús resucitó «el primer día de la semana» (v.1). Desde entonces, el primer día de la semana, el domingo, se convertiría en el día de descanso y oración.
En este pasaje vemos dos piezas de prueba clave acerca de la victoria de Jesús sobre la muerte:
- El cuerpo de Jesús estaba ausente
«Encontraron que había sido quitada la piedra que cubría el sepulcro y, al entrar, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús» (vv.2–3).
Los ángeles les dijeron: «¿Por qué buscan ustedes entre los muertos al que vive? 6 No está aquí; ¡ha resucitado!» (vv.5–6). De hecho, como había predicho, al tercer día «resucitará» (v.7). (A veces el Nuevo Testamento afirma que Jesús «se levantó» de entre los muertos, pero lo más frecuente es que se exprese en voz pasiva: «fue resucitado»).
Cuando las mujeres se lo cuentan a los discípulos «no les creyeron» (v.11). Aun así, podemos imaginarnos la emoción que sintió Pedro quien «salió corriendo al sepulcro» (v.12). También él vio que el cuerpo de Jesús había desaparecido. Él «vio solo los lienzos de lino, vacíos» (v.12b, NTV). La tumba no estaba vacía, sino que el cuerpo de Jesús estaba ausente.
En aquel momento, Pedro tuvo que empezar a darse cuenta de que Jesús había ganado una gran victoria. Jesús había muerto, pero la muerte no era el final. La muerte no ha sido anulada pero ha sido conquistada definitivamente.
- El mismo Jesús estaba presente
Jesús mismo fue visto. No se trató de simplemente una presencia «espiritual». Su cuerpo físico, resucitado y transformado se hizo presente ante sus discípulos. La primera aparición de la que leemos se encuentra en el Evangelio de Lucas. En el camino a Emaús, Jesús se revela a los dos discípulos de dos maneras.
La primera, se revela por medio de las Escrituras: «Entonces, comenzando por Moisés y por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras» (v.27). Aquel debió ser el estudio bíblico más extraordinario en toda la historia del mundo. Jesús fue explicando paso a paso todos los lugares de la Biblia que trataban de él.
¿Alguna vez has sentido que tu corazón «ardía por dentro» cuando has escuchado una explicación de la Biblia o la has estado leyendo tú mismo? A veces, cuando estoy leyendo la Biblia o escuchando una charla, las palabras se vuelven de repente tan relevantes para mí y para mi vida, que siento que Dios me está hablando directamente. Una joven de nuestro grupo pequeño de Alpha empezó a leer la Biblia por primera vez en su vida. Ella lo describe así «era ¡como si las palabras de la Biblia saltaran de las páginas hacia mí!».
Los discípulos dijeron: «¿No ardía nuestro corazón mientras conversaba con nosotros en el camino y nos explicaba las Escrituras?» (v.32). Esto es lo que saboreamos cada vez que escuchamos explicar la Biblia de modo tal que revele a Jesús.
Segunda, él se revela a sí mismo a través del sacramento: «Estando con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. 31 Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron» (vv.30–31). Más tarde contaron cómo «habían reconocido a Jesús cuando partió el pan» (v.35).
La descripción que hace Lucas de este encuentro, está probablemente contada de una manera que se hace eco de la narración de la Última Cena de Jesús con sus discípulos. Tiene que animarnos el hecho de saber que podemos encontrar a Jesús en la «fracción del pan» cuando celebramos la Comunión todos juntos.
Las Escrituras y los sacramentos son dos de las maneras en las que nos podemos encontrar con Jesús hoy. Él seguirá revelándosenos a medida que estudiemos las Escrituras y partamos el pan juntos. Si quieres experimentar la presencia de Jesús, asegúrate de hacer estas dos cosas regularmente.
Oración
Padre, gracias por que Jesús está vivo en el presente. Que mi corazón arda cuando estudio las Escrituras al encontrarme con Jesús por medio de ellas. Al recibir el pan y el vino, que mis ojos se abran para reconocer a Jesús.
Josué 11:1-12:24
Conquista de los reinos del norte
11Cuando Jabín, rey de Jazor, se enteró de todo lo ocurrido, convocó a Jobab, rey de Madón, y a los reyes de Simrón y de Acsaf. 2 También llamó a los reyes de la región montañosa del norte; a los de la región al sur del lago Quinéret; a los de los valles, y a los de Nafot Dor, al occidente. 3 Llamó además a los cananeos de oriente y occidente, a los amorreos, a los hititas, a los ferezeos, a los jebuseos de las montañas y a los heveos que viven en las laderas del monte Hermón en Mizpa.
4 Todos ellos salieron con sus ejércitos, caballos y carros de guerra. Eran tan numerosos que parecían arena a la orilla del mar. 5 Formaron un solo ejército y acamparon junto a las aguas de Merón para pelear contra Israel.
6 Entonces el Señor le dijo a Josué: «No les tengas miedo, porque mañana, a esta hora, yo le entregaré muerto a Israel todo ese ejército. Ustedes, por su parte, deberán desjarretar sus caballos e incendiar sus carros de guerra.»
7 Así que Josué partió acompañado de sus guerreros y tomó por sorpresa a sus enemigos junto a las aguas de Merón. 8 El Señor los entregó en manos de los israelitas, quienes los atacaron y persiguieron hasta la gran ciudad de Sidón, y hasta Misrefot Mayin y el valle de Mizpa al este, y no quedaron sobrevivientes. 9 Josué cumplió con todo lo que el Señor le había ordenado: desjarretó los caballos del enemigo e incendió sus carros de guerra.
10 Al regreso Josué conquistó Jazor y mató a filo de espada a su rey, pues Jazor había sido cabecera de todos aquellos reinados. 11 Los israelitas mataron a espada a todo cuanto tenía vida. Arrasaron la ciudad y le prendieron fuego. 12 Josué conquistó todas las ciudades de aquellos reinos junto con sus reyes; a éstos mató a filo de espada, destruyéndolos por completo. Así obedeció Josué todo lo que Moisés, siervo del Señor, le había mandado. 13 Las ciudades que estaban sobre los cerros fueron las únicas que los israelitas no quemaron, excepto Jazor. 14 Tomaron como botín de guerra todas las pertenencias del enemigo y su ganado, y mataron a todos los hombres a filo de espada, de modo que ninguno quedó con vida. 15 Así como el Señor había ordenado a su siervo Moisés, también Moisés se lo ordenó a Josué. Y éste, por su parte, cumplió al pie de la letra todo lo que el Señor le había ordenado a Moisés.
Síntesis de la conquista
16 Josué logró conquistar toda aquella tierra: la región montañosa, todo el Néguev, toda la región de Gosén, el valle, el Arabá, la región montañosa de Israel y su valle. 17 También se apoderó de todos los territorios, desde la montaña de Jalac que se eleva hacia Seír, hasta Baal Gad en el valle del Líbano, a las faldas del monte Hermón. Josué capturó a todos los reyes de esa región y los ejecutó, 18 después de combatir con ellos por largo tiempo.
19 Ninguna ciudad hizo tratado de ayuda mutua con los israelitas, excepto los heveos de Gabaón. A todas esas ciudades Josué las derrotó en el campo de batalla, 20 porque el Señor endureció el corazón de los enemigos para que entablaran guerra con Israel. Así serían exterminados sin compasión alguna, según el mandato que el Señor le había dado a Moisés.
21 En aquel tiempo Josué destruyó a los anaquitas del monte Hebrón, de Debir, de Anab y de la región montañosa de Judá e Israel. Habitantes y ciudades fueron arrasados por Josué. 22 Ningún anaquita quedó con vida en la tierra que ocupó el pueblo de Israel. Su presencia se redujo sólo a Gaza, Gat y Asdod.
23 Así logró Josué conquistar toda aquella tierra, conforme a la orden que el Señor le había dado a Moisés, y se la entregó como herencia al pueblo de Israel, según la distribución tribal. Por fin, aquella región descansó de las guerras.
Reyes derrotados por Moisés
12Los israelitas derrotaron a dos reyes cuyos territorios se extendían al este del río Jordán, desde el arroyo Arnón hasta el monte Hermón, y abarcaban el Arabá al oriente.
2 Uno de ellos era Sijón, rey de los amorreos, cuyo trono estaba en Hesbón. Este rey gobernaba desde Aroer, ciudad asentada a orillas del arroyo Arnón, hasta el arroyo Jaboc, que era la frontera del territorio de los amonitas. El territorio de Sijón incluía la cuenca del valle y la mitad de Galaad. 3 Abarcaba también la parte oriental del Arabá hasta el lago Quinéret, y de allí al mar del sur, que es el Mar Muerto, por la vía de Bet Yesimot y, más al sur, hasta las laderas del monte Pisgá.
4 El otro rey era Og, rey de Basán, uno de los últimos refaítas, que residía en Astarot y Edrey. 5 Este rey gobernaba desde el monte Hermón, en Salcá, y en toda la región de Basán, hasta la frontera de Guesur y de Macá, y en la mitad de Galaad, hasta la frontera del territorio de Sijón, rey de Hesbón.
6 Los israelitas bajo el mando de Moisés derrotaron a estos reyes. Y Moisés siervo del Señor repartió aquel territorio entre los rubenitas, los gaditas y la media tribu de Manasés.
Reyes derrotados por Josué
7 A continuación aparece la lista de los reyes que los israelitas derrotaron bajo el mando de Josué. Sus territorios se encontraban al lado occidental del río Jordán, y se extendían desde Baal Gad, en el valle del Líbano, hasta el monte Jalac, que asciende hacia Seír. Josué entregó las tierras de estos reyes como propiedad a las tribus de Israel, según las divisiones tribales. 8 Tales territorios comprendían la región montañosa, los valles occidentales, el Arabá, las laderas, el desierto y el Néguev. Esas tierras habían pertenecido a los hititas, amorreos, cananeos, ferezeos, heveos y jebuseos. Ésta es la lista de reyes:
9 el rey de Jericó,
el rey de Hai, ciudad cercana a Betel,
10 el rey de Jerusalén,
el rey de Hebrón,
11 el rey de Jarmut,
el rey de Laquis,
12 el rey de Eglón,
el rey de Guézer,
13 el rey de Debir,
el rey de Guéder,
14 el rey de Jormá,
el rey de Arad,
15 el rey de Libná,
el rey de Adulán,
16 el rey de Maquedá,
el rey de Betel,
17 el rey de Tapúaj,
el rey de Héfer,
18 el rey de Afec,
el rey de Sarón,
19 el rey de Madón,
el rey de Jazor,
20 el rey de Simrón Merón,
el rey de Acsaf,
21 el rey de Tanac,
el rey de Meguido,
22 el rey de Cedes,
el rey de Jocneán que está en el Carmelo,
23 el rey de Dor que está en Nafot Dor,
el rey Goyim de Guilgal
24 y el rey de Tirsá.
Eran treinta y un reyes en total.
Comentario
Refleja la victoria de Jesús
Me encantaría saber lo que Jesús dijo acerca de este pasaje cuando recorrió todas las Escrituras y les explicó «lo que se refería a él en todas las Escrituras » (Lucas 24:27).
Este pasaje continúa con el tema de las grandes victorias de Josué (Josué 10:10). Aquí leemos cómo los reyes unieron sus fuerzas para luchar con Israel (11:5). Pero el Señor dice: «No les tengas miedo» (v.6). El Señor «los entregó en manos de los israelitas» (v.8). Dios les da la victoria allá donde vayan: «Así logró Josué conquistar toda aquella tierra, conforme a la orden que el Señor le había dado a Moisés, y se la entregó como herencia al pueblo de Israel» (v.23).
Me imagino que Jesús habría explicado que las tácticas militares de Josué no son un modelo para nadie hoy en día. No obstante, un solo aspecto, la propia victoria, prefiguró la gran victoria de un tipo muy diferente que Dios iba a traer por medio de la muerte y la resurrección de Jesús. Josué fue un «arquetipo» de Cristo; de hecho, Jesús es la forma griega del nombre Josué y significa «el Señor salva».
Como leeremos mañana, la victoria de Josué nunca fue completa. El Señor le dijo: «Ya estás muy viejo, y todavía queda mucho territorio por conquistar» (13:1). Solo Jesús trae una victoria completa. Él es aquel a quien apuntan todas las Escrituras. Es el gran vencedor y la fuente de toda posible victoria en nuestras propias vidas.
Oración
Señor, gracias por tu gran victoria sobre el pecado y la muerte, así como sobre todos los poderes del mal. Que mi vida hoy refleje esta gran victoria. Que lo vea más, no solo en mi vida personal, sino también en nuestra comunidad, ciudad y nación.
Añadidos de Pippa
Pippa añade
Lucas 24:1–12
Me encanta la combinación de valentía y espíritu práctico que se da en estas mujeres. En cuanto acaba el sábat ya están de camino a la tumba. ¿Dónde estaban los hombres? ¿Totalmente desorientados?
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Notes:
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