Día 137

Tu historia tiene poder

Sabiduría Proverbios 12:8-17
Nuevo Testamento Juan 9:1-34
Antiguo Testamento Rut 1:1-2:23

Introducción

Los padres de Mark Heather se separaron cuando él era un niño y terminó siendo criado por su madre alcohólica que lo golpeaba. Cuando tenía catorce años, se puso en pie firme frente a ella y le dijo que ya no aceptaría más palizas. Al día siguiente su madre se suicidó.

A partir de ese momento, fue dado en acogida y se convirtió, de acuerdo con sus propias palabras, en «una persona bastante chiflada»; tuvo problemas con la policía, estuvo metido en las drogas, y cayó en un círculo vicioso que le llevó a tener un estilo de vida cada vez más autodestructivo.

Mark (ahora en sus 30) fue invitado por su novia a Alpha en HTB. En el fin de semana tuvo un encuentro poderoso con Dios y contó lo siguiente: «El anfitrión de mi grupo, Toby, oró por mí, para que el Espíritu Santo viniera, y yo sabía que eso era lo que estaba sucediendo. La experiencia me hizo llorar incontrolablemente».

«Corrí al pub que estaba en el camino, tomé una cerveza, regresé y me senté en el rincón más oscuro que pude encontrar. Después de un rato sentado en silencio, un sentimiento de comodidad total me embargó. Sentí el amor total, me sentí parte de una familia, lo cual es algo que no tenía forma de haber conocido hasta entonces».

«Llorando, oré pidiendo una señal más: le pedí que Toby saliera por aquella puerta en aquel momento. Tan pronto como oré, Toby atravesó esa misma puerta para buscarme».

«Dios es real, me ama incondicionalmente y es sutil. El Espíritu Santo me salvó. El fin de semana Alpha me ayudó a encontrarlo. Él sabía dónde estaba y cuando llegué al lugar correcto, Él ya estaba allí esperándome».

La historia personal de Mark ha tenido un impacto poderoso en la vida de muchas personas. Tu historia puede no ser tan dramática como la de Mark, pero todos tenemos una historia. Si fuiste criado como cristiano o si solamente has sido cristiano desde hace algunas horas, tu historia tiene poder.

Sabiduría

Proverbios 12:8-17

8 Al hombre se le alaba según su sabiduría,
 pero al de mal corazón se le desprecia.

9 Vale más un Don Nadie con criado
 que un Don Alguien sin pan.

10 El justo atiende a las necesidades de su bestia,
 pero el malvado es de mala entraña.

11 El que labra su tierra tendrá abundante comida,
 pero el que sueña despierto es un imprudente.

12 Los malos deseos son la trampa de los malvados,
 pero la raíz de los justos prospera.

13 En el pecado de sus labios se enreda el malvado,
 pero el justo sale del aprieto.

14 Cada uno se sacia del fruto de sus labios,
 y de la obra de sus manos recibe su recompensa.

15 Al necio le parece bien lo que emprende,
 pero el sabio atiende al consejo.

16 El necio muestra en seguida su enojo,
 pero el prudente pasa por alto el insulto.

17 El testigo verdadero declara lo que es justo,
 pero el testigo falso declara falsedades.

Comentario

1. Cuenta tu historia con autenticidad

Los proverbios de hoy abarcan muchos temas diferentes, desde el cuidado de los animales (v.10) hasta pasar por alto insultos, en lugar de mostrar nuestra molestia enseguida: «El necio muestra en seguida su enojo; el prudente pasa por alto la ofensa» (v.16, DHH).

Hay un proverbio que está específicamente en el tema de hoy: «El testigo verdadero declara lo que es justo» (v.17a). Esto, por supuesto, tiene implicaciones para los testigos de los tribunales. Pero también, todos somos testigos en el sentido de que todos estamos en la posición de testificar acerca de Jesús.

Ya sea que estés pasando una velada con amigos o te encuentres hablando en la parte de adelante de la iglesia, cuando una persona cuenta su historia con sinceridad, honestidad y de corazón, hay algo muy poderoso.

Oración

Señor, ayúdame a contar mi historia desde mi corazón, con honestidad y autenticidad.

Nuevo Testamento

Juan 9:1-34

Jesús sana a un ciego de nacimiento

9A su paso, Jesús vio a un hombre que era ciego de nacimiento. 2 Y sus discípulos le preguntaron:

—Rabí, para que este hombre haya nacido ciego, ¿quién pecó, él o sus padres?

3 —Ni él pecó, ni sus padres —respondió Jesús—, sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida. 4 Mientras sea de día, tenemos que llevar a cabo la obra del que me envió. Viene la noche cuando nadie puede trabajar. 5 Mientras esté yo en el mundo, luz soy del mundo.

6 Dicho esto, escupió en el suelo, hizo barro con la saliva y se lo untó en los ojos al ciego, diciéndole:

7 —Ve y lávate en el estanque de Siloé (que significa: Enviado).

El ciego fue y se lavó, y al volver ya veía.

8 Sus vecinos y los que lo habían visto pedir limosna decían: «¿No es éste el que se sienta a mendigar?» 9 Unos aseguraban: «Sí, es él.» Otros decían: «No es él, sino que se le parece.» Pero él insistía: «Soy yo.»

10 —¿Cómo entonces se te han abierto los ojos? —le preguntaron.

11 —Ese hombre que se llama Jesús hizo un poco de barro, me lo untó en los ojos y me dijo: “Ve y lávate en Siloé.” Así que fui, me lavé, y entonces pude ver.

12 —¿Y dónde está ese hombre? —le preguntaron.

—No lo sé —respondió.

Las autoridades investigan la sanidad del ciego

13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. 14 Era sábado cuando Jesús hizo el barro y le abrió los ojos al ciego. 15 Por eso los fariseos, a su vez, le preguntaron cómo había recibido la vista.

—Me untó barro en los ojos, me lavé, y ahora veo —respondió.

16 Algunos de los fariseos comentaban: «Ese hombre no viene de parte de Dios, porque no respeta el sábado.» Otros objetaban: «¿Cómo puede un pecador hacer semejantes señales?» Y había desacuerdo entre ellos.

17 Por eso interrogaron de nuevo al ciego:

—¿Y qué opinas tú de él? Fue a ti a quien te abrió los ojos.

—Yo digo que es profeta —contestó.

18 Pero los judíos no creían que el hombre hubiera sido ciego y que ahora viera, y hasta llamaron a sus padres 19 y les preguntaron:

—¿Es éste su hijo, el que dicen ustedes que nació ciego? ¿Cómo es que ahora puede ver?

20 —Sabemos que éste es nuestro hijo —contestaron los padres—, y sabemos también que nació ciego. 21 Lo que no sabemos es cómo ahora puede ver, ni quién le abrió los ojos. Pregúntenselo a él, que ya es mayor de edad y puede responder por sí mismo.

22 Sus padres contestaron así por miedo a los judíos, pues ya éstos habían convenido que se expulsara de la sinagoga a todo el que reconociera que Jesús era el Cristo. 23 Por eso dijeron sus padres: «Pregúntenselo a él, que ya es mayor de edad.»

24 Por segunda vez llamaron los judíos al que había sido ciego, y le dijeron:

—Júralo por Dios. A nosotros nos consta que ese hombre es pecador.

25 —Si es pecador, no lo sé —respondió el hombre—. Lo único que sé es que yo era ciego y ahora veo.

26 Pero ellos le insistieron:

—¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?

27 —Ya les dije y no me hicieron caso. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿Es que también ustedes quieren hacerse sus discípulos?

28 Entonces lo insultaron y le dijeron:

—¡Discípulo de ése lo serás tú! ¡Nosotros somos discípulos de Moisés! 29 Y sabemos que a Moisés le habló Dios; pero de éste no sabemos ni de dónde salió.

30 —¡Allí está lo sorprendente! —respondió el hombre—: que ustedes no sepan de dónde salió, y que a mí me haya abierto los ojos. 31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí a los piadosos y a quienes hacen su voluntad. 32 Jamás se ha sabido que alguien le haya abierto los ojos a uno que nació ciego. 33 Si este hombre no viniera de parte de Dios, no podría hacer nada.

34 Ellos replicaron:

—Tú, que naciste sumido en pecado, ¿vas a darnos lecciones?

Y lo expulsaron.

Comentario

2. Cuenta tu historia persistentemente

Me encanta la historia en el pasaje de hoy sobre el hombre ciego. Primero, Jesús repudia expresamente el vínculo automático entre el pecado y el sufrimiento (vv.1-3). Los fariseos asumieron que el hombre estaba ciego porque había nacido «…sumido en pecado» (v.34).

Incluso los discípulos de Jesús hicieron la pregunta que toda cultura hace: «Rabí, para que este hombre haya nacido ciego, ¿quién pecó, él o sus padres?» (v.2). Jesús les aclara que están haciendo la pregunta equivocada. Él responde: «Ni él pecó, ni sus padres \[...\] sino que esto sucedió para que la obra de Dios se hiciera evidente en su vida» (v.3).

Jesús sana a este hombre con sus palabras y sus manos, tocándolo con profundo amor y respeto. El milagro causa tal emoción que los que conocen al ciego comienzan a hablar del asunto.

Vemos cómo siempre es posible intentar explicar los milagros de sanación. Cuando los ojos del ciego se abrieron, sus vecinos y los que antes lo habían visto mendigar preguntaron: «¿No es este el que se sienta a mendigar?». Unos aseguraban: «Sí, es él». Otros decían: «No es él, sino que se le parece» (vv.8-9a).

Vemos el peligro de quedarse en lo anecdótico y no ir a lo importante. Cuando el hombre dio su testimonio de sanación, algunos respondieron: «Este hombre no viene de parte de Dios, porque no respeta el sábado» (v.16).

Este hombre simplemente cuenta su historia una y otra vez. No tiene la respuesta para todas las preguntas complejas. Sin embargo, da la mejor respuesta, la misma que tu puedes dar cuando te hacen preguntas cuya respuesta desconoces. Simplemente responde: «No lo sé» (v.12).

Lo que más me gusta es su respuesta cuando finalmente se siente frustrado por todo el cinismo y el escepticismo de las preguntas de ellos. Les manifiesta que no sabe la respuesta a todas sus preguntas: «Lo único que sé es que yo era ciego y ahora veo» (v.25).

A la vez que sus ojos se abrieron, también lo hicieron su corazón y su mente. Comienza por saber de «ese hombre que se llama Jesús» (v.11). Después ve «…que es un profeta» (v.17, DHH) «de parte de Dios» (v.33) y finalmente, cree que Jesús es «el Hijo del Hombre» y lo adora (v.38).

Este es el poder del testimonio. Esta es una forma casi incuestionable para responder a las objeciones: «Antes yo era así... y ahora soy asá... Esta es la diferencia que Jesús ha hecho en mi vida».

Contar tu historia es todavía uno de los aspectos claves para comunicar tu fe en el mundo moderno como lo fue aquí en el Nuevo Testamento.

Oración

Señor, gracias por el poder de las historias de los que dicen: «yo era ciego y ahora veo» (v.25). Oro para que haya muchos más que puedan testificar acerca de encontrarte, tener los ojos abiertos y ser sanados.

Antiguo Testamento

Rut 1:1-2:23

Noemí y Rut

1En el tiempo en que los caudillos gobernaban el país, hubo allí una época de hambre. Entonces un hombre de Belén de Judá emigró a la tierra de Moab, junto con su esposa y sus dos hijos. 2 El hombre se llamaba Elimélec, su esposa se llamaba Noemí y sus dos hijos, Majlón y Quilión, todos ellos efrateos, de Belén de Judá. Cuando llegaron a la tierra de Moab, se quedaron a vivir allí.

3 Pero murió Elimélec, esposo de Noemí, y ella se quedó sola con sus dos hijos. 4 Éstos se casaron con mujeres moabitas, la una llamada Orfa y la otra Rut. Después de haber vivido allí unos diez años, 5 murieron también Majlón y Quilión, y Noemí se quedó viuda y sin hijos.

6 Noemí regresó de la tierra de Moab con sus dos nueras, porque allí se enteró de que el Señor había acudido en ayuda de su pueblo al proveerle de alimento. 7 Salió, pues, con sus dos nueras del lugar donde había vivido, y juntas emprendieron el camino que las llevaría hasta la tierra de Judá.

8 Entonces Noemí les dijo a sus dos nueras:

—¡Miren, vuelva cada una a la casa de su madre! Que el Señor las trate a ustedes con el mismo amor y lealtad que ustedes han mostrado con los que murieron y conmigo. 9 Que el Señor les conceda hallar seguridad en un nuevo hogar, al lado de un nuevo esposo.

Luego las besó. Pero ellas, deshechas en llanto, alzaron la voz 10 y exclamaron:

—¡No! Nosotras volveremos contigo a tu pueblo.

11 —¡Vuelvan a su casa, hijas mías! —insistió Noemí—. ¿Para qué se van a ir conmigo? ¿Acaso voy a tener más hijos que pudieran casarse con ustedes? 12 ¡Vuelvan a su casa, hijas mías! ¡Váyanse! Yo soy demasiado vieja para volver a casarme. Aun si abrigara esa esperanza, y esta misma noche me casara y llegara a tener hijos, 13 ¿los esperarían ustedes hasta que crecieran? ¿Y por ellos se quedarían sin casarse? ¡No, hijas mías! Mi amargura es mayor que la de ustedes; ¡la mano del Señor se ha levantado contra mí!

14 Una vez más alzaron la voz, deshechas en llanto. Luego Orfa se despidió de su suegra con un beso, pero Rut se aferró a ella.

15 —Mira —dijo Noemí—, tu cuñada se vuelve a su pueblo y a sus dioses. Vuélvete con ella.

16 Pero Rut respondió:

—¡No insistas en que te abandone o en que me separe de ti!

»Porque iré adonde tú vayas,
y viviré donde tú vivas.
Tu pueblo será mi pueblo,
y tu Dios será mi Dios.
17 Moriré donde tú mueras,
y allí seré sepultada.
¡Que me castigue el Señor con toda severidad
si me separa de ti algo que no sea la muerte!

18 Al ver Noemí que Rut estaba tan decidida a acompañarla, no le insistió más.

19 Entonces las dos mujeres siguieron caminando hasta llegar a Belén. Apenas llegaron, hubo gran conmoción en todo el pueblo a causa de ellas.

—¿No es ésta Noemí? —se preguntaban las mujeres del pueblo.

20 —Ya no me llamen Noemí —repuso ella—. Llámenme Mara, porque el Todopoderoso ha colmado mi vida de amargura.

21 »Me fui con las manos llenas,
pero el Señor me ha hecho volver sin nada.
¿Por qué me llaman Noemí
si me ha afligido el Señor,
si me ha hecho desdichada el Todopoderoso?

22 Así fue como Noemí volvió de la tierra de Moab acompañada por su nuera, Rut la moabita. Cuando llegaron a Belén, comenzaba la cosecha de cebada.

Encuentro de Rut con Booz

2Noemí tenía, por parte de su esposo, un pariente que se llamaba Booz. Era un hombre rico e influyente de la familia de Elimélec.

2 Y sucedió que Rut la moabita le dijo a Noemí:

—Permíteme ir al campo a recoger las espigas que vaya dejando alguien a quien yo le caiga bien.

—Anda, hija mía —le respondió su suegra.

3 Rut salió y comenzó a recoger espigas en el campo, detrás de los segadores. Y dio la casualidad de que el campo donde estaba trabajando pertenecía a Booz, el pariente de Elimélec.

4 En eso llegó Booz desde Belén y saludó a los segadores:

—¡Que el Señor esté con ustedes!

—¡Que el Señor lo bendiga! —respondieron ellos.

5 —¿De quién es esa joven? —preguntó Booz al capataz de sus segadores.

6 —Es una joven moabita que volvió de la tierra de Moab con Noemí —le contestó el capataz—. 7 Ella me rogó que la dejara recoger espigas de entre las gavillas, detrás de los segadores. No ha dejado de trabajar desde esta mañana que entró en el campo, hasta ahora que ha venido a descansar un rato en el cobertizo.

8 Entonces Booz le dijo a Rut:

—Escucha, hija mía. No vayas a recoger espigas a otro campo, ni te alejes de aquí; quédate junto a mis criadas, 9 fíjate bien en el campo donde se esté cosechando, y síguelas. Ya les ordené a los criados que no te molesten. Y cuando tengas sed, ve adonde están las vasijas y bebe del agua que los criados hayan sacado.

10 Rut se inclinó hacia la tierra, se postró sobre su rostro y exclamó:

—¿Cómo es que le he caído tan bien a usted, hasta el punto de fijarse en mí, siendo sólo una extranjera?

11 —Ya me han contado —le respondió Booz— todo lo que has hecho por tu suegra desde que murió tu esposo; cómo dejaste padre y madre, y la tierra donde naciste, y viniste a vivir con un pueblo que antes no conocías. 12 ¡Que el Señor te recompense por lo que has hecho! Que el Señor, Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte, te lo pague con creces.

13 —¡Ojalá siga yo siendo de su agrado, mi señor! —contestó ella—. Usted me ha consolado y me ha hablado con cariño, aunque ni siquiera soy como una de sus servidoras.

14 A la hora de comer, Booz le dijo:

—Ven acá. Sírvete pan y moja tu bocado en el vinagre.

Cuando Rut se sentó con los segadores, Booz le ofreció grano tostado. Ella comió, quedó satisfecha, y hasta le sobró. 15 Después, cuando ella se levantó a recoger espigas, él dio estas órdenes a sus criados:

—Aun cuando saque espigas de las gavillas mismas, no la hagan pasar vergüenza. 16 Más bien, dejen caer algunas espigas de los manojos para que ella las recoja, ¡y no la reprendan!

17 Así que Rut recogió espigas en el campo hasta el atardecer. Luego desgranó la cebada que había recogido, la cual pesó más de veinte kilos. 18 La cargó de vuelta al pueblo, y su suegra vio cuánto traía. Además, Rut le entregó a su suegra lo que le había quedado después de haber comido hasta quedar satisfecha.

19 Su suegra le preguntó:

—¿Dónde recogiste espigas hoy? ¿Dónde trabajaste? ¡Bendito sea el hombre que se fijó en ti!

Entonces Rut le contó a su suegra acerca del hombre con quién había estado trabajando. Le dijo:

—El hombre con quien hoy trabajé se llama Booz.

20 —¡Que el Señor lo bendiga! —exclamó Noemí delante de su nuera—. El Señor no ha dejado de mostrar su fiel amor hacia los vivos y los muertos. Ese hombre es nuestro pariente cercano; es uno de los parientes que nos pueden redimir.

21 Rut la moabita añadió:

—Incluso me dijo que me quede allí con sus criados hasta que terminen de recogerle toda la cosecha.

22 —Hija mía, te conviene seguir con sus criadas —le dijo Noemí—, para que no se aprovechen de ti en otro campo.

23 Así que Rut se quedó junto con las criadas de Booz para recoger espigas hasta que terminó la cosecha de la cebada y del trigo. Mientras tanto, vivía con su suegra.

Comentario

3. Cuenta tu historia humildemente

El amor verdadero es a menudo duro, inconveniente y costoso; pero la verdadera felicidad solo llega a aquellos que se preocupan por los demás a costa de sí mismos.

El libro de Rut es una historia de dos viudas y un granjero en una aldea remota. Es un maravilloso contraste con el libro anterior de Jueces. Mientras que el contexto de los dos libros es idéntico (Ruth se establece «en los días en que gobernaban los jueces», 1:1 RVA-2015), el contenido de los dos libros es muy diferente.

Mientras que los Jueces relatan un catálogo de maldades y trastornos porque «cada uno hacía lo que le parecía mejor» (Jueces 21:25), el libro de Rut es una maravillosa historia de lealtad, fidelidad y bondad, aún más impresionante por tener lugar en el mismo período de la historia. Mientras que el libro de los Jueces abarca el panorama completo de la nación de Israel durante este período, el libro de Rut se centra en una familia específica.

Nos recuerda que el Dios del universo y de la historia es también el Dios de todos los pequeños detalles de tu vida. Él no es solamente omnipotente y poderoso, sino que también es tu Padre que está íntimamente relacionado contigo. Tu vida y todos los detalles de ella importan a Dios, tu vida cuenta.

El libro de Rut nos recuerda el cuidado, la provisión y la fidelidad de Dios en las pequeñas piezas de nuestra vida.

Noemí estaba más preocupada por Rut que por ella misma. Noemí quería que Rut regresara a su casa para que pudiera tener una nueva oportunidad de casarse. Noemí estaba preparada para perder a Rut por amor a su felicidad (Rut 1:8-13). Pero el amor de Rut por Noemí fue igualmente desinteresado y se entregó a sí misma.

Rut estaba preparada para no casarse de nuevo. Ella muestra una extraordinaria lealtad a su suegra. Le asegura: «¡No insistas en que te abandone o en que me separe de ti! Porque iré adonde tú vayas, y viviré donde tú vivas. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios. Moriré donde tú mueras, y allí seré sepultada. ¡Que me castigue el Señor con toda severidad si me separa de ti algo que no sea la muerte!» (vv.16-17).

Booz era también una persona que temía a Dios. Había oído hablar de la reputación de Rut. Ella no solo era leal y fiel, sino que era extremadamente trabajadora (2:7). Alguien tuvo que haber dado testimonio acerca de ella. Booz señala: «Ciertamente me han contado todo lo que has hecho por tu suegra después de la muerte de tu marido, y que has dejado a tu padre, a tu madre y la tierra donde has nacido, y has venido a un pueblo que no conociste previamente» (v.11, RVA-2015).

Además, Rut obviamente había testificado acerca de su propia fe en Dios, pues Booz sabía que ella estaba comprometida con «Dios \[…\], bajo cuyas alas viniste a refugiarte» (v.12).

Entonces Booz muestra una extraordinaria bondad con a Rut, quien a su vez le dice a su suegra: «El hombre con quien he trabajado se llama Booz \[...\] Él ha sido bondadoso con nosotras ahora, como antes lo fue con los que ya han muerto» (vv.19-20, DHH).

Oración

Señor, gracias por este ejemplo de lealtad, bondad y fidelidad. Ayúdame a ser así, ayúdanos como comunidad a ser un pueblo conocido por nuestra lealtad, bondad y fidelidad.

Añadidos de Pippa

Rut 1:1–2:23

Qué alivio leer la historia de Rut después del terrible comportamiento de la gente en los últimos capítulos del libro de Jueces. Aquí encontramos una vida tranquila, bastante idílica, donde todo el mundo es honesto, amable y confiable. La relación entre Noemí y Rut es una relación extraordinaria de amor y lealtad, estableciendo estándares muy altos para la relación entre madre y nuera.

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Nueva Versión Inernacional (NVI)

Copyright © 1999 by Biblica, Inc

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