Satisface tu alma
Introducción
Bernhard Langer fue uno de los mejores golfistas de su generación, ganó dos veces el Master de Estados Unidos y llegó a la cima de los rankings mundiales de golf en 1986. Declaró: «Gané siete torneos en cinco continentes diferentes. Fui ranqueado como el número uno del mundo. Tenía una hermosa esposa y había obtenido todo lo que había soñado. El problema era que, algo faltaba».
«El estilo de vida que todos (en especial los deportistas) estamos llevando consiste en que lo más importante es el dinero y quién eres, a quién conoces y lo que tienes. Esto deja en evidencia que estas cosas no son realmente lo más importante. Creo que las personas que tienen todas las cosas, se dan cuenta de que... todavía hay algo que falta en su vida y creo que es Jesucristo».
El vacío espiritual que Bernhard Langer describe es común en toda la humanidad. En una ocasión una joven me dijo que sentía que «le faltaba un trozo en su alma». Tú no eres solo cuerpo y mente; eres un alma creada para una relación con Dios. ¿Cómo satisfaces tu alma entonces?
Salmos 63:1-11
Salmo 63
Salmo de David, cuando estaba en el desierto de Judá.
1 Oh Dios, tú eres mi Dios;
yo te busco intensamente.
Mi alma tiene sed de ti;
todo mi ser te anhela,
cual tierra seca, extenuada y sedienta.
2 Te he visto en el santuario
y he contemplado tu poder y tu gloria.
3 Tu amor es mejor que la vida;
por eso mis labios te alabarán.
4 Te bendeciré mientras viva,
y alzando mis manos te invocaré.
5 Mi alma quedará satisfecha
como de un suculento banquete,
y con labios jubilosos
te alabará mi boca.
6 En mi lecho me acuerdo de ti;
pienso en ti toda la noche.
7 A la sombra de tus alas cantaré,
porque tú eres mi ayuda.
8 Mi alma se aferra a ti;
tu mano derecha me sostiene.
9 Los que buscan mi muerte serán destruidos;
bajarán a las profundidades de la tierra.
10 Serán entregados a la espada
y acabarán devorados por los chacales.
11 El rey se regocijará en Dios;
todos los que invocan a Dios lo alabarán,
pero los mentirosos serán silenciados.
Comentario
1. Busca a Dios de día y de noche
La «comida» espiritual es tan real como la comida física y nos satisface de una manera que no puede ser satisfecha por nada físico.
David estaba en el desierto, sabía lo que era la sed física y el hambre física. Pero también conocía y experimentaba la sed espiritual: «Mi alma tiene sed de ti; todo mi ser te anhela, cual tierra seca, extenuada y sedienta» (v.1). Y sabía lo que era satisfacer su hambre espiritual: «Mi alma quedará satisfecha como de un suculento banquete» (v.5a).
Su hambre espiritual y su sed se satisfacen cuando él adora a Dios. En palabras de la traducción bíblica The Message: «Así que aquí estoy en el lugar de adoración, con los ojos abiertos y bebiendo de tu poder y tu gloria» (v.2, MSG).
Levanta sus manos como una expresión de adoración, reverencia y entrega: «Tu amor es mejor que la vida; por eso mis labios te alabarán. Te bendeciré mientras viva, y alzando mis manos te invocaré» (vv.3-4). Levantar las manos es el gesto más antiguo de la oración. Como escribe el papa emérito Benedicto XVI: «Este gesto es la forma radical de adoración, \[...\]; la apertura a Dios, la entrega completa a él».
¿Qué haces cuando no puedes dormir o te desvelas a ratos por la noche? David dice que adora y alaba a Dios: «Recostado, me quedo despierto pensando y meditando en ti durante la noche» (v.6, NTV).
David encuentra la fuerza y el sustento mientras derrama su corazón en adoración día y noche ante Dios. Él escribe: «A la sombra de tus alas cantaré, porque tú eres mi ayuda. Mi alma se aferra a ti; tu mano derecha me sostiene» (vv.7-8).
Oración
Señor, hoy te busco. Gracias por satisfacer mi alma más que un suculento banquete y por saciar mi sed espiritual. Gracias porque tu amor es mejor que la vida.
Juan 10:22-42
Jesús y la fiesta de la Dedicación
22 Por esos días se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, 23 y Jesús andaba en el templo, por el pórtico de Salomón. 24 Entonces lo rodearon los judíos y le preguntaron:
—¿Hasta cuándo vas a tenernos en suspenso? Si tú eres el Cristo, dínoslo con franqueza.
25 —Ya se lo he dicho a ustedes, y no lo creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que me acreditan, 26 pero ustedes no creen porque no son de mi rebaño. 27 Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. 28 Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano. 29 Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todos; y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar. 30 El Padre y yo somos uno.
31 Una vez más los judíos tomaron piedras para arrojárselas, 32 pero Jesús les dijo:
—Yo les he mostrado muchas obras irreprochables que proceden del Padre. ¿Por cuál de ellas me quieren apedrear?
33 —No te apedreamos por ninguna de ellas sino por blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces pasar por Dios.
34 —¿Y acaso —respondió Jesús— no está escrito en su ley: “Yo he dicho que ustedes son dioses”? 35 Si Dios llamó “dioses” a aquellos para quienes vino la palabra (y la Escritura no puede ser quebrantada), 36 ¿por qué acusan de blasfemia a quien el Padre apartó para sí y envió al mundo? ¿Tan sólo porque dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”? 37 Si no hago las obras de mi Padre, no me crean. 38 Pero si las hago, aunque no me crean a mí, crean a mis obras, para que sepan y entiendan que el Padre está en mí, y que yo estoy en el Padre.
39 Nuevamente intentaron arrestarlo, pero él se les escapó de las manos.
40 Volvió Jesús al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había estado bautizando antes; y allí se quedó. 41 Mucha gente acudía a él, y decía: «Aunque Juan nunca hizo ninguna señal milagrosa, todo lo que dijo acerca de este hombre era verdad.» 42 Y muchos en aquel lugar creyeron en Jesús.
Comentario
2. Comunícate con Dios por medio de Jesús
¿Cómo nos comunicamos tú y yo con Dios?
La comunicación con Jesús es la comunicación con Dios. Aquellos que se encontraron con Jesús entendieron que él afirmaba ser Dios (v.33). Cuando aseguró: «El Padre y yo somos uno» (v.30) y «el Padre está en mí, y que yo en el Padre» (v.38), no hubo ambigüedad para los oídos de sus oyentes. Sus oponentes lo entendieron como una blasfemia —«porque tú, siendo hombre, te haces pasar por Dios» (v.33) — y tomaron piedras para arrojárselas (vv.31-33).
Jesús se comunicó con sus discípulos y continúa comunicándose con nosotros. Dice: «Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen» (v.27). Aquí vemos las señales que caracterizan a un verdadero cristiano:
- Creer en Jesús
Hay un contraste en este pasaje entre los que «creyeron en Jesús» (v.42) y los que «no creen» (vv.25, 26). Creer en Jesús significa creer en él cuando asegura: «Yo soy el Hijo de Dios» (v.36) y poner tu confianza en él.
- Conocer a Jesús
Jesús señala: «Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco…» (v.27). Ser cristiano es reconocer y seguir la voz de Jesús. Esto es lo que define a un cristiano; no tanto el conocimiento teórico acerca de Jesús, sino conocerlo de verdad como consecuencia de la maravillosa declaración que Jesús también nos conoce.
- Seguir a Jesús
Jesús apunta, «ellas me siguen» (v.27). Esto afecta tu vida. Como aseguró Jesús en otro lugar, «por sus frutos los conocerán» (Mateo 7:16,20). Santiago escribió: «Así también la fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta» (Santiago 2:17). La prueba primodial de la fe es el amor. Los que siguen a Jesús seguirán su ejemplo de amor.
Jesús promete a todo verdadero cristiano: «Yo les doy vida eterna» (Juan 10:28). Esta promesa no habla solo de cuánta vida recibirán; también trata de la calidad de esta vida. Jesús satisface nuestra hambre espiritual y nuestra sed. En la relación con Jesús encontramos esa profunda satisfacción del alma que no se puede encontrar en ningún otro lugar.
Jesús promete que esta relación con él continuará para siempre. Comienza ahora, pero es «eterna» (v.28), pues los que siguen a Jesús «nunca perecerán» (v.28). Esta es un regalo («Yo les doy vida eterna», v.28) que no se puede ganar, ni se puede perder. Jesús promete: «Nadie las arrebatará de mi mano. \[...\] nadie las puede arrebatar de las manos del Padre» (vv.28-29, RVA-2015).
Puede haber muchas luchas y tentaciones a lo largo del camino, pero en última instancia la mano de Jesús y la mano del Padre están implicadas juntas en protegerte. Un cristiano puede perder su trabajo, su dinero, su familia, su libertad e incluso su vida, pero nunca puede perder la vida eterna.
Oración
Gracias, Señor, porque puedo escuchar Tu voz, porque puedo conocerte y porque me das vida eterna. Gracias porque me prometes que nunca voy a perecer y que nadie puede arrebatarme de Tu mano. Gracias porque en esta relación encuentro la satisfacción de mi alma ahora mismo y para siempre.
1 Samuel 1:1-2:26
Nacimiento de Samuel
1En la sierra de Efraín había un hombre zufita de Ramatayin. Su nombre era Elcaná hijo de Jeroán, hijo de Eliú, hijo de Tohu, hijo de Zuf, efraimita. 2 Elcaná tenía dos esposas. Una de ellas se llamaba Ana, y la otra, Penina. Ésta tenía hijos, pero Ana no tenía ninguno.
3 Cada año Elcaná salía de su pueblo para adorar al SeñorTodopoderoso y ofrecerle sacrificios en Siló, donde Ofni y Finés, los dos hijos de Elí, oficiaban como sacerdotes del Señor. 4 Cuando llegaba el día de ofrecer su sacrificio, Elcaná solía darles a Penina y a todos sus hijos e hijas la porción que les correspondía. 5 Pero a Ana le daba una porción especial, pues la amaba a pesar de que el Señor la había hecho estéril. 6 Penina, su rival, solía atormentarla para que se enojara, ya que el Señor la había hecho estéril.
7 Cada año, cuando iban a la casa del Señor, sucedía lo mismo: Penina la atormentaba, hasta que Ana se ponía a llorar y ni comer quería. 8 Entonces Elcaná, su esposo, le decía: «Ana, ¿por qué lloras? ¿Por qué no comes? ¿Por qué estás resentida? ¿Acaso no soy para ti mejor que diez hijos?»
9 Una vez, estando en Siló, Ana se levantó después de la comida. Y a la vista del sacerdote Elí, que estaba sentado en su silla junto a la puerta del santuario del Señor, 10 con gran angustia comenzó a orar al Señor y a llorar desconsoladamente. 11 Entonces hizo este voto: « Señor Todopoderoso, si te dignas mirar la desdicha de esta sierva tuya y, si en vez de olvidarme, te acuerdas de mí y me concedes un hijo varón, yo te lo entregaré para toda su vida, y nunca se le cortará el cabello.»
12 Como Ana estuvo orando largo rato ante el Señor, Elí se fijó en su boca. 13 Sus labios se movían pero, debido a que Ana oraba en voz baja, no se podía oír su voz. Elí pensó que estaba borracha, 14 así que le dijo:
—¿Hasta cuándo te va a durar la borrachera? ¡Deja ya el vino!
15 —No, mi señor; no he bebido ni vino ni cerveza. Soy sólo una mujer angustiada que ha venido a desahogarse delante del Señor. 16 No me tome usted por una mala mujer. He pasado este tiempo orando debido a mi angustia y aflicción.
17 —Vete en paz —respondió Elí—. Que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido.
18 —Gracias. Ojalá favorezca usted siempre a esta sierva suya.
Con esto, Ana se despidió y se fue a comer. Desde ese momento, su semblante cambió. 19 Al día siguiente madrugaron y, después de adorar al Señor, volvieron a su casa en Ramá. Luego Elcaná se unió a su esposa Ana, y el Señor se acordó de ella. 20 Ana concibió y, pasado un año, dio a luz un hijo y le puso por nombre Samuel, pues dijo: «Al Señor se lo pedí.»
Ana dedica a Samuel
21 Cuando Elcaná salió con toda su familia para cumplir su promesa y ofrecer su sacrificio anual al Señor, 22 Ana no lo acompañó.
—No iré hasta que el niño sea destetado —le explicó a su esposo—. Entonces lo llevaré para dedicarlo al Señor, y allí se quedará el resto de su vida.
23 —Bien, haz lo que te parezca mejor —respondió su esposo Elcaná—. Quédate hasta que lo destetes, con tal de que el Señor cumpla su palabra.
Así pues, Ana se quedó en su casa y crió a su hijo hasta que lo destetó.
24 Cuando dejó de amamantarlo, salió con el niño, a pesar de ser tan pequeño, y lo llevó a la casa del Señor en Siló. También llevó un becerro de tres años, una medida de harina y un odre de vino. 25 Luego sacrificaron el becerro y presentaron el niño a Elí. 26 Dijo Ana: «Mi señor, tan cierto como que usted vive, le juro que yo soy la mujer que estuvo aquí a su lado orando al Señor. 27 Éste es el niño que yo le pedí al Señor, y él me lo concedió. 28 Ahora yo, por mi parte, se lo entrego al Señor. Mientras el niño viva, estará dedicado a él.» Entonces Elí se postró allí ante el Señor.
Oración de Ana
2Ana elevó esta oración:
«Mi corazón se alegra en el Señor;
en él radica mi poder.
Puedo celebrar su salvación
y burlarme de mis enemigos.
2 »Nadie es santo como el Señor;
no hay roca como nuestro Dios.
¡No hay nadie como él!
3 »Dejen de hablar con tanto orgullo y altivez;
¡no profieran palabras soberbias!
El Señor es un Dios que todo lo sabe,
y él es quien juzga las acciones.
4 »El arco de los poderosos se quiebra,
pero los débiles recobran las fuerzas.
5 Los que antes tenían comida de sobra
se venden por un pedazo de pan;
los que antes sufrían hambre
ahora viven saciados.
La estéril ha dado a luz siete veces,
pero la que tenía muchos hijos languidece.
6 »Del Señor vienen la muerte y la vida;
él nos hace bajar al sepulcro,
pero también nos levanta.
7 El Señor da la riqueza y la pobreza;
humilla, pero también enaltece.
8 Levanta del polvo al desvalido
y saca del basurero al pobre
para sentarlos en medio de príncipes
y darles un trono esplendoroso.
»Del Señor son los fundamentos de la tierra;
¡sobre ellos afianzó el mundo!
9 Él guiará los pasos de sus fieles,
pero los malvados se perderán entre las sombras.
¡Nadie triunfa por sus propias fuerzas!
10 »El Señor destrozará a sus enemigos;
desde el cielo lanzará truenos contra ellos.
El Señor juzgará los confines de la tierra,
fortalecerá a su rey
y enaltecerá el poder de su ungido.»
11 Elcaná volvió a su casa en Ramá, pero el niño se quedó para servir al Señor, bajo el cuidado del sacerdote Elí.
Perversidad de los hijos de Elí
12 Los hijos de Elí eran unos perversos que no tomaban en cuenta al Señor. 13 La costumbre de estos sacerdotes era la siguiente: Cuando alguien ofrecía un sacrificio, el asistente del sacerdote se presentaba con un tenedor grande en la mano y, mientras se cocía la carne, 14 metía el tenedor en la olla, en el caldero, en la cacerola o en la cazuela; y el sacerdote tomaba para sí mismo todo lo que se enganchaba en el tenedor. De este modo trataban a todos los israelitas que iban a Siló. 15 Además, antes de quemarse la grasa, solía llegar el ayudante del sacerdote para decirle al que estaba por ofrecer el sacrificio: «Dame carne para el asado del sacerdote, pues no te la va a aceptar cocida, sino cruda.» 16 Y si el hombre contestaba: «Espera a que se queme la grasa, como es debido; luego podrás tomar lo que desees», el asistente replicaba: «No, dámela ahora mismo; de lo contrario, te la quito por la fuerza.» 17 Así que el pecado de estos jóvenes era gravísimo a los ojos del Señor, pues trataban con desprecio las ofrendas que le pertenecían.
18 El niño Samuel, por su parte, vestido con un efod de lino, seguía sirviendo en la presencia del Señor. 19 Cada año su madre le hacía una pequeña túnica, y se la llevaba cuando iba con su esposo para ofrecer su sacrificio anual. 20 Elí entonces bendecía a Elcaná y a su esposa, diciendo: «Que el Señor te conceda hijos de esta mujer, a cambio del niño que ella pidió para dedicárselo al Señor.» Luego regresaban a su casa.
21 El Señor bendijo a Ana, de manera que ella concibió y dio a luz tres hijos y dos hijas. Durante ese tiempo, Samuel crecía en la presencia del Señor.
22 Elí, que ya era muy anciano, se enteró de todo lo que sus hijos le estaban haciendo al pueblo de Israel, incluso de que se acostaban con las mujeres que servían a la entrada del santuario. 23 Les dijo: «¿Por qué se comportan así? Todo el pueblo me habla de su mala conducta. 24 No, hijos míos; no es nada bueno lo que se comenta en el pueblo del Señor. 25 Si alguien peca contra otra persona, Dios le servirá de árbitro; pero si peca contra el Señor, ¿quién podrá interceder por él?» No obstante, ellos no le hicieron caso a la advertencia de su padre, pues la voluntad del Señor era quitarles la vida.
26 Por su parte, el niño Samuel seguía creciendo y ganándose el aprecio del Señor y de la gente.
Comentario
3. Derrama tu corazón y alma a Dios
¿Hay algo que quieras de Dios desesperadamente?
Es casi inevitable que a veces en nuestras vidas sintamos «el alma llena de amargura» (1:10, DHH). Nunca permitas que el rencor se coma tu corazón; más bien, como Ana, derrámalo ante el Señor. Como lo expresa la traducción en inglés The Message: «Aplastada en el alma, Ana oró a Dios y lloró y lloró, inconsolable» (v.10, MSG).
No hay nada más liberador que derramar tu alma ante el Señor —para decirle cuáles son tus problemas, en lugar de cargarlos tú mismo— y pedirle la solución, y luego recibir la paz de Dios (Filipenses 4:6-7).
El alivio de la angustia de Ana llega mucho antes de que realmente vea la respuesta a su oración.
Esta es una imagen hermosa de una oración sincera desde la profundidad del alma. «Como Ana estuvo orando largo rato ante el Señor, Elí se fijó en su boca. Sus labios se movían, pero, debido a que Ana oraba en voz baja, no se podía oír su voz» (1 Samuel 1:12-13a). Elí pensó que estaba borracha, pero ella responde: «No, mi señor; \[...\]. Soy solo una mujer angustiada que ha venido a desahogarse delante del Señor. \[…\]. He pasado este tiempo orando debido a mi angustia y aflicción» (vv.15-16).
Elí manifestó: «Ve en paz \[…\]. Que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido» (v.17). Y al marcharse, su rostro ya no estaba abatido, «… se fue a comer. Desde ese momento, su semblante cambió» (v.18). En lo más profundo de su ser sabía que Dios había escuchado su oración y, de hecho, «el Señor se acordó de ella» (v.19). En realidad, Dios hizo más que responder su oración. No solo le dio el niño que anhelaba, sino que dio a luz un total de seis hijos (2:21).
Mientras tanto, «el niño Samuel seguía creciendo y ganándose el aprecio del Señor y de la gente» (v.26). Esta es la oración que hemos hecho muchas veces por nuestros hijos.
La oración de Ana después del nacimiento de Samuel es una vívida demostración de la satisfacción del alma que ella experimenta a través de su relación con Dios. Ella ora y agradece a Dios que «los que sufrían hambre ahora viven saciados» (v.5).
Lo sorprendente de la oración de Ana es que la fuente suprema de su gozo no está en su hijo, sino en el Señor. Ella ora: «Mi corazón se alegra en el Señor» (v.1); Él es la fuente de la satisfacción del alma:
«Estoy caminando en el aire ... Dios trae la vida... él reaviva las vidas quemadas con nueva esperanza, restaurando la dignidad y el respeto a sus vidas» (vv.1, 6, 8, MSG).
Oración
Señor, gracias por las respuestas extraordinarias que das a la oración cuando derramo mi alma a Ti. Gracias porque a veces respondes mis oraciones de manera notable. Gracias porque sin importar si recibo o no lo que pido específicamente, me prometes Tu paz.
Añadidos de Pippa
1 Samuel 1:1–2:26
Siempre me he preocupado bastante por Ana y Samuel. Ana tuvo que renunciar a su hijo. Samuel tuvo que irse a vivir con un sacerdote viejo y sus dos hijos malvados, esto no era una situación de crianza ideal.
Me he preguntado cuántos años pudo Ana criar a Samuel hasta que lo destetó completamente. ¡Ojalá fueran al menos diez! Sin embargo, a pesar de que no fue una situación ideal para la crianza —no disfrutó de mucho fútbol ni juegos familiares probablemente— Samuel creció con Dios, conociendo a Dios y aprendiendo a escuchar Su voz.
Es un alivio que los niños estén bien, incluso si nuestra paternidad ha estado lejos de ser perfecta.
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Referencias
Nueva Versión Inernacional (NVI)
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