Tu esperanza en tiempos de apuros
Introducción
Por difícil que sea tu situación, por más problemas que estés enfrentando en tu vida, puedes tener esperanza. La esperanza es la expectativa confiada de la bendición final de Dios en esta vida y en la vida venidera, basada en la bondad y las promesas de Dios. Con Jesús, siempre hay esperanza.
Algunas partes de la iglesia han sido declaradas muertas prematuramente. Callum Brown, en su libro The Death of Christian Britain, escribe: «Este libro trata sobre la muerte de la Gran Bretaña cristiana y la desaparición de la identidad moral religiosa de la nación. Tal como funcionan los cambios históricos, esto no ha sido un asunto dilatado y larguísimo en el tiempo. Convertir a Gran Bretaña al cristianismo tomó varios siglos (en lo que los historiadores solían llamar las edades oscuras) pero han bastado menos de cuarenta años para que el país lo abandone». A menudo leemos titulares como «Crisis en la Iglesia», «El descenso drástico de la asistencia a la iglesia» y «La asistencia a la iglesia vuelve a caer».
Al mismo tiempo, estamos viendo los resultados de una sociedad que está tratando de excluir a Dios. Al menos 312 parejas se divorcian todos los días en Gran Bretaña. Alguien llama a los Samaritanos (organización que trabaja 24 horas del día dando apoyo emocional a quienes tienen pensamientos suicidas) cada cinco segundos. La industria pornográfica en el Reino Unido genera más de £1000 millones anuales. Hay 30 000 clérigos cristianos de todo tipo pero más de 80 000 brujas y adivinos registrados.
Gran Bretaña no es la única nación en apuros. Muchas otras naciones están pasando por tiempos difíciles. Además de los problemas nacionales, es probable que todos en algún punto, afrontemos momentos difíciles en nuestras vidas individuales. El «problema» puede tomar muchas formas. ¿Cuál es tu esperanza en esos tiempos de apuros?
Salmos 64:1-10
Salmo 64
Al director musical. Salmo de David.
1 Escucha, oh Dios, la voz de mi queja;
protégeme del temor al enemigo.
2 Escóndeme de esa pandilla de impíos,
de esa caterva de malhechores.
3 Afilan su lengua como espada
y lanzan como flechas palabras ponzoñosas.
4 Emboscados, disparan contra el inocente;
le tiran sin temor y sin aviso.
5 Unos a otros se animan en sus planes impíos,
calculan cómo tender sus trampas;
y hasta dicen: «¿Quién las verá?»
6 Maquinan injusticias, y dicen:
«¡Hemos tramado un plan perfecto!»
¡Cuán incomprensibles son
la mente y los pensamientos humanos!
7 Pero Dios les disparará sus flechas,
y sin aviso caerán heridos.
8 Su propia lengua será su ruina,
y quien los vea se burlará de ellos.
9 La humanidad entera sentirá temor:
proclamará las proezas de Dios
y meditará en sus obras.
10 Que se regocijen en el Señor los justos;
que busquen refugio en él;
¡que lo alaben todos los de recto corazón!
Comentario
1. Esperanza en el triunfo final del bien sobre el mal
¿Alguna vez te has sentido aterrorizado por algo que estás enfrentando en tu vida? David enfrentó el «temor al enemigo» (v.1b).
Pasó por momentos de verdaderos apuros por la «conspiración de los malvados» (v.2, DHH), «planes impíos» (v.5a) y «trampas» (v.5b). Sin embargo, ten por seguro que Dios triunfará sobre el mal. ¿Qué debes hacer cuando enfrentas problemas así? El salmo de hoy nos da algunas pistas:
- Clamar a Dios
David ora: «Escucha, oh Dios, la voz de mi queja» (v.1a). David le pide a Dios «protégeme del temor al enemigo» (v.1b).
- «Que se regocijen en el Señor»
«Que se regocijen en el Señor» (v.10a). Como afirma el apóstol Pablo: «Alégrense siempre en el Señor. Insisto: ¡Alégrense!» (Filipenses 4:4).
- Permanecer cerca del Señor
«… busquen refugio en él» (Salmo 64:10b). «Vuelen a Dios» (v.10b, MSG).
- Seguir alabando a Dios
«… ¡qué lo alaben todos los rectos de corazón!» (V.10c). «Que la alabanza sea su hábito» (v.10c, MSG).
Oración
Señor, gracias porque puedo estar seguro del triunfo final del bien sobre el mal y porque nunca estoy solo. Señor, te alabo.
Juan 11:1-44
Muerte de Lázaro
11Había un hombre enfermo llamado Lázaro, que era de Betania, el pueblo de María y Marta, sus hermanas. 2 María era la misma que ungió con perfume al Señor, y le secó los pies con sus cabellos. 3 Las dos hermanas mandaron a decirle a Jesús: «Señor, tu amigo querido está enfermo.»
4 Cuando Jesús oyó esto, dijo: «Esta enfermedad no terminará en muerte, sino que es para la gloria de Dios, para que por ella el Hijo de Dios sea glorificado.»
5 Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6 A pesar de eso, cuando oyó que Lázaro estaba enfermo, se quedó dos días más donde se encontraba. 7 Después dijo a sus discípulos:
—Volvamos a Judea.
8 —Rabí —objetaron ellos—, hace muy poco los judíos intentaron apedrearte, ¿y todavía quieres volver allá?
9 —¿Acaso el día no tiene doce horas? —respondió Jesús—. El que anda de día no tropieza, porque tiene la luz de este mundo. 10 Pero el que anda de noche sí tropieza, porque no tiene luz.
11 Dicho esto, añadió:
—Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarlo.
12 —Señor —respondieron sus discípulos—, si duerme, es que va a recuperarse.
13 Jesús les hablaba de la muerte de Lázaro, pero sus discípulos pensaron que se refería al sueño natural. 14 Por eso les dijo claramente:
—Lázaro ha muerto, 15 y por causa de ustedes me alegro de no haber estado allí, para que crean. Pero vamos a verlo.
16 Entonces Tomás, apodado el Gemelo, dijo a los otros discípulos:
—Vayamos también nosotros, para morir con él.
Jesús consuela a las hermanas de Lázaro
17 A su llegada, Jesús se encontró con que Lázaro llevaba ya cuatro días en el sepulcro. 18 Betania estaba cerca de Jerusalén, como a tres kilómetros de distancia, 19 y muchos judíos habían ido a casa de Marta y de María, a darles el pésame por la muerte de su hermano. 20 Cuando Marta supo que Jesús llegaba, fue a su encuentro; pero María se quedó en la casa.
21 —Señor —le dijo Marta a Jesús—, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22 Pero yo sé que aun ahora Dios te dará todo lo que le pidas.
23 —Tu hermano resucitará —le dijo Jesús.
24 —Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final —respondió Marta.
25 Entonces Jesús le dijo:
—Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; 26 y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto?
27 —Sí, Señor; yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que había de venir al mundo.
28 Dicho esto, Marta regresó a la casa y, llamando a su hermana María, le dijo en privado:
—El Maestro está aquí y te llama.
29 Cuando María oyó esto, se levantó rápidamente y fue a su encuentro. 30 Jesús aún no había entrado en el pueblo, sino que todavía estaba en el lugar donde Marta se había encontrado con él. 31 Los judíos que habían estado con María en la casa, dándole el pésame, al ver que se había levantado y había salido de prisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar.
32 Cuando María llegó adonde estaba Jesús y lo vio, se arrojó a sus pies y le dijo:
—Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
33 Al ver llorar a María y a los judíos que la habían acompañado, Jesús se turbó y se conmovió profundamente.
34 —¿Dónde lo han puesto? —preguntó.
—Ven a verlo, Señor —le respondieron.
35 Jesús lloró.
36 —¡Miren cuánto lo quería! —dijeron los judíos.
37 Pero algunos de ellos comentaban:
—Éste, que le abrió los ojos al ciego, ¿no podría haber impedido que Lázaro muriera?
Jesús resucita a Lázaro
38 Conmovido una vez más, Jesús se acercó al sepulcro. Era una cueva cuya entrada estaba tapada con una piedra.
39 —Quiten la piedra —ordenó Jesús.
Marta, la hermana del difunto, objetó:
—Señor, ya debe oler mal, pues lleva cuatro días allí.
40 —¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? —le contestó Jesús.
41 Entonces quitaron la piedra. Jesús, alzando la vista, dijo:
—Padre, te doy gracias porque me has escuchado. 42 Ya sabía yo que siempre me escuchas, pero lo dije por la gente que está aquí presente, para que crean que tú me enviaste.
43 Dicho esto, gritó con todas sus fuerzas:
—¡Lázaro, sal fuera!
44 El muerto salió, con vendas en las manos y en los pies, y el rostro cubierto con un sudario.
—Quítenle las vendas y dejen que se vaya —les dijo Jesús.
Comentario
2. Esperanza en la resurrección de Jesús
¿Le temes a la muerte? Muchas personas le tienen miedo a la muerte. Pero si pones tu fe en Jesús, no tienes que temer a la muerte porque él ha vencido el poder de la muerte.
El comediante inglés, Russell Brand, señaló: «La risa es adictiva debido a la inevitabilidad de la muerte. Nos da un escape temporal, por ahora la risa detiene el miedo a la inevitabilidad de la muerte». Todo ser humano se enfrentará al «problema» de la muerte. ¿Dónde está tu esperanza?
En el pasaje de hoy vemos la total humanidad de Jesús frente a la muerte. Lázaro era su amigo, Jesús lo amaba (v.3, RVA-2015). Se «turbó» y «conmovió profundamente» por su muerte (v.33). En el versículo más corto de la Biblia leemos: «Jesús lloró» (v.35).
Sin embargo, Jesús también es, de una manera única, la respuesta a la muerte. Jesús le aseguró a Marta: «Tu hermano resucitará». — «Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final —respondió Marta. Entonces Jesús le dijo: “―Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás”» (vv.24–26).
Hay vida más allá de la tumba. Jesús murió y resucitó y todo el que cree en Jesús resucitará de entre los muertos. Como anticipo del futuro, Jesús levanta a Lázaro de entre los muertos.
La historia de Lázaro es la historia de cada uno de nosotros. Jesús te llama a levantarte y a vivir plenamente para dar vida – para traer esperanza a tu familia, tus amigos, tus compañeros de trabajo y al mundo.
Este poder de la resurrección está dentro de ti. Pablo escribe a la iglesia de Roma: «Y, si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de entre los muertos vive en ustedes, el mismo que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu, que vive en ustedes» (Romanos 8:11). La resurrección de Jesucristo es la base de tu esperanza futura.
El cristianismo es el movimiento más grande de todos los tiempos. Es el único que nunca pierde un miembro debido a la muerte. Recuerdo a uno de mis hijos, cuando era un niño, diciendo: «Cuando mueras, estaré triste. Después te veré en el cielo y ¡ya no estaré triste!».
A la Madre Teresa se le preguntó poco antes de su muerte: «¿Tienes miedo de morir?» Ella dijo: «¿Cómo podría? Morir es ir a la casa de Dios. Nunca le he tenido miedo. No, al contrario –dijo ella–, ¡estoy deseando que llegue!».
Este pasaje también proporciona indirectamente un marco de esperanza para la iglesia. La enfermedad en diversas partes de la iglesia y muchos declarando su muerte. Algunas partes de la iglesia parecen haberse «dormido» (Juan 11:11, DHH) y en algunos casos parece «oler mal» (v.39).
Este pasaje incluso nos recuerda el poder de Jesús para dar vida a los muertos. Este poder de resurrección todavía opera en la iglesia de hoy. El mismo Jesús que aseguró de Lázaro: «Esta enfermedad no terminará en muerte» (v.4), también prometió que «… edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella» (Mateo 16:18, RVA-2015).
Algunas partes de la iglesia parecen haber sido enterradas prematuramente. Jesús dijo acerca de Lázaro: «Quítenle las vendas y dejen que se vaya» (Juan 11:44c). Tal vez Jesús diría algo similar a algunas partes de la iglesia hoy. The Argus, el periódico local de Brighton y Hove en Inglaterra, describió lo que ha sucedido en una de nuestras nuevas iglesias —St Peter's, Brighton— como «la recuperación al estilo de Lázaro de la catedral no oficial de la ciudad». ¡Hemos llamado a nuestro programa de plantación de iglesias: «Proyecto Lázaro»!
Oración
Señor, oro por tu iglesia. Perdónanos donde nos hemos dormido y hemos emitiendo un mal olor. Sabemos que estás profundamente conmovido por la situación, que lloras por la iglesia y que por Tu amor obrarás.
Señor, te pido que traigas nueva vida. Oro para que podamos ver a la iglesia cobrando vida en todas las naciones.
1 Samuel 2:27-4:22
Profecía contra la familia de Elí
27 Un hombre de Dios fue a ver a Elí, y le dijo:
«Así dice el Señor: “Bien sabes que yo me manifesté a tus antepasados cuando estaban en Egipto bajo el poder del faraón. 28 De entre todas las tribus de Israel, escogí a Aarón para que fuera mi sacerdote, es decir, para que en mi presencia se acercara a mi altar, quemara el incienso y se pusiera el efod. Además, a su familia le concedí las ofrendas que los israelitas queman en mi honor. 29 ¿Por qué, pues, tratan ustedes con tanto desprecio los sacrificios y ofrendas que yo he ordenado que me traigan? ¿Por qué honras a tus hijos más que a mí, y los engordas con lo mejor de todas las ofrendas de mi pueblo Israel?”
30 »Por cuanto has hecho esto, de ninguna manera permitiré que tus parientes me sirvan, aun cuando yo había prometido que toda tu familia, tanto tus antepasados como tus descendientes, me servirían siempre. Yo, el Señor, Dios de Israel, lo afirmo. Yo honro a los que me honran, y humillo a los que me desprecian. 31 En efecto, se acerca el día en que acabaré con tu poder y con el de tu familia; ninguno de tus descendientes llegará a viejo. 32 Mirarás con envidia el bien que se le hará a Israel, y ninguno de tus descendientes llegará a viejo. 33 Si permito que alguno de los tuyos continúe sirviendo en mi altar, será para empañarte de lágrimas los ojos y abatirte el alma; todos tus descendientes morirán en la flor de la vida. 34 Y te doy esta señal: tus dos hijos, Ofni y Finés, morirán el mismo día.
35 »Pero yo levantaré a un sacerdote fiel, que hará mi voluntad y cumplirá mis deseos. Jamás le faltará descendencia, y vivirá una larga vida en presencia de mi ungido. 36 Y los familiares tuyos que sobrevivan vendrán y de rodillas le rogarán que les regale una moneda de plata o un pedazo de pan. Le suplicarán: “¡Dame algún trabajo sacerdotal para mi sustento!” »
El Señor llama a Samuel
3Samuel, que todavía era joven, servía al Señor bajo el cuidado de Elí. En esos tiempos no era común oír palabra del Señor, ni eran frecuentes las visiones.
2 Elí ya se estaba quedando ciego. Un día, mientras él descansaba en su habitación, 3 Samuel dormía en el santuario del Señor, donde se encontraba el arca de Dios. La lámpara de Dios todavía estaba encendida. 4 El Señor llamó a Samuel, y éste respondió:
—Aquí estoy.
5 Y en seguida fue corriendo adonde estaba Elí, y le dijo:
—Aquí estoy; ¿para qué me llamó usted?
—Yo no te he llamado —respondió Elí—. Vuelve a acostarte.
Y Samuel volvió a su cama.
6 Pero una vez más el Señor lo llamó:
—¡Samuel!
Él se levantó, fue adonde estaba Elí y le dijo:
—Aquí estoy; ¿para qué me llamó usted?
—Hijo mío —respondió Elí—, yo no te he llamado. Vuelve a acostarte.
7 Samuel todavía no conocía al Señor, ni su palabra se le había revelado.
8 Por tercera vez llamó el Señor a Samuel. Él se levantó y fue adonde estaba Elí.
—Aquí estoy —le dijo—; ¿para qué me llamó usted?
Entonces Elí se dio cuenta de que el Señor estaba llamando al muchacho.
9 —Ve y acuéstate —le dijo Elí—. Si alguien vuelve a llamarte, dile: “Habla, Señor, que tu siervo escucha.”
Así que Samuel se fue y se acostó en su cama. 10 Entonces el Señor se le acercó y lo llamó de nuevo:
—¡Samuel! ¡Samuel!
—Habla, que tu siervo escucha —respondió Samuel.
11 —Mira —le dijo el Señor —, estoy por hacer en Israel algo que a todo el que lo oiga le quedará retumbando en los oídos. 12 Ese día llevaré a cabo todo lo que he anunciado en contra de Elí y su familia. 13 Ya le dije que por la maldad de sus hijos he condenado a su familia para siempre; él sabía que estaban blasfemando contra Dios y, sin embargo, no los refrenó. 14 Por lo tanto, hago este juramento en contra de su familia: ¡Ningún sacrificio ni ofrenda podrá expiar jamás el pecado de la familia de Elí!
15 Samuel se acostó, y a la mañana siguiente abrió las puertas de la casa del Señor, pero no se atrevía a contarle a Elí la visión. 16 Así que Elí tuvo que llamarlo.
—¡Samuel, hijo mío!
—Aquí estoy —respondió Samuel.
17 —¿Qué fue lo que te dijo el Señor? —le preguntó Elí—. Te pido que no me lo ocultes. ¡Que Dios te castigue sin piedad, si me ocultas una sola palabra de todo lo que te ha dicho!
18 Samuel se lo refirió todo, sin ocultarle nada, y Elí dijo:
—Él es el Señor; que haga lo que mejor le parezca.
19 Mientras Samuel crecía, el Señor estuvo con él y confirmó todo lo que le había dicho. 20 Y todo Israel, desde Dan hasta Berseba, se dio cuenta de que el Señor había confirmado a Samuel como su profeta. 21 Además, el Señor siguió manifestándose en Siló; allí se revelaba a Samuel y le comunicaba su palabra.
Los filisteos capturan el arca
4La palabra de Samuel llegó a todo el pueblo de Israel. En aquellos días, los israelitas salieron a enfrentarse con los filisteos y acamparon cerca de Ebenezer. Los filisteos, que habían acampado en Afec, 2 desplegaron sus tropas para atacar a los israelitas. Se entabló la batalla, y los filisteos derrotaron a los israelitas, matando en el campo a unos cuatro mil de ellos. 3 Cuando el ejército regresó al campamento, los ancianos de Israel dijeron: «¿Por qué nos ha derrotado hoy el Señor por medio de los filisteos? Traigamos el arca del pacto del Señor, que está en Siló, para que nos acompañe y nos salve del poder de nuestros enemigos.»
4 Así que enviaron un destacamento a Siló para sacar de allá el arca del pacto del SeñorTodopoderoso, que reina entre los querubines. Los dos hijos de Elí, Ofni y Finés, estaban a cargo del arca del pacto de Dios. 5 Cuando ésta llegó al campamento, los israelitas empezaron a gritar de tal manera que la tierra temblaba.
6 Los filisteos oyeron el griterío y preguntaron: «¿A qué viene tanto alboroto en el campamento hebreo?» Y al oír que el arca del Señor había llegado al campamento, 7 los filisteos se acobardaron y dijeron: «Dios ha entrado en el campamento. ¡Ay de nosotros, que nunca nos ha pasado algo así! 8 ¡Ay de nosotros! ¿Quién nos va a librar de las manos de dioses tan poderosos, que en el desierto hirieron a los egipcios con toda clase de plagas? 9 ¡Ánimo, filisteos! Si no quieren llegar a ser esclavos de los hebreos, tal como ellos lo han sido de nosotros, ¡ármense de valor y luchen como hombres!»
10 Entonces los filisteos se lanzaron al ataque y derrotaron a los israelitas, los cuales huyeron en desbandada. La matanza fue terrible, pues de los israelitas cayeron treinta mil soldados de infantería. 11 Además, fue capturada el arca de Dios, y murieron Ofni y Finés, los dos hijos de Elí.
Muerte de Elí
12 Un soldado que pertenecía a la tribu de Benjamín salió corriendo del frente de batalla, y ese mismo día llegó a Siló, con la ropa hecha pedazos y la cabeza cubierta de polvo. 13 Allí se encontraba Elí, sentado en su silla y vigilando el camino, pues su corazón le temblaba sólo de pensar en el arca de Dios. Cuando el soldado entró en el pueblo y contó lo que había sucedido, todos se pusieron a gritar.
14 —¿A qué viene tanto alboroto? —preguntó Elí, al oír el griterío.
El hombre corrió para darle la noticia. 15 (Elí ya tenía noventa y ocho años, y sus ojos ni se movían, de modo que no podía ver.)
16 —Vengo del frente de batalla —le dijo a Elí—; huí de las filas hoy mismo.
—¿Qué pasó, hijo mío? —preguntó Elí.
17 —Los israelitas han huido ante los filisteos —respondió el mensajero—; el ejército ha sufrido una derrota terrible. Además, tus dos hijos, Ofni y Finés, han muerto, y el arca de Dios ha sido capturada.
18 Solamente de oír mencionar el arca de Dios, Elí se fue de espaldas, cayéndose de la silla junto a la puerta. Como era viejo y pesaba mucho, se rompió la nuca y murió. Durante cuarenta años había dirigido al pueblo de Israel.
19 Su nuera, la esposa de Finés, estaba embarazada y próxima a dar a luz. Cuando supo que el arca de Dios había sido capturada, y que tanto su suegro como su esposo habían muerto, le vinieron los dolores de parto y tuvo un alumbramiento muy difícil. 20 Al verla agonizante, las parteras que la atendían le dijeron: «Anímate, que has dado a luz un niño.» Ella no respondió; ni siquiera les hizo caso. 21 Pero por causa de la captura del arca de Dios, y por la muerte de su suegro y de su esposo, le puso al niño el nombre de Icabod, para indicar que la gloria de Israel había sido desterrada. 22 Exclamó: «¡Se han llevado la gloria de Israel! ¡El arca de Dios ha sido capturada!»
Comentario
3. Esperanza en la palabra del Señor
¿Te das cuenta de que Dios quiere hablarte? Puedes decir como Samuel: «Habla Señor, que tu siervo escucha» (3:9).
Aquellos fueron tiempos difíciles para el pueblo de Dios. Era un tiempo en que parecía que Dios estaba casi en silencio. «En esos tiempos no era común oír palabra del Señor, ni eran frecuentes las visiones» (3:1).
Tuvo que ser desgarrador para Elí ver a sus propios hijos deshonrando al Señor. Ellos se acostaban con las mujeres que servían a la entrada del santuario (2:22). Deshonraban al Dios que había dicho: «Yo honro a los que me honran, y humillo a los que me desprecian» (v.30).
El pueblo de Dios es derrotado como resultado de deshonrar a Dios (4:1b-11) y Elí muere desconsolado (vv.12-18). Su nuera da a luz a un niño con el nombre Icabod: «La gloria de Israel ha sido desterrada» (vv.19-22).
Pero en medio de aquellos tiempos de apuros para el pueblo de Dios hay esperanza. El Señor llamó a Samuel (3:4) y se le reveló y Samuel escuchó al Señor (vv.9-10). En palabras de la versión bíblica en inglés The Message, Samuel responde: «Habla, Dios. Soy tu sirviente y estoy listo para escuchar» (v.9, MSG). El Señor señala: «Mira, \[…\], estoy por hacer en Israel algo que a todo el que lo oiga le quedará retumbando en los oídos» (v.11).
Samuel estaba preparado para transmitir el mensaje en su totalidad, por muy impopular, embarazoso o difícil que fuera (v.18). No ocultó nada y como resultado, Dios pudo usarlo grandemente: «Mientras Samuel crecía, el Señor estuvo con él y cumplió todo lo que le había dicho» (v.19).
Oración
«Habla Señor, que tu siervo escucha» (v.9). Ayúdame a escuchar atentamente la palabra del Señor y luego transmitirla para que otros también puedan tener esperanza en ellas.
Añadidos de Pippa
1 Samuel 3
Anhelo escuchar la voz del Señor con más claridad. Dios comenzó a hablar con Samuel cuando era un niño. Tal vez escucharía a Dios más, si mi cabeza no estuviera tan llena de tantas cosas pendientes por hacer. Samuel no tenía las distracciones típicas de la vida. Tenía menos del mundo y más de Dios.
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Referencias
Nueva Versión Inernacional (NVI)
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