Cómo responder al conflicto
Introducción
La gacela saltarina es un antílope parecido al venado que normalmente está muy alerta a los depredadores. Sin embargo, recuerdo una vez que vi un documental sobre la vida salvaje de la BBC, que había filmado dos gacelas luchando entre sí en el desierto de Kalahari. Mientras ellas se dejaban absorber en la lucha, no notaron que el león rondaba a su alrededor esperando su oportunidad de atacar.
Mientras lo veía, vino a mi mente una imagen de la iglesia. Cuando en la iglesia luchamos entre nosotros, nos volvemos muy vulnerables al ataque. «Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar» (1 Pedro 5:8).
Cuando Dios te llama a seguirlo, Él no te llama a una vida de comodidad. La vida en la tierra implica muchas batallas; en todas ellas Dios promete la victoria a través de Jesucristo. Nunca habrá un momento en tu vida terrenal el que todo sea perfecto. Siempre habrá desafíos, dificultades y problemas que resolver. Sin embargo, hay momentos en los que estos se intensifican y parecemos estar bajo ataque.
Martin Luther King dijo que la verdadera medida de un hombre no es cómo se posiciona ante los «momentos de comodidad y de conveniencia», sino qué actitud toma en «los momentos de desafío y controversia».
Proverbios 13:10-19
10 El orgullo sólo genera contiendas,
pero la sabiduría está con quienes oyen consejos.
11 El dinero mal habido pronto se acaba;
quien ahorra, poco a poco se enriquece.
12 La esperanza frustrada aflige al corazón;
el deseo cumplido es un árbol de vida.
13 Quien se burla de la instrucción tendrá su merecido;
quien respeta el mandamiento tendrá su recompensa.
14 La enseñanza de los sabios es fuente de vida,
y libera de los lazos de la muerte.
15 El buen juicio redunda en aprecio,
pero el camino del infiel no cambia.
16 El prudente actúa con cordura,
pero el necio se jacta de su necedad.
17 El mensajero malvado se mete en problemas;
el enviado confiable aporta la solución.
18 El que desprecia a la disciplina sufre pobreza y deshonra;
el que atiende a la corrección recibe grandes honores.
19 El deseo cumplido endulza el alma,
pero el necio detesta alejarse del mal.
Comentario
1. Evita las peleas innecesarias
El autor de Proverbios pone en contraste a los sabios («la sabiduría está con quienes oyen consejos», v.10b), con los necios («el necio detesta alejarse del mal», v.19b). No debe sorprendernos que experimentemos conflictos. En particular, en este pasaje vemos dos ejemplos:
- Peleas
«El orgullo solo genera contiendas» (v.10a). La pelea es una de las experiencias más agotadoras de la vida, ya sea en un matrimonio, entre amigos, con colegas o en la iglesia. Aquí vemos que una de las causas de las peleas puede ser el orgullo. Si estás dispuesto a admitir tus errores y tus fallos con humildad, puedes evitar muchas peleas.
Otra clave es escuchar atentamente a los demás: «Ciertamente la soberbia producirá contienda, pero con los que admiten consejo está la sabiduría» (v.10, RVA-2015).
- Decepciones
«La esperanza frustrada aflige al corazón» (v.12a). O como lo indica The Message: «La decepción incesante te aflige el corazón»(v.12a, MSG).
Este es otro tipo de ataque que es repugnante. Cuando hemos tenido una visión por algo y se detiene o cuando nuestros planes se retrasan debido a algún ataque o desilusión, la decepción incesante hace que se enferme el corazón. Luchamos con nuestros propios planes y nuestras circunstancias.
Por otro lado, no hay nada más satisfactorio que perseverar y ver parte de tu visión cumplida. El deseo cumplido es un árbol de vida» (v.12a). «El deseo cumplido endulza el alma» (v.19a).
En medio de todos los ataques de la vida hay momentos de gran gozo, plenitud y satisfacción.
Oración
Señor, en medio de los retos, ayúdame a correr la carrera con perseverancia con mis ojos fijos en Jesús (Hebreos 12:1-3).
Juan 18:1-24
Arresto de Jesús
18Cuando Jesús terminó de orar, salió con sus discípulos y cruzó el arroyo de Cedrón. Al otro lado había un huerto en el que entró con sus discípulos.
2 También Judas, el que lo traicionaba, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos. 3 Así que Judas llegó al huerto, a la cabeza de un destacamento de soldados y guardias de los jefes de los sacerdotes y de los fariseos. Llevaban antorchas, lámparas y armas.
4 Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, les salió al encuentro.
—¿A quién buscan? —les preguntó.
5 —A Jesús de Nazaret —contestaron.
—Yo soy.
Judas, el traidor, estaba con ellos. 6 Cuando Jesús les dijo: «Yo soy», dieron un paso atrás y se desplomaron.
7 —¿A quién buscan? —volvió a preguntarles Jesús.
—A Jesús de Nazaret —repitieron.
8 —Ya les dije que yo soy. Si es a mí a quien buscan, dejen que éstos se vayan.
9 Esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho: «De los que me diste ninguno se perdió.»
10 Simón Pedro, que tenía una espada, la desenfundó e hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. (El siervo se llamaba Malco.)
11 —¡Vuelve esa espada a su funda! —le ordenó Jesús a Pedro—. ¿Acaso no he de beber el trago amargo que el Padre me da a beber?
Jesús ante Anás
12 Entonces los soldados, con su comandante, y los guardias de los judíos, arrestaron a Jesús. Lo ataron 13 y lo llevaron primeramente a Anás, que era suegro de Caifás, el sumo sacerdote de aquel año. 14 Caifás era el que había aconsejado a los judíos que era preferible que muriera un solo hombre por el pueblo.
Pedro niega a Jesús
15 Simón Pedro y otro discípulo seguían a Jesús. Y como el otro discípulo era conocido del sumo sacerdote, entró en el patio del sumo sacerdote con Jesús; 16 Pedro, en cambio, tuvo que quedarse afuera, junto a la puerta. El discípulo conocido del sumo sacerdote volvió entonces a salir, habló con la portera de turno y consiguió que Pedro entrara.
17 —¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre? —le preguntó la portera.
—No lo soy —respondió Pedro.
18 Los criados y los guardias estaban de pie alrededor de una fogata que habían hecho para calentarse, pues hacía frío. Pedro también estaba de pie con ellos, calentándose.
Jesús ante el sumo sacerdote
19 Mientras tanto, el sumo sacerdote interrogaba a Jesús acerca de sus discípulos y de sus enseñanzas.
20 —Yo he hablado abiertamente al mundo —respondió Jesús—. Siempre he enseñado en las sinagogas o en el templo, donde se congregan todos los judíos. En secreto no he dicho nada. 21 ¿Por qué me interrogas a mí? ¡Interroga a los que me han oído hablar! Ellos deben saber lo que dije.
22 Apenas dijo esto, uno de los guardias que estaba allí cerca le dio una bofetada y le dijo:
—¿Así contestas al sumo sacerdote?
23 —Si he dicho algo malo —replicó Jesús—, demuéstramelo. Pero si lo que dije es correcto, ¿por qué me pegas?
24 Entonces Anás lo envió, todavía atado, a Caifás, el sumo sacerdote.
Comentario
2. Confía en que Dios puede sacar lo bueno del mal
A veces la culpa de que el conflicto entre en nuestras vidas es solo nuestra. Sin embargo, no siempre es necesariamente el caso. Los ataques contra Jesús no ocurrieron como resultado de su propio pecado o fracaso. Más bien, fueron el resultado de la maldad, pero Dios los usó para bien (v.14).
Una vez que hubo orado por la unidad, Jesús se adentra en el mundo del conflicto. Solo y desprotegido, lleno de amor y bondad, Jesús es arrestado y condenado a la muerte. Él da su vida para dar vida.
- Traición
Este fue un momento terrible en la vida de Jesús. Su amigo y discípulo Judas, con quien había pasado tres años, estaba yendo a la cabeza de un destacamento de soldados y algunos guardias de los jefes de los sacerdotes y de los fariseos, para arrestar a Jesús (vv.1-3).
No hay nada más doloroso que un ataque de parte de un amigo o un colega. La respuesta noble de Jesús es ejemplar. Se mantuvo en calma, rehusó usar la violencia y tuvo un extraordinario autocontrol (vv.4-12).
Jesús, para proteger a sus discípulos, afronta al grupo de poderosos hombres armados traídos por Judas. Refrena el intento de Pedro de recurrir a la violencia por defenderlo, pues no quiere resolver aquel conflicto usando los caminos del mundo.
- Malos tratos
Las propias autoridades que deberían haber estado protegiendo a los inocentes, se unieron en el ataque contra Jesús. Arrestaron a Jesús y «lo ataron» (v.12). Lo llevaron primero a Anás y luego a Caifás. De pie, ante el sumo sacerdote y todavía atado, Jesús es golpeado en la cara (vv.12-14,19-24).
Si Jesús fue tratado de esta manera, no debemos sorprendernos si, de vez en cuando, nos vemos atacados por aquellos con autoridad, ya sea gente religiosa o del mundo.
- Negación
La negación de Pedro no vino de un corazón malvado sino simplemente de la debilidad humana. Cuando se le preguntó si era uno de los discípulos de Jesús, respondió: «No lo soy» (v.17).
Entiendo totalmente cómo Pedro pudo negar a Jesús a pesar de tener todas las mejores intenciones. A veces he dicho o hecho cosas que, en retrospectiva, eran pura cobardía.
La realidad es que Jesús tiene el control total de la situación. Él «sabía todo lo que le iba a suceder» (v.4) y actuó para cumplir su propia oración del capítulo anterior (v.9, véase 17:12). Jesús fue a su muerte a «beber el trago amargo que el Padre \[le\] da a beber», pagando el castigo por nuestro pecado y maldad (18:11).
Jesús pagó la pena por nosotros: «Era preferible que muriera un solo hombre por el pueblo» (v.14). La muerte de Jesús es en lugar de Pedro y de cada uno de nosotros. Se enfrenta al ataque de la muerte y el juicio para que tú no tengas que hacerlo. Jesús se deja atar (vv.12,24) para que puedas ser desatado y liberado.
Oración
Padre, dame coraje y sabiduría para saber cómo responder con dignidad y gracia cuando esté bajo ataque. Ayúdame a confiar en que en todo trabajas para el bien de los que te aman y son llamados según Tu propósito (Romanos 8:28).
1 Samuel 21:1-23:29
David en Nob
21Cuando David llegó a Nob, fue a ver al sacerdote Ajimélec, quien al encontrarse con David se puso nervioso.
—¿Por qué vienes solo? —le preguntó—. ¿Cómo es que nadie te acompaña?
2 David le respondió:
—Vengo por orden del rey, pero nadie debe saber a qué me ha enviado ni cuál es esa orden. En cuanto a mis hombres, ya les he indicado dónde encontrarnos. 3 ¿Qué provisiones tienes a mano? Dame unos cinco panes, o algo más que tengas.
4 —No tengo a la mano pan común y corriente —le contestó el sacerdote—. Podría darte el pan consagrado, si es que tus hombres se han abstenido por lo menos de estar con mujeres.
5 David respondió:
—Te aseguro que, como es la costumbre cuando salimos en una expedición, no hemos tenido contacto con mujeres. Además, mis hombres se consagran incluso en expediciones ordinarias, así que con más razón están consagrados ahora.
6 Por tanto, el sacerdote le entregó a David el pan consagrado, ya que no había otro. Era el pan de la Presencia que había sido quitado de delante del Señor y reemplazado por el pan caliente del día.
7 Aquel día estaba allí uno de los oficiales de Saúl, que había tenido que quedarse en el santuario del Señor. Se trataba de un edomita llamado Doeg, que era jefe de los pastores de Saúl.
8 Más tarde, David le preguntó a Ajimélec:
—¿No tienes a la mano una lanza o una espada? Tan urgente era el encargo del rey que no alcancé a tomar mi espada ni mis otras armas.
9 El sacerdote respondió:
—Aquí tengo la espada del filisteo Goliat, a quien mataste en el valle de Elá. Está detrás del efod, envuelta en un paño. Puedes llevártela, si quieres. Otras armas no tengo.
—Dámela —dijo David—. ¡Es la mejor que podrías ofrecerme!
David en Gat
10 Ese mismo día David, todavía huyendo de Saúl, se dirigió a Aquis, rey de Gat. 11 Los oficiales le dijeron a Aquis:
—¿No es éste David, el rey del país? ¿No es él por quien danzaban, y en los cantos decían:
«Saúl destruyó a un ejército,
pero David aniquiló a diez»?
12 Al oír esto, David se preocupó y tuvo mucho miedo de Aquis, rey de Gat. 13 Por lo tanto, cuando estaban por apresarlo, fingió perder la razón y, en público, comenzó a portarse como un loco, haciendo garabatos en las puertas y dejando que la saliva le corriera por la barba.
14 Aquis dijo entonces a sus oficiales:
—¿Pero qué, no se fijan? ¡Ese hombre está loco! ¿Para qué me lo traen? 15 ¿Acaso me hacen falta más locos, que encima me traen a éste para hacer sus locuras en mi presencia? ¡Sáquenlo de mi palacio!
David huye a Adulán y a Mizpa
22David se fue de Gat y huyó a la cueva de Adulán. Cuando sus hermanos y el resto de la familia se enteraron, fueron a verlo allí. 2 Además, se le unieron muchos otros que estaban en apuros, cargados de deudas o amargados. Así, David llegó a tener bajo su mando a unos cuatrocientos hombres.
3 De allí se dirigió a Mizpa, en Moab, y le pidió al rey de ese lugar: «Deja que mis padres vengan a vivir entre ustedes hasta que yo sepa lo que Dios quiere de mí.» 4 Fue así como dejó a sus padres con el rey de Moab, y ellos se quedaron allí todo el tiempo que David permaneció en su refugio.
5 Pero el profeta Gad le dijo a David: «No te quedes en el refugio. Es mejor que regreses a la tierra de Judá.» Entonces David se fue de allí, y se metió en el bosque de Jaret.
Saúl elimina a los sacerdotes de Nob
6 Mientras Saúl estaba sentado a la sombra de un tamarisco que había en la colina de Guibeá, se enteró de que David y sus hombres habían sido localizados. Tenía Saúl su lanza en la mano, y lo rodeaban todos sus oficiales, 7 a quienes les dijo:
—¡Pongan atención, hombres de Benjamín! ¿También ustedes creen que el hijo de Isaí les va a dar tierras y viñedos, y que a todos los va a nombrar jefes de mil y de cien soldados? 8 ¡Ahora veo por qué todos ustedes conspiran contra mí, y por qué nadie me informa del pacto que mi hijo ha hecho con el hijo de Isaí! Nadie se ha tomado la molestia de avisarme que mi propio hijo instiga a uno de mis súbditos a que se subleve y me aceche, como en realidad está pasando.
9 Doeg el edomita, que se encontraba entre los oficiales de Saúl, le dijo:
—Yo vi al hijo de Isaí reunirse en Nob con Ajimélec hijo de Ajitob. 10 Ajimélec consultó al Señor por David y le dio provisiones, y hasta le entregó la espada de Goliat.
11 Entonces el rey mandó a llamar al sacerdote Ajimélec hijo de Ajitob, y a todos sus parientes, que eran sacerdotes en Nob. Cuando llegaron, 12 Saúl le dijo:
—Escucha, hijo de Ajitob.
—Diga, mi señor —respondió Ajimélec.
13 —¿Por qué tú y el hijo de Isaí conspiran contra mí? —le reclamó Saúl—. Le diste comida y una espada. También consultaste a Dios por él para que se subleve y me aceche, como en realidad está pasando.
14 Ajimélec le respondió al rey:
—¿Quién entre todos los oficiales del rey es tan fiel como su yerno David, jefe de la guardia real y respetado en el palacio? 15 ¿Es acaso ésta la primera vez que consulto a Dios por él? ¡Claro que no! No debiera el rey acusarnos ni a mí ni a mi familia, pues de este asunto su servidor no sabe absolutamente nada.
16 —¡Te llegó la hora, Ajimélec! —replicó el rey—. ¡Y no sólo a ti sino a toda tu familia!
17 De inmediato el rey ordenó a los guardias que lo acompañaban:
—¡Maten a los sacerdotes del Señor, que ellos también se han puesto de parte de David! Sabían que estaba huyendo, y sin embargo no me lo dijeron.
Pero los oficiales del rey no se atrevieron a levantar la mano en contra de los sacerdotes del Señor. 18 Así que el rey le ordenó a Doeg:
—¡Pues mátalos tú!
Entonces Doeg el edomita se lanzó contra ellos y los mató. Aquel día mató a ochenta y cinco hombres que tenían puesto el efod de lino. 19 Luego fue a Nob, el pueblo de los sacerdotes, y mató a filo de espada a hombres y mujeres, a niños y recién nacidos, y hasta a los bueyes, asnos y ovejas.
20 Sin embargo, un hijo de Ajimélec, llamado Abiatar, logró escapar y huyó hasta encontrarse con David. 21 Cuando le informó que Saúl había matado a los sacerdotes del Señor, 22 David le respondió:
—Ya desde aquel día, cuando vi a Doeg en Nob, sabía yo que él le avisaría a Saúl. Yo tengo la culpa de que hayan muerto todos tus parientes. 23 Pero no tengas miedo. Quédate conmigo, que aquí estarás a salvo. Quien quiera matarte tendrá que matarme a mí.
David libera la ciudad de Queilá
23Los filisteos atacaron la ciudad de Queilá y saquearon los graneros. Cuando David se enteró de lo sucedido, 2 consultó al Señor:
—¿Debo ir a luchar contra los filisteos?
—Ve —respondió el Señor —, lucha contra los filisteos y libera a Queilá.
3 Pero los soldados le dijeron a David:
—Si aun aquí en Judá vivimos con miedo, ¡cuánto más si vamos a Queilá para atacar al ejército filisteo!
4 David volvió a consultar al Señor, y él le respondió:
—Ponte en camino y ve a Queilá, que voy a entregar en tus manos a los filisteos.
5 Así que David y sus hombres fueron allá y lucharon contra los filisteos, derrotándolos por completo. David se apoderó de los ganados de los filisteos y rescató a los habitantes de la ciudad. 6 Ahora bien, cuando Abiatar hijo de Ajimélec huyó a Queilá para refugiarse con David, se llevó consigo el efod.
Saúl persigue a David
7 Cuando le contaron a Saúl que David había ido a Queilá, exclamó: «¡Dios me lo ha entregado! David se ha metido en una ciudad con puertas y cerrojos, y no tiene escapatoria.» 8 Entonces convocó a todo su ejército para ir a combatir a David y a sus hombres, y sitiar la ciudad de Queilá.
9 David se enteró de que Saúl tramaba su destrucción. Por tanto, le ordenó a Abiatar que le llevara el efod. 10 Luego David oró:
—Oh Señor, Dios de Israel, yo, tu siervo, sé muy bien que por mi culpa Saúl se propone venir a Queilá para destruirla. 11 ¿Me entregarán los habitantes de esta ciudad en manos de Saúl? ¿Es verdad que Saúl vendrá, según me han dicho? Yo te ruego, Señor, Dios de Israel, que me lo hagas saber.
—Sí, vendrá —le respondió el Señor.
12 David volvió a preguntarle:
—¿Nos entregarán los habitantes de Queilá a mí y a mis hombres en manos de Saúl?
Y el Señor le contestó:
—Sí, los entregarán.
13 Entonces David y sus hombres, que eran como seiscientos, se fueron de Queilá y anduvieron de un lugar a otro. Cuando le contaron a Saúl que David se había ido de Queilá, decidió suspender la campaña.
14 David se estableció en los refugios del desierto, en los áridos cerros de Zif. Día tras día Saúl lo buscaba, pero Dios no lo entregó en sus manos.
15 Estando David en Hores, en el desierto de Zif, se enteró de que Saúl había salido en su busca con la intención de matarlo. 16 Jonatán hijo de Saúl fue a ver a David en Hores, y lo animó a seguir confiando en Dios. 17 «No tengas miedo —le dijo—, que mi padre no podrá atraparte. Tú vas a ser el rey de Israel, y yo seré tu segundo. Esto, hasta mi padre lo sabe.» 18 Entonces los dos hicieron un pacto en presencia del Señor, después de lo cual Jonatán regresó a su casa y David se quedó en Hores.
19 Los habitantes de Zif fueron a Guibeá y le dijeron a Saúl:
—¿No sabe Su Majestad que David se ha escondido en nuestro territorio? Está en el monte de Jaquilá, en los refugios de Hores, al sur del desierto. 20 Cuando Su Majestad tenga a bien venir, entregaremos a David en sus manos.
21 —¡Que el Señor los bendiga por tenerme tanta consideración! —respondió Saúl—. 22 Vayan y averigüen bien por dónde anda y quién lo ha visto, pues me han dicho que es muy astuto. 23 Infórmense bien de todos los lugares donde se esconde, y tráiganme datos precisos. Entonces yo iré con ustedes, y si es verdad que está en esa región, lo buscaré entre todos los clanes de Judá.
24 Los de Zif se despidieron de Saúl y volvieron a su tierra. Mientras tanto, David y sus hombres se encontraban en el desierto de Maón, en el Arabá, al sur del desierto. 25 Cuando le avisaron a David que Saúl y sus hombres venían en su búsqueda, bajó al peñasco del desierto de Maón. Al enterarse de esto, Saúl dirigió la persecución hacia ese lugar.
26 Saúl avanzaba por un costado del monte, mientras que David y sus hombres iban por el otro, apresurándose para escapar. Pero Saúl y sus hombres lo tenían rodeado. Ya estaban a punto de atraparlo, 27 cuando un mensajero llegó y le dijo a Saúl: «¡Apresúrese, Su Majestad, que los filisteos están saqueando el país!» 28 Saúl dejó entonces de perseguir a David y volvió para enfrentarse con los filisteos. Por eso aquel sitio se llama Sela Hamajlecot. 29 Luego David se fue de allí para establecerse en los refugios de Engadi.
Comentario
3. Fortalecerse mutuamente
Aquel fue un período de intenso conflicto para David.
Como vemos aquí con Saúl, los celos nunca parecen aliviarse una vez que se apoderan de una persona. Condujeron a Saúl a realizar cada vez más actos perversos a sangre fría. No se pestañeó al destruir una ciudad llena de sacerdotes (22:19).
David tuvo que recurrir a todos los engaños para evitar los ataques. Comió del pan de la Presencia (21:1-9); fingió perder la razón (v.13) y se le unió un grupo de personas que «estaban en apuros, cargados de deudas o amargados» (22:1). Sin embargo, vemos en este pasaje las cualidades que florecieron en David incluso cuando estaba bajo ataque.
- Lealtad
David tenía reputación de fiel (v.14) y era muy respetado. David y Jonatán fueron completamente leales el uno al otro: «Jonatán \[…\] fue a ver a David en Hores y lo animó a seguir confiando en Dios» (23:16).
Si tenemos en cuenta que él podría haberse visto como heredero del trono, la actitud de Jonatán hacia David fue extraordinaria: «Tú vas a ser el rey de Israel, y yo seré tu segundo» (v.17). Estaban completamente comprometidos el uno con el otro, «los dos hicieron un pacto en presencia del Señor» (v.18).
No hay nada que ayude más en tiempos de conflicto que la lealtad de nuestros amigos y familiares. Ellos pueden ayudarte en tiempos difíciles. Y, cuando estás bajo ataque, pueden ayudarte con su lealtad y apoyo para encontrar fuerza en Dios.
- Oración
¿Cuál es tu primer punto de apoyo cuando los conflictos llegan a tu vida? Como dice Joyce Meyer, cuando hay problemas, ¿corres al teléfono o corres al trono? En aquella etapa de su vida, David había aprendido la vital importancia de consultar al Señor antes de tomar decisiones. Cuando fue atacado una y otra vez, «David consultó al Señor» (vv.2,4). En este sentido, los ataques pueden acercarte a Dios.
Una de las tragedias de esta historia es que al igual que aquellas dos gacelas, el pueblo de Dios en vez de luchar contra el enemigo real (v.27), peleaba entre sí. Esto le dio a los filisteos la oportunidad de atacar. Todavía hoy la iglesia corre el peligro de hacer lo mismo.
Dios puede tomar algo que Satanás usa para el mal y la división y convertirlo en algo bueno. Dios usó el ataque de los filisteos para rescatar a David: «Saúl dejó entonces de perseguir a David y volvió para enfrentarse con los filisteos» (v.28). Sería maravilloso si la iglesia disolviera sus luchas internas y en unidad se enfrentara a los verdaderos enemigos que amenazan con destruir nuestro mundo como la injusticia, la trata de personas, las enfermedades y la pobreza.
Oración
Padre, ayúdanos a ser leales los unos con los otros, a detener los combates en la iglesia y a unirnos para enfrentarnos a los ataques reales del exterior.
Añadidos de Pippa
Proverbios 13:12
«La esperanza frustrada aflige al corazón; el deseo cumplido es un árbol de vida».
Verdaderamente, la decepción es algo que puede hacerte enfermar. Si la dejas aumentar, te comerá. No estoy segura de cuál es el remedio, excepto llevarla a Dios, tratar de dejarla atrás y confiar en la soberanía de Dios, aunque no siempre sea fácil.
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Referencias
Nueva Versión Inernacional (NVI)
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