Tu juicio se convertirá en tu triunfo
Introducción
«Houston, hemos tenido un problema» fueron las palabras de Jim Lovell la noche del 13 de abril de 1970. A las 56 horas de su misión a la Luna, se produjo una explosión a bordo de la nave espacial que llevó a la tripulación a tener que pelear por su supervivencia. En menos de un minuto se dio una cascada de fallos en todos los sistemas de la nave espacial. «Todo ocurrió al mismo tiempo, fue un fallo monstruoso», dijo el controlador de vuelo de la NASA.
La nave espacial giró alrededor de la Luna usando su gravedad para regresar a la Tierra. Millones de personas siguieron el drama por la televisión. Finalmente, la cápsula amerizó en el Océano Pacífico cerca de la isla de Tonga.
«Aunque la misión no fue un éxito desde una perspectiva convencional, fue un triunfo de ingeniosidad y determinación»— escribió Paul Rincón, reportero científico de la BBC en un artículo titulado «Apolo 13: Del desastre al triunfo». Jim Lovell dijo que estos sucesos demostraron a la gente de todo el mundo que incluso una gran catástrofe, puede convertirse en un éxito.
La cruz es el ejemplo supremo de triunfo que surgió de una aparente catástrofe. Lo que al mundo le pareció la derrota definitiva fue, en realidad, el triunfo final.
Salmos 68:21-27
21 Dios aplastará la cabeza de sus enemigos,
la testa enmarañada de los que viven pecando.
22 El Señor nos dice: «De Basán los regresaré;
de las profundidades del mar los haré volver,
23 para que se empapen los pies
en la sangre de sus enemigos;
para que, al lamerla, los perros
tengan también su parte.»
24 En el santuario pueden verse
las procesiones de mi Dios,
las procesiones de mi Dios y rey.
25 Los cantores van al frente,
seguidos de los músicos de cuerda,
entre doncellas que tocan panderetas.
26 Bendigan a Dios en la gran congregación;
alaben al Señor, descendientes de Israel.
27 Los guía la joven tribu de Benjamín,
seguida de los múltiples príncipes de Judá
y de los príncipes de Zabulón y Neftalí.
Comentario
1. El triunfo de Dios
Cuando vemos el mundo a nuestro alrededor vemos tantísima maldad: las atrocidades fanáticas de ISIS, Boko Haram y otros regímenes y organizaciones malévolas.
Este salmo celebra el triunfo final de Dios sobre el mal y, en particular sobre las naciones y los imperios malvados. Estás invitado a ver la entrada triunfal de Dios en Su templo. Dios ha triunfado, la justicia ha prevalecido. El orgullo humano y la arrogancia ampulosa serán humillados un día ante la majestad del justo gobierno de Dios.
David describe una procesión triunfal que celebra la victoria de Dios sobre sus enemigos: «Dios aplastará las cabezas de sus enemigos \[...\]. En el santuario pueden verse la procesiones de mi Dios, las procesiones de mi Dios y Rey» (vv.21, 24).
A esto sigue una visión de la comunidad de adoración como debe ser: con cantantes, músicos, panderos y demás, todos alabando a Dios, y con los príncipes entre ellos (vv.24–27).
Oración
Señor, oro para que veamos un reavivamiento de alabanza y que los líderes de nuestra nación estén en el corazón de las comunidades de adoración alabando a Dios en la gran congregación (v.26).
Juan 19:1-27
La sentencia
19Pilato tomó entonces a Jesús y mandó que lo azotaran. 2 Los soldados, que habían tejido una corona de espinas, se la pusieron a Jesús en la cabeza y lo vistieron con un manto de color púrpura.
3 —¡Viva el rey de los judíos! —le gritaban, mientras se le acercaban para abofetearlo.
4 Pilato volvió a salir.
—Aquí lo tienen —dijo a los judíos—. Lo he sacado para que sepan que no lo encuentro culpable de nada.
5 Cuando salió Jesús, llevaba puestos la corona de espinas y el manto de color púrpura.
—¡Aquí tienen al hombre! —les dijo Pilato.
6 Tan pronto como lo vieron, los jefes de los sacerdotes y los guardias gritaron a voz en cuello:
—¡Crucifícalo! ¡Crucifícalo!
—Pues llévenselo y crucifíquenlo ustedes —replicó Pilato—. Por mi parte, no lo encuentro culpable de nada.
7 —Nosotros tenemos una ley, y según esa ley debe morir, porque se ha hecho pasar por Hijo de Dios —insistieron los judíos.
8 Al oír esto, Pilato se atemorizó aún más, 9 así que entró de nuevo en el palacio y le preguntó a Jesús:
—¿De dónde eres tú?
Pero Jesús no le contestó nada.
10 —¿Te niegas a hablarme? —le dijo Pilato—. ¿No te das cuenta de que tengo poder para ponerte en libertad o para mandar que te crucifiquen?
11 —No tendrías ningún poder sobre mí si no se te hubiera dado de arriba —le contestó Jesús—. Por eso el que me puso en tus manos es culpable de un pecado más grande.
12 Desde entonces Pilato procuraba poner en libertad a Jesús, pero los judíos gritaban desaforadamente:
—Si dejas en libertad a este hombre, no eres amigo del emperador. Cualquiera que pretende ser rey se hace su enemigo.
13 Al oír esto, Pilato llevó a Jesús hacia fuera y se sentó en el tribunal, en un lugar al que llamaban el Empedrado (que en arameo se dice Gabatá). 14 Era el día de la preparación para la Pascua, cerca del mediodía.
—Aquí tienen a su rey —dijo Pilato a los judíos.
15 —¡Fuera! ¡Fuera! ¡Crucifícalo! —vociferaron.
—¿Acaso voy a crucificar a su rey? —replicó Pilato.
—No tenemos más rey que el emperador romano —contestaron los jefes de los sacerdotes.
16 Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran, y los soldados se lo llevaron.
La crucifixión
17 Jesús salió cargando su propia cruz hacia el lugar de la Calavera (que en arameo se llama Gólgota). 18 Allí lo crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en medio.
19 Pilato mandó que se pusiera sobre la cruz un letrero en el que estuviera escrito: «Jesús de Nazaret, Rey de los judíos.» 20 Muchos de los judíos lo leyeron, porque el sitio en que crucificaron a Jesús estaba cerca de la ciudad. El letrero estaba escrito en arameo, latín y griego.
21 —No escribas “Rey de los judíos” —protestaron ante Pilato los jefes de los sacerdotes judíos—. Era él quien decía ser rey de los judíos.
22 —Lo que he escrito, escrito queda —les contestó Pilato.
23 Cuando los soldados crucificaron a Jesús, tomaron su manto y lo partieron en cuatro partes, una para cada uno de ellos. Tomaron también la túnica, la cual no tenía costura, sino que era de una sola pieza, tejida de arriba abajo.
24 —No la dividamos —se dijeron unos a otros—. Echemos suertes para ver a quién le toca.
Y así lo hicieron los soldados. Esto sucedió para que se cumpliera la Escritura que dice:
«Se repartieron entre ellos mi manto,
y sobre mi ropa echaron suertes.»
25 Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la esposa de Cleofas, y María Magdalena. 26 Cuando Jesús vio a su madre, y a su lado al discípulo a quien él amaba, dijo a su madre:
—Mujer, ahí tienes a tu hijo.
27 Luego dijo al discípulo:
—Ahí tienes a tu madre.
Y desde aquel momento ese discípulo la recibió en su casa.
Comentario
2. El triunfo de Jesús
¿Has pasado por momentos de tribulación en tu vida? Quizá estás atravesando tiempos difíciles ahora mismo y las cosas no pintan bien en tu vida. Recuerda que en el momento del mayor triunfo de Jesús, las cosas no parecían buenas para él.
Recuerdo cuando estuve hablando con el padre Raniero Cantalamessa —predicador de la Casa Pontificia— justo antes de que él participara en un debate público con uno de los «nuevos ateos». Le pregunté si pensaba que iba a ganar, él respondió que no lo sabía, que podría ser que perdiera el debate, y añadió: «Pero Dios puede ser glorificado en la derrota».
La crucifixión de Jesús muestra que Dios puede ser glorificado en lo que parece ser una derrota. Este es el momento del mayor triunfo de Jesús.
Pilato protestó tres veces diciendo que Jesús era inocente (18:38; 19:4-6), y en otras dos ocasiones trató de evitar la muerte de Jesús (véase también 19:12,14). Pero al final fue demasiado débil para actuar como su conciencia dictaba. «Él cedió a su demanda. Lo entregó para ser crucificado» (v.16, MSG).
La muerte de Jesús fue totalmente voluntaria. Estaba privado de la libertad, pero Jesús era, en realidad, el único que era totalmente libre. Pilato señaló: «¿No te das cuenta de que tengo poder para ponerte en libertad o para mandar que te crucifiquen?» (v.10). Respondió Jesús: «No tendrías ningún poder sobre mí sino se te hubiera dado de arriba» (v.11). Lo irónico era que Jesús tenía autoridad total sobre Pilato.
Aquella fue la hora de la gran oscuridad. Jesús fue azotado y le fue puesta una corona de espinas sobre su cabeza; fue golpeado en la cara y entregado para ser crucificado; fue despojado de sus ropas, las cuales los soldados echaron a suertes para quedárselas. Sin embargo, por medio de todo esto, las Escrituras estaban siendo cumplidas (vv.23-24).
Juan enfatiza el cumplimiento de lo profetizado y la realeza de Jesús. A lo largo del proceso del juicio y la crucifixión de Jesús, se considera el tema recurrente de si es un rey. Los soldados visten a Jesús como a un rey burlón y gritan: «Viva el rey de los judíos» (v.3). Pilato declara con amarga ironía: «Aquí tienen a su rey» (v.14), y pregunta: «¿Acaso voy a crucificar a su rey?» (v.15). Los príncipes de los sacerdotes responden: «No tenemos más rey que el emperador romano» (v.15), y Pilato hace preparar un letrero donde está escrito: «Jesús de Nazaret, Rey de los judíos» (v.19).
Por la forma en que está siendo crucificado, Jesús parece de todo menos un rey al ser burlado y ridiculizado. Sin embargo, lo irónico es la forma en que Pilato prepara el letrero (en tres idiomas para que todos puedan leerlo, v.20), ya que los propósitos de Dios se están cumpliendo al proclamar al mundo entero que Jesús es el Rey de Dios. Él es el Rey del Amor, oculto y silencioso.
Durante su juicio, Jesús declaró a Pilato: «Tú lo has dicho: soy rey» (18:37, DHH). Sin embargo, a diferencia del César, su reino «no es de este mundo» (v.36), porque es un reino celestial eterno. Este Rey eterno está triunfando, no por el poder del triunfalismo romano, sino por la aparente debilidad de la muerte en una cruz.
Jesús está triunfando sobre las tinieblas, el mal y el pecado. Mañana leeremos esas grandes palabras: «Todo se ha cumplido» (19:30). Jesús completó la tarea de llevar los pecados del mundo en su propio cuerpo. La mayor victoria de la historia del mundo había sido ganada. Este es el triunfo del bien sobre el mal, de la vida sobre la muerte.
Su vida parece ser un fracaso horrible. El odio parece haber conquistado el amor. Pero en realidad, el conquistado, quien aparentemente ha fracasado, ha triunfado y ha abierto una fuente de nueva vida, una nueva visión para la humanidad y un nuevo camino hacia la paz y la unidad.
Si en este momento estás sufriendo por las circunstancias de tu vida, permanece cerca de Jesús y recuerda que Dios puede ser glorificado en la derrota. Los triunfos más grandes de nuestra vida a veces ocurren cuando las circunstancias parecen ser las más adversas.
Oración
Señor, gracias porque debido a tu triunfo, Dios siempre nos conduce en procesión triunfal en Cristo, y «por medio de nosotros, esparce por todas partes la fragancia de su conocimiento» (2 Corintios 2:14).
1 Samuel 26:1-28:25
David le perdona la vida a Saúl
26Los habitantes de Zif fueron a Guibeá y le dijeron a Saúl:
—¿No sabe el rey que David está escondido en el monte de Jaquilá, frente al desierto?
2 Entonces Saúl se puso en marcha con los tres batallones de hombres escogidos de Israel, y bajó al desierto de Zif en busca de David. 3 Acampó en el monte de Jaquilá, que está frente al desierto, junto al camino. Cuando David, que vivía en el desierto, se dio cuenta de que Saúl venía tras él, 4 envió espías para averiguar dónde se encontraba. 5 Luego se dirigió al campamento de Saúl, y observó el lugar donde dormían Saúl y Abner hijo de Ner, jefe del ejército. Saúl estaba dentro del campamento, y el ejército lo rodeaba. 6 David entonces les preguntó a Ajimélec el hitita y a Abisay hijo de Sarvia, hermano de Joab:
—¿Quién quiere venir conmigo al campamento de Saúl?
—Yo voy contigo —respondió Abisay.
7 David y Abisay llegaron esa noche y vieron a Saúl dormido en medio del campamento, con su lanza hincada en tierra a su cabecera. Abner y el ejército estaban acostados a su alrededor.
8 —Hoy ha puesto Dios en tus manos a tu enemigo —le dijo Abisay a David—. Déjame matarlo. De un solo golpe de lanza lo dejaré clavado en el suelo. ¡Y no tendré que rematarlo!
9 —¡No lo mates! —exclamó David—. ¿Quién puede impunemente alzar la mano contra el ungido del Señor?
10 Y añadió:
—Tan cierto como que el Señor vive, que él mismo lo herirá. O le llegará la hora de morir, o caerá en batalla. 11 En cuanto a mí, ¡que el Señor me libre de alzar la mano contra su ungido! Sólo toma la lanza y el jarro de agua que están a su cabecera, y vámonos de aquí.
12 David mismo tomó la lanza y el jarro de agua que estaban a la cabecera de Saúl, y los dos se marcharon. Nadie los vio, ni se dio cuenta, pues todos estaban dormidos. No se despertaron, pues el Señor los había hecho caer en un sueño profundo. 13 David cruzó al otro lado y se detuvo en la cumbre del monte, de modo que había una buena distancia entre ellos. 14 Entonces llamó al ejército y a Abner hijo de Ner:
—¡Abner! ¿Me oyes?
Abner replicó:
—¿Quién le está gritando al rey?
15 David le contestó:
—¿No eres tú el valiente sin par en Israel? ¿Cómo es que no has protegido a tu señor el rey? Te cuento que uno del pueblo entró con la intención de matarlo. 16 ¡Lo que has hecho no tiene nombre! Tan cierto como que el Señor vive, que ustedes merecen la muerte por no haber protegido a su rey, el ungido del Señor. A ver, ¿dónde están la lanza del rey y el jarro de agua que estaban a su cabecera?
17 Saúl, que reconoció la voz de David, dijo:
—David, hijo mío, ¡pero si eres tú quien habla!
—Soy yo, mi señor y rey —respondió David—. 18 ¿Por qué persigue mi señor a este siervo suyo? ¿Qué le he hecho? ¿Qué delito he cometido? 19 Le ruego a Su Majestad que escuche mis palabras. Si quien lo mueve a usted en mi contra es el Señor, una ofrenda bastará para aplacarlo. Pero si son los hombres, ¡que el Señor los maldiga! Hoy me expulsan de esta tierra, que es la herencia del Señor, y me dicen: “¡Vete a servir a otros dioses!” 20 Ahora bien, no deje usted que mi sangre sea derramada lejos de la presencia del Señor. ¿Por qué ha salido el rey de Israel en busca de una simple pulga? ¡Es como si estuviera cazando una perdiz en los montes!
21 —¡He pecado! —exclamó Saúl—. Regresa, David, hijo mío. Ya no voy a hacerte daño. Tú has valorado hoy mi vida; yo, en cambio, me he portado como un necio.
22 David respondió:
—Su Majestad, aquí está su lanza. Mande usted a uno de sus criados a recogerla. 23 Que el Señor le pague a cada uno según su rectitud y lealtad, pues hoy él lo había puesto a usted en mis manos, pero yo no me atreví a tocar siquiera al ungido del Señor. 24 Sin embargo, así como hoy valoré la vida de usted, quiera el Señor valorar mi propia vida y librarme de toda angustia.
25 —¡Bendito seas, David, hijo mío! —respondió Saúl—. Tú harás grandes cosas, y en todo triunfarás.
Luego David siguió su camino, y Saúl regresó a su palacio.
David entre los filisteos
27Con todo, David pensaba: «Un día de éstos voy a morir a manos de Saúl. Lo mejor que puedo hacer es huir a la tierra de los filisteos. Así Saúl se cansará de buscarme por el territorio de Israel, y podré escapar de sus manos.»
2 Acompañado de sus seiscientos hombres, David se puso en marcha y se trasladó a la tierra de Gat, donde reinaba Aquis hijo de Maoc. 3 Tanto David como sus hombres se establecieron allí, y quedaron bajo la protección de Aquis. Cada hombre había llevado a su familia, y David tenía consigo a sus dos esposas, Ajinoán la jezrelita y Abigaíl de Carmel, la viuda de Nabal. 4 En efecto, cuando Saúl se enteró de que David había huido a Gat, dejó de perseguirlo.
5 David le dijo a Aquis: «Si en verdad cuento con el favor de Su Majestad, le ruego que me conceda algún pueblo en el campo, y allí viviré. No tiene ningún sentido que este siervo suyo viva en la capital del reino.»
6 Aquel mismo día Aquis le dio la ciudad de Siclag, la cual hasta hoy pertenece a los reyes de Judá.
7 David vivió en territorio filisteo un año y cuatro meses. 8 Acostumbraba salir en campaña con sus hombres para saquear a los guesureos, guirzitas y amalecitas, pueblos que durante mucho tiempo habían habitado la zona que se extiende hacia Sur y hasta el país de Egipto. 9 Cada vez que David atacaba la región, no dejaba a nadie con vida, ni hombre ni mujer. Antes de regresar adonde estaba Aquis se apoderaba de ovejas, vacas, asnos y camellos, y hasta de la ropa que vestían. 10 Si Aquis le preguntaba: «¿Qué región saqueaste hoy?», David le respondía: «La del sur de Judá»; o bien: «La del sur de Jeramel»; o «La del sur, donde viven los quenitas». 11 David no dejaba con vida ni a hombre ni a mujer, pues pensaba que si llevaba prisioneros a Gat lo denunciarían por lo que estaba haciendo. Éste fue su patrón de conducta todo el tiempo que estuvo en territorio filisteo. 12 Aquis, por su parte, confiaba en David y se decía: «David se está haciendo odioso a los israelitas, su propia gente. Sin duda me servirá para siempre.»
Saúl y la adivina de Endor
28Por aquel tiempo, los filisteos reunieron sus tropas para ir a la guerra contra Israel. Por lo tanto, Aquis le dijo a David:
—Quiero que sepas que tú y tus hombres saldrán conmigo a la guerra.
2 —Está bien —respondió David—. Ya verá Su Majestad de lo que es capaz este siervo suyo.
—Si es así —añadió Aquis—, de ahora en adelante te nombro mi guardaespaldas.
3 Ya Samuel había muerto. Todo Israel había hecho duelo por él, y lo habían enterrado en Ramá, que era su propio pueblo. Saúl, por su parte, había expulsado del país a los adivinos y a los hechiceros.
4 Los filisteos concentraron sus fuerzas y fueron a Sunén, donde acamparon. Saúl reunió entonces a los israelitas, y armaron su campamento en Guilboa. 5 Pero cuando vio Saúl al ejército filisteo, le entró tal miedo que se descorazonó por completo. 6 Por eso consultó al Señor, pero él no le respondió ni en sueños, ni por el urim ni por los profetas. 7 Por eso Saúl les ordenó a sus oficiales:
—Búsquenme a una adivina, para que yo vaya a consultarla.
—Pues hay una en Endor —le respondieron.
8 Saúl se disfrazó con otra ropa y, acompañado de dos hombres, se fue de noche a ver a la mujer.
—Quiero que evoques a un espíritu —le pidió Saúl—. Haz que se me aparezca el que yo te diga.
9 —¿Acaso no sabe usted lo que ha hecho Saúl? —respondió la mujer—. ¡Ha expulsado del país a los adivinos y a los hechiceros! ¿Por qué viene usted a tenderme una trampa y exponerme a la muerte?
10 —¡Tan cierto como que el Señor vive, te juro que nadie te va a castigar por esto! —contestó Saúl.
11 —¿A quién desea usted que yo haga aparecer? —preguntó la mujer.
—Evócame a Samuel —respondió Saúl.
12 Al ver a Samuel, la mujer pegó un grito.
—¡Pero si usted es Saúl! ¿Por qué me ha engañado? —le reclamó.
13 —No tienes nada que temer —dijo el rey—. Dime lo que has visto.
—Veo un espíritu que sube de la tierra —respondió ella.
14 —¿Y qué aspecto tiene?
—El de un anciano, que sube envuelto en un manto.
Al darse cuenta Saúl de que era Samuel, se postró rostro en tierra.
15 Samuel le dijo a Saúl:
—¿Por qué me molestas, haciéndome subir?
—Estoy muy angustiado —respondió Saúl—. Los filisteos me están atacando, y Dios me ha abandonado. Ya no me responde, ni en sueños ni por medio de profetas. Por eso decidí llamarte, para que me digas lo que debo hacer.
16 Samuel le replicó:
—Pero si el Señor se ha alejado de ti y se ha vuelto tu enemigo, ¿por qué me consultas a mí? 17 El Señor ha cumplido lo que había anunciado por medio de mí: él te ha arrebatado de las manos el reino, y se lo ha dado a tu compañero David. 18 Tú no obedeciste al Señor, pues no llevaste a cabo la furia de su castigo contra los amalecitas; por eso él te condena hoy. 19 El Señor te entregará a ti y a Israel en manos de los filisteos. Mañana tú y tus hijos se unirán a mí, y el campamento israelita caerá en poder de los filisteos.
20 Al instante Saúl se desplomó. Y es que estaba lleno de miedo por lo que Samuel le había dicho, además de que se moría de hambre, pues en toda la noche y en todo el día no había comido nada. 21 Al verlo tan asustado, la mujer se le acercó y le dijo:
—Yo, su servidora, le hice caso a usted y, por obedecer sus órdenes, me jugué la vida. 22 Ahora yo le pido que me haga caso a mí. Déjeme traerle algún alimento para que coma; así podrá recuperarse y seguir su camino.
23 Pero Saúl se negó a comer. Sin embargo, sus oficiales insistieron al igual que la mujer, y por fin consintió. Se levantó del suelo y tomó asiento. 24 La mujer tenía en su casa un ternero gordo, al que mató en seguida. También amasó harina y horneó unos panes sin levadura. 25 Luego les sirvió a Saúl y a sus oficiales. Esa misma noche, después de comer, todos ellos emprendieron el camino.
Comentario
3. El triunfo de David
El triunfo de David no fue fácil de alcanzar. Las victorias en la vida rara vez son fáciles; generalmente vienen después de muchas dificultades y fracasos.
Saúl honra a David: «¡Bendito seas, David, hijo mío! \[…\]. Tú harás grandes cosas, y en todo triunfarás» (26:25).
Es trágico ver lo bajo que había caído Saúl. En cierto momento, fue un hombre de Dios lleno del Espíritu que libraba a la tierra del mal. Ahora se encuentra consultando a las mismas brujas que había expulsado (capítulo 28). Sin embargo, el versículo 19 sugiere que, ya en el Antiguo Testamento se empezaba a tener una noción acerca de la vida después de la muerte, y que a pesar de todo lo que había hecho, el Señor salvó a Saúl: «Mañana tú y tus hijos se unirán a mí» (28:19).
También vemos la peor faceta del carácter de David. Se une a los filisteos, vive en el engaño y asesina a mujeres y niños (capítulo 27). Tiene que hundirse en las profundidades más bajas para esconder lo que está haciendo. La imagen que la Biblia pinta de David está lejos de ser perfecta y sin embargo, Dios lo usa a pesar de sus fallos y fracasos.
Por otro lado, también vemos a David en su mejor momento. David tuvo la oportunidad de vengarse de Saúl, quien estaba tratando de matarlo. Sin embargo, David se negó a vengarse. Tenía un gran respeto por Saúl porque este estaba en una posición de autoridad.
Pregunta: «¿Quién puede impunemente alzar la mano contra el ungido del Señor? \[...\] ¡que el Señor me libre de alzar la mano contra su ungido!» (26:9,11).
David permaneció leal y fiel a Saúl a pesar de que Saúl estaba tratando de asesinarlo. Sigue el ejemplo de David y niégate a dejarte llevar por el pecado en un intento de liberarte de una persona con autoridad sobre ti.
Incluso Saúl reconoce la «justicia y fidelidad» de David (v.23). Saúl ve que hará grandes cosas y ciertamente triunfará (v.25).
La vida de David nos enseña que no debemos esperar el éxito y el triunfo instantáneos. A menudo, Dios nos prepara a través de los años de oscuridad, dificultad e incluso derrota o fracaso. Es en estos tiempos de prueba en los que, como David, no debemos actuar por venganza, sino más bien con amor, honor y respeto.
Oración
Señor, gracias por usarnos poderosamente a pesar de todos nuestros fallos. Gracias porque nuestro triunfo sobre el mal solo es posible a través del triunfo de Jesús en la cruz y en su resurrección.
Añadidos de Pippa
Juan 19:25–27
No puedo imaginar aquello por lo que María, la Madre de Jesús, tuvo que pasar mientras veía a su hijo muriendo en la cruz. Fue bastante triste cuando uno de nuestros hijos se rompió una pierna y otro tuvo que ser operado. Ver sufrir a tus hijos es lo más doloroso. María es una inspiración como madre, ¡el amor entre madre e hijo es tan conmovedor!
La preocupación y provisión de Jesús para su madre en aquel momento tan difícil de su vida es un recordatorio de la importancia de cuidar a nuestras familias.
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Referencias
Nueva Versión Inernacional (NVI)
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