Loco amor
Introducción
La madre de Francis Chan murió cuando lo estaba dado a luz. El único afecto que sintió de parte de su padre duró apenas treinta segundos y fue en el camino al funeral de su madrastra cuando él tenía nueve años. A la edad de doce, su padre también murió y Francis lloró, aunque se sintió aliviado.
Francis es en la actualidad pastor. Tiene cinco hijos con su esposa Lisa. Cuando estos nacieron, amor por sus hijos y su deseo de ser amado por ellos era tan fuerte, que este hecho le abrió los ojos para ver cuánto nos ama y nos desea Dios. Escribió lo siguiente: «Por medio de aquella experiencia, llegué a comprender que mi deseo por mis hijos es solo un débil eco del gran amor de Dios por mí y por cada persona que él ha hecho… amo tanto a mis hijos que duele».
Explicando por qué tituló su primer libro Loco amor, escribió: «La idea de Loco Amor tiene que ver con nuestra relación con Dios. Toda mi vida he escuchado decir a la gente: “Dios te ama”. Decir que el creador eterno del universo está enamorado de mí es, probablemente, la más loca de las afirmaciones. De parte de los creyentes ha de darse una respuesta, una loca reacción hacia ese amor. ¿De veras entiendes lo que Dios ha hecho por ti? Si es así, ¿por qué tu respuesta es tan tibia?».
La palabra «celo» implica un deseo intenso o apasionado. Puede estar desviado, pero como escribe Pablo, está bien tener celo siempre que el propósito sea bueno (Gálatas 4:18). En otro lugar dice: «Con un celo sin negligencia» (Romanos 12:11, Biblia de Jerusalén). Quizás una buena traducción moderna de la palabra «celo» sería «amor loco».
Salmos 69:1-12
Salmo 69
Al director musical. Sígase la tonada de «Los lirios». De David.
1 Sálvame, Dios mío,
que las aguas ya me llegan al cuello.
2 Me estoy hundiendo en una ciénaga profunda,
y no tengo dónde apoyar el pie.
Estoy en medio de profundas aguas,
y me arrastra la corriente.
3 Cansado estoy de pedir ayuda;
tengo reseca la garganta.
Mis ojos languidecen,
esperando la ayuda de mi Dios.
4 Más que los cabellos de mi cabeza
son los que me odian sin motivo;
muchos son los enemigos gratuitos
que se han propuesto destruirme.
¿Cómo voy a devolver lo que no he robado?
5 Oh Dios, tú sabes lo insensato que he sido;
no te puedo esconder mis transgresiones.
6 Señor Soberano, Todopoderoso,
que no sean avergonzados por mi culpa
los que en ti esperan;
oh Dios de Israel,
que no sean humillados por mi culpa
los que te buscan.
7 Por ti yo he sufrido insultos;
mi rostro se ha cubierto de ignominia.
8 Soy como un extraño para mis hermanos;
soy un extranjero para los hijos de mi madre.
9 El celo por tu casa me consume;
sobre mí han recaído
los insultos de tus detractores.
10 Cuando lloro y ayuno,
tengo que soportar sus ofensas;
11 cuando me visto de luto,
soy objeto de burlas.
12 Los que se sientan a la puerta murmuran contra mí;
los borrachos me dedican parodias.
Comentario
1. Un «loco amor» por la casa de Dios
David escribe: «El celo por tu casa me consume» (v.9a). La razón por la que él tenía tanta pasión por la casa de Dios era porque esta era el lugar simbólico de la presencia de Dios entre su pueblo. La traducción The Message explica el celo que David expresa en este verso: «Porque estoy locamente enamorado de ti» (v.9, MSG).
Estas palabras se aplican a los discípulos de Jesús cuando este limpia el templo (Juan 2:17). A causa del celo por la casa de Dios, Jesús expulsó a aquellos que trataban de obtener beneficios de un lugar de adoración y se aprovechaban de quienes querían acercarse a Dios.
David tiene pasión por que el nombre de Dios no sea deshonrado. No quiere que nadie caiga en desgracia por su causa: «Que no sean avergonzados por mi culpa los que en ti esperan» (v.6a). Es consciente de su insensatez y de su culpa, igual que yo soy consciente de la mía: «Tú sabes lo insensato que he sido; no te puedo esconder mis transgresiones» (v.5). A David le preocupa que esto no traiga deshonra a la casa de Dios.
Hoy en día, la casa de Dios —el templo— es Cristo y su cuerpo, es su iglesia (1 Pedro 2:5). No hay nada de malo en sentir pasión por la iglesia. Ten celo por ver el nombre de Dios honrado hoy en Su iglesia.
Personalmente, me he sentido inspirado recientemente por la pasión que veo en muchas iglesias. Hay un celo por la casa de Dios, una pasión por la adoración, un interés por los sermones, y una formidable acogida a toda persona nueva que llega.
La pasión es algo inspirador e infeccioso. Necesitamos más de ese loco amor en la iglesia de hoy.
Oración
Señor, consúmeme con celo por Tu nombre y por Tu iglesia.
Juan 21:1-25
Jesús y la pesca milagrosa
21Después de esto Jesús se apareció de nuevo a sus discípulos, junto al lago de Tiberíades. Sucedió de esta manera: 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (al que apodaban el Gemelo), Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos discípulos.
3 —Me voy a pescar —dijo Simón Pedro.
—Nos vamos contigo —contestaron ellos.
Salieron, pues, de allí y se embarcaron, pero esa noche no pescaron nada.
4 Al despuntar el alba Jesús se hizo presente en la orilla, pero los discípulos no se dieron cuenta de que era él.
5 —Muchachos, ¿no tienen algo de comer? —les preguntó Jesús.
—No —respondieron ellos.
6 —Tiren la red a la derecha de la barca, y pescarán algo.
Así lo hicieron, y era tal la cantidad de pescados que ya no podían sacar la red.
7 —¡Es el Señor! —dijo a Pedro el discípulo a quien Jesús amaba.
Tan pronto como Simón Pedro le oyó decir: «Es el Señor», se puso la ropa, pues estaba semidesnudo, y se tiró al agua. 8 Los otros discípulos lo siguieron en la barca, arrastrando la red llena de pescados, pues estaban a escasos cien metros de la orilla. 9 Al desembarcar, vieron unas brasas con un pescado encima, y un pan.
10 —Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar —les dijo Jesús.
11 Simón Pedro subió a bordo y arrastró hasta la orilla la red, la cual estaba llena de pescados de buen tamaño. Eran ciento cincuenta y tres, pero a pesar de ser tantos la red no se rompió.
12 —Vengan a desayunar —les dijo Jesús.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: «¿Quién eres tú?», porque sabían que era el Señor. 13 Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio a ellos, e hizo lo mismo con el pescado. 14 Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber resucitado.
Jesús restituye a Pedro
15 Cuando terminaron de desayunar, Jesús le preguntó a Simón Pedro:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero —contestó Pedro.
—Apacienta mis corderos —le dijo Jesús.
16 Y volvió a preguntarle:
—Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
—Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
—Cuida de mis ovejas.
17 Por tercera vez Jesús le preguntó:
—Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
A Pedro le dolió que por tercera vez Jesús le hubiera preguntado: «¿Me quieres?» Así que le dijo:
—Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero.
—Apacienta mis ovejas —le dijo Jesús—. 18 De veras te aseguro que cuando eras más joven te vestías tú mismo e ibas adonde querías; pero cuando seas viejo, extenderás las manos y otro te vestirá y te llevará adonde no quieras ir.
19 Esto dijo Jesús para dar a entender la clase de muerte con que Pedro glorificaría a Dios. Después de eso añadió:
—¡Sígueme!
20 Al volverse, Pedro vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que en la cena se había reclinado sobre Jesús y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que va a traicionarte?» 21 Al verlo, Pedro preguntó:
—Señor, ¿y éste, qué?
22 —Si quiero que él permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme no más.
23 Por este motivo corrió entre los hermanos el rumor de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no dijo que no moriría, sino solamente: «Si quiero que él permanezca vivo hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?»
24 Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y las escribió. Y estamos convencidos de que su testimonio es verídico.
25 Jesús hizo también muchas otras cosas, tantas que, si se escribiera cada una de ellas, pienso que los libros escritos no cabrían en el mundo entero.
Comentario
2. Un «loco amor» por Jesús
Estamos ante la tercera ocasión en la que Jesús se aparece a sus discípulos (y la cuarta en total incluyendo la de María Magdalena) (v.14).
Jesús se aparece en lo ordinario de la vida diaria, en su simpleza. No tienes por qué hacer cosas extraordinarias, Jesús te sale al encuentro allá donde estés. Pedro está pescando junto a seis de los discípulos que lo acompañan; Jesús les dice dónde pescar y después les preparar el desayuno. Allí está Jesús, resucitado de entre los muertos —aquel por cuyo medio todo el universo vino a la existencia— diciéndoles a sus amigos «vengan a desayunar» (v.12). El Dios que se revela en Jesucristo, ¡es un Dios tan alentador y divertido!
Cuando Juan reconoció a Jesús grita a Pedro: «¡Es el Señor!»(v.7a). Pedro se llena de emoción, entusiasmo y celo por llegar a Jesús lo más rápido que puede y «tan pronto como Simón Pedro le oyó decir: «Es el Señor», se puso la ropa, pues estaba semidesnudo, y se tiró al agua» (v.7b).
A veces podemos llegar a hacer locuras por causa de nuestro celo y nuestro entusiasmo. Pero lo que importa es tener un corazón lleno de amor y celo por Jesús. Los ojos de Pedro estaban fijos en Jesús, lo único que quería era estar con él.
En la conversación de Jesús con Pedro tras el desayuno, vemos lo que significa tener este amor apasionado por Jesús:
- Un amor supremo
Jesús le dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?» (v.15). Puede que «estos» se refiriera a sus aparejos de pesca o a los otros discípulos. Sea lo que sea, Jesús le estaba llamando a hacer de su amor por Jesús, su amor supremo. Nuestro amor por Jesús tiene que ser mayor que el que tengamos por las demás cosas.
El celo de Pedro no había estado exento de pasar por obstáculos. Había negado a Jesús tres veces, por lo que Jesús le da la oportunidad de afirmar su amor tres veces. En tres ocasiones, Pedro le dice a Jesús: «Te amo» (vv.15-17).
- Un amor sacrificado
Jesús le da a Pedro una pista sobre como su amor por él y por su iglesia va a ser algo muy costoso; tanto que de hecho le costará la vida a Pedro. Jesús predice: «Cuando eras más joven te vestías tú mismo e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos y otro te vestirá y te llevará adonde no quieras ir» (vv.18-19). Aquí tenemos la prueba más temprana del martirio de Pedro mediante la crucifixión. Ser seguidor de Jesús es una elección peligrosa.
Cuando Pedro escucha esto, se da la vuelta y ve a Juan, y pregunta acerca de su futuro. En aquel momento íntimo con Jesús se distrae para compararse con Juan. Jesús «le dice educadamente que se preocupe de sus propios asuntos». Joyce Meyer lo explica así: «Cuando te sientas tentado de compararte con otros o de tener celos, ¡recuerda este consejo!».
- Un amor de siervo
Cada vez que Pedro le dice a Jesús «te amo», Jesús le responde: «Apacienta a mis corderos… cuida a mis ovejas… apacienta a mis ovejas» (vv-15-17). Pedro solo puede guiar, alimentar y ser responsable de la gente si ama a Jesús apasionadamente.
Entonces Jesús, de una manera muy simple, le dice a Pedro: «¡Sígueme!» (v.19). Este loco amor por Jesús significa seguir su ejemplo de amor. Jesús mostró el supremo ejemplo de un amor de siervo, y declaró: «Nadie tiene amor más grande que el dar la vida por sus amigos» (15:13). Él dejó un ejemplo muy práctico de los que supone este tipo de amor de siervo cuando lavó los pies de los discípulos (Juan 13). Es el compromiso de ayudar a la gente hacia la que no necesariamente nos sentimos atraídos, para que crezcan en su amor por Jesús, sin buscar controlarlas sino más bien liberarlas.
Jesús te llama a adoptar el mismo tipo de amor. Expresas tu amor apasionado hacia Jesús por medio de un amor apasionado a los demás, dándote para cuidar de sus ovejas, alimentarlas, servirlas y amarlas.
Pedro estaba dispuesto a hacer de Jesús el amor supremo de su vida, a pagar el precio y a seguir sus pasos de amor de siervo. Amaba a aquel que hizo tantas cosas en su breve vida en la tierra y declaró que «si se escribiera cada una de ellas, pienso que los libros escritos no cabrían en el mundo entero» (21:25).
Oración
Señor, enséñame a amarte como Pedro te amó y a tener celo por ti. Ayúdame a alimentar tus corderos y apacentar tus ovejas, así como a estar dispuesto a pagar el precio, el que sea, de seguirte hasta el final.
2 Samuel 2:8-3:21
Guerra entre las tribus
8 Entretanto, Abner hijo de Ner, general del ejército de Saúl, llevó a Isboset hijo de Saúl a la ciudad de Majanayin, 9 y allí lo instauró rey de Galaad, de Guesurí, de Jezrel, de Efraín, de Benjamín y de todo Israel.
10 Isboset hijo de Saúl tenía cuarenta años cuando fue instaurado rey de Israel, y reinó dos años. La tribu de Judá, por su parte, reconoció a David, 11 quien desde Hebrón reinó sobre la tribu de Judá durante siete años y seis meses.
12 Abner hijo de Ner salió de Majanayin con las tropas de Isboset hijo de Saúl, y llegó a Gabaón. 13 Joab hijo de Sarvia, por su parte, salió al frente de las tropas de David. Los dos ejércitos se encontraron en el estanque de Gabaón y tomaron posiciones en lados opuestos. 14 Entonces Abner le dijo a Joab:
—Propongo que salgan unos cuantos jóvenes y midan sus armas en presencia de nosotros.
—De acuerdo —respondió Joab.
15 Así que pasaron al frente doce jóvenes del ejército benjaminita de Isboset hijo de Saúl, y doce de los siervos de David. 16 Cada soldado agarró a su rival por la cabeza y le clavó la espada en el costado, de modo que ambos combatientes murieron al mismo tiempo. Por eso a aquel lugar, que queda cerca de Gabaón, se le llama Jelcat Hazurín.
17 Aquel día la batalla fue muy dura, y los siervos de David derrotaron a Abner y a los soldados de Israel. 18 Allí se encontraban Joab, Abisay y Asael, los tres hijos de Sarvia. Asael, que corría tan ligero como una gacela en campo abierto, 19 se lanzó tras Abner y lo persiguió sin vacilar. 20 Al mirar hacia atrás, Abner preguntó:
—¿Acaso no eres tú, Asael?
—¡Claro que sí! —respondió.
21 —¡Déjame tranquilo! —exclamó Abner—. Más te vale que agarres a algún otro y que te quedes con sus armas.
Pero Asael no le hizo caso, 22 así que Abner le advirtió una vez más:
—¡Deja ya de perseguirme, o me veré obligado a matarte! Y entonces, ¿cómo podría darle la cara a tu hermano Joab?
23 Como Asael no dejaba de perseguirlo, Abner le dio un golpe con la punta trasera de su lanza y le atravesó el vientre. La lanza le salió por la espalda, y ahí mismo Asael cayó muerto.
Todos los que pasaban por ahí se detenían a ver el cuerpo de Asael, 24 pero Joab y Abisay se lanzaron tras Abner. Ya se ponía el sol cuando llegaron al collado de Amá, frente a Guiaj, en el camino que lleva al desierto de Gabaón. 25 Entonces los soldados benjaminitas se reunieron para apoyar a Abner, y formando un grupo cerrado tomaron posiciones en lo alto de una colina. 26 Abner le gritó a Joab:
—¿Vamos a dejar que siga esta matanza? ¿No te das cuenta de que, al fin de cuentas, la victoria es amarga? ¿Qué esperas para ordenarles a tus soldados que dejen de perseguir a sus hermanos?
27 Joab respondió:
—Tan cierto como que Dios vive, que si no hubieras hablado, mis soldados habrían perseguido a sus hermanos hasta el amanecer.
28 En seguida Joab hizo tocar la trompeta, y todos los soldados, dejando de perseguir a los israelitas, se detuvieron y ya no pelearon más. 29 Toda esa noche Abner y sus hombres atravesaron el Arabá. Después de cruzar el Jordán, siguieron por todo el territorio de Bitrón hasta llegar a Majanayin.
30 Una vez que Joab dejó de perseguir a Abner, regresó y reunió a todo su ejército para contarlo. Además de Asael, faltaban diecinueve de los soldados de David. 31 Sin embargo, los soldados de David habían matado a trescientos sesenta de los soldados benjaminitas de Abner. 32 Tomaron luego el cuerpo de Asael y lo sepultaron en Belén, en la tumba de su padre. Toda esa noche Joab y sus hombres marcharon, y llegaron a Hebrón al amanecer.
3La guerra entre las familias de Saúl y David se prolongó durante mucho tiempo. David consolidaba más y más su reino, en tanto que el de Saúl se iba debilitando.
Hijos de David nacidos en Hebrón
2 Mientras estuvo en Hebrón, David tuvo los siguientes hijos:
Su primogénito fue Amnón hijo de Ajinoán la jezrelita;
3 el segundo, Quileab hijo de Abigaíl, viuda de Nabal de Carmel;
el tercero, Absalón hijo de Macá, la hija del rey Talmay de Guesur;
4 el cuarto, Adonías hijo de Jaguit;
el quinto, Sefatías hijo de Abital;
5 el sexto, Itreán hijo de Eglá, que era otra esposa de David.
Éstos son los hijos que le nacieron a David mientras estuvo en Hebrón.
Abner hace un pacto con David
6 Durante la guerra entre las familias de Saúl y David, Abner fue consolidando su posición en el reino de Saúl, 7 aunque Isboset le reclamó a Abner el haberse acostado con Rizpa hija de Ayá, que había sido concubina de Saúl. 8 A Abner le molestó mucho el reclamo, así que replicó:
—¿Acaso soy un perro de Judá? Hasta el día de hoy me he mantenido fiel a la familia de tu padre Saúl, incluso a sus parientes y amigos, y conste que no te he entregado en manos de David. ¡Y ahora me sales con que he cometido una falta con esa mujer! 9 Que Dios me castigue sin piedad si ahora yo no procedo con David conforme a lo que el Señor le juró: 10 Voy a quitarle el reino a la familia de Saúl y a establecer el trono de David sobre Israel y Judá, desde Dan hasta Berseba.
11 Isboset no se atrevió a responderle a Abner ni una sola palabra, pues le tenía miedo. 12 Entonces Abner envió unos mensajeros a decirle a David: «¿A quién le pertenece la tierra, si no a usted? Haga un pacto conmigo, y yo lo apoyaré para hacer que todo Israel se ponga de su parte.»
13 «Muy bien —respondió David—. Haré un pacto contigo, pero con esta condición: Cuando vengas a verme, trae contigo a Mical hija de Saúl. De lo contrario, no te recibiré.» 14 Además, David envió unos mensajeros a decirle a Isboset hijo de Saúl: «Devuélveme a mi esposa Mical, por la que di a cambio cien prepucios de filisteos.»
15 Por tanto, Isboset mandó que se la quitaran a Paltiel hijo de Lais, que era su esposo, 16 pero Paltiel se fue tras ella, llorando por todo el camino hasta llegar a Bajurín. Allí Abner le ordenó que regresara, y Paltiel obedeció.
17 Luego Abner habló con los ancianos de Israel. «Hace tiempo que ustedes quieren hacer rey a David —les dijo—. 18 Ya pueden hacerlo, pues el Señor le ha prometido: “Por medio de ti, que eres mi siervo, libraré a mi pueblo Israel del poder de los filisteos y de todos sus enemigos.” »
19 Abner habló también con los de Benjamín, y más tarde fue a Hebrón para contarle a David todo lo que Israel y la tribu de Benjamín deseaban hacer. 20 Cuando Abner llegó a Hebrón, David preparó un banquete para él y los veinte hombres que lo acompañaban. 21 Allí Abner le propuso a David: «Permítame Su Majestad convocar a todo Israel para que hagan un pacto con usted, y así su reino se extenderá a su gusto.» Con esto, David despidió a Abner, y éste se fue tranquilo.
Comentario
3. Un «loco amor» por la unidad
Con la muerte de Saúl, Israel y Judá se dividieron. Abner gritó a Joab: «¿Vamos a dejar que siga esta matanza? ¿No te das cuenta de que, al fin de cuentas, la victoria es amarga?» (2:26). Este grito tiene una resonancia muy actual cuando vemos las continuas turbulencias y divisiones que se dan en el Medio Oriente.
«La guerra \[…\] se prolongó durante mucho tiempo» (3:1). «Entonces Abner envió unos mensajeros a decirle a David: «¿A quién le pertenece la tierra…?» (v.12). Una vez más, esta es una pregunta que se sigue haciendo hoy en día.
Abner prosiguió: «Haga un pacto conmigo, y yo lo apoyaré para hacer que todo Israel se ponga de su parte (v.12). Así sucedió y, al menos durante un tiempo, la tierra pudo disfrutar de la unidad.
¡La desunión es tan destructiva! Es algo que hoy vemos en el Medio Oriente. También la vemos en la iglesia. Hemos de tener pasión por la unidad.
Oración
Señor, oro para que se logre una solución pacífica y justa en el Medio Oriente. También oro por Tu iglesia hoy, por su unidad y su paz. Ayúdame a tener pasión por alcanzar la paz, la unidad y la reconciliación.
Añadidos de Pippa
2 Samuel 3:14-16
«David envió unos mensajeros a decirle a Isboset hijo de Saúl: “Devuélveme a mi esposa Mical, por la que di a cambio cien prepucios de filisteos”. Por tanto, Isboset mandó que se la quitaran a Paltiel hijo de Lais, que era su esposo, pero Paltiel se fue tras ella, llorando por todo el camino hasta llegar a Bajurín. Allí Abner le ordenó que regresara, y Paltiel obedeció».
Sé que Mical fue prometida legalmente a David, pero no estoy segura de que fuera la mejor decisión pastoral. Su pobre esposo, Paltiel, pareció estar verdaderamente afectado. No se consultó a Mical y era difícil pensar que David necesitara más esposas, pues ya había tenido al menos seis (2 Samuel 3:2-5). Seguro que ella habría sido mucho más feliz si la hubieran dejado con Paltiel.
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Referencias
Nueva Versión Inernacional (NVI)
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