Puedes cambiar
Introducción
Cerca de nuestra iglesia había una mujer que vivía en la calle. Pedía dinero y reaccionaba agresivamente hacia quienes se negaban a dárselo. Cuando murió, celebré su funeral y después descubrí que aquella mujer había heredado una gran fortuna. Con ella adquirió un apartamento de lujo y muchos cuadros de gran valor, pero eligió vivir en la calle con sus bolsas de plástico llenas de basura. No fue capaz de dejar atrás la vida que conocía por lo que nunca disfrutó su herencia.
Alguna gente teme al cambio mientras que otros creen que el cambio es imposible, pero la maravillosa noticia es que Dios puede ayudarte a cambiar. Este cambio es la clave del crecimiento espiritual y la transformación. No se trata de cambiar tus acciones o tu apariencia, necesitas cambiar por dentro, necesitas un cambio de corazón. ¿Cómo puede ocurrir esto?
Salmos 73:1-14
Libro III
Salmos 73–89
Salmo 73
Salmo de Asaf.
1 En verdad, ¡cuán bueno es Dios con Israel,
con los puros de corazón!
2 Yo estuve a punto de caer,
y poco me faltó para que resbalara.
3 Sentí envidia de los arrogantes,
al ver la prosperidad de esos malvados.
4 Ellos no tienen ningún problema;
su cuerpo está fuerte y saludable.
5 Libres están de los afanes de todos;
no les afectan los infortunios humanos.
6 Por eso lucen su orgullo como un collar,
y hacen gala de su violencia.
7 ¡Están que revientan de malicia,
y hasta se les ven sus malas intenciones!
8 Son burlones, hablan con doblez,
y arrogantes oprimen y amenazan.
9 Con la boca increpan al cielo,
con la lengua dominan la tierra.
10 Por eso la gente acude a ellos
y cree todo lo que afirman.
11 Hasta dicen: «¿Cómo puede Dios saberlo?
¿Acaso el Altísimo tiene entendimiento?»
12 Así son los impíos;
sin afanarse, aumentan sus riquezas.
13 En verdad, ¿de qué me sirve mantener mi corazón limpio
y mis manos lavadas en la inocencia,
14 si todo el día me golpean
y de mañana me castigan?
Comentario
1. Obtén la perspectiva de Dios
¿Alguna vez te has cuestionado si tu fe merecía la pena? ¿Alguna vez te has fijado en gente muy exitosa que no tiene fe y te has preguntado si les estará yendo mejor que a ti, y has estado tentado de tenerles envidia?
El salmista ha mantenido su corazón puro (v.1) pero la vida le ha resultado extremadamente dura. Ha tenido sus luchas y dificultades y ha sido asaltado por la tentación, las dudas, los miedos y la ansiedad psicológica (v.5).
Cuando miró a su entorno de una sociedad opulenta a la que parece irle muy bien sin Dios, estuvo casi «a punto de caer» (v.2): «Sentí envidia de los arrogantes, al ver la prosperidad de esos malvados» (v.3).
Puede que veas gente a tu alrededor rica y exitosa. A pesar de que «revientan de malicia» (v.7) parece que no tienen dificultades (v.4). Parece que están perfectamente sanos y libres de toda carga (vv.4–5); son orgullosos y arrogantes y parecen no necesitar a Dios (vv.6–11).
Si te encuentras en la resbaladiza pendiente de la duda y la desesperación (v.2) y te preguntas si has mantenido tu corazón puro en vano (v.13), entonces este salmo te dice qué hacer.
Como veremos, todo cambia cuando entramos en el «santuario de Dios» (v.17) y vemos las cosas desde la perspectiva de Dios. El corazón del salmista cambió completamente, «comprendí cuál será el destino de los malvados». Se dio cuenta de la diferencia entre su destino y el de ellos (v.17).
El salmo comienza así: «En verdad, ¡cuán bueno es Dios con Israel, con los puros de corazón!» (v.1) y termina diciendo: «Para mí el bien es estar cerca de Dios. He hecho del Señor Soberano mi refugio para contar todas sus obras» (v.28).
Oración
Señor, que entre en tu santuario y vea las cosas desde tu perspectiva. Gracias por «cuan bueno eres con los puros de corazón… para mí el bien es estar cerca de ti. He hecho de ti mi refugio, contaré todas tus obras».
Hechos 7:44-8:3
44 »Nuestros antepasados tenían en el desierto el tabernáculo del testimonio, hecho como Dios le había ordenado a Moisés, según el modelo que éste había visto. 45 Después de haber recibido el tabernáculo, lo trajeron consigo bajo el mando de Josué, cuando conquistaron la tierra de las naciones que Dios expulsó de la presencia de ellos. Allí permaneció hasta el tiempo de David, 46 quien disfrutó del favor de Dios y pidió que le permitiera proveer una morada para el Dios de Jacob. 47 Pero fue Salomón quien construyó la casa.
48 »Sin embargo, el Altísimo no habita en casas construidas por manos humanas. Como dice el profeta:
49 »“El cielo es mi trono,
y la tierra, el estrado de mis pies.
¿Qué clase de casa me construirán?
—dice el Señor—.
¿O qué lugar de descanso?
50 ¿No es mi mano la que ha hecho todas estas cosas?”
51 »¡Tercos, duros de corazón y torpes de oídos! Ustedes son iguales que sus antepasados: ¡Siempre resisten al Espíritu Santo! 52 ¿A cuál de los profetas no persiguieron sus antepasados? Ellos mataron a los que de antemano anunciaron la venida del Justo, y ahora a éste lo han traicionado y asesinado 53 ustedes, que recibieron la ley promulgada por medio de ángeles y no la han obedecido.
Muerte de Esteban
54 Al oír esto, rechinando los dientes montaron en cólera contra él. 55 Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios.
56 —¡Veo el cielo abierto —exclamó—, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios!
57 Entonces ellos, gritando a voz en cuello, se taparon los oídos y todos a una se abalanzaron sobre él, 58 lo sacaron a empellones fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo. Los acusadores le encargaron sus mantos a un joven llamado Saulo.
59 Mientras lo apedreaban, Esteban oraba.
—Señor Jesús —decía—, recibe mi espíritu.
60 Luego cayó de rodillas y gritó:
—¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado!
Cuando hubo dicho esto, murió.
8Y Saulo estaba allí, aprobando la muerte de Esteban.
La iglesia perseguida y dispersa
Aquel día se desató una gran persecución contra la iglesia en Jerusalén, y todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria. 2 Unos hombres piadosos sepultaron a Esteban e hicieron gran duelo por él. 3 Saulo, por su parte, causaba estragos en la iglesia: entrando de casa en casa, arrastraba a hombres y mujeres y los metía en la cárcel.
Comentario
2. »Circuncida» tu corazón
¿Alguna vez has visto a alguien muy hostil a la fe cristiana y te has preguntado si alguna vez cambiaría? En el pasaje de hoy, vemos cómo puede cambiar incluso el corazón del oponente más acérrimo.
Ser judío conllevaba la circuncisión física. Todo varón era circuncidado al octavo día de su vida. Pero la circuncisión física pretendía ser un símbolo de la circuncisión de corazón.
Al llegar el final del discurso de Esteban, dice a sus acusadores con gran valentía y resolución: «¡Tercos, duros de corazón y torpes de oídos! Ustedes son iguales que sus antepasados: ¡Siempre resisten al Espíritu Santo!» (7:51). Prosigue acusándoles de haber matado a Jesús («el Justo», v.52).
Uno de los temas principales que recorren el discurso de Esteban es que Dios no se restringe a un solo lugar: «El Altísimo no habita en casas construidas por manos humanas» (v.48).
Ni el tabernáculo (vv.44–45) ni el templo (vv.46–47) pudieron nunca ser vistos como la morada de Dios en un sentido literal (v.48), pues como Dios dice por medio de Isaías: «El cielo es mi trono, y la tierra, el estrado de mis pies» (v.49). Jesús vino a reemplazar el tabernáculo y el templo. Antes de Jesús, la gente iba al templo a encontrarse con Dios; con la venida de Jesús, el lugar de encuentro con Dios es el mismo Jesús.
Ahora, por medio del Espíritu Santo, Dios se hace presente en medio de su pueblo (Mateo 18:20). Es especialmente en la asamblea de la comunidad, la iglesia, donde Dios vive por su Espíritu (Efesios 2:22). Por Su Espíritu, mora dentro de cada uno de nosotros y nuestros cuerpos son templo del Espíritu Santo (1 Corintios 6:19). Ahora la morada de Dios está en Esteban quien está «lleno del Espíritu Santo» (Hechos 7:55).
Esteban está hablando a los sacerdotes acerca del mismo templo que ha sido sustituido por Jesús por medio del Espíritu Santo. Así que no es de sorprender que «montaron en cólera contra él» (v.54). Lo arrastraron afuera de la ciudad y lo apedrearon hasta lapidarlo (v.58).
Una de las personas de «corazón incircunciso» es un joven llamado Saulo. «Los acusadores le encargaron sus mantos a un joven llamado Saulo» (v.58). Él «estaba allí, aprobando la muerte de Esteban» (8:1). Aquel joven Saulo «causaba estragos en la iglesia: entrando de casa en casa, arrastraba a hombres y mujeres y los metía en la cárcel» (v.3).
Sería difícil encontrar en toda la historia a alguien que haya tenido un cambio de corazón más grande que aquel joven. Pasó de ser un asesino de cristianos a ser el gran apóstol que predicó por todo el mundo que Jesús es el Hijo de Dios (9:20). Imaginemos que un antiguo miembro del Daes termina siendo Papa, ¡con eso estaremos cerca de entender lo que le pasó al apóstol Pablo!
¿Cuándo comenzó aquel cambio de corazón? Quizás fue una semilla plantada cuando vio la muerte de Esteban: «Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios. ―¡Veo el cielo abierto —exclamó—, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios!» (7:55–56).
Entonces, «Mientras lo apedreaban, Esteban oraba. ―Señor Jesús —decía—, recibe mi espíritu. Luego cayó de rodillas y gritó: ―¡Señor, no les tomes en cuenta este pecado! Cuando hubo dicho esto, murió» (vv.59–60).
Más adelante, este mismo Saulo, también conocido como Pablo, escribiría: «… el verdadero judío lo es interiormente; y la circuncisión es la del corazón, la que realiza el Espíritu» (Romanos 2:29).
Circuncidar es cortar. Todo cristiano verdadero es circuncidado por el Espíritu Santo. Cuando tu corazón es circuncidado, buscas cortar toda actitud mala que sale de tu mente y tu corazón. Di «no» a todo lo que haga que tu corazón no esté bien ante Dios. Como Esteban, sé lleno del Espíritu Santo para desbordar amor, valentía y perdón.
Oración
Gracias Señor porque tu amor ha cambiado mi corazón. Gracias porque por medio de Tu Espíritu Santo todos podemos cambiar.
2 Samuel 18:19-19:43
David hace duelo
19 Ajimaz hijo de Sadoc le propuso a Joab:
—Déjame ir corriendo para avisarle al rey que el Señor lo ha librado del poder de sus enemigos.
20 —No le llevarás esta noticia hoy —le respondió Joab—. Podrás hacerlo en otra ocasión, pero no hoy, pues ha muerto el hijo del rey.
21 Entonces Joab se dirigió a un soldado cusita y le ordenó:
—Ve tú y dile al rey lo que has visto.
El cusita se inclinó ante Joab y salió corriendo. 22 Pero Ajimaz hijo de Sadoc insistió:
—Pase lo que pase, déjame correr con el cusita.
—Pero muchacho —respondió Joab—, ¿para qué quieres ir? ¡Ni pienses que te van a dar una recompensa por la noticia!
23 —Pase lo que pase, quiero ir.
—Anda, pues.
Ajimaz salió corriendo por la llanura y se adelantó al cusita. 24 Mientras tanto, David se hallaba sentado en el pasadizo que está entre las dos puertas de la ciudad. El centinela, que había subido al muro de la puerta, alzó la vista y vio a un hombre que corría solo. 25 Cuando el centinela se lo anunció al rey, éste comentó:
—Si viene solo, debe de traer buenas noticias.
Pero mientras el hombre seguía corriendo y se acercaba, 26 el centinela se dio cuenta de que otro hombre corría detrás de él, así que le anunció al guarda de la puerta:
—¡Por ahí viene otro hombre corriendo solo!
—Ése también debe de traer buenas noticias —dijo el rey.
27 El centinela añadió:
—Me parece que el primero corre como Ajimaz hijo de Sadoc.
—Es un buen hombre —comentó el rey—; seguro que trae buenas noticias.
28 Ajimaz llegó y saludó al rey postrándose rostro en tierra, y le dijo:
—¡Bendito sea el Señor, Dios de Su Majestad, pues nos ha entregado a los que se habían rebelado en contra suya!
29 —¿Y está bien el joven Absalón? —preguntó el rey.
Ajimaz respondió:
—En el momento en que tu siervo Joab me enviaba, vi que se armó un gran alboroto, pero no pude saber lo que pasaba.
30 —Pasa y quédate ahí —le dijo el rey.
Ajimaz se hizo a un lado. 31 Entonces llegó el cusita y anunció:
—Le traigo buenas noticias a Su Majestad. El Señor lo ha librado hoy de todos los que se habían rebelado en contra suya.
32 —¿Y está bien el joven Absalón? —preguntó el rey.
El cusita contestó:
—¡Que sufran como ese joven los enemigos de Su Majestad, y todos los que intentan hacerle mal!
33 Al oír esto, el rey se estremeció; y mientras subía al cuarto que está encima de la puerta, lloraba y decía: «¡Ay, Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! ¡Ojalá hubiera muerto yo en tu lugar! ¡Ay, Absalón, hijo mío, hijo mío!»
19Avisaron a Joab que el rey estaba llorando amargamente por Absalón. 2 Cuando las tropas se enteraron de que el rey estaba afligido por causa de su hijo, la victoria de aquel día se convirtió en duelo para todo el ejército. 3 Por eso las tropas entraron en la ciudad furtivamente, como lo hace un ejército abochornado por haber huido del combate. 4 Pero el rey, cubriéndose la cara, seguía gritando a voz en cuello: «¡Ay, Absalón, hijo mío! ¡Ay, Absalón, hijo mío, hijo mío!»
5 Entonces Joab fue adonde estaba el rey y le dijo: «Hoy Su Majestad ha llenado de vergüenza a todos sus siervos que le salvaron la vida, y la de sus hijos e hijas y esposas y concubinas. 6 ¡Usted ama a quienes lo odian, y odia a quienes lo aman! Hoy ha dejado muy en claro que nada le importan sus generales ni sus soldados. Ahora me doy cuenta de que usted preferiría que todos nosotros estuviéramos muertos, con tal de que Absalón siguiera con vida. 7 ¡Vamos! ¡Salga usted y anime a sus tropas! Si no lo hace, juro por el Señor que para esta noche ni un solo soldado se quedará con usted. ¡Y eso sería peor que todas las calamidades que Su Majestad ha sufrido desde su juventud hasta ahora!»
8 Ante esto, el rey se levantó y fue a sentarse junto a la puerta de la ciudad. Cuando los soldados lo supieron, fueron todos a presentarse ante él.
David regresa a Jerusalén
Los israelitas, mientras tanto, habían huido a sus hogares, 9 y por todas las tribus de Israel se hablaba de la situación. Decían: «El rey nos rescató del poder de nuestros enemigos; él nos libró del dominio de los filisteos. Por causa de Absalón tuvo que huir del país. 10 Pero ahora Absalón, al que habíamos ungido como rey, ha muerto en la batalla. ¿Qué nos impide pedirle al rey que vuelva?»
11 Entonces el rey David mandó este mensaje a los sacerdotes Sadoc y Abiatar: «Hablen con los ancianos de Judá y díganles: “El rey se ha enterado de lo que se habla por todo Israel. ¿Serán ustedes los últimos en pedirme a mí, el rey, que regrese a mi palacio? 12 Ustedes son mis hermanos, ¡son de mi propia sangre! ¿Por qué han de ser los últimos en llamarme?” 13 Díganle también a Amasá: “¿Acaso no eres de mi propia sangre? Tú serás de por vida el general de mi ejército, en lugar de Joab. ¡Que Dios me castigue sin piedad si no lo cumplo!” »
14 Así el rey se ganó el aprecio de todos los de Judá, quienes a una voz le pidieron que regresara con todas sus tropas, 15 de modo que el rey emprendió el viaje y llegó hasta el Jordán. Los de Judá se dirigieron entonces a Guilgal para encontrarse con el rey y acompañarlo a cruzar el río. 16 Pero el benjaminita Simí hijo de Guerá, oriundo de Bajurín, se apresuró a bajar con los de Judá para recibir al rey David. 17 Con él iban mil benjaminitas, e incluso Siba, que había sido administrador de la familia de Saúl, con sus quince hijos y veinte criados. Éstos llegaron al Jordán antes que el rey 18 y vadearon el río para ponerse a las órdenes del rey y ayudar a la familia real a cruzar el Jordán. Cuando el rey estaba por cruzarlo, Simí hijo de Guerá se inclinó ante él 19 y le dijo:
—Ruego a mi señor el rey que no tome en cuenta mi delito ni recuerde el mal que hizo este servidor suyo el día en que Su Majestad salió de Jerusalén. Le ruego a Su Majestad que olvide eso. 20 Reconozco que he pecado, y por eso hoy, de toda la tribu de José, he sido el primero en salir a recibir a mi señor el rey.
21 Pero Abisay hijo de Sarvia exclamó:
—¡Simí maldijo al ungido del Señor, y merece la muerte!
22 David respondió:
—Hijos de Sarvia, esto no es asunto de ustedes, sino mío. Están actuando como si fueran mis adversarios. ¿Cómo va a morir hoy alguien del pueblo, cuando precisamente en este día vuelvo a ser rey de Israel?
23 Y dirigiéndose a Simí, el rey le juró:
—¡No morirás!
24 También Mefiboset, el nieto de Saúl, salió a recibir al rey. No se había lavado los pies ni la ropa, ni se había recortado el bigote, desde el día en que el rey tuvo que irse hasta que regresó sano y salvo. 25 Cuando llegó de Jerusalén para recibir al rey, éste le preguntó:
—Mefiboset, ¿por qué no viniste conmigo?
26 —Mi señor y rey, como este servidor suyo es cojo, yo quería que me aparejaran un asno para montar y así poder acompañarlo. Pero mi criado Siba me traicionó, 27 y ahora me ha calumniado ante Su Majestad. Sin embargo, Su Majestad es como un ángel de Dios y puede hacer conmigo lo que mejor le parezca. 28 No hay nadie en mi familia paterna que no merezca la muerte en presencia de mi señor el rey. A pesar de eso, Su Majestad le concedió a este servidor suyo comer en la mesa real. ¿Qué derecho tengo de pedirle algo más a Su Majestad?
29 El rey le dijo:
—No tienes que dar más explicaciones. Ya he decidido que tú y Siba se repartan las tierras.
30 —Él puede quedarse con todo —le respondió Mefiboset—; a mí me basta con que mi señor el rey haya regresado a su palacio sano y salvo.
31 También Barzilay el galaadita bajó al Jordán. Había viajado desde Roguelín para escoltar al rey cuando cruzara el río. 32 Barzilay, que ya era un anciano de ochenta años, le había proporcionado al rey todo lo necesario durante su estadía en Majanayin, pues era muy rico. 33 El rey le dijo:
—Acompáñame. Quédate conmigo en Jerusalén, y yo me encargaré de todo lo que necesites.
34 —Pero ¿cuántos años de vida me quedan? —respondió Barzilay—. ¿Para qué subir con el rey a Jerusalén? 35 Ya tengo ochenta años, y apenas puedo distinguir lo bueno de lo malo, o saborear lo que como y bebo, o aun apreciar las voces de los cantores y las cantoras. ¿Por qué ha de ser este servidor una carga más para mi señor el rey? 36 ¿Y por qué quiere Su Majestad recompensarme de este modo, cuando tan sólo voy a acompañarlo a cruzar el Jordán? 37 Déjeme usted regresar a mi propio pueblo, para que pueda morir allí y ser enterrado en la tumba de mis padres. Pero aquí le dejo a Quimán para que sirva a Su Majestad y lo acompañe a cruzar el río. Haga usted por él lo que haría por mí.
38 —Está bien —respondió el rey—, Quimán irá conmigo, y haré por él lo que me pides. Y a ti te daré todo lo que quieras.
39 La gente y el rey cruzaron el Jordán. Luego el rey le dio un beso a Barzilay y lo bendijo, y Barzilay volvió a su pueblo. 40 El rey, acompañado de Quimán y escoltado por las tropas de Judá y la mitad de las tropas de Israel, siguió hasta Guilgal. 41 Por eso los israelitas fueron a ver al rey y le reclamaron:
—¿Cómo es que nuestros hermanos de Judá se han adueñado del rey al cruzar el Jordán, y lo han escoltado a él, a su familia y a todas sus tropas?
42 Los de Judá respondieron:
—¿Y a qué viene ese enojo? ¡El rey es nuestro pariente cercano! ¿Acaso hemos vivido a costillas del rey? ¿Acaso nos hemos aprovechado de algo?
43 Pero los israelitas insistieron:
—¿Por qué nos tratan con tanto desprecio? ¡Nosotros tenemos diez veces más derecho que ustedes sobre el rey David! Además, ¿no fuimos nosotros los primeros en pedirle que volviera?
Entonces los de Judá les contestaron aun con más severidad.
Comentario
3. Madura a través del sufrimiento
¿Estás atravesando un periodo de sufrimiento o duelo? Dios usa con frecuencia tiempos así para cambiar tu corazón y aumentar tu compasión hacia los demás.
El corazón de David se purificó por medio del sufrimiento y el duelo. Como si no hubiera sufrido suficiente hasta aquel entonces, recibe la noticia de que Absalón su hijo, ha muerto. Tenía «el corazón partido» (18:33, MSG) y clama: «¡Ay, Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón, hijo mío! ¡Ojalá hubiera muerto yo en tu lugar! ¡Ay, Absalón, hijo mío, hijo mío!» (v.33).
Entonces, Joab le dice claramente y sin ambages que tiene que recomponerse y salir a animar a sus tropas que acaban de ganar una gran batalla para él contra sus enemigos (19:1–7). Joab conmina a David: «¡Salga usted y anime a sus tropas!» (v.7).
David cambia su actitud. Se levanta y hace exactamente lo que le han pedido (v.8). «Así se ganó el corazón de todos los hombres de Judá como el de un solo hombre» (v.14, RVA-2015).
No solo David cambió de corazón; Simí también lo hizo postrándose ante el rey: «Ruego a mi señor el rey que no tome en cuenta mi delito ni recuerde el mal que hizo este servidor suyo el día en que Su Majestad salió de Jerusalén. Le ruego a Su Majestad que olvide eso. Reconozco que he pecado, y por eso hoy, de toda la tribu de José, he sido el primero en salir a recibir a mi señor el rey» (vv.19–20).
David, purificado por su sufrimiento, brilla como una luz fulgurante ante los ojos de quienes le rodean. Tiene misericordia con Simí y lidia sabiamente con Mefiboset, Siba y Barzilay (vv.24–39).
David va a tener que afrontar más batallas pues estalla una guerra verbal entre Israel y Judá (vv.41–43).
Oración
Señor, gracias por todas las maneras en las que usas los tiempos de sufrimiento y duelo para traer el cambio a mi vida. Purifica mi corazón e incrementa mi compasión hacia los demás.
Añadidos de Pippa
Hechos 7:56
«¡Veo el cielo abierto —exclamó \[Esteban\]—, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios!».
Ser lapidado hasta la muerte parece una manera horrible de morir y aun así hay algo sorprendente en esta escena. No conozco a muchos que hayan visto al Padre y al Hijo juntos. Lo sorprendente no era que la multitud estuviera matando a Esteban sino que Dios Padre y Jesús le estaban dando la bienvenida a casa.
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Referencias
Nueva Versión Inernacional (NVI)
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