Día 167

Cuando no entiendes a Dios

Sabiduría Salmos 74:1-9
Nuevo Testamento Hechos 9:32-10:23a
Antiguo Testamento 2 Samuel 23:8-24:25

Introducción

John Newton —cuya vida leímos ayer— fue mentor de un hombre llamado William Cowper (1731–1800). Cowper había experimentado sucesos trágicos. Su madre murió cuando él tenía seis años, y su padre cuando aún era joven. Se graduó como abogado y aunque en su exterior era una persona exitosa, padecía una grave depresión. Cuando solicitó un puesto administrativo en la Cámara de los Lores que implicaba pasar un examen formal, se sintió tan alterado por la expectativa de tener que pasar el examen que intentó suicidarse. Todo el resto de su vida padeció una enfermedad mental.

Cuando era treintañero, John Newton lo animó a que compusiera himnos; escribió poderosamente acerca de las alegrías y las penas de la vida diaria. En 1774 sufrió un episodio severo de enfermedad mental y le impidieron casarse con Mary Unwin como pretendía. Estaba descorazonado y muy poco después escribió el que quizás es su himno más famoso que dice así:

Dios se mueve de maneras misteriosas

para realizar sus maravillas

Sabemos que Dios es bueno y Dios es amor; Dios te ama y se ha revelado definitivamente en Jesús. Pero entonces lees pasajes de la Biblia que parecen no encajar en tu comprensión de Dios y también experimentas cosas en la vida que tampoco parecen encajar.

A Dios no puedes aislarlo entre cuatro paredes. Es muchísimo más grande de lo que jamás podrás concebir y algunos pasajes de la Biblia son misteriosos. Jesús declaró en una ocasión: «Ahora no entiendes lo que estoy haciendo pero lo entenderás más tarde» (Juan 13:7). A veces la comprensión nos llega durante el tiempo de nuestra vida, pero algunas cosas solo las comprenderemos cuando nos encontremos con el Señor.

¿Cómo debes responder cuando no entiendes a Dios?

Sabiduría

Salmos 74:1-9

Salmo 74

Masquil de Asaf.

1 ¿Por qué, oh Dios,
nos has rechazado para siempre?
¿Por qué se ha encendido tu ira
contra las ovejas de tu prado?
2 Acuérdate del pueblo que adquiriste
desde tiempos antiguos,
de la tribu que redimiste
para que fuera tu posesión.
Acuérdate de este monte Sión,
que es donde tú habitas.
3 Dirige tus pasos hacia estas ruinas eternas;
¡todo en el santuario lo ha destruido el enemigo!

4 Tus adversarios rugen en el lugar de tus asambleas
y plantan sus banderas en señal de victoria.
5 Parecen leñadores en el bosque,
talando árboles con sus hachas.
6 Con sus hachas y martillos
destrozaron todos los adornos de madera.
7 Prendieron fuego a tu santuario;
profanaron el lugar donde habitas.
8 En su corazón dijeron: «¡Los haremos polvo!»,
y quemaron en el país todos tus santuarios.

9 Ya no vemos ondear nuestras banderas;
ya no hay ningún profeta,
y ni siquiera sabemos
hasta cuándo durará todo esto.

Comentario

1. Sé honesto con Dios

¿Has tenido momentos en la vida en los que simplemente no entiendes por qué suceden ciertas cosas? ¿Casi te sientes como que si Dios te hubiera rechazado? Si es así, tu experiencia es común a la de la historia del pueblo de Dios. Este salmo comienza con una pregunta: «¿Por qué, oh Dios, nos has rechazado para siempre?» (v.1).

A veces puede parecer que Dios está mudo y que no interviene para ayudarte de ninguna manera. Como dice el salmista: «Ya no vemos ondear nuestras banderas; ya no hay ningún profeta, y ni siquiera sabemos hasta cuándo durará todo esto» (v.9).

Cuando atraviesas momentos así, nunca sabes «hasta cuando» durarán (v.9). Puede que te preguntes por qué una parte de tu vida está resultando así. O quizás, simplemente sientes que Dios está distante. San Juan de la Cruz (1542 – 1591) se refirió a estos tiempos llamándolos «la noche oscura del alma».

¿Qué has de hacer en tiempos así?

  • Haz preguntas

El salmista no se anda con rodeos. Derrama su corazón ante Dios y le hace preguntas difíciles: «¿Por qué, oh Dios, nos has rechazado para siempre? ¿Por qué se ha encendido tu ira contra las ovejas de tu prado?» (v.1).

  • Pide respuestas

«Acuérdate del pueblo que adquiriste desde tiempos antiguos \[...\] que es donde tú habitas \[…\] Dirige tus pasos hacia estas ruinas…» (vv.2–3).

Cuando vives este tipo de experiencias y emociones no estás solo. Una de las grandes bendiciones de los salmos es que cuando pases por momentos de sufrimiento misteriosos puedes acudir a ellos y repetirlos como oración en tu corazón.

Oración

Señor, gracias porque aun cuando no puedo comprender lo que me está sucediendo, puedo ser honesto contigo cuando oro y derramar mi corazón ante ti.

Nuevo Testamento

Hechos 9:32-10:23a

Eneas y Dorcas

32 Pedro, que estaba recorriendo toda la región, fue también a visitar a los santos que vivían en Lida. 33 Allí encontró a un paralítico llamado Eneas, que llevaba ocho años en cama. 34 «Eneas —le dijo Pedro—, Jesucristo te sana. Levántate y tiende tu cama.» Y al instante se levantó. 35 Todos los que vivían en Lida y en Sarón lo vieron, y se convirtieron al Señor.

36 Había en Jope una discípula llamada Tabita (que traducido es Dorcas). Ésta se esmeraba en hacer buenas obras y en ayudar a los pobres. 37 Sucedió que en esos días cayó enferma y murió. Pusieron el cadáver, después de lavarlo, en un cuarto de la planta alta. 38 Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, al enterarse de que Pedro se encontraba en Lida, enviaron a dos hombres a rogarle: «¡Por favor, venga usted a Jope en seguida!»

39 Sin demora, Pedro se fue con ellos, y cuando llegó lo llevaron al cuarto de arriba. Todas las viudas se presentaron, llorando y mostrándole las túnicas y otros vestidos que Dorcas había hecho cuando aún estaba con ellas.

40 Pedro hizo que todos salieran del cuarto; luego se puso de rodillas y oró. Volviéndose hacia la muerta, dijo: «Tabita, levántate.» Ella abrió los ojos y, al ver a Pedro, se incorporó. 41 Él, tomándola de la mano, la levantó. Luego llamó a los creyentes y a las viudas, a quienes la presentó viva. 42 La noticia se difundió por todo Jope, y muchos creyeron en el Señor. 43 Pedro se quedó en Jope un buen tiempo, en casa de un tal Simón, que era curtidor.

Cornelio manda llamar a Pedro

10Vivía en Cesarea un centurión llamado Cornelio, del regimiento conocido como el Italiano. 2 Él y toda su familia eran devotos y temerosos de Dios. Realizaba muchas obras de beneficencia para el pueblo de Israel y oraba a Dios constantemente. 3 Un día, como a las tres de la tarde, tuvo una visión. Vio claramente a un ángel de Dios que se le acercaba y le decía:

—¡Cornelio!

4 —¿Qué quieres, Señor? —le preguntó Cornelio, mirándolo fijamente y con mucho miedo.

—Dios ha recibido tus oraciones y tus obras de beneficencia como una ofrenda —le contestó el ángel—. 5 Envía de inmediato a algunos hombres a Jope para que hagan venir a un tal Simón, apodado Pedro. 6 Él se hospeda con Simón el curtidor, que tiene su casa junto al mar.

7 Después de que se fue el ángel que le había hablado, Cornelio llamó a dos de sus siervos y a un soldado devoto de los que le servían regularmente. 8 Les explicó todo lo que había sucedido y los envió a Jope.

La visión de Pedro

9 Al día siguiente, mientras ellos iban de camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea a orar. Era casi el mediodía. 10 Tuvo hambre y quiso algo de comer. Mientras se lo preparaban, le sobrevino un éxtasis. 11 Vio el cielo abierto y algo parecido a una gran sábana que, suspendida por las cuatro puntas, descendía hacia la tierra. 12 En ella había toda clase de cuadrúpedos, como también reptiles y aves.

13 —Levántate, Pedro; mata y come —le dijo una voz.

14 —¡De ninguna manera, Señor! —replicó Pedro—. Jamás he comido nada impuro o inmundo.

15 Por segunda vez le insistió la voz:

—Lo que Dios ha purificado, tú no lo llames impuro.

16 Esto sucedió tres veces, y en seguida la sábana fue recogida al cielo.

17 Pedro no atinaba a explicarse cuál podría ser el significado de la visión. Mientras tanto, los hombres enviados por Cornelio, que estaban preguntando por la casa de Simón, se presentaron a la puerta. 18 Llamando, averiguaron si allí se hospedaba Simón, apodado Pedro.

19 Mientras Pedro seguía reflexionando sobre el significado de la visión, el Espíritu le dijo: «Mira, Simón, tres hombres te buscan. 20 Date prisa, baja y no dudes en ir con ellos, porque yo los he enviado.»

21 Pedro bajó y les dijo a los hombres:

—Aquí estoy; yo soy el que ustedes buscan. ¿Qué asunto los ha traído por acá?

22 Ellos le contestaron:

—Venimos de parte del centurión Cornelio, un hombre justo y temeroso de Dios, respetado por todo el pueblo judío. Un ángel de Dios le dio instrucciones de invitarlo a usted a su casa para escuchar lo que usted tiene que decirle.

23 Entonces Pedro los invitó a pasar y los hospedó.

Pedro en casa de Cornelio

Al día siguiente, Pedro se fue con ellos acompañado de algunos creyentes de Jope.

Comentario

2. Ábrete a Dios

Jesús mandó a sus discípulos que sanaran a los enfermos, resucitaran a los muertos y predicaran el evangelio. La iglesia primitiva continuó haciendo exactamente lo que Jesús les había mandado hacer. Tuvieron que sorprenderse muchísimo al ver lo que sucedía, pero estuvieron abiertos a la guía de Dios.

  • El misterio de la sanación

Siguieron viendo el extraordinario poder de Dios operando. Pedro le dijo a un hombre que había estado postrado ocho años en cama: «Jesucristo te sana» (9:34). «Y al instante se levantó» (v.34). «Todos \[…\] se convirtieron al Señor» (v.35).

Pero no fueron sanados todos. ¿Por qué no sana Dios a todo el mundo? No lo sé. A veces es realmente difícil de entender por qué Dios no ha sanado a alguien por quien se ha orado tanto; es un misterio.

  • El misterio de resucitar a los muertos

Lo siguiente que hace Pedro es ¡resucitar a los muertos! Los relatos de muertos resucitados son infrecuentes en la Biblia. Ocurren en dos ocasiones en el Antiguo Testamento (una con Elías y la otra con Eliseo). Jesús resucitó a muertos en tres ocasiones, Pablo en una y Pedro resucitó a Tabita de entre los muertos. El mandamiento de resucitar a los muertos se da una vez en Mateo 10:8.

Casi en todos los casos la persona resucitada fue una persona joven. Ninguno de ellos vivió para siempre, pero sus vidas no fueron interrumpidas prematuramente. Son contadas las ocasiones en que Dios interviene de esta manera. No sabemos por qué, es un misterio.

En este caso, Dios intervino. Tabita, quien «se esmeraba en hacer buenas obras y en ayudar a los pobres» (Hechos 9:36), se enfermó y murió. Pedro se arrodilló y oró. ¡Ella abrió los ojos, se sentó, y Pedro la tomó de la mano ayudándola a levantarse! Como consecuencia «muchos creyeron en el Señor» (v.42).

  • El misterio del evangelio

El apóstol Pablo explicaría más adelante que el misterio consiste en que «los gentiles son, junto con Israel, beneficiarios de la misma herencia, miembros de un mismo cuerpo y participantes igualmente de la promesa en Cristo Jesús mediante el evangelio» (Efesios 3:6).

Hasta aquel punto en el libro de los Hechos, todos los seguidores de Jesús habían sido judíos. De hecho, no creían que fuera posible hacerse cristiano sin ser judío. Pero Dios los sorprendió dando a Pedro una visión. Durante el trance, vio los cielos abiertos y se le ordenó que matara y comiera animales y pájaros «impuros» e «inmundos». Su reacción fue exclamar: «¡De ninguna manera, Señor!» (Hechos 10:14).

Esta visión y la voz de Dios que la acompañaba conminaban a Pedro para que no hiciera distinciones entre la comida pura e impura (vv.13–15). Pero Pedro se dio cuenta de que la visión también significaba que no debía hacer distinción entre personas «puras» e «impuras», o lo que es lo mismo, entre gente judía y no judía. En la lectura de mañana descubrimos que Pedro proclama: «a nadie debo llamar impuro o inmundo» (v.28).

En aquel momento era un misterio: «Pedro no atinaba a explicarse cuál podría ser el significado de la visión» (v.17) y no se dio cuenta de lo que Dios estaba haciendo. Solo más tarde comprendió que los planes de Dios eran más grandes que los suyos. La buena noticia de Jesús no debía limitarse al pueblo judío, era para todo el mundo. Damos gracias porque Pedro tuvo la suficiente apertura para responder a la guía de Dios, ya fuera mediante una visión o cuando «el Espíritu le dijo \[…\]» (v.19).

Oración

Señor, gracias porque aun cuando a veces no entiendo algunos misterios de la vida, Tú siempre tienes una razón para las cosas

Antiguo Testamento

2 Samuel 23:8-24:25

Héroes en el ejército de David

8 Éstos son los nombres de los soldados más valientes de David:

Joseb Basébet el tacmonita, que era el principal de los tres más famosos, en una batalla mató con su lanza a ochocientos hombres.

9 En segundo lugar estaba Eleazar hijo de Dodó el ajojita, que también era uno de los tres más famosos. Estuvo con David cuando desafiaron a los filisteos que se habían concentrado en Pasdamín para la batalla. Los israelitas se retiraron, 10 pero Eleazar se mantuvo firme y derrotó a tantos filisteos que, por la fatiga, la mano se le quedó pegada a la espada. Aquel día el Señor les dio una gran victoria. Las tropas regresaron adonde estaba Eleazar, pero sólo para tomar los despojos.

11 El tercer valiente era Sama hijo de Agué el ararita. En cierta ocasión, los filisteos formaron sus tropas en un campo sembrado de lentejas. El ejército de Israel huyó ante ellos, 12 pero Sama se plantó en medio del campo y lo defendió, derrotando a los filisteos. El Señor les dio una gran victoria.

13 En otra ocasión, tres de los treinta más valientes fueron a la cueva de Adulán, donde estaba David. Era el comienzo de la siega, y una tropa filistea acampaba en el valle de Refayin. 14 David se encontraba en su fortaleza, y en ese tiempo había una guarnición filistea en Belén. 15 Como David tenía mucha sed, exclamó: «¡Ojalá pudiera yo beber agua del pozo que está a la entrada de Belén!» 16 Entonces los tres valientes se metieron en el campamento filisteo, sacaron agua del pozo de Belén, y se la llevaron a David. Pero él no quiso beberla, sino que derramó el agua en honor al Señor 17 y declaró solemnemente: «¡Que el Señor me libre de beberla! ¡Eso sería como beberme la sangre de hombres que se han jugado la vida!» Y no quiso beberla.

Tales hazañas hicieron esos tres héroes.

18 Abisay, el hermano de Joab hijo de Sarvia, estaba al mando de los tres y ganó fama entre ellos. En cierta ocasión, lanza en mano atacó y mató a trescientos hombres. 19 Se destacó más que los tres valientes, y llegó a ser su jefe, pero no fue contado entre ellos.

20 Benaías hijo de Joyadá era un guerrero de Cabsel que realizó muchas hazañas. Derrotó a dos de los mejores hombres de Moab, y en otra ocasión, cuando estaba nevando, se metió en una cisterna y mató un león. 21 También derrotó a un egipcio de gran estatura. El egipcio empuñaba una lanza, pero Benaías, que no llevaba más que un palo, le arrebató la lanza y lo mató con ella. 22 Tales hazañas hizo Benaías hijo de Joyadá, y también él ganó fama como los tres valientes, 23 pero no fue contado entre ellos, aunque se destacó más que los treinta valientes. Además, David lo puso al mando de su guardia personal.

24 Entre los treinta valientes estaban:

Asael hermano de Joab,

Eljanán hijo de Dodó, el de Belén,

25 Sama el jarodita,

Elicá el jarodita,

26 Heles el paltita,

Ira hijo de Iqués el tecoíta,

27 Abiezer el anatotita,

Mebunay el jusatita,

28 Zalmón el ajojita,

Maray el netofatita,

29 Jéled hijo de Baná el netofatita,

Itay hijo de Ribay, el de Guibeá de los benjaminitas,

30 Benaías el piratonita,

Hiday, el de los arroyos de Gaas,

31 Abí Albón el arbatita,

Azmávet el bajurinita,

32 Elijaba el salbonita,

los hijos de Jasén,

Jonatán hijo de 33 Sama el ararita,

Ahían hijo de Sarar el ararita,

34 Elifelet hijo de Ajasbay el macateo,

Elián hijo de Ajitofel el guilonita,

35 Jezró el de Carmel,

Paray el arbita,

36 Igal hijo de Natán, el de Sobá,

el hijo de Hagrí,

37 Sélec el amonita,

Najaray el berotita, que fue escudero de Joab hijo de Sarvia,

38 Ira el itrita,

Gareb el itrita,

39 y Urías el hitita.

En total fueron treinta y siete.

David hace un censo militar

24Una vez más, la ira del Señor se encendió contra Israel, así que el Señor incitó a David contra el pueblo al decirle: «Haz un censo de Israel y de Judá.» 2 Entonces el rey les ordenó a Joab y a los capitanes del ejército que lo acompañaban:

—Vayan por todas las tribus de Israel, desde Dan hasta Berseba, y hagan un censo militar, para que yo sepa cuántos pueden servir en el ejército.

3 Joab le respondió:

—¡Que el Señor su Dios multiplique cien veces las tropas de Su Majestad, y le permita llegar a verlo con sus propios ojos! Pero, ¿qué lleva a Su Majestad a hacer tal cosa?

4 Sin embargo, la orden del rey prevaleció sobre la opinión de Joab y de los capitanes del ejército, de modo que salieron de su audiencia con el rey para llevar a cabo el censo militar de Israel. 5 Cruzaron el Jordán y acamparon cerca de Aroer, al sur del pueblo que está en el valle, después de lo cual siguieron hacia Gad y Jazer. 6 Fueron por Galaad y por el territorio de Tajtín Jodsí, hasta llegar a Dan Jaán y a los alrededores de Sidón. 7 Siguieron hacia la fortaleza de Tiro y recorrieron todas las ciudades de los heveos y los cananeos. Finalmente, llegaron a Berseba, en el Néguev de Judá.

8 Al cabo de nueve meses y veinte días, y después de haber recorrido todo el país, regresaron a Jerusalén. 9 Joab le entregó al rey los resultados del censo militar: en Israel había ochocientos mil hombres que podían servir en el ejército, y en Judá, quinientos mil.

10 Entonces le remordió a David la conciencia por haber realizado este censo militar, y le dijo al Señor: «He cometido un pecado muy grande. He actuado como un necio. Yo te ruego, Señor, que perdones la maldad de tu siervo.»

11 Por la mañana, antes de que David se levantara, la palabra del Señor vino al profeta Gad, vidente de David, y le dio este mensaje: 12 «Ve a decirle a David: “Así dice el Señor: ‘Te doy a escoger entre estos tres castigos; dime cuál de ellos quieres que te imponga.’” » 13 Entonces Gad fue a ver a David y le preguntó:

—¿Qué prefieres: que vengan tres años de hambre en el país, o que tus enemigos te persigan durante tres meses, y tengas que huir de ellos, o que el país sufra tres días de peste? Piénsalo bien, y dime qué debo responderle al que me ha enviado.

14 —¡Estoy entre la espada y la pared! —respondió David—. Pero es mejor que caigamos en las manos del Señor, porque su amor es grande, y no que yo caiga en las manos de los hombres.

15 Por lo tanto, el Señor mandó contra Israel una peste que duró desde esa mañana hasta el tiempo señalado; y en todo el país, desde Dan hasta Berseba, murieron setenta mil personas. 16 Entonces el ángel del Señor, que estaba junto a la parcela de Arauna el jebuseo, extendió su mano hacia Jerusalén para destruirla. Pero el Señor se arrepintió del castigo que había enviado. «¡Basta! —le dijo al ángel que estaba hiriendo al pueblo—. ¡Detén tu mano!»

17 David, al ver que el ángel destruía a la gente, oró al Señor: «¿Qué culpa tienen estas ovejas? ¡Soy yo el que ha pecado! ¡Soy yo el que ha hecho mal! ¡Descarga tu mano sobre mí y sobre mi familia!»

David construye un altar

18 Ese mismo día, Gad volvió adonde estaba David y le dijo: «Sube y construye un altar al Señor en la parcela de Arauna el jebuseo.»

19 David se puso en camino, tal como el Señor se lo había ordenado por medio de Gad. 20 Arauna se asomó y, al ver que el rey y sus oficiales se acercaban, salió y rostro en tierra se postró delante de él.

21 —Su Majestad —dijo Arauna—, ¿a qué debo el honor de su visita?

—Quiero comprarte la parcela —respondió David— y construir un altar al Señor para que se detenga la plaga que está afligiendo al pueblo.

22 —Tome Su Majestad y presente como ofrenda lo que mejor le parezca. Aquí hay bueyes para el holocausto, y hay también trillos y yuntas que usted puede usar como leña. 23 Todo esto se lo doy a usted. ¡Que el Señor su Dios vea a Su Majestad con agrado!

24 Pero el rey le respondió a Arauna:

—Eso no puede ser. No voy a ofrecer al Señor mi Dios holocaustos que nada me cuesten. Te lo compraré todo por su precio justo.

Fue así como David compró la parcela y los bueyes por cincuenta monedas de plata. 25 Allí construyó un altar al Señor y ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Entonces el Señor tuvo piedad del país, y se detuvo la plaga que estaba afligiendo a Israel.

Comentario

3. Sé desconcertado por Dios

Este es uno de los pasajes más misteriosos de toda la Biblia. Parecía que todo iba bien, David estaba rodeado de gente buena, recibía mucha ayuda y apoyo de sus tres hombres más poderosos y también del más amplio círculo de «los treinta».

Pero sucedió algo terrible. ¿Quién incitó a David a contar cuántos guerreros tenía? En este pasaje parece que fue Dios, pero en el pasaje equivalente de Crónicas se nos dice: «Satanás conspiró contra Israel e indujo a David a hacer un censo del pueblo» (1 Crónicas 21:1). Esta es una de las tres veces en las que se menciona a Satanás en el Antiguo Testamento.

Aparentemente, David sabía que lo que estaba haciendo era incorrecto («le remordió a David la conciencia por haber realizado este censo militar», 2 Samuel 24:10), así que espoleado por su conciencia le dijo al Señor: «He cometido un pecado muy grande. He actuado como un necio. Yo te ruego, Señor, que perdones la maldad de tu siervo» (v.10).

A la vista de todas las opciones enumeradas por el profeta Gad, eligió caer en manos del Señor pues «grande es su misericordia» (v.14). Se negó a ofrecer un sacrificio de balde (v.24). Tras su sacrificio «el Señor tuvo piedad del país» (v.25).

Aún hay muchas cosas aquí que son difíciles de entender. Pero el pasaje termina con una nota de esperanza y una relación renovada.

Oración

Señor, ayúdame a confiar en Ti incluso en medio de la confusión y la incertidumbre. Gracias porque un día Tu sabiduría será revelada completamente, gracias porque eres bueno y Tu amor dura para siempre.

Añadidos de Pippa

2 Samuel 24

¿Hay alguien más que esté confundido por el censo?

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Nueva Versión Inernacional (NVI)

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