El poder de la oración
Introducción
En febrero de 2016, los arzobispos de Canterbury y York convocaron una gran ola de oración por la evangelización durante la semana anterior al domingo de Pentecostés. La semana culminó con unos eventos señalados celebrados en seis catedrales de todo el Reino Unido durante el fin de semana de Pentecostés. Todas las catedrales rebosaban de gente. Pete Greig, fundador de Oración 24-7, lo describió así: «Una oleada, un movimiento desde las bases hacia arriba». Dijo que se había sentido muy tocado en el corazón por un chico que había orado por cinco amigos, ¡tres de los cuales se habían hecho cristianos!
Justin Welby, arzobispo de Canterbury, pidió a la gente que oraran por tres cosas: «Que todos los cristianos encuentren nueva vida en Jesucristo \[…\] que todos los que encuentren \[…\] puedan ver algo de Jesús \[…\] y que la iglesia se desborde con la realidad de la presencia de Jesús».
La oración es la nutrición espiritual. Igual que el cuerpo necesita comida física, así el alma necesita alimento espiritual. Pero la Biblia va mucho más allá de esto. La oración es poderosa; es, como dice Charles Haddon Spurgeon: «el delgado nervio que mueve los músculos de la omnipotencia». La oración tiene el poder de cambiar circunstancias, cambiar a los demás e incluso cambiar el curso de la historia.
Proverbios 15:21-30
21 Al necio le divierte su falta de juicio;
el entendido endereza sus propios pasos.
22 Cuando falta el consejo, fracasan los planes;
cuando abunda el consejo, prosperan.
23 Es muy grato dar la respuesta adecuada,
y más grato aún cuando es oportuna.
24 El sabio sube por el sendero de vida,
para librarse de caer en el sepulcro.
25 El Señor derriba la casa de los soberbios,
pero mantiene intactos los linderos de las viudas.
26 El Señor aborrece los planes de los malvados,
pero le agradan las palabras puras.
27 El ambicioso acarrea mal sobre su familia;
el que aborrece el soborno vivirá.
28 El corazón del justo medita sus respuestas,
pero la boca del malvado rebosa de maldad.
29 El Señor se mantiene lejos de los impíos,
pero escucha las oraciones de los justos.
30 Una mirada radiante alegra el corazón,
y las buenas noticias renuevan las fuerzas.
Comentario
1. La oración cambia las circunstancias
Dios «escucha las oraciones de los justos» (v.29). Nuestras oraciones pueden marcar la diferencia en lo que ocurre. «El Señor se mantiene lejos de los impíos, pero escucha las oraciones de los justos» (v.29). De acuerdo con el autor de los Proverbios, la santidad significa mantener la senda «enderezada» (v.21), escuchar el consejo (v.22) y mantener la pureza de nuestros pensamientos (v.26). Significa responder a la gente con «respuestas» meditadas en la oración (v.28).
La oración y una planificación cuidadosa no se oponen entre sí. Igual que es bueno hablar con Dios, es aconsejable también recabar el consejo de los demás: «Cuando falta el consejo, fracasan los planes; cuando abunda el consejo, prosperan» (v.22).
Por medio de Jesús todos los creyentes son «justos» (Romanos 3:22, DHH). Por tanto, Dios escucha tus oraciones y llevarás bendición donde quiera que vayas: «Una mirada radiante alegra el corazón, y las buenas noticias renuevan las fuerzas» (v.30).
Oración
Señor, gracias por las muchas veces que has oído y respondido mis oraciones. Señor, hoy oro porque…
Hechos 16:16-40
Pablo y Silas en la cárcel
16 Una vez, cuando íbamos al lugar de oración, nos salió al encuentro una joven esclava que tenía un espíritu de adivinación. Con sus poderes ganaba mucho dinero para sus amos. 17 Nos seguía a Pablo y a nosotros, gritando:
—Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, y les anuncian a ustedes el camino de salvación.
18 Así continuó durante muchos días. Por fin Pablo se molestó tanto que se volvió y reprendió al espíritu:
—¡En el nombre de Jesucristo, te ordeno que salgas de ella!
Y en aquel mismo momento el espíritu la dejó.
19 Cuando los amos de la joven se dieron cuenta de que se les había esfumado la esperanza de ganar dinero, echaron mano a Pablo y a Silas y los arrastraron a la plaza, ante las autoridades. 20 Los presentaron ante los magistrados y dijeron:
—Estos hombres son judíos, y están alborotando a nuestra ciudad, 21 enseñando costumbres que a los romanos se nos prohíbe admitir o practicar.
22 Entonces la multitud se amotinó contra Pablo y Silas, y los magistrados mandaron que les arrancaran la ropa y los azotaran. 23 Después de darles muchos golpes, los echaron en la cárcel, y ordenaron al carcelero que los custodiara con la mayor seguridad. 24 Al recibir tal orden, éste los metió en el calabozo interior y les sujetó los pies en el cepo.
25 A eso de la medianoche, Pablo y Silas se pusieron a orar y a cantar himnos a Dios, y los otros presos los escuchaban. 26 De repente se produjo un terremoto tan fuerte que la cárcel se estremeció hasta sus cimientos. Al instante se abrieron todas las puertas y a los presos se les soltaron las cadenas. 27 El carcelero despertó y, al ver las puertas de la cárcel de par en par, sacó la espada y estuvo a punto de matarse, porque pensaba que los presos se habían escapado. Pero Pablo le gritó:
28 —¡No te hagas ningún daño! ¡Todos estamos aquí!
29 El carcelero pidió luz, entró precipitadamente y se echó temblando a los pies de Pablo y de Silas. 30 Luego los sacó y les preguntó:
—Señores, ¿qué tengo que hacer para ser salvo?
31 —Cree en el Señor Jesús; así tú y tu familia serán salvos —le contestaron.
32 Luego les expusieron la palabra de Dios a él y a todos los demás que estaban en su casa. 33 A esas horas de la noche, el carcelero se los llevó y les lavó las heridas; en seguida fueron bautizados él y toda su familia. 34 El carcelero los llevó a su casa, les sirvió comida y se alegró mucho junto con toda su familia por haber creído en Dios.
35 Al amanecer, los magistrados mandaron a unos guardias al carcelero con esta orden: «Suelta a esos hombres.» 36 El carcelero, entonces, le informó a Pablo:
—Los magistrados han ordenado que los suelte. Así que pueden irse. Vayan en paz.
37 Pero Pablo respondió a los guardias:
—¿Cómo? A nosotros, que somos ciudadanos romanos, que nos han azotado públicamente y sin proceso alguno, y nos han echado en la cárcel, ¿ahora quieren expulsarnos a escondidas? ¡Nada de eso! Que vengan ellos personalmente a escoltarnos hasta la salida.
38 Los guardias comunicaron la respuesta a los magistrados. Éstos se asustaron cuando oyeron que Pablo y Silas eran ciudadanos romanos, 39 así que fueron a presentarles sus disculpas. Los escoltaron desde la cárcel, pidiéndoles que se fueran de la ciudad. 40 Al salir de la cárcel, Pablo y Silas se dirigieron a la casa de Lidia, donde se vieron con los hermanos y los animaron. Después se fueron.
Comentario
2. La oración cambia a la gente
¿Qué hizo que la iglesia primitiva fuera tan ponderosa? Ciertamente, parte de la respuesta es la vida de oración de aquellos que fueron los primeros creyentes.
- Ora regularmente
Parece que la oración era un hábito regular: «Una vez, cuando íbamos al lugar de oración…» (v.16). Esto sugiere que no solamente oraban cuando estaban solos, sino que se reunían para orar juntos frecuentemente.
- Ora en el nombre de Jesús
La oración cristiana es poderosa porque oramos en el nombre de Jesús, no en el nuestro.
Pablo era seguido en la ciudad de Filipos por una «adivina» que claramente estaba bajo una influencia demoníaca como resultado de practicar lo oculto (v.17). Finalmente, después de varios días de esto, Pablo ya no podía aguantar sus interminables retahílas. Se volvió y reprendió al espíritu: «¡En el nombre de Jesucristo, te ordeno que salgas de ella!» (v.18). En aquel mismo momento el espíritu salió.
El nombre de Jesús es poderosísimo. La única manera de enfrentarse al poder del demonio es mediante el nombre de Jesús. Ningún demonio puede con Jesús; él nos libera de las fuerzas demoníacas como transformó totalmente la vida de aquella joven. El demonio «salió en aquel mismo momento» (v.18).
- Ora en todas las circunstancias
La mujer era una esclava que había ganado mucho dinero para sus amos, los cuales se enfurecieron al ver que había perdido sus poderes sobrenaturales. Echaron mano a Pablo y Silas, y «los arrastraron a la plaza» deteniéndolos (vv.19–20), instigando al gentío contra ellos.
La multitud se sumó al ataque (v.22). Si empezamos a marcar la diferencia, la vida no siempre va a ser fácil. Algunos de nuestros puntos de vista puede que sean muy poco populares o incluso que sean ilegales. Los ataques no son necesariamente una señal de fracaso, pueden ser lo contrario, una señal de éxito.
Los magistrados cedieron a la presión y ordenaron que les arrancaran los vestidos, los azotaran severamente y los confinaran en prisión bajo fuerte custodia y les «sujetaron los pies en el cepo» (v.24).
El guardián de la cárcel tenía que estar acostumbrado a que la gente llegara allí enojada, maldiciendo y jurando. En contraste, ve a Pablo y a Silas orar y a cantar himnos a Dios (v.25): Hay un gran poder en la combinación de oración y alabanza.
Un terremoto sacudió a la prisión y todas las puertas se abrieron. El carcelero estaba a punto de suicidarse, pues pensó que todos los prisioneros se habían escapado y temía las consecuencias. Pablo, al ver delante de sí la libertad, eligió quedarse y llevar a su carcelero a Cristo.
Cuando Pablo le aseguró que todos los prisioneros seguían allí, el carcelero preguntó: «¿Qué tengo que hacer para ser salvo?» (v.30). ¡Aquello fue lo que se llama «una oportunidad evangelizadora»! Pablo expuso al carcelero lo que tenía que hacer, y así este con su familia entera después, creyeron en Jesús y fueron bautizados.
Su vida comenzó a cambiar de inmediato: muestra compasión y lava las heridas de Pablo y Silas (v.33) y después los alimenta (v.34). Tanto él como su familia «se alegraron mucho» (v.35) y quiere que lo conozcan públicamente como cristiano; llegaron a ser miembros fundadores de la iglesia de Filipos.
Estos sucesos fueron tan claramente sobrenaturales que Pablo vio el asombroso poder de Dios tras el hacer humano de sus palabras.
Este episodio termina con los jueces teniendo que disculparse personalmente ante Pablo y Silas, pues no se habían dado cuenta de que eran ciudadanos romanos y por lo tanto, era ilegal tratarlos de la manera que lo hicieron: «Los magistrados \[…\] se asustaron cuando oyeron que Pablo y Silas eran ciudadanos romanos, así que fueron a presentarles sus disculpas. Los escoltaron desde la cárcel, pidiéndoles que se fueran de la ciudad. Al salir de la cárcel, Pablo y Silas se dirigieron a la casa de Lidia, donde se vieron con los hermanos y los animaron. Después se fueron» (vv.38–40).
La oración no solo tiene el poder de cambiar nuestras propias vidas; también cambia circunstancias, sucesos y la vida de los demás.
Oración
Señor, ayúdanos a ser más como la iglesia primitiva. Ayúdanos a reunirnos regularmente para orar. Gracias por el poder del nombre de Jesús. Señor, te pido que la oración y la alabanza estén en la base de todo lo que hagamos.
1 Reyes 14:21-16:7
Roboán, rey de Judá
21 Roboán hijo de Salomón fue rey de Judá. Tenía cuarenta y un años cuando ascendió al trono, y reinó diecisiete años en Jerusalén, la ciudad donde, de entre todas las tribus de Israel, el Señor había decidido habitar. La madre de Roboán era una amonita llamada Noamá.
22 Los habitantes de Judá hicieron lo que ofende al Señor, y con sus pecados provocaron los celos del Señor más que sus antepasados. 23 Además, en todas las colinas y bajo todo árbol frondoso se construyeron santuarios paganos, piedras sagradas e imágenes de la diosa Aserá. 24 Incluso se practicaba en el país la prostitución sagrada. El pueblo participaba en todas las repugnantes ceremonias de las naciones que el Señor había expulsado del territorio de los israelitas.
25 Sisac, rey de Egipto, atacó a Jerusalén en el quinto año del reinado de Roboán, 26 y saqueó los tesoros del templo del Señor y del palacio real. Se lo llevó todo, aun los escudos de oro que Salomón había hecho. 27 Para reemplazarlos, el rey Roboán mandó hacer escudos de bronce y los puso al cuidado de los jefes de la guardia que custodiaba la entrada del palacio real. 28 Siempre que el rey iba al templo del Señor, los guardias portaban los escudos, pero luego los devolvían a la sala de los centinelas.
29 Los demás acontecimientos del reinado de Roboán, y todo lo que hizo, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. 30 Durante su reinado hubo guerra constante entre él y Jeroboán. 31 Cuando murió Roboán, hijo de la amonita llamada Noamá, fue sepultado con sus antepasados en la Ciudad de David, y su hijo Abías lo sucedió en el trono.
Abías, rey de Judá
15En el año dieciocho del reinado de Jeroboán hijo de Nabat, Abías ascendió al trono de Judá, 2 y reinó en Jerusalén tres años. Su madre era Macá hija de Abisalón.
3 Abías cometió todos los pecados que, antes de él, había cometido su padre, pues no siempre fue fiel al Señor su Dios como lo había sido su antepasado David. 4 No obstante, por consideración a David, el Señor su Dios mantuvo la lámpara de David encendida en Jerusalén, y le dio un hijo que lo sucediera, para fortalecer así a Jerusalén. 5 Porque David había hecho lo que agrada al Señor, y en toda su vida no había dejado de cumplir ninguno de los mandamientos del Señor, excepto en el caso de Urías el hitita.
6 Durante toda la vida de Abías hubo guerra entre Roboán y Jeroboán. 7 Los demás acontecimientos del reinado de Abías, y todo lo que hizo, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. También hubo guerra entre Abías y Jeroboán. 8 Y Abías murió y fue sepultado en la Ciudad de David. Y su hijo Asá lo sucedió en el trono.
Asá, rey de Judá
9 En el año veinte de Jeroboán, rey de Israel, Asá ocupó el trono de Judá, 10 y reinó en Jerusalén cuarenta y un años. Su abuela era Macá hija de Abisalón.
11 Asá hizo lo que agrada al Señor, como lo había hecho su antepasado David. 12 Expulsó del país a los que practicaban la prostitución sagrada y acabó con todos los ídolos que sus antepasados habían fabricado. 13 Hasta destituyó a su abuela Macá de su puesto como reina madre, porque ella se había hecho una escandalosa imagen de la diosa Aserá. Asá derribó la imagen y la quemó en el arroyo de Cedrón. 14 Aunque no quitó los santuarios paganos, Asá se mantuvo siempre fiel al Señor. 15 Además, llevó al templo del Señor el oro, la plata y los utensilios que él y su padre habían consagrado.
16 Durante los reinados de Asá y Basá, rey de Israel, hubo guerra entre ellos. 17 Basá, rey de Israel, atacó a Judá y fortificó Ramá para aislar totalmente a Asá, rey de Judá. 18 Entonces Asá tomó todo el oro y la plata que habían quedado en los tesoros del templo del Señor y de su propio palacio, y les encargó a sus funcionarios que se los llevaran a Ben Adad, hijo de Tabrimón y nieto de Hezión, rey de Siria, que estaba gobernando en Damasco. Y le envió este mensaje: 19 «Hagamos tú y yo un tratado como el que antes hicieron tu padre y el mío. Aquí te envío un presente de oro y plata. Anula tu tratado con Basá, rey de Israel, para que se marche de aquí.»
20 Ben Adad estuvo de acuerdo con el rey Asá y mandó a los jefes de su ejército para que atacaran las ciudades de Israel. Así conquistó Iyón, Dan, Abel Betmacá y todo Quinéret, además de Neftalí. 21 Cuando Basá se enteró, dejó de fortificar Ramá y se retiró a Tirsá. 22 Entonces el rey Asá movilizó a todo Judá, sin eximir a nadie, y se llevaron de Ramá las piedras y la madera con que Basá había estado fortificando la ciudad. Con ellas el rey Asá fortificó Gueba de Benjamín, y también Mizpa.
23 Los demás acontecimientos del reinado de Asá, y todo su poderío y todo lo que hizo, y lo que atañe a las ciudades que edificó, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. Sin embargo, en su vejez sufrió una enfermedad de los pies. 24 Luego Asá murió y fue sepultado con sus antepasados en la Ciudad de David. Y su hijo Josafat lo sucedió en el trono.
Nadab, rey de Israel
25 En el segundo año de Asá, rey de Judá, Nadab hijo de Jeroboán ascendió al trono de Israel y reinó allí dos años. 26 Pero Nadab hizo lo que ofende al Señor, pues siguió el mal ejemplo de su padre, persistiendo en el mismo pecado con que éste hizo pecar a Israel.
27 Basá hijo de Ahías, de la tribu de Isacar, conspiró contra Nadab y lo derrotó en la ciudad filistea de Guibetón, a la que Nadab y todo Israel tenían sitiada. 28 En el tercer año de Asá, rey de Judá, Basá mató a Nadab y lo sucedió en el trono.
29 Tan pronto como comenzó a reinar, Basá mató a toda la familia de Jeroboán. No dejó vivo a ninguno de sus descendientes, sino que los eliminó a todos, según la palabra que el Señor dio a conocer por medio de su siervo Ahías el silonita. 30 Esto sucedió a raíz de los pecados que Jeroboán cometió e hizo cometer a los israelitas, con lo que provocó la ira del Señor, Dios de Israel.
31 Los demás acontecimientos del reinado de Nadab, y todo lo que hizo, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. 32 Durante los reinados de Asá de Judá y Basá de Israel, hubo guerra entre ellos.
33 En el tercer año de Asá, rey de Judá, Basá hijo de Ahías ascendió al trono, y durante veinticuatro años reinó en Tirsá sobre todo Israel. 34 Basá hizo lo que ofende al Señor, pues siguió el mal ejemplo de Jeroboán, persistiendo en el mismo pecado con que éste hizo pecar a Israel.
Basá, rey de Israel
16En aquel tiempo la palabra del Señor vino a Jehú hijo de Jananí y le dio este mensaje contra Basá: 2 «Yo te levanté del polvo y te hice gobernante de mi pueblo Israel, pero tú seguiste el mal ejemplo de Jeroboán e hiciste que mi pueblo Israel pecara y provocara así mi enojo. 3 Por eso estoy a punto de aniquilarte y de hacer con tu familia lo mismo que hice con la de Jeroboán hijo de Nabat. 4 A los que mueran en la ciudad se los comerán los perros, y a los que mueran en el campo se los comerán las aves del cielo.»
5 Los demás acontecimientos del reinado de Basá, y lo que hizo y atañe a sus obras, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Israel. 6 Basá murió y fue sepultado en Tirsá. Y su hijo Elá lo sucedió en el trono.
7 Además, por medio del profeta Jehú hijo de Jananí la palabra del Señor vino contra Basá y su familia, debido a todas las ofensas que éste había cometido contra el Señor, provocando así su ira. Y aunque destruyó a la familia de Jeroboán, llegó a ser semejante a ésta por las obras que hizo.
Comentario
3. La oración cambia la historia
Por supuesto, la oración no cambia el pasado, pero puede cambiar el curso de los eventos futuros.
La historia del pueblo de Dios tal como se describe en el libro de los Reyes es una mezcla contradictoria. Leemos cómo constantemente el pueblo de Dios hace «lo que ofende al Señor» (14:22; 15:26,34; 16:7). Pecaban (por ejemplo, 14:22b; 15:26,30,34; 16:2); tenían prostitutas sagradas (14:24a); se entregaron a prácticas detestables (v.24b) y siempre había guerra entre Israel y Judá (v.30; 15:6,32). Con frecuencia, los reyes no «siempre eran fieles al Señor» (v.3).
Hubo excepciones notables, como la de Asá (15:9–24) quien «hizo lo que agrada al Señor, como lo había hecho su antepasado David. Expulsó del país…» (vv.11–12a).
En medio de todo esto hay un comentario fascinante: «No obstante, por consideración a David, el Señor su Dios mantuvo la lámpara de David encendida en Jerusalén, dándole un hijo que lo sucediera, para fortalecer así a Jerusalén. Porque David había hecho lo que agrada al Señor, y en toda su vida no había dejado de cumplir ninguno de los mandamientos del Señor, excepto en el caso de Urías el hitita» (vv.4–6).
David estaba produciendo un gran impacto aun después de su muerte: Dios honró sus oraciones durante generaciones.
Dios le había dicho a David: «Tu casa y tu reino durarán para siempre delante de mí; tu trono quedará establecido para siempre» (2 Samuel 7:16). David había orado: «Y ahora, Señor y Dios, reafirma para siempre la promesa que les has hecho a tu siervo y a su dinastía. Cumple tu palabra para que tu nombre sea siempre exaltado, y para que todos digan: “¡El Señor Todopoderoso es Dios de Israel!” Entonces la dinastía de tu siervo David quedará establecida en tu presencia» (versículos 25-26).
El Señor escuchó la oración de David. El impacto de la oración de David habría de cambiar el curso de la historia. David llevó una vida de justicia («excepto en el caso de Urías el hitita»). Pero el Nuevo Testamento nos dice que toda persona que cree en Jesús, está en una posición mejor que la de David. Por medio de la muerte y resurrección de Jesús, eres justo ante Dios, y Dios oye las oraciones de los justos. Así que por causa de Jesús, tus oraciones pueden cambiar también el curso de la historia.
Oración
Señor, vuelve nuestra ciudad y nuestro país a Ti. Oro para que suscites líderes y políticos, completamente entregados a Ti, que se deshagan del mal y traigan paz y justicia a nuestro mundo.
Añadidos de Pippa
Puede que Salomón fuera el hombre más sabio del mundo, pero no hizo un buen trabajo en la crianza de sus hijos. Tendría que haber aplicado el proverbio que quizás escribió él mismo: «Instruye al niño en el camino correcto, y aun en su vejez no lo abandonará» (Proverbios 22:6).
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Referencias
Nueva Versión Inernacional (NVI)
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