Que venga tu reino
Introducción
Su majestad, la reina Isabel II, ha gobernado el Reino Unido durante más de sesenta años. Se ha convertido en la monarca británica con el reinado más prolongado. Cada año, el día de Navidad, dirige un mensaje a la nación. En 2014 expresó: «Para mí la vida de Jesucristo, el Príncipe de Paz, cuyo nacimiento celebramos hoy, es una inspiración y un pilar en mi vida».
Hace poco, citando el Evangelio de Juan, la monarca señaló que la luz de Jesús vence los momentos de oscuridad que sufrimos en 2015. Enfatizó que la historia de Jesús cautiva nuestra imaginación y su mensaje inalterable nos inspira no a la venganza ni la violencia sino a difundir amor en todo lugar y momento.
Isabel II se refería a otro reino, un reino que Jesús vino a establecer y el cual vendrá a regir nuevamente. Jesús nos enseñó a orar: «Venga tu reino» (Mateo 6:10). Este reino no es otra cosa que el señorío y el reinado de Dios.
Salmos 10:12-18
12 ¡Levántate, Señor!
¡Levanta, oh Dios, tu brazo!
¡No te olvides de los indefensos!
13 ¿Por qué te ha de menospreciar el malvado?
¿Por qué ha de pensar que no lo llamarás a cuentas?
14 Pero tú ves la opresión y la violencia,
las tomas en cuenta y te harás cargo de ellas.
Las víctimas confían en ti;
tú eres la ayuda de los huérfanos.
15 ¡Rómpeles el brazo al malvado y al impío!
¡Pídeles cuentas de su maldad,
y haz que desaparezcan por completo!
16 El Señor es rey eterno;
los paganos serán borrados de su tierra.
17 Tú, Señor, escuchas la petición de los indefensos,
les infundes aliento y atiendes a su clamor.
18 Tú defiendes al huérfano y al oprimido,
para que el hombre, hecho de tierra,
no siga ya sembrando el terror.
Comentario
Clama por la transformación de la sociedad
«El Señor es rey eterno» (v.16a). Dios tiene el control máximo de este universo. Pero el salmista también clama a Dios: « ¡Levántate, Señor! ¡Levanta, oh Dios, tu brazo!» (v.12a). Pide, en efecto, que el reino de Dios venga a la tierra. Cuando Dios se mueve, «el hombre, hecho de tierra, no \[sigue\] ya sembrando el terror» (v.18b).
El salmista ora en particular por diversos grupos de personas. Pide por quienes son:
- Indefensos (v.12)
- Atribulados (v.14)
- Dolientes (v.14)
- Víctimas (v.14)
- Huérfanos (vv.14,18)
- Desamparados (v.18)
- Oprimidos (v.18)
Si deseas ver venir el reino de Dios y que nuestra sociedad sea transformada, estas son las personas por quienes debes interesarte.
Oración
Señor, gracias por ser rey. Pido por aquellos que son indefensos, atribulados, dolientes, víctimas, huérfanos, desamparados u oprimidos. Que venga tu reino.
Mateo 13:18-35
18 »Escuchen lo que significa la parábola del sembrador: 19 Cuando alguien oye la palabra acerca del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que se sembró en su corazón. Ésta es la semilla sembrada junto al camino. 20 El que recibió la semilla que cayó en terreno pedregoso es el que oye la palabra e inmediatamente la recibe con alegría; 21 pero como no tiene raíz, dura poco tiempo. Cuando surgen problemas o persecución a causa de la palabra, en seguida se aparta de ella. 22 El que recibió la semilla que cayó entre espinos es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de esta vida y el engaño de las riquezas la ahogan, de modo que ésta no llega a dar fruto. 23 Pero el que recibió la semilla que cayó en buen terreno es el que oye la palabra y la entiende. Éste sí produce una cosecha al treinta, al sesenta y hasta al ciento por uno.
Parábola de la mala hierba
24 Jesús les contó otra parábola: «El reino de los cielos es como un hombre que sembró buena semilla en su campo. 25 Pero mientras todos dormían, llegó su enemigo y sembró mala hierba entre el trigo, y se fue. 26 Cuando brotó el trigo y se formó la espiga, apareció también la mala hierba. 27 Los siervos fueron al dueño y le dijeron: “Señor, ¿no sembró usted semilla buena en su campo? Entonces, ¿de dónde salió la mala hierba?” 28 “Esto es obra de un enemigo”, les respondió. Le preguntaron los siervos: “¿Quiere usted que vayamos a arrancarla?” 29 “¡No! —les contestó—, no sea que, al arrancar la mala hierba, arranquen con ella el trigo. 30 Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha. Entonces les diré a los segadores: Recojan primero la mala hierba, y átenla en manojos para quemarla; después recojan el trigo y guárdenlo en mi granero.” »
Parábolas del grano de mostaza y de la levadura
31 Les contó otra parábola: «El reino de los cielos es como un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. 32 Aunque es la más pequeña de todas las semillas, cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en árbol, de modo que vienen las aves y anidan en sus ramas.»
33 Les contó otra parábola más: «El reino de los cielos es como la levadura que una mujer tomó y mezcló en una gran cantidad de harina, hasta que fermentó toda la masa.»
34 Jesús le dijo a la multitud todas estas cosas en parábolas. Sin emplear parábolas no les decía nada. 35 Así se cumplió lo dicho por el profeta:
«Hablaré por medio de parábolas;
revelaré cosas que han estado ocultas desde la creación del mundo.»
Comentario
Habla a la gente sobre Jesús
Cada vez que le hablaste a alguien sobre Jesús y el evangelio, «plantaste» una semilla en su corazón. No toda semilla que plantes dará fruto, como vemos en la parábola del sembrador. Algunas semillas nunca echarán raíces (v.19). Otras solo producirán resultados temporales. Podemos llegar a alejarnos de Dios debido a la «tribulación» o «las preocupaciones de esta vida y el engaño de las riquezas» (vv.21-22).
Pero si la semilla crece bien, la parábola indica que podremos tener un impacto enorme. «Pero el que recibió la semilla que cayó en buen terreno es el que oye la palabra y la entiende. Este sí produce una cosecha al treinta, al sesenta y hasta al ciento por uno» (v.23).
Al pensar en quienes participaron en Alpha hace cinco, diez o quince años, veo que han tenido un impacto inmenso. Algunos incluso han comenzado ministerios que han alcanzado un impacto global.
Jesús narra muchas parábolas sobre el reino de Dios (el «reino de los cielos» es la forma preferida de Mateo, siguiendo la habitual práctica judía de expresar reverentemente «cielos» en lugar de «Dios»).
El reino es tanto «ahora» como «todavía no». La parábola de Jesús sobre la mala hierba indica que hay un aspecto futuro del reino. Por el momento, el trigo y la mala hierba crecen juntos. Un día habrá una cosecha y un juicio. Cuando Jesús regrese, el reino de Dios vendrá en toda su plenitud (vv.24-30).
Jesús prosigue diciendo que el reino de los cielos es como una semilla de mostaza que un hombre tomó y plantó en un campo. Aunque es la más pequeña de las semillas, al crecer es la planta más grande del huerto y se convierte en un árbol al que incluso se aproximan las aves y anidan en sus ramas (vv.31-32).
La metáfora de las aves sobre las ramas aparece algunas veces en el Antiguo Testamento, donde simboliza gente de todas las naciones convirtiéndose en parte de la familia de Dios (ver Ezequiel 17:22-24; 31:3-14; Daniel 4:9-23). Jesús recordaba a sus oyentes que el reino de los cielos no sería solo para una nación sino para todo el mundo.
Hay muchos tipos de siembra. Por ejemplo está la «plantación de iglesias». Lo que se planta suele ser pequeño, como una semilla de mostaza. Pero al sembrar, crece (Mateo 14:31-32).
Veo algunas de las «iglesias plantadas» por acción de nuestra congregación local y contemplo el enorme impacto que ejercen en su zona –«vienen las aves y anidan en sus ramas» (v.32)– con gente que llega al reino de Dios de forma tan inesperada como habrán sido los creyentes gentiles para la nación judía. En distintas partes del mundo podemos ver el impacto de la «plantación de iglesias». Como señaló tiempo atrás Peter Wagner, experto en crecimiento de iglesias: «La plantación de iglesias es la forma de evangelización más eficaz conocida bajo el cielo».
Jesús continúa hablando sobre el reino de los cielos como levadura que fermenta la masa (v.33). Tu influencia puede ser inmensa: en tu hogar, familia, escuela, universidad, fábrica u oficina. Así es cómo se lleva a cabo la transformación de la sociedad.
Oración
Señor, ayúdame a plantar tantas semillas como sea posible mientras procuro compartir la buena noticia de Jesús con los demás. Que venga tu reino en mi ciudad, nación y por todo el mundo.
Génesis 36:1-37:36
Descendientes de Esaú
36Éstos son los descendientes de Esaú, o sea Edom.
2 Esaú se casó con mujeres cananeas: con Ada, hija de Elón el hitita; con Aholibama, hija de Aná y nieta de Zibeón el heveo; 3 y con Basemat, hija de Ismael y hermana de Nebayot.
4 Esaú tuvo estos hijos: con Ada tuvo a Elifaz; con Basemat, a Reuel; 5 con Aholibama, a Jeús, Jalán y Coré. Éstos fueron los hijos que tuvo Esaú mientras vivía en la tierra de Canaán.
6 Después Esaú tomó a sus esposas, hijos e hijas, y a todas las personas que lo acompañaban, junto con su ganado y todos sus animales, y todos los bienes que había adquirido en la tierra de Canaán, y se trasladó a otra región para alejarse de su hermano Jacob. 7 Los dos habían acumulado tantos bienes que no podían estar juntos; la tierra donde vivían no bastaba para alimentar al ganado de ambos. 8 Fue así como Esaú, o sea Edom, se asentó en la región montañosa de Seír.
9 Éstos son los descendientes de Esaú, padre de los edomitas, que habitaron en la región montañosa de Seír.
10 Los nombres de sus hijos son éstos:
Elifaz hijo de Ada, esposa de Esaú; y Reuel hijo de Basemat, esposa de Esaú.
11 Los hijos de Elifaz fueron
Temán, Omar, Zefo, Gatán y Quenaz.
12 Elifaz tuvo un hijo con una concubina suya, llamada Timná, al que llamó Amalec. Todos éstos fueron nietos de Ada, esposa de Esaú.
13 Los hijos de Reuel fueron
Najat, Zera, Sama y Mizá. Éstos fueron los nietos de Basemat, esposa de Esaú.
14 Los hijos de la otra esposa de Esaú, Aholibama, que era hija de Aná y nieta de Zibeón fueron
Jeús, Jalán y Coré.
15 Éstos fueron los jefes de los descendientes de Esaú:
De los hijos de Elifaz, primogénito de Esaú, los jefes fueron
Temán, Omar, Zefo, Quenaz, 16 Coré, Gatán y Amalec. Éstos fueron los jefes de los descendientes de Elifaz en la tierra de Edom, y todos ellos fueron nietos de Ada.
17 De los hijos de Reuel hijo de Esaú,
los jefes fueron Najat, Zera, Sama y Mizá. Éstos fueron los jefes de los descendientes de Reuel en la tierra de Edom, y todos ellos fueron nietos de Basemat, esposa de Esaú.
18 De los hijos de Aholibama,
hija de Aná y esposa de Esaú, los jefes fueron Jeús, Jalán y Coré.
19 Éstos fueron descendientes de Esaú, también llamado Edom, y a su vez jefes de sus respectivas tribus.
20 Éstos fueron los descendientes de Seír el horeo, que habitaban en aquella región:
Lotán, Sobal, Zibeón, Aná, 21 Disón, Ezer y Disán. Estos descendientes de Seír fueron los jefes de los horeos en la tierra de Edom.
22 Los hijos de Lotán fueron
Horí y Homán. Lotán tenía una hermana llamada Timná.
23 Los hijos de Sobal fueron:
Alván, Manajat, Ebal, Sefó y Onam.
24 Los hijos de Zibeón fueron
Ayá y Aná. Este último es el mismo que encontró las aguas termales en el desierto mientras cuidaba los asnos de su padre Zibeón.
25 Los hijos de Aná fueron:
Disón y Aholibama, hija de Aná.
26 Los hijos de Disón fueron
Hemdán, Esbán, Itrán y Querán.
27 Los hijos de Ezer fueron
Bilán, Zaván y Acán.
28 Los hijos de Disán fueron
Uz y Arán.
29 Los jefes de los horeos fueron
Lotán, Sobal, Zibeón, Aná, 30 Disón, Ezer y Disán. Cada uno de ellos fue jefe de su tribu en la región de Seír.
Los reyes de Edom
31 Antes de que los israelitas tuvieran rey, éstos fueron los reyes que reinaron en el país de Edom:
32 Bela hijo de Beor, que reinó en Edom. El nombre de su ciudad era Dinaba.
33 Cuando murió Bela, reinó en su lugar Jobab hijo de Zera, que provenía de Bosra.
34 Cuando murió Jobab, reinó en su lugar Jusán, que venía de la región de Temán.
35 Cuando murió Jusán, reinó en su lugar Hadad hijo de Bedad. Éste derrotó a Madián en el campo de Moab. El nombre de su ciudad era Avit.
36 Cuando murió Hadad, reinó en su lugar Samla, que era del pueblo de Masreca.
37 Cuando murió Samla, reinó en su lugar Saúl de Rejobot del Río.
38 Cuando murió Saúl, reinó en su lugar Baal Janán hijo de Acbor.
39 Cuando murió Baal Janán hijo de Acbor, reinó en su lugar Hadad. El nombre de su ciudad era Pau. Su esposa se llamaba Mehitabel, y era hija de Matred y nieta de Mezab.
40 Éstos son los nombres de los jefes que descendieron de Esaú, cada uno según su clan y región:
Timná, Alvá, Jetet, 41 Aholibama, Elá, Pinón, 42 Quenaz, Temán, Mibzar, 43 Magdiel e Iram. Éstos fueron los jefes de Edom, según los lugares que habitaron.
Éste fue Esaú, padre de los edomitas.
Los sueños de José
37Jacob se estableció en la tierra de Canaán, donde su padre había residido como extranjero.
2 Ésta es la historia de Jacob y su familia.
Cuando José tenía diecisiete años, apacentaba el rebaño junto a sus hermanos, los hijos de Bilhá y de Zilpá, que eran concubinas de su padre. El joven José solía informar a su padre de la mala fama que tenían estos hermanos suyos.
3 Israel amaba a José más que a sus otros hijos, porque lo había tenido en su vejez. Por eso mandó que le confeccionaran una túnica especial de mangas largas. 4 Viendo sus hermanos que su padre amaba más a José que a ellos, comenzaron a odiarlo y ni siquiera lo saludaban.
5 Cierto día José tuvo un sueño y, cuando se lo contó a sus hermanos, éstos le tuvieron más odio todavía, 6 pues les dijo:
—Préstenme atención, que les voy a contar lo que he soñado. 7 Resulta que estábamos todos nosotros en el campo atando gavillas. De pronto, mi gavilla se levantó y quedó erguida, mientras que las de ustedes se juntaron alrededor de la mía y le hicieron reverencias.
8 Sus hermanos replicaron:
—¿De veras crees que vas a reinar sobre nosotros, y que nos vas a someter?
Y lo odiaron aún más por los sueños que él les contaba.
9 Después José tuvo otro sueño, y se lo contó a sus hermanos. Les dijo:
—Tuve otro sueño, en el que veía que el sol, la luna y once estrellas me hacían reverencias.
10 Cuando se lo contó a su padre y a sus hermanos, su padre lo reprendió:
—¿Qué quieres decirnos con este sueño que has tenido? —le preguntó—. ¿Acaso tu madre, tus hermanos y yo vendremos a hacerte reverencias?
11 Sus hermanos le tenían envidia, pero su padre meditaba en todo esto.
José es vendido por sus hermanos
12 En cierta ocasión, los hermanos de José se fueron a Siquén para apacentar las ovejas de su padre. 13 Israel le dijo a José:
—Tus hermanos están en Siquén apacentando las ovejas. Quiero que vayas a verlos.
—Está bien —contestó José.
14 Israel continuó:
—Vete a ver cómo están tus hermanos y el rebaño, y tráeme noticias frescas.
Y lo envió desde el valle de Hebrón. Cuando José llegó a Siquén, 15 un hombre lo encontró perdido en el campo y le preguntó:
—¿Qué andas buscando?
16 —Ando buscando a mis hermanos —contestó José—. ¿Podría usted indicarme dónde están apacentando el rebaño?
17 —Ya se han marchado de aquí —le informó el hombre—. Les oí decir que se dirigían a Dotán.
José siguió buscando a sus hermanos, y los encontró cerca de Dotán. 18 Como ellos alcanzaron a verlo desde lejos, antes de que se acercara tramaron un plan para matarlo. 19 Se dijeron unos a otros:
—Ahí viene ese soñador. 20 Ahora sí que le llegó la hora. Vamos a matarlo y echarlo en una de estas cisternas, y diremos que lo devoró un animal salvaje. ¡Y a ver en qué terminan sus sueños!
21 Cuando Rubén escuchó esto, intentó librarlo de las garras de sus hermanos, así que les propuso:
—No lo matemos. 22 No derramen sangre. Arrójenlo en esta cisterna en el desierto, pero no le pongan la mano encima.
Rubén dijo esto porque su intención era rescatar a José y devolverlo a su padre.
23 Cuando José llegó adonde estaban sus hermanos, le arrancaron la túnica especial de mangas largas, 24 lo agarraron y lo echaron en una cisterna que estaba vacía y seca. 25 Luego se sentaron a comer. En eso, al levantar la vista, divisaron una caravana de ismaelitas que venía de Galaad. Sus camellos estaban cargados de perfumes, bálsamo y mirra, que llevaban a Egipto. 26 Entonces Judá les propuso a sus hermanos:
—¿Qué ganamos con matar a nuestro hermano y ocultar su muerte? 27 En vez de eliminarlo, vendámoslo a los ismaelitas; al fin de cuentas, es nuestro propio hermano.
Sus hermanos estuvieron de acuerdo con él, 28 así que cuando los mercaderes madianitas se acercaron, sacaron a José de la cisterna y se lo vendieron a los ismaelitas por veinte monedas de plata. Fue así como se llevaron a José a Egipto.
29 Cuando Rubén volvió a la cisterna y José ya no estaba allí, se rasgó las vestiduras en señal de duelo. 30 Regresó entonces adonde estaban sus hermanos, y les reclamó:
—¡Ya no está ese mocoso! Y ahora, ¿qué hago?
31 En seguida los hermanos tomaron la túnica especial de José, degollaron un cabrito, y con la sangre empaparon la túnica. 32 Luego la mandaron a su padre con el siguiente mensaje: «Encontramos esto. Fíjate bien si es o no la túnica de tu hijo.»
33 En cuanto Jacob la reconoció, exclamó: «¡Sí, es la túnica de mi hijo! ¡Seguro que un animal salvaje se lo devoró y lo hizo pedazos!» 34 Y Jacob se rasgó las vestiduras y se vistió de luto, y por mucho tiempo hizo duelo por su hijo. 35 Todos sus hijos y sus hijas intentaban calmarlo, pero él no se dejaba consolar, sino que decía: «No. Guardaré luto hasta que descienda al sepulcro para reunirme con mi hijo.» Así Jacob siguió llorando la muerte de José.
36 En Egipto, los madianitas lo vendieron a un tal Potifar, funcionario del faraón y capitán de la guardia.
Comentario
Inclínate ante el Rey de reyes
Hoy comenzamos la historia de José. Fue amado más que ningún otro de los hijos de Israel (37:3) y sus hermanos estaban celosos (v.4). José tuvo sus famosos sueños. Vio a sus hermanos inclinándose ante él (vv.7,9).
No hay dudas de que Dios, en ocasiones, nos habla por medio de sueños. Ciertamente habló así a José (vv.5,9). Mediante tales sueños vislumbró lo que deparaba el futuro y lo que Dios haría con él.
Sin embargo, no siempre es sabio contarle a todo el mundo los sueños ni las visiones que tengas acerca de tu propia vida. José tenía 17 años (v.2) y era inexperto. Su error fue contar sus sueños a todos. Esto generó mayor odio (vv.5,8) y celos más grandes (v.11). Sus hermanos dijeron: «¿De veras crees que vas a reinar sobre nosotros, y que nos vas a someter?» (v.8a). Aborrecían la posibilidad de que José llegara a ser su rey.
Luego tuvo otro sueño en el que los vio haciendo «reverencias \[ante él\]» (v.9). Su padre, sabiamente, simplemente «observaba» y «meditaba» en las palabras de José (v.11). Si no estás seguro de cómo responder a un sueño o una visión que te parezca originado por Dios, la respuesta más sabia es simplemente meditar en tu corazón (ver Lucas 2:19).
No obstante de nuevo, con cierta insensatez, José cuenta el asunto a toda su familia. Sus hermanos se pusieron aún más celosos (Génesis 37:11). Tramaron matarlo (v.18). Lo vendieron a los madianitas quienes a su vez lo vendieron a Potifar, en Egipto, uno de los funcionarios del faraón, capitán de la guardia (v.36). José, entonces, quedó bajo otro rey, en Egipto.
Como resultado de la imprudencia de José en cuanto a compartir los sueños con sus hermanos, pasó por años de dificultades y pesares. Pero Dios usó toda esta situación para desarrollar su carácter y prepararlo para la gran obra de su vida.
El reinado del que leemos en el Antiguo Testamento era una anticipación del reino de Dios en el Nuevo Testamento. En el pasaje de hoy vemos una variedad de gobernantes humanos, desde los reyes y jefes de Edom (36:31-43) hasta el faraón egipcio (37:36). Uno de los mensajes claves en estos últimos capítulos de Génesis es que Dios está, en última instancia, por encima y por detrás de todos los regentes humanos. Esto se evidencia de forma particular en la historia de José.
A veces los giros y las vueltas de la historia parecen bizarros y aleatorios. No obstante, leemos sobre la participación de Dios (como en los sueños de José) y oportunamente descubrimos que todo obraba para el cumplimiento de los propósitos divinos (50:20).
José es una tipología de Cristo. En otras palabras, su vida anticipa la vida de Jesús (como veremos en los próximos días). Pero aquí, al comenzar, vemos un contraste evidente. Jesús también sabía cómo lo usaría Dios, pero fue muy discreto en cuanto a quién contárselo. De hecho, fue tan discreto que algunos se refieren a ello como el «secreto mesiánico».
También vemos en este pasaje el inicio de las similitudes entre José y Jesús. Un día, la gente se inclinaría ante José (37:7,9) y un día toda rodilla se doblará ante el Rey Jesús (Filipenses 2:10; Apocalipsis 19:4,6).
Es cuando te inclinas voluntariamente ante Jesús y lo reconoces como Rey supremo de tu vida, que te preocupan menos los resultados de los diversos poderes que actúan en otros seres humanos a tu alrededor (por ejemplo, un maestro, un jefe o un gobierno).
Oración
Señor Jesucristo, Rey de reyes, gracias porque al seguirte me pongo bajo tu reinado. Hoy me arrodillo ante ti y te confieso como Señor. Pido que venga tu reino a mi vida y la vida de quienes me rodean.
Añadidos de Pippa
Pippa añade:
Génesis 36:1–37:36
¡A Jacob le vendría bien un ejemplar de El libro para padres de familia! Favorecer a uno de tus hijos ocasiona problemas. Pero Dios usa incluso nuestros errores para sus propósitos.
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