Enfrentamiento de poderes
Introducción
Hace algunos años David (no es su nombre real), un joven abogado, estaba en nuestro grupo pequeño de Alpha. En la primera noche nos contó que era ateo y venía con el solo propósito de desestabilizar el grupo pequeño, lo cual intentó hacer cada vez que asistió. A diferencia de muchos que comienzan con esa actitud, no cambió en absoluto a lo largo del curso.
Después de la charla «¿Cómo puedo resistir el mal?», una joven llamada Sara (tampoco es su nombre real) que no era cristiana, afirmó que definitivamente ella no creía en el poder del mal. Aquella era su mayor piedra de tropiezo para convertirse en cristiana.
Pero más tarde, aquella noche, David se enfadó de una manera extrema sin una aparente razón y, como si un poder demoníaco hubiera tomado el control de él, amenazó físicamente a uno de los ayudantes de nuestro grupo de una manera terrible. Sucedió que Sara vio el incidente, así como el poder de Dios obrando por medio de la reacción amable y comedida del ayudante. Sus ojos se abrieron al mundo espiritual y puso su fe en Jesús aquella misma noche.
John Wimber definió el «enfrentamiento de poderes», como el choque entre el reino de Dios y el reino de Satanás.
El apóstol Pablo escribe: «Porque no estamos luchando contra poderes humanos, sino contra malignas fuerzas» (Efesios 6:12). El poder de Dios en ti es muchísimo mayor que el poder del mal.
Salmos 78:32-39
32 A pesar de todo, siguieron pecando
y no creyeron en sus maravillas.
33 Por tanto, Dios hizo que sus días
se esfumaran como un suspiro,
que sus años acabaran en medio del terror.
34 Si Dios los castigaba, entonces lo buscaban,
y con ansias se volvían de nuevo a él.
35 Se acordaban de que Dios era su roca,
de que el Dios Altísimo era su redentor.
36 Pero entonces lo halagaban con la boca,
y le mentían con la lengua.
37 No fue su corazón sincero para con Dios;
no fueron fieles a su pacto.
38 Sin embargo, él les tuvo compasión;
les perdonó su maldad y no los destruyó.
Una y otra vez contuvo su enojo,
y no se dejó llevar del todo por la ira.
39 Se acordó de que eran simples mortales,
un efímero suspiro que jamás regresa.
Comentario
1. Comprende la naturaleza del mal
Dios quiere que aprendamos de nuestros errores y no sigamos repitiendo los mismos pecados una y otra vez. La historia del pueblo de Dios consiste en que «a pesar de todo» lo que Dios hizo por ellos «siguieron pecando» (v.32a).
Dios, en su amor por nosotros, respeta nuestra libertad. Aunque tiene el poder de anular nuestra libertad, no lo hace.
«A pesar de todo \[…\] no creyeron en sus maravillas» (v.32b). Actuó de manera sobrenatural en favor de Su pueblo. Los castigaba y ellos volvían a Él (v.34). «Pero entonces lo halagaban con la boca, y le mentían con la lengua. No fue su corazón sincero para con Dios» (vv.36–37). Aun así, una y otra vez, lleno de compasión y misericordia, perdonó «su maldad y no los destruyó» (v.38).
¿Por qué el mal parece prevalecer tan a menudo a pesar del poder de Dios? Puede que este pasaje nos dé parte de la respuesta. No se trata simplemente de un choque entre el poder sobrenatural de Dios y el poder sobrenatural del mal. Los seres humanos y la libertad humana son parte de la ecuación. Como escribe el apóstol Santiago:
«Cada uno es tentado cuando sus propios malos deseos lo arrastran y seducen» (Santiago 1:14).
Al leer acerca del poder de Dios en este salmo, recuerda que, por medio del Espíritu Santo, ese poder vive ahora en ti.
Oración
Señor, gracias por Tu misericordia y Tu perdón, y por el poder del Espíritu Santo que vive en mí. Ayúdame a ser siempre fiel a Ti (Salmo 78:37).
Hechos 18:9-19:13
9 Una noche el Señor le dijo a Pablo en una visión: «No tengas miedo; sigue hablando y no te calles, 10 pues estoy contigo. Aunque te ataquen, no voy a dejar que nadie te haga daño, porque tengo mucha gente en esta ciudad.» 11 Así que Pablo se quedó allí un año y medio, enseñando entre el pueblo la palabra de Dios.
12 Mientras Galión era gobernador de Acaya, los judíos a una atacaron a Pablo y lo condujeron al tribunal.
13 —Este hombre —denunciaron ellos— anda persuadiendo a la gente a adorar a Dios de una manera que va en contra de nuestra ley.
14 Pablo ya iba a hablar cuando Galión les dijo:
—Si ustedes los judíos estuvieran entablando una demanda sobre algún delito o algún crimen grave, sería razonable que los escuchara. 15 Pero como se trata de cuestiones de palabras, de nombres y de su propia ley, arréglense entre ustedes. No quiero ser juez de tales cosas.
16 Así que mandó que los expulsaran del tribunal. 17 Entonces se abalanzaron todos sobre Sóstenes, el jefe de la sinagoga, y lo golpearon delante del tribunal. Pero Galión no le dio ninguna importancia al asunto.
Priscila, Aquila y Apolos
18 Pablo permaneció en Corinto algún tiempo más. Después se despidió de los hermanos y emprendió el viaje rumbo a Siria, acompañado de Priscila y Aquila. En Cencreas, antes de embarcarse, se hizo rapar la cabeza a causa de un voto que había hecho. 19 Al llegar a Éfeso, Pablo se separó de sus acompañantes y entró en la sinagoga, donde se puso a discutir con los judíos. 20 Éstos le pidieron que se quedara más tiempo con ellos. Él no accedió, 21 pero al despedirse les prometió: «Ya volveré, si Dios quiere.» Y zarpó de Éfeso. 22 Cuando desembarcó en Cesarea, subió a Jerusalén a saludar a la iglesia y luego bajó a Antioquía.
23 Después de pasar algún tiempo allí, Pablo se fue a visitar una por una las congregaciones de Galacia y Frigia, animando a todos los discípulos.
24 Por aquel entonces llegó a Éfeso un judío llamado Apolos, natural de Alejandría. Era un hombre ilustrado y convincente en el uso de las Escrituras. 25 Había sido instruido en el camino del Señor, y con gran fervor hablaba y enseñaba con la mayor exactitud acerca de Jesús, aunque conocía sólo el bautismo de Juan. 26 Comenzó a hablar valientemente en la sinagoga. Al oírlo Priscila y Aquila, lo tomaron a su cargo y le explicaron con mayor precisión el camino de Dios.
27 Como Apolos quería pasar a Acaya, los hermanos lo animaron y les escribieron a los discípulos de allá para que lo recibieran. Cuando llegó, ayudó mucho a quienes por la gracia habían creído, 28 pues refutaba vigorosamente en público a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús es el Mesías.
Pablo en Éfeso
19Mientras Apolos estaba en Corinto, Pablo recorrió las regiones del interior y llegó a Éfeso. Allí encontró a algunos discípulos.
2 —¿Recibieron ustedes el Espíritu Santo cuando creyeron? —les preguntó.
—No, ni siquiera hemos oído hablar del Espíritu Santo —respondieron.
3 —Entonces, ¿qué bautismo recibieron?
—El bautismo de Juan.
4 Pablo les explicó:
—El bautismo de Juan no era más que un bautismo de arrepentimiento. Él le decía al pueblo que creyera en el que venía después de él, es decir, en Jesús.
5 Al oír esto, fueron bautizados en el nombre del Señor Jesús. 6 Cuando Pablo les impuso las manos, el Espíritu Santo vino sobre ellos, y empezaron a hablar en lenguas y a profetizar. 7 Eran en total unos doce hombres.
8 Pablo entró en la sinagoga y habló allí con toda valentía durante tres meses. Discutía acerca del reino de Dios, tratando de convencerlos, 9 pero algunos se negaron obstinadamente a creer, y ante la congregación hablaban mal del Camino. Así que Pablo se alejó de ellos y formó un grupo aparte con los discípulos; y a diario debatía en la escuela de Tirano. 10 Esto continuó por espacio de dos años, de modo que todos los judíos y los griegos que vivían en la provincia de Asia llegaron a escuchar la palabra del Señor.
11 Dios hacía milagros extraordinarios por medio de Pablo, 12 a tal grado que a los enfermos les llevaban pañuelos y delantales que habían tocado el cuerpo de Pablo, y quedaban sanos de sus enfermedades, y los espíritus malignos salían de ellos.
13 Algunos judíos que andaban expulsando espíritus malignos intentaron invocar sobre los endemoniados el nombre del Señor Jesús. Decían: «¡En el nombre de Jesús, a quien Pablo predica, les ordeno que salgan!»
Comentario
2. Toma autoridad sobre el poder del mal
Lleno con el poder del Espíritu Santo, el apóstol Pablo derrotó a los poderes del mal. Se enfrentó a un ataque de todos «a una» (18:12). «Una noche el Señor le dijo a Pablo en una visión: “No tengas miedo; sigue hablando y no te calles, pues estoy contigo. Aunque te ataquen, no voy a dejar que nadie te haga daño, porque tengo mucha gente en esta ciudad”» (vv.9–10). «Así que Pablo se quedó allí un año y medio» (v.11).
Es de suponer que el Señor habló a Pablo de esa manera porque sintió la tentación, al encontrase de cara el mal otra vez (cuando lo llevaron otra vez ante los tribunales con acusaciones falsas), de tener miedo y dejar de hablar quedándose callado. No te rindas ante la oposición.
Pablo vio enfrentamientos poderosos entre el bien y el mal: «Dios hacía milagros extraordinarios por medio de Pablo, a tal grado que a los enfermos les llevaban pañuelos y delantales que habían tocado el cuerpo de Pablo, y quedaban sanos de sus enfermedades, y los espíritus malignos salían de ellos» (19:11–12).
El poder de Dios en el ministerio de Pablo era tan impresionante que incluso la gente que no era cristiana trataba de invocar «sobre los endemoniados el nombre del Señor Jesús. Decían: “¡En el nombre de Jesús, a quien Pablo predica, les ordeno que salgan!”» (v.13). Mañana veremos los peligros de hacer algo así (vv.14–16). El intento de «aprovecharse» del nombre de Jesús de parte de aquellos exorcistas judíos tuvo consecuencias desastrosas.
Pablo derrotó el poder del mal por medio del poder de Jesús para realizar milagros. Aquello fue parte de la manera multifacética en la que el Espíritu Santo obró en su ministerio a la vez que:
- Enseñaba
«Se quedó allí un año y medio, enseñando entre el pueblo la palabra de Dios» (18:11).
- Mentoreaba
Pablo pasó una gran cantidad de tiempo «animando a todos los discípulos» (v.23). Priscila y Aquila eran probablemente algunos de los que mentoreaba. A menudo, aquellos que han sido mentoreados llegan a ser los mejores mentores.
Por ejemplo, Priscila y Aquila mentorearon a su vez a Apolo, el cual era «un hombre ilustrado y convincente en el uso de las Escrituras. Había sido instruido en el camino del Señor, y con gran fervor hablaba» (vv.24–25).
Priscila y Aquila «lo tomaron a su cargo y le explicaron con mayor precisión el camino de Dios» (v.26). Así llegó a ser más efectivo: «Ayudó mucho a quienes por la gracia habían creído» (v.27).
- «Ministraba»
Vemos un ejemplo de «ministerio» en el poder del Espíritu Santo. «Pablo les impuso las manos, el Espíritu Santo vino sobre ellos, y empezaron a hablar en lenguas y a profetizar» (19:6). En cada fin de semana de Alpha tenemos el inmenso privilegió de imponer las manos sobre la gente y orar para que sean llenos del Espíritu Santo.
- Debatía
Pablo «a diario debatía en la escuela de Tirano» (v.9). El debate en el grupo pequeño es quizás la parte más importante del curso. Da a la gente la oportunidad de explorar, hablar, investigar temas y empezar a encontrar alguna respuesta a sus preguntas.
- Apologética
Parte del debate consistía en hacer «apologética». Esta palabra viene de la griega «apologia», la cual es usada por Pablo en su juicio cuando dice: «Me presento para defenderme (apologia)» (26:2). Significa presentar una base racional para la fe cristiana contra las objeciones y las distorsiones.
Pablo «razonaba» con ellos (18:19). Lo hizo «durante tres meses. Discutía acerca del reino de Dios, tratando de convencerlos» (19:8). Enseñó a Apolo quien entró en el debate público «demostrando por las Escrituras que Jesús es el Mesías» (18:28).
Aquí vemos algunas de las diferentes áreas del ministerio en las que necesitamos formación y entrenamiento, y es labor de nuestras escuelas de teología así como de las escuelas de formación y discipulado, cubrirlas para todos los miembros de la iglesia.
Oración
Señor, ayúdanos a tener un ministerio como el de Pablo, en el poder del Espíritu Santo, en el que proclamemos la palabra de Dios y derrotemos los poderes del mal por medio del nombre de Jesús.
1 Reyes 20:1-21:29
Ben Adad ataca a Samaria
20Entonces Ben Adad, rey de Siria, reunió a todo su ejército y, acompañado por treinta y dos reyes con sus caballos y carros de combate, salió a hacerle guerra a Samaria, y la sitió. 2 Envió a la ciudad mensajeros para que le dijeran a Acab, rey de Israel: «Así dice Ben Adad: 3 “Tu oro y tu plata son míos, lo mismo que tus mujeres y tus hermosos hijos.” »
4 El rey de Israel envió esta respuesta: «Tal como dices, mi señor y rey, yo soy tuyo, con todo lo que tengo.»
5 Los mensajeros volvieron a Acab y le dijeron: «Así dice Ben Adad: “Mandé a decirte que me entregaras tu oro y tu plata, tus esposas y tus hijos. 6 Por tanto, mañana como a esta hora voy a enviar a mis funcionarios a requisar tu palacio y las casas de tus funcionarios, y se apoderarán de todo lo que más valoras y se lo llevarán.” »
7 El rey de Israel mandó llamar a todos los ancianos del país y les dijo:
—¡Miren cómo ese tipo nos quiere causar problemas! Cuando mandó que le entregara mis esposas y mis hijos, mi oro y mi plata, no se los negué.
8 Los ancianos y todos los del pueblo respondieron:
—No le haga caso, Su Majestad, ni ceda a sus exigencias.
9 Así que Acab les respondió a los mensajeros de Ben Adad:
—Díganle a mi señor y rey: “Yo, tu servidor, haré todo lo que me pediste la primera vez, pero no puedo satisfacer esta nueva exigencia.”
Ellos regresaron a Ben Adad con esa respuesta. 10 Entonces Ben Adad le envió otro mensaje a Acab: «Que los dioses me castiguen sin piedad si queda en Samaria el polvo suficiente para que mis hombres se lleven un puñado.»
11 Pero el rey de Israel respondió: «Díganle que no cante victoria antes de tiempo.»
12 Cuando Ben Adad recibió este mensaje, estaba bebiendo con los reyes en su campamento. De inmediato les ordenó a sus tropas: «¡A las armas!» Así que se prepararon para atacar la ciudad.
Acab derrota a Ben Adad
13 Mientras tanto, un profeta se presentó ante Acab, rey de Israel, y le anunció:
—Así dice el Señor: “¿Ves ese enorme ejército? Hoy lo entregaré en tus manos, y entonces sabrás que yo soy el Señor.”
14 —¿Por medio de quién lo hará? —preguntó Acab.
—Así dice el Señor —respondió el profeta—: “Lo haré por medio de los cadetes.”
—¿Y quién iniciará el combate? —insistió Acab.
—Tú mismo —respondió el profeta.
15 Así que Acab pasó revista a los cadetes, que sumaban doscientos treinta y dos hombres. También pasó revista a las demás tropas israelitas: siete mil en total. 16 Se pusieron en marcha al mediodía, mientras Ben Adad y los treinta y dos reyes aliados que estaban con él seguían emborrachándose en su campamento.
17 Los cadetes formaban la vanguardia. Cuando los exploradores que Ben Adad había enviado le informaron que unos soldados estaban avanzando desde Samaria, 18 ordenó: «¡Captúrenlos vivos, sea que vengan en son de paz o en son de guerra!»
19 Los cadetes salieron de la ciudad al frente del ejército. 20 Cada soldado abatió a su adversario, y los sirios tuvieron que huir. Los israelitas los persiguieron, pero Ben Adad, rey de Siria, escapó a caballo con algunos de sus jinetes. 21 El rey de Israel avanzó y abatió a la caballería, de modo que los sirios sufrieron una gran derrota.
22 Más tarde, el profeta se presentó ante el rey de Israel y le dijo: «No se duerma usted en sus laureles; trace un buen plan, porque el año entrante el rey de Siria volverá a atacar.»
23 Por otra parte, los funcionarios del rey de Siria le aconsejaron: «Los dioses de los israelitas son dioses de las montañas. Por eso son demasiado fuertes para nosotros. Pero si peleamos contra ellos en las llanuras, sin duda los venceremos. 24 Haga usted lo siguiente: Destituya a todos los reyes y reemplácelos por otros funcionarios. 25 Prepare usted también un ejército como el que perdió, caballo por caballo y carro por carro, para atacar a Israel en las llanuras. ¡Sin duda los venceremos!»
Ben Adad estuvo de acuerdo, y así lo hizo. 26 Al año siguiente, pasó revista a las tropas sirias y marchó a Afec para atacar a Israel. 27 Acab, por su parte, pasó revista a las tropas israelitas y las aprovisionó. Éstas se pusieron en marcha para salir al encuentro de los sirios, y acamparon frente a ellos. Parecían un pequeño rebaño de cabras, mientras que los sirios cubrían todo el campo.
28 El hombre de Dios se presentó ante el rey de Israel y le dijo: «Así dice el Señor: “Por cuanto los sirios piensan que el Señor es un dios de las montañas y no un dios de los valles, yo te voy a entregar este enorme ejército en tus manos, y así sabrás que yo soy el Señor.” »
29 Siete días estuvieron acampados los unos frente a los otros, y el séptimo día se desató el combate. En un solo día los israelitas le causaron cien mil bajas a la infantería siria. 30 Los demás soldados huyeron a Afec, pero la muralla de la ciudad se desplomó sobre veintisiete mil de ellos.
Ben Adad, que también se había escapado a la ciudad, andaba de escondite en escondite. 31 Entonces sus funcionarios le dijeron: «Hemos oído decir que los reyes del linaje de Israel son compasivos. Rindámonos ante el rey de Israel y pidámosle perdón. Tal vez le perdone a usted la vida.»
32 Se presentaron entonces ante el rey de Israel, se rindieron ante él y le rogaron:
—Su siervo Ben Adad dice: “Por favor, perdóname la vida.”
—¿Todavía está vivo? —preguntó el rey—. ¡Pero si es mi hermano!
33 Los hombres tomaron esa respuesta como un buen augurio y, aprovechando la ocasión, exclamaron:
—¡Claro que sí, Ben Adad es su hermano!
—Vayan por él —dijo el rey.
Cuando Ben Adad se presentó ante Acab, éste lo hizo subir a su carro de combate. Entonces Ben Adad le propuso:
34 —Te devolveré las ciudades que mi padre le quitó al tuyo, y podrás establecer zonas de mercado en Damasco, como lo hizo mi padre en Samaria.
Acab le respondió:
—Sobre esa base, te dejaré en libertad.
Y así firmó un tratado con él, y lo dejó ir.
Un profeta condena a Acab
35 En obediencia a la palabra del Señor, un miembro de la comunidad de profetas le dijo a otro:
—¡Golpéame!
Pero aquél se negó a hacerlo.
36 Entonces el profeta dijo:
—Por cuanto no has obedecido al Señor, tan pronto como nos separemos te matará un león.
Y después de que el profeta se fue, un león le salió al paso y lo mató.
37 Más adelante, el mismo profeta encontró a otro hombre y le dijo: «¡Golpéame!» Así que el hombre lo golpeó y lo hirió. 38 Luego el profeta salió a esperar al rey a la vera del camino, cubierto el rostro con un antifaz. 39 Cuando pasaba el rey, el profeta le gritó:
—Este servidor de Su Majestad entró en lo más reñido de la batalla. Allí alguien se me presentó con un prisionero y me dijo: “Hazte cargo de este hombre. Si se te escapa, pagarás su vida con la tuya, o con tres mil monedas de plata.” 40 Mientras este servidor de Su Majestad estaba ocupado en otras cosas, el hombre se escapó.
—¡Ésa es tu sentencia! —respondió el rey de Israel—. Tú mismo has tomado la decisión.
41 En el acto, el profeta se quitó el antifaz, y el rey de Israel se dio cuenta de que era uno de los profetas. 42 Y le dijo al rey:
—Así dice el Señor: “Has dejado en libertad a un hombre que yo había condenado a muerte. Por lo tanto, pagarás su vida con la tuya, y su pueblo con el tuyo.”
43 Entonces el rey de Israel, deprimido y malhumorado, volvió a su palacio en Samaria.
El viñedo de Nabot
21Un tiempo después sucedió lo siguiente: Nabot el jezrelita tenía un viñedo en Jezrel, el cual colindaba con el palacio de Acab, rey de Samaria. 2 Éste le dijo a Nabot:
—Dame tu viñedo para hacerme una huerta de hortalizas, ya que está tan cerca de mi palacio. A cambio de él te daré un viñedo mejor o, si lo prefieres, te pagaré lo que valga.
3 Pero Nabot le respondió:
—El Señor prohíbe que yo le venda a Su Majestad lo que heredé de mis antepasados.
4 Acab se fue a su casa deprimido y malhumorado porque Nabot el jezrelita le había dicho: «No puedo cederle a Su Majestad lo que heredé de mis antepasados.» De modo que se acostó de cara a la pared, y no quiso comer. 5 Su esposa Jezabel entró y le preguntó:
—¿Por qué estás tan deprimido que ni comer quieres?
6 —Porque le dije a Nabot el jezrelita que me vendiera su viñedo o que, si lo prefería, se lo cambiaría por otro; pero él se negó.
7 Ante esto, Jezabel su esposa le dijo:
—¿Y no eres tú quien manda en Israel? ¡Anda, levántate y come, que te hará bien! Yo te conseguiré el viñedo del tal Nabot.
8 De inmediato escribió cartas en nombre de Acab, puso en ellas el sello del rey, y las envió a los ancianos y nobles que vivían en la ciudad de Nabot. 9 En las cartas decía:
«Decreten un día de ayuno, y den a Nabot un lugar prominente en la asamblea del pueblo. 10 Pongan frente a él a dos sinvergüenzas y háganlos testificar que él ha maldecido tanto a Dios como al rey. Luego sáquenlo y mátenlo a pedradas.»
11 Los ancianos y nobles que vivían en esa ciudad acataron lo que Jezabel había ordenado en sus cartas. 12 Decretaron un día de ayuno y le dieron a Nabot un lugar prominente en la asamblea. 13 Llegaron los dos sinvergüenzas, se sentaron frente a él y lo acusaron ante el pueblo, diciendo: «¡Nabot ha maldecido a Dios y al rey!» Como resultado, la gente lo llevó fuera de la ciudad y lo mató a pedradas. 14 Entonces le informaron a Jezabel: «Nabot ha sido apedreado, y está muerto.»
15 Tan pronto como Jezabel se enteró de que Nabot había muerto a pedradas, le dijo a Acab: «¡Vamos! Toma posesión del viñedo que Nabot el jezrelita se negó a venderte. Ya no vive; está muerto.» 16 Cuando Acab se enteró de que Nabot había muerto, fue a tomar posesión del viñedo.
17 Entonces la palabra del Señor vino a Elías el tisbita y le dio este mensaje: 18 «Ve a encontrarte con Acab, rey de Israel, que gobierna en Samaria. En este momento se encuentra en el viñedo de Nabot, tomando posesión del mismo. 19 Dile que así dice el Señor: “¿No has asesinado a un hombre, y encima te has adueñado de su propiedad?” Luego dile que así también dice el Señor: “¡En el mismo lugar donde los perros lamieron la sangre de Nabot, lamerán también tu propia sangre!” »
20 Acab le respondió a Elías:
—¡Mi enemigo! ¿Así que me has encontrado?
—Sí —contestó Elías—, te he encontrado porque te has vendido para hacer lo que ofende al Señor, 21 quien ahora te dice: “Voy a enviarte una desgracia. Acabaré contigo, y de tus descendientes en Israel exterminaré hasta el último varón, esclavo o libre. 22 Haré con tu familia lo mismo que hice con la de Jeroboán hijo de Nabat y con la de Basá hijo de Ahías, porque has provocado mi ira y has hecho que Israel peque.” 23 Y en cuanto a Jezabel, el Señor dice: “Los perros se la comerán junto al muro de Jezrel.” 24 También a los familiares de Acab que mueran en la ciudad se los comerán los perros, y a los que mueran en el campo se los comerán las aves del cielo.
25 Nunca hubo nadie como Acab que, animado por Jezabel su esposa, se prestara para hacer lo que ofende al Señor. 26 Su conducta fue repugnante, pues siguió a los ídolos, como lo habían hecho los amorreos, a quienes el Señor expulsó de la presencia de Israel.
27 Cuando Acab escuchó estas palabras, se rasgó las vestiduras, se vistió de luto y ayunó. Dormía vestido así, y andaba deprimido. 28 Entonces la palabra del Señor vino a Elías el tisbita y le dio este mensaje: 29 «¿Has notado cómo Acab se ha humillado ante mí? Por cuanto se ha humillado, no enviaré esta desgracia mientras él viva, sino que la enviaré a su familia durante el reinado de su hijo.»
Comentario
3. Prepárate para confrontar el mal
A la mayoría de nosotros no nos gusta la confrontación, pero a veces Dios nos llama a confrontar el mal.
En este pasaje leemos acerca de Acab, de quien se dice que «nunca hubo nadie como Acab que, animado por Jezabel su esposa, se prestara para hacer lo que ofende al Señor» (21:25).
Lo primero, leemos sobre un choque entre el mal y el propio mal. Ben Adab, rey de Siria, atacó a Acab. De la boca de un hombre malvado salieron palabras sabias: «Díganle que no cante victoria antes de tiempo» (20:11). Nunca es una buena idea cantar victoria por lo que va a suceder. ¡Es mejor cantarla a posteriori!
Después, vemos cómo el poder de Dios es mayor que el poder de Adab (capítulo 20).
Lo siguiente que vemos es cómo son el malvado Acab y Jezabel, por la manera en la que trataron a Nabot (capítulo 21). Para robar su propiedad, se confabularon para sacarlo y apedrearlo, y así robaron su viñedo.
Elías fue un hombre de un valor extraordinario. No tenía ningún miedo ante el mal. Dios le dijo que fuera para «encontrarte con Acab» (v.18) y confrontarlo. Sin temor alguno le acusó de robo y asesinato, y le reprendió por «hacer lo que ofende al Señor» (v.20, advirtiéndole de que el juicio de Dios estaba a punto de recaer sobre él.
Las palabras de Elías fueron tan ponderosas que cuando Acab las escuchó se arrepintió: «Se rasgó las vestiduras, se vistió de luto y ayunó. Dormía vestido así y andaba deprimido» (v.27). Asombrosamente, Dios le mostró Su misericordia (v.29). No importa lo que hayas hecho, nunca es demasiado tarde para arrepentirte y acogerte a la misericordia de Dios.
Oración
Señor, ayúdanos a no tener miedo a la hora de vencer a los poderes del mal, al igual que Elías y Pablo. Danos la valentía ante el mal y llénanos de Tu Espíritu Santo.
Añadidos de Pippa
1 Reyes 21
Elije un buen esposo o esposa. Jezabel es la mujer más malvada de la que oímos en la biblia. Acab no habría actuado tan mal de haber tenido una buena esposa.
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Referencias
Nueva Versión Inernacional (NVI)
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