Tus palabras son poderosas
Introducción
«La batalla de Inglaterra está por comenzar. De esta batalla dependerá la supervivencia de la civilización cristiana». Estas fueron las palabras del discurso pronunciado por Sir Winston Churchill a la Cámara de los Comunes en 1940. Tras la derrota, inspiró a la nación a luchar desde su rincón, instándoles a prepararse para cumplir con su deber y continuar de tal manera que incluso mil años después la gente todavía dijera: «Aquella fue su mejor hora». El discurso fue tan poderoso que la nación respondió y finalmente se logró una paz duradera.
Es uno de los discursos que dieron forma al mundo moderno mostrando el poder de las palabras. Los discursos han afectado el resultado de la guerra, el voto femenino, los derechos humanos y muchos otros asuntos.
El apóstol Santiago escribe que aunque «la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo \[...\] hace alarde de grandes hazañas» (Santiago 3:5). Este pequeño instrumento tiene un enorme poder, puede causar grandes daños, pero también puede traer bendiciones extraordinarias.
Proverbios 16:28-17:4
28 El perverso provoca contiendas,
y el chismoso divide a los buenos amigos.
29 El violento engaña a su prójimo
y lo lleva por mal camino.
30 El que guiña el ojo trama algo perverso;
el que aprieta los labios ya lo ha cometido.
31 Las canas son una honrosa corona
que se obtiene en el camino de la justicia.
32 Más vale ser paciente que valiente;
más vale dominarse a sí mismo que conquistar ciudades.
33 Las suertes se echan sobre la mesa,
pero el veredicto proviene del Señor.
17Más vale comer pan duro donde hay concordia
que hacer banquete donde hay discordia.
2 El siervo sabio gobernará al hijo sinvergüenza,
y compartirá la herencia con los otros hermanos.
3 En el crisol se prueba la plata
y en el horno se prueba el oro,
pero al corazón lo prueba el Señor.
4 El malvado hace caso a los labios impíos,
y el mentiroso presta oído a la lengua maliciosa.
Comentario
1. Poder para traer la paz
Las palabras que salen de tu boca pueden ser vivificantes o destructivas.
Las palabras pueden causar muchos problemas: «El perverso provoca contiendas, y el chismoso divide a los buenos amigos» (16:28). Los chismes tienen el poder de destruir amistades.
Es vital controlar la lengua: «Más vale ser paciente que valiente; más vale el dominio propio que conquistar ciudades» (v.32).
Tienes una doble responsabilidad, no solo por las palabras que dices, sino también por el tipo de palabras que escuchas y de quién provienen. «Los malhechores están ansiosos por escuchar el chisme; los mentirosos prestan suma atención a la calumnia» (17:4, NTV). Recuerda que quien te cuenta chismes probablemente también hablará de ti. Así como aceptar bienes robados es tan grave ante los ojos de la ley como lo es el robo; igualmente, escuchar chismes es tan perjudicial como chismear.
Aquello que hables y aquello que escuches afectará a todo el ambiente de tu hogar: «Mejor comer pan duro donde reina la paz, que vivir en una casa llena de banquetes donde hay peleas» (v.1).
¡Tus palabras son poderosas! Decídete hoy a hablar positivamente, con palabras de vida y de bendición alentadoras donde quiera que vayas.
Oración
Señor, ayúdame a evitar las tentaciones de los chismes y las conversaciones maliciosas. «Que esté dentro del corazón de aquellos a quienes hable y en la boca de cada uno de los que me hable a mí (Oración de la mañana de la comunidad de Northumbria)».
Hechos 28:17-31
Pablo predica bajo custodia en Roma
17 Tres días más tarde, Pablo convocó a los dirigentes de los judíos. Cuando estuvieron reunidos, les dijo:
—A mí, hermanos, a pesar de no haber hecho nada contra mi pueblo ni contra las costumbres de nuestros antepasados, me arrestaron en Jerusalén y me entregaron a los romanos. 18 Éstos me interrogaron y quisieron soltarme por no ser yo culpable de ningún delito que mereciera la muerte. 19 Cuando los judíos se opusieron, me vi obligado a apelar al emperador, pero no porque tuviera alguna acusación que presentar contra mi nación. 20 Por este motivo he pedido verlos y hablar con ustedes. Precisamente por la esperanza de Israel estoy encadenado.
21 —Nosotros no hemos recibido ninguna carta de Judea que tenga que ver contigo —le contestaron ellos—, ni ha llegado ninguno de los hermanos de allá con malos informes o que haya hablado mal de ti. 22 Pero queremos oír tu punto de vista, porque lo único que sabemos es que en todas partes se habla en contra de esa secta.
23 Señalaron un día para reunirse con Pablo, y acudieron en mayor número a la casa donde estaba alojado. Desde la mañana hasta la tarde estuvo explicándoles y testificándoles acerca del reino de Dios y tratando de convencerlos respecto a Jesús, partiendo de la ley de Moisés y de los profetas. 24 Unos se convencieron por lo que él decía, pero otros se negaron a creer. 25 No pudieron ponerse de acuerdo entre sí, y comenzaron a irse cuando Pablo añadió esta última declaración: «Con razón el Espíritu Santo les habló a sus antepasados por medio del profeta Isaías diciendo:
26 »“Ve a este pueblo y dile:
‘Por mucho que oigan, no entenderán;
por mucho que vean, no percibirán.’
27 Porque el corazón de este pueblo se ha vuelto insensible;
se les han embotado los oídos,
y se les han cerrado los ojos.
De lo contrario, verían con los ojos,
oirían con los oídos,
entenderían con el corazón
y se convertirían, y yo los sanaría.”
28 »Por tanto, quiero que sepan que esta salvación de Dios se ha enviado a los gentiles, y ellos sí escucharán.»
30 Durante dos años completos permaneció Pablo en la casa que tenía alquilada, y recibía a todos los que iban a verlo. 31 Y predicaba el reino de Dios y enseñaba acerca del Señor Jesucristo sin impedimento y sin temor alguno.
Comentario
2. Poder para convencer y convertir
La mayor bendición que puedes traer a otra persona es presentarle a Jesús. Dios te ha confiado las palabras más poderosas que ninguna persona puede pronunciar; el mensaje de Jesús tiene el poder de transformar la vida de la gente.
Hay un enorme poder en escuchar las palabras de Dios. Pablo se refiere a uno de los pasajes más citados en todo el Antiguo Testamento, Isaías 6:9-10: «Anda y dile a este pueblo: Por más que escuchen, no entenderán; por más que miren, no verán. Pues la mente de este pueblo está entorpecida, tienen tapados los oídos…»
(Hechos 28:26-27, DHH).
El mensaje del evangelio a menudo divide en dos a la audiencia. Como Pablo predicó: «Unos se convencieron por lo que él decía, pero otros se negaron a creer» (v.24). Al igual que Isaías profetizó, el corazón de algunas personas se encallece y se endurece al oír el mensaje, mientras que otros «verían con los ojos, oirían con los oídos, entenderían con el corazón y se convertirían» y así Dios trae sanidad (v.27).
La forma en que Pablo está encarcelado se asemeja a un arresto domiciliario de nuestro tiempo. Aunque todavía está atado con una cadena (v.20), puede reunirse con los dirigentes de los judíos (v.17) y reunir grandes grupos en el lugar donde se alojaba (v.23). Da un gran ejemplo abriendo su hogar para que tantos como sea posible escuchen el evangelio (vv.30-31).
En todas partes del mundo de hoy hay una gran oposición contra los cristianos y la fe cristiana. Pablo estaba bajo arresto domiciliario debido a sus creencias. Ellos dijeron: «… lo único que sabemos es que en todas partes se habla en contra de esa secta \[cristiana\]» (v.22).
Como pasa con muchos cristianos hoy en día, las acusaciones contra Pablo eran inventadas y no concordaban; sin embargo, continuó encarcelado durante mucho tiempo.
En este contexto, vemos el sorprendente poder de las palabras de Pablo. «Desde la mañana hasta la tarde, Pablo les habló del reino de Dios. Trataba de convencerlos acerca de Jesús, por medio de la ley de Moisés y los escritos de los profetas» (v.23, DHH). De hecho, «Durante dos años completos \[…\] predicaba el reino de Dios y enseñaba acerca del Señor Jesucristo» (vv.30-31).
Las palabras de Pablo eran poderosas porque estaban centradas en Jesús. Al leer los Evangelios, vemos que el tema central de la enseñanza de Jesús era el reino de Dios y al leer el resto del Nuevo Testamento, vemos que el tema central de la enseñanza de los apóstoles fue el Señor Jesucristo; por ende, al predicar a Jesús estaban predicando el reino de Dios. Como vemos aquí, los dos se vuelven casi sinónimos.
Oración
Señor, gracias porque tenemos las palabras más poderosas del mundo: el mensaje de Jesús. Ayúdanos a encontrar las palabras correctas para explicar, declarar y convencer a otros, para que vean con sus ojos, oigan con sus oídos, entiendan con sus corazones, se conviertan y reciban sanación (v.27).
2 Reyes 21:1-22:20
Manasés, rey de Judá
21Manasés tenía doce años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén cincuenta y cinco años. Su madre era Hepsiba. 2 Manasés hizo lo que ofende al Señor, pues practicaba las repugnantes ceremonias de las naciones que el Señor había expulsado delante de los israelitas. 3 Reconstruyó los altares paganos que su padre Ezequías había destruido; además, erigió otros altares en honor de Baal e hizo una imagen de la diosa Aserá, como lo había hecho Acab, rey de Israel. Se postró ante todos los astros del cielo y los adoró. 4 Construyó altares en el templo del Señor, lugar del cual el Señor había dicho: «Jerusalén será el lugar donde yo habite.» 5 En ambos atrios del templo del Señor construyó altares en honor de los astros del cielo. 6 Sacrificó en el fuego a su propio hijo, practicó la magia y la hechicería, y consultó a nigromantes y a espiritistas. Hizo continuamente lo que ofende al Señor, provocando así su ira.
7 Tomó la imagen de la diosa Aserá que él había hecho, y la puso en el templo, lugar del cual el Señor había dicho a David y a su hijo Salomón: «En este templo en Jerusalén, la ciudad que he escogido de entre todas las tribus de Israel, he decidido habitar para siempre. 8 Nunca más dejaré que los israelitas anden perdidos fuera de la tierra que les di a sus antepasados, siempre y cuando tengan cuidado de cumplir todo lo que yo les he ordenado, es decir, toda la ley que les dio mi siervo Moisés.» 9 Pero no hicieron caso; Manasés los descarrió, de modo que se condujeron peor que las naciones que el Señor destruyó delante de ellos.
10 Por lo tanto, el Señor dijo por medio de sus siervos los profetas: 11 «Como Manasés, rey de Judá, ha practicado estas repugnantes ceremonias y se ha conducido peor que los amorreos que lo precedieron, haciendo que los israelitas pequen con los ídolos que él hizo, 12 así dice el Señor, Dios de Israel: “Voy a enviar tal desgracia sobre Jerusalén y Judá, que a todo el que lo oiga le quedará retumbando en los oídos. 13 Extenderé sobre Jerusalén el mismo cordel con que medí a Samaria, y la misma plomada con que señalé a la familia de Acab. Voy a tratar a Jerusalén como se hace con un plato que se restriega y se pone boca abajo. 14 Abandonaré al resto de mi heredad, entregando a mi pueblo en manos de sus enemigos, que lo saquearán y lo despojarán. 15 Porque los israelitas han hecho lo que me ofende, y desde el día en que sus antepasados salieron de Egipto hasta hoy me han provocado.” »
16 Además del pecado que hizo cometer a Judá, haciendo así lo que ofende al Señor, Manasés derramó tanta sangre inocente que inundó a Jerusalén de un extremo a otro.
17 Los demás acontecimientos del reinado de Manasés, y todo lo que hizo, incluso el pecado que cometió, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. 18 Manasés murió y fue sepultado en su palacio, en el jardín de Uza. Y su hijo Amón lo sucedió en el trono.
Amón, rey de Judá
19 Amón tenía veintidós años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén dos años. Su madre era Mesulémet hija de Jaruz, oriunda de Jotba. 20 Amón hizo lo que ofende al Señor, como lo había hecho su padre Manasés. 21 En todo siguió el mal ejemplo de su padre, adorando e inclinándose ante los ídolos que éste había adorado. 22 Así que abandonó al Señor, Dios de sus antepasados, y no anduvo en el camino del Señor.
23 Los ministros del rey Amón conspiraron contra él, y lo asesinaron en su palacio. 24 Entonces el pueblo mató a todos los que habían conspirado contra el rey Amón, y en su lugar proclamaron rey a su hijo Josías.
25 Los demás acontecimientos del reinado de Amón están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. 26 Amón fue sepultado en su sepulcro, en el jardín de Uza. Y su hijo Josías lo sucedió en el trono.
Josías, rey de Judá
22Josías tenía ocho años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén treinta y un años. Su madre era Jedidá hija de Adaías, oriunda de Boscat. 2 Josías hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el buen ejemplo de su antepasado David; no se desvió de él en el más mínimo detalle.
3 En el año dieciocho de su reinado, el rey Josías mandó a su cronista Safán, hijo de Asalías y nieto de Mesulán, que fuera al templo del Señor. Le dijo: 4 «Preséntate ante el sumo sacerdote Jilquías y encárgale que recoja el dinero que el pueblo ha llevado al templo del Señor y ha entregado a los porteros. 5 Ordena que ahora se les entregue el dinero a los que supervisan la restauración del templo del Señor, para pagarles a los trabajadores que lo están reparando. 6 Que les paguen a los carpinteros, a los maestros de obra y a los albañiles, y que compren madera y piedras de cantería para restaurar el templo. 7 Pero no les pidan cuentas a los que están encargados de pagar, pues ellos proceden con toda honradez.»
8 El sumo sacerdote Jilquías le dijo al cronista Safán: «He encontrado el libro de la ley en el templo del Señor.» Entonces se lo entregó a Safán, y éste, después de leerlo, 9 fue y le informó al rey:
—Los ministros de Su Majestad han recogido el dinero que estaba en el templo del Señor, y se lo han entregado a los trabajadores y a los supervisores.
10 El cronista Safán también le informó al rey que el sumo sacerdote Jilquías le había entregado un libro, el cual leyó en su presencia.
11 Cuando el rey oyó las palabras del libro de la ley, se rasgó las vestiduras 12 y dio esta orden a Jilquías el sacerdote, a Ajicán hijo de Safán, a Acbor hijo de Micaías, a Safán el cronista, y a Asaías, su ministro personal:
13 —Vayan a consultar al Señor por mí, por el pueblo y por todo Judá con respecto a lo que dice este libro que se ha encontrado. Sin duda que la gran ira del Señor arde contra nosotros, porque nuestros antepasados no obedecieron lo que dice este libro ni actuaron según lo que está prescrito para nosotros.
14 Así que Jilquías el sacerdote, Ajicán, Acbor, Safán y Asaías fueron a consultar a la profetisa Huldá, que vivía en el barrio nuevo de Jerusalén. Huldá era la esposa de Salún, el encargado del vestuario, quien era hijo de Ticvá y nieto de Jarjás.
15 Huldá les contestó: «Así dice el Señor, Dios de Israel: “Díganle al que los ha enviado 16 que yo, el Señor, les advierto: ‘Voy a enviar desgracia sobre este lugar y sus habitantes, según todo lo que dice el libro que ha leído el rey de Judá. 17 Ellos me han abandonado; han quemado incienso a otros dioses y me han provocado a ira con todos sus ídolos. Por eso mi ira arde contra este lugar, y no se apagará.’ 18 Pero al rey de Judá, que los envió para consultarme, díganle que en lo que atañe a las palabras que él ha oído, yo, el Señor, Dios de Israel, afirmo: 19 ‘Como te has conmovido y humillado ante el Señor al escuchar lo que he anunciado contra este lugar y sus habitantes, que serían asolados y malditos; y como te has rasgado las vestiduras y has llorado en mi presencia, yo te he escuchado. Yo, el Señor, lo afirmo. 20 Por lo tanto, te reuniré con tus antepasados, y serás sepultado en paz. Tus ojos no verán la desgracia que enviaré sobre este lugar.’” »
Así que ellos regresaron para informar al rey.
Comentario
3. Poder para cambiar una nación
La historia demuestra que las palabras tienen el poder de cambiar una nación. El rey Manasés (696-641 a. C.) era un rey malvado que «… practicaba las repugnantes ceremonias de las naciones que el Señor había expulsado \[…\]. Reconstruyó los altares paganos \[…\] descarrió \[al pueblo\], de modo que se condujeron peor \[…\] ha practicado estas repugnantes ceremonias \[…\] derramó tanta sangre inocente que inundó a Jerusalén de un extremo a otro» (21:1-16). Su hijo Amón (641-639 a. C.) continuó en la misma línea (vv.20-22).
El libro de Crónicas sugiere que incluso para Manasés hubo esperanza al final de su vida. Nunca es demasiado tarde y ningún pecado es demasiado grande para no recibir el perdón de Dios (véase 2 Crónicas 33).
Después de esta cadena de reyes malvados llegó Josías (639-609 a. C.), quien fue un joven que dirigió a su pueblo a una gran renovación espiritual, restaurando la adoración y llevando al pueblo a una relación correcta con Dios. Solo tenía ocho años cuando se hizo rey (2 Reyes 22:1). «Los hechos de Josías fueron rectos a los ojos del Señor, pues siguió en todo la conducta de David, su antepasado, sin desviarse de ella para nada» (v.2).
Las palabras tuvieron un efecto poderoso en Josías y en la nación:
- El poder de la palabra escrita
Mientras trabajaban en el templo, Safán, el sumo sacerdote, encontró el «libro de la Ley» (v.8). Probablemente era el libro del Deuteronomio.
Primero, Safán lo leyó por sí mismo (v.8). Después lo leyó en presencia del rey. Cuando el rey oyó las palabras del libro de la Ley, rasgó sus vestiduras (en señal de arrepentimiento). Se dio cuenta de que no habían obedecido las palabras de este libro (vv.11-13). Aquello condujo a un cambio de corazón, que conllevó también un cambio de la nación.
Ello nos recuerda la importancia de la palabra escrita de Dios. Aquellos de ustedes que han asumido el reto de leer toda la Biblia en un año están comprometidos en hacer algo que no solo es interesante e informativo sino que también cambia la vida.
- El poder de la palabra hablada
Dios no solo habló a Josías y al pueblo a través de Su palabra escrita, sino que también habló a través de la profecía. Curiosamente, fue a través de una profetisa —Huldá— esposa de Salum (v.14). Esto demuestra que el lugar de las mujeres en el ministerio tiene sus raíces en el Antiguo Testamento y en la historia del pueblo de Dios.
Huldá tenía un ministerio poderoso. De hecho, tuvo que haber opacado el rol más bien práctico de su esposo de ser el «encargado del guardarropa del templo» (v.14).
Sus palabras no contradicen las palabras escritas de la Escritura; más bien, las complementan y las refuerzan: «… el Señor, el Dios de Israel, dice también: Por haber prestado atención a lo que has oído, \[…\], yo también por mi parte te he escuchado. Yo, el Señor, te lo digo» (vv.18-19).
Ella les ratifica que debido a la forma en que respondieron a la palabra escrita de Dios —se humillaron y se arrepintieron—, Dios había escuchado sus palabras y les había respondido. La respuesta a la palabra de Dios cambió el curso de la historia.
Oración
Señor, oro por nuestra nación, para que podamos redescubrir una vez más el poder de la palabra de Dios y escuchar a Tus profetas, que hablan de acuerdo con Tu palabra. Oro para que haya arrepentimiento y un cambio de corazón en nuestros líderes y en nuestra nación.
Añadidos de Pippa
Proverbios 16:31a
«Las canas son una honrosa corona».
Nuestra sociedad no valora las canas, pero creo que Nicky se ve muy bien con las suyas. ¡Aunque, yo intento ocultar las mías!
App
Enjoy reading or listening to The Bible with Nicky and Pippa Gumbel on your iPhone or Android device.
Receive a daily email with a fresh devotion straight in your inbox.
Podcast
Subscribe and listen to The Bible with Nicky and Pippa Gumbel delivered to your favourte podcast app everyday.
Website
Far from your mobile device? You can read the daily devotion right here on this website.
Referencias
Nueva Versión Inernacional (NVI)
Copyright © 1999 by Biblica, Inc