Cómo vivir en las relaciones correctas
Introducción
Hans empezó trabajando como minero y se abrió camino hasta poseer varias minas. Su hijo mayor, Martín, era muy brillante y fue a la universidad a la edad de 17 años. Le esperaba una carrera respetable como abogado pero, de repente para disgusto de su padre, canceló su matrícula para el curso de derecho haciéndose monje y posteriormente sacerdote.
Martín quería vivir una vida de santidad. Ayunó durante días y pasó noches sin dormir y en oración, pero aún estaba plagado de su propia injusticia ante un Dios justo. Cuando tenía 30 años y mientras estudiaba Romanos 1:17, se percató del contexto de las palabras. Más tarde escribió:
«Ahí empecé a entender que la justicia de Dios es aquella por la cual el justo vive por un don de Dios, concretamente, la fe. Y el significado es este: La justicia de Dios se revela por medio del evangelio, es decir, la justicia pasiva con la cual \[el\] Dios misericordioso nos justifica por la fe, como está escrito: “el justo por la fe vivirá”. Fue entonces que sentí que había vuelto a nacer y había entrado al paraíso por las puertas abiertas».
Esta experiencia ocurrió hace 500 años. No solo cambió su vida, sino que también alteró el curso de la historia humana. Llegó a ser una de las figuras fundamentales de la civilización occidental: el fundador de la Reforma; el semillero para el pensamiento social, económico y político. Su nombre, por supuesto, era Martín Lutero.
En esencia, la justicia significa una relación correcta con Dios, que conduce a las relaciones correctas con los demás. Es un don hecho posible a través de la vida, muerte y resurrección de Jesús.
Salmos 84:1-7
Al director musical. Sígase la tonada de «La canción del lagar». Salmo de los hijos de Coré.
1 ¡Cuán hermosas son tus moradas,
SeñorTodopoderoso!
2 Anhelo con el alma los atrios del Señor;
casi agonizo por estar en ellos.
Con el corazón, con todo el cuerpo,
canto alegre al Dios de la vida.
3 Señor Todopoderoso, rey mío y Dios mío,
aun el gorrión halla casa cerca de tus altares;
también la golondrina hace allí su nido,
para poner sus polluelos.
4 Dichoso el que habita en tu templo,
pues siempre te está alabando.
5 Dichoso el que tiene en ti su fortaleza,
que sólo piensa en recorrer tus sendas.
6 Cuando pasa por el valle de las Lágrimas
lo convierte en región de manantiales;
también las lluvias tempranas
cubren de bendiciones el valle.
7 Según avanzan los peregrinos, cobran más fuerzas,
y en Sión se presentan ante el Dios de dioses.
Comentario
1. Disfruta de las bendiciones
Las bendiciones más grandes, las encontramos viviendo en la presencia de Dios. Este salmo es uno de nuestros favoritos (de Pippa y mío); lo leímos en nuestra boda. Nos encanta porque describe las bendiciones de vivir en una relación correcta con Dios.
- Anhelo por la presencia de Dios
En todo corazón humano hay un hambre espiritual que solo se puede satisfacer viviendo en una relación correcta con Dios. En la presencia de Dios —como dice The Message—, el anhelo del alma es satisfecho (v.1, MSG) y el grito del corazón es contestado. El salmista escribe: «¡Cuán hermosas son tus moradas, Señor Todopoderoso! Anhelo con el alma los atrios del Señor; casi agonizo por estar en ellos. Con el corazón, con todo el cuerpo, canto alegre al Dios de la vida» (vv.1-2).
- Bendición en la presencia de Dios
Mientras pasas tiempo orando, escuchando a Dios a través de la Biblia y adorándolo, encontrarás que no hay otro lugar en el que prefieras estar más que en Su presencia. «Dichoso el que habita en tu templo, pues siempre te está alabando» (v.4).
La presencia de Dios es un lugar de bendición, alabanza y descanso. Es como la lluvia sobre el suelo sediento (v.6).
- Fuerza de la presencia de Dios
Cuando nuestra fuerza está en Dios (v.5), los lugares difíciles, las situaciones difíciles y los valles de la vida pueden convertirse en manantiales (v.6). En este momento, cuando extraes tu fuerza de Dios, te encontrarás pasando de «poder en poder» (v.7, RVA-2015).
En el Antiguo Testamento Dios hizo del tabernáculo y del templo el lugar de Su presencia; mas ahora, por medio de Jesucristo, Dios habita y está presente por su Espíritu en la iglesia (Efesios 2:22) y en nuestros cuerpos (1 Corintios 6:19).
Oración
Gracias Señor, por todas las bendiciones de Tu presencia conmigo. Gracias por la manera en la que me fortaleces cada día con Tu presencia.
Romanos 1:1-17
1Pablo, siervo de Cristo Jesús, llamado a ser apóstol, apartado para anunciar el evangelio de Dios, 2 que por medio de sus profetas ya había prometido en las sagradas Escrituras. 3 Este evangelio habla de su Hijo, que según la naturaleza humana era descendiente de David, 4 pero que según el Espíritu de santidad fue designado con poder Hijo de Dios por la resurrección. Él es Jesucristo nuestro Señor. 5 Por medio de él, y en honor a su nombre, recibimos el don apostólico para persuadir a todas las naciones que obedezcan a la fe. 6 Entre ellas están incluidos también ustedes, a quienes Jesucristo ha llamado.
7 Les escribo a todos ustedes, los amados de Dios que están en Roma, que han sido llamados a ser santos.
Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo les concedan gracia y paz.
Pablo anhela visitar Roma
8 En primer lugar, por medio de Jesucristo doy gracias a mi Dios por todos ustedes, pues en el mundo entero se habla bien de su fe. 9 Dios, a quien sirvo de corazón predicando el evangelio de su Hijo, me es testigo de que los recuerdo a ustedes sin cesar. 10 Siempre pido en mis oraciones que, si es la voluntad de Dios, por fin se me abra ahora el camino para ir a visitarlos.
11 Tengo muchos deseos de verlos para impartirles algún don espiritual que los fortalezca; 12 mejor dicho, para que unos a otros nos animemos con la fe que compartimos. 13 Quiero que sepan, hermanos, que aunque hasta ahora no he podido visitarlos, muchas veces me he propuesto hacerlo, para recoger algún fruto entre ustedes, tal como lo he recogido entre las otras naciones.
14 Estoy en deuda con todos, sean cultos o incultos, instruidos o ignorantes. 15 De allí mi gran anhelo de predicarles el evangelio también a ustedes que están en Roma.
16 A la verdad, no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen: de los judíos primeramente, pero también de los gentiles. 17 De hecho, en el evangelio se revela la justicia que proviene de Dios, la cual es por fe de principio a fin, tal como está escrito: «El justo vivirá por la fe.»
Comentario
2. Recibe el don
No puedes hacer nada para ganar o merecer el amor de Dios, lo recibes como un don o regalo. ¡Jesús te ha hecho justo! A través de su vida, muerte y resurrección, puedes vivir en una relación correcta con Dios.
¿Cómo es que la historia del mundo tomó una nueva dirección a causa de la vida, la muerte y la resurrección de Jesús? ¿Cómo fue afectada de una manera eterna la vida de cada hombre, mujer y niño en el planeta?
En este documento fundamental de teología cristiana (escrito alrededor del año 59 d. C.), Pablo, quien se había encontrado al mismo Jesús resucitado, toma el hecho bien testimoniado de la vida, muerte y resurrección de Jesús de Nazaret y reflexiona acerca de sus implicaciones.
Parece que el establecimiento de una comunidad cristiana en Roma no se produjo por cuenta de una organización evangelizadora, sino por la presencia de los cristianos en el lugar de trabajo cumpliendo con sus deberes seculares ordinarios. Si trabajas en un lugar secular, puedes tener un impacto tan grande como el de cualquier evangelizador que trabaja a tiempo completo.
Pablo anhela ver a sus amigos en Roma (v.11). Son principiantes inexpertos, pero Pablo tiene la humildad de reconocer que aprenderá algo de ellos, así como ellos aprenderán de él (vv.11-12). «… quiero alentarlos en la fe pero también me gustaría recibir aliento de la fe de ustedes» (v.12, NTV). Me he dado cuenta de que en cada grupo pequeño de Alpha aprendo tanto de los invitados como ellos lo hacen de nosotros.
No solo los que están fuera de la iglesia necesitan escuchar el evangelio. Pablo está ansioso por predicar el evangelio a la comunidad cristiana en Roma (v.15).
Conoce bien la tentación de avergonzarse. Puede ser tan fácil permitir que nuestros temores y preocupaciones respecto a lo que otros piensan de nosotros nos detengan a la hora de hablar de Jesús. Sin embargo, Pablo escribe: «… no me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen» (v.16a). También conoce el poder asombroso del evangelio para transformar las vidas tanto de judíos como de gentiles (v.16b).
No hay mayor privilegio que predicar el evangelio, porque «en el evangelio se revela la justicia que proviene de Dios, la cual es por fe de principio a fin» (v.17a). Pablo no contrasta esto con el Antiguo Testamento; sino que apoya su argumento con el Antiguo Testamento: «tal como está escrito: "El justo vivirá por la fe"» (v.17b, véase también Habacuc 2:4).
Pablo va a predicar mucho más acerca de esta «justicia de Dios». La buena noticia (el evangelio) es que Dios nos ha permitido vivir en esta relación correcta con Él. Esta justicia viene de Dios, es Su don o regalo para ti. ¡No puedes ganártelo! Lo recibes «por fe». Ya no vives bajo culpa y condenación. Nada puede separarte del amor de Dios hacia ti (Romanos 8:1-39).
Oración
Señor, gracias porque por la vida, la muerte y la resurrección de Jesucristo, me permites tener una relación correcta contigo y con los demás. Gracias porque no puedo ganármelo sino recibirlo como un don por fe.
2 Reyes 23:1-24:7
Renovación del pacto
23Entonces el rey mandó convocar a todos los ancianos de Judá y Jerusalén. 2 Acompañado de toda la gente de Judá, de los habitantes de Jerusalén, de los sacerdotes, de los profetas y, en fin, de la nación entera, desde el más pequeño hasta el más grande, el rey subió al templo del Señor. Y en presencia de ellos leyó todo lo que está escrito en el libro del pacto que fue hallado en el templo del Señor. 3 Después se puso de pie junto a la columna, y en presencia del Señor renovó el pacto. Se comprometió a seguir al Señor y a cumplir, de todo corazón y con toda el alma, sus mandamientos, sus preceptos y sus decretos, reafirmando así las palabras del pacto que están escritas en ese libro. Y todo el pueblo confirmó el pacto.
4 Luego el rey ordenó al sumo sacerdote Jilquías, a los sacerdotes de segundo rango y a los porteros, que sacaran del templo del Señor todos los objetos consagrados a Baal, a Aserá y a todos los astros del cielo. Hizo que los quemaran en los campos de Cedrón, a las afueras de Jerusalén, y que llevaran las cenizas a Betel. 5 También destituyó a los sacerdotes idólatras que los reyes de Judá habían nombrado para quemar incienso en los altares paganos, tanto en las ciudades de Judá como en Jerusalén, los cuales quemaban incienso a Baal, al sol y a la luna, al zodíaco y a todos los astros del cielo. 6 El rey sacó del templo del Señor la imagen para el culto a Aserá y la llevó al arroyo de Cedrón, en las afueras de Jerusalén; allí la quemó hasta convertirla en cenizas, las cuales echó en la fosa común. 7 Además, derrumbó en el templo del Señor los cuartos dedicados a la prostitución sagrada, donde las mujeres tejían mantos para la diosa Aserá.
8 Josías trasladó a Jerusalén a todos los sacerdotes de las ciudades de Judá, y desde Gueba hasta Berseba eliminó los santuarios paganos donde ellos habían quemado incienso. También derribó los altares paganos junto a la puerta de Josué el gobernador, que está ubicada a la izquierda de la entrada a la ciudad. 9 Aunque los sacerdotes que habían servido en los altares paganos no podían ministrar en el altar del Señor en Jerusalén, participaban de las comidas sagradas junto con los otros sacerdotes.
10 El rey eliminó el santuario llamado Tofet, que estaba en el valle de Ben Hinón, para que nadie sacrificara en el fuego a su hijo o hija en honor de Moloc. 11 Se llevó los caballos que los reyes de Judá habían consagrado al sol y que se habían puesto en la entrada al templo del Señor, junto a la habitación de Natán Mélec, el eunuco encargado del recinto. Josías también quemó los carros consagrados al sol.
12 Además, el rey derribó los altares que los reyes de Judá habían erigido en la azotea de la sala de Acaz, y los que Manasés había erigido en los dos atrios del templo del Señor. Los hizo pedazos y echó los escombros en el arroyo de Cedrón. 13 Eliminó los altares paganos que había al este de Jerusalén, en el lado sur de la Colina de la Destrucción, los cuales Salomón, rey de Israel, había construido para Astarté, la despreciable diosa de los sidonios, para Quemós, el detestable dios de los moabitas, y para Moloc, el abominable dios de los amonitas.
14 Josías hizo pedazos las piedras sagradas y las imágenes de la diosa Aserá, y llenó con huesos humanos los lugares donde se habían erigido. 15 Derribó también el altar de Betel y el santuario pagano construidos por Jeroboán hijo de Nabat, que hizo pecar a Israel. Además, quemó el santuario pagano hasta convertirlo en cenizas, y le prendió fuego a la imagen de Aserá.
16 De regreso, al ver los sepulcros que había en la colina, Josías mandó que recogieran los huesos y los quemaran en el altar para profanarlo, cumpliendo así la palabra del Señor que el hombre de Dios había comunicado cuando anunció estas cosas. 17 Luego el rey preguntó:
—¿De quién es ese monumento que veo allá?
Y los habitantes de la ciudad le contestaron:
—Es el sepulcro del hombre de Dios que vino desde Judá, y que pronunció contra el altar de Betel lo que Su Majestad acaba de hacer.
18 —Déjenlo, pues —replicó el rey—; que nadie mueva sus huesos.
Fue así como se conservaron sus huesos junto con los del profeta que había venido de Samaria.
19 Tal como lo hizo en Betel, Josías eliminó todos los santuarios paganos que los reyes de Israel habían construido en las ciudades de Samaria, con los que provocaron la ira del Señor. 20 Finalmente, mató sobre los altares a todos los sacerdotes de aquellos santuarios, y encima de ellos quemó huesos humanos. Entonces regresó a Jerusalén.
21 Después el rey dio esta orden al pueblo:
—Celebren la Pascua del Señor su Dios, según está escrito en este libro del pacto.
22 Desde la época de los jueces que gobernaron a Israel hasta la de los reyes de Israel y de Judá, no se había celebrado una Pascua semejante. 23 Pero en el año dieciocho del reinado del rey Josías, esta Pascua se celebró en Jerusalén en honor del Señor.
24 Además, Josías expulsó a los adivinos y a los hechiceros, y eliminó toda clase de ídolos y el resto de las cosas detestables que se veían en el país de Judá y en Jerusalén. Lo hizo así para cumplir las instrucciones de la ley, escritas en el libro que el sacerdote Jilquías encontró en el templo del Señor. 25 Ni antes ni después de Josías hubo otro rey que, como él, se volviera al Señor de todo corazón, con toda el alma y con todas sus fuerzas, siguiendo en todo la ley de Moisés.
26 A pesar de eso, el Señor no apagó el gran fuego de su ira, que ardía contra Judá por todas las afrentas con que Manasés lo había provocado. 27 Por lo tanto, el Señor declaró: «Voy a apartar de mi presencia a Judá, como lo hice con Israel; repudiaré a Jerusalén, la ciudad que escogí, y a este templo, del cual dije: “Ése será el lugar donde yo habite.” »
28 Los demás acontecimientos del reinado de Josías, y todo lo que hizo, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. 29 En aquel tiempo el faraón Necao, rey de Egipto, fue a encontrarse con el rey de Asiria camino del río Éufrates. El rey Josías le salió al paso, pero Necao le hizo frente en Meguido y lo mató. 30 Los oficiales de Josías llevaron su cadáver en un carro desde Meguido hasta Jerusalén y lo sepultaron en su tumba. Entonces el pueblo tomó a Joacaz hijo de Josías, lo ungió y lo proclamó rey en lugar de su padre.
Joacaz, rey de Judá
31 Joacaz tenía veintitrés años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén tres meses. Su madre era Jamutal hija de Jeremías, oriunda de Libná. 32 Joacaz hizo lo que ofende al Señor, tal como lo habían hecho sus antepasados. 33 Para impedir que Joacaz reinara en Jerusalén, el faraón Necao lo encarceló en Riblá, en el territorio de Jamat, y además impuso sobre Judá un tributo de tres mil trescientos kilos de plata y treinta y tres kilos de oro. 34 Luego hizo rey a Eliaquín hijo de Josías en lugar de su padre, y le dio el nombre de Joacim. En cuanto a Joacaz, lo llevó a Egipto, donde murió.
35 Joacim le pagó al faraón Necao la plata y el oro que exigió, pero tuvo que establecer un impuesto sobre el país: reclamó de cada persona, según su tasación, la plata y el oro que se le debía entregar al faraón Necao.
36 Joacim tenía veinticinco años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén once años. Su madre era Zebudá hija de Pedaías, oriunda de Rumá. 37 También este rey hizo lo que ofende al Señor, tal como lo hicieron sus antepasados.
Joacim, rey de Judá
24Durante el reinado de Joacim, lo atacó Nabucodonosor, rey de Babilonia, y lo sometió durante tres años, al cabo de los cuales Joacim decidió rebelarse. 2 Entonces el Señor envió contra Joacim bandas de guerrilleros babilonios, sirios, moabitas y amonitas. Las envió contra Judá para destruir el país, según la palabra que el Señor había dado a conocer por medio de sus siervos los profetas. 3 De hecho, esto le sucedió a Judá por orden del Señor, para apartar al pueblo de su presencia por los pecados de Manasés y por todo lo que hizo, 4 incluso por haber derramado sangre inocente, con la cual inundó a Jerusalén. Por lo tanto, el Señor no quiso perdonar.
5 Los demás acontecimientos del reinado de Joacim, y todo lo que hizo, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. 6 Joacim murió, y su hijo Joaquín lo sucedió en el trono.
7 El rey de Egipto no volvió a hacer campañas militares fuera de su país, pues el rey de Babilonia se había adueñado de todas sus posesiones, desde el río de Egipto hasta el río Éufrates.
Comentario
3. Continúa obedeciendo
Dios siempre ha querido que Su pueblo viva en una relación correcta con Él. Esta relación se describe en términos de un pacto. Dios había rescatado a su pueblo de Egipto, se comprometió totalmente con ellos y luego les describió cómo podían mantener una relación correcta con Él. Les entregó los mandamientos para mantener una relación correcta con Él y con los otros. El propósito de estas leyes era permitirles prosperar (Deuteronomio 4:1).
Leemos una y otra vez en el Antiguo Testamento cómo el pueblo no obedecía aquellas leyes y como resultado llegó el desastre. De vez en cuando puede verse un rayo de esperanza cuando ellos se comprometían de nuevo con aquella relación del pacto con Dios.
Uno de esos destellos de esperanza aparece en el reinado de Josías. «Después se puso de pie junto a la columna, y en presencia del Señor renovó el pacto. Se comprometió a seguir al Señor y a cumplir, de todo corazón y con toda el alma, sus mandamientos, sus preceptos y sus decretos, reafirmando así las palabras del pacto que están escritas en ese libro. Y todo el pueblo confirmó el pacto» (2 Reyes 23:3).
Josías llevó a cabo una serie de reformas (vv.1-25). Tristemente, no parecían tener un impacto duradero en la gente y después de la muerte de Josías, las cosas volvieron a ser como antes. La vida de Josías estuvo lejos de ser fácil y terminó de forma trágica; sin embargo, buscó seguir a Dios en todo lo que hizo, con «todo corazón, con toda el alma y con todas sus fuerzas» (v.25). Josías es recordado como uno de los héroes de la fe.
Bajo el nuevo pacto —felizmente—, las leyes están escritas no en tablas de piedra, sino en tu corazón. En el momento en que pones tu fe en Jesús, se cumplen en ti todas las promesas del Antiguo Testamento: recibes la justicia de Dios y el Espíritu Santo para que puedas vivir en una relación correcta con Él y en una relación correcta con otras personas.
Oración
Señor, me dirijo a ti hoy con todo mi corazón, mi alma y mi fuerza. Lléname con tu Espíritu y ayúdame a obedecerte completamente.
Añadidos de Pippa
Salmo 84:7 (RVA-2015)
«Irán de poder en poder y verán a Dios en Sion».
Este es un estímulo para terminar bien en la vida, para seguir adelante y para creer que los años postreros pueden ser más fructíferos que los años anteriores.
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Referencias
Nueva Versión Inernacional (NVI)
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