¿Qué pasa con aquellos que no creen?
Introducción
En febrero de 1974 tuve un encuentro con Jesucristo que cambió mi vida totalmente. Comprendí que él había muerto por mí y experimenté su amor. Supe que Dios era real y conocí las extraordinarias bendiciones de una relación con Jesús. Pero casi inmediatamente después, experimenté lo que Pablo describe en este pasaje como «… una gran tristeza y me embarga un continuo dolor» (Romanos 9:2).
Anhelaba que todo el mundo experimentara y supiera lo que yo había experimentado hacía poco. Ansiaba que mi familia y amigos que aún no eran cristianos conocieran a Cristo.
El apóstol Pablo se preocupó con tal pasión por su propio pueblo que estaba dispuesto a ser separado de Dios y del pueblo que amaba, para que ello se salvaran. Pablo asegura: «Desearía yo mismo ser maldecido y separado de Cristo \[una definición de ir al infierno\] por el bien de mis hermanos, los de mi propia raza, el pueblo de Israel» (vv.3-4a).
Sin embargo, al mismo tiempo Pablo confiaba en que Dios tenía toda la situación bajo control. Dios es soberano, gobierna y reina en Su universo.
¿Cómo podemos equilibrar esta angustia y pasión por los que amamos, con una confianza en la suprema soberanía de Dios?
Salmos 89:9-13
9 Tú gobiernas sobre el mar embravecido;
tú apaciguas sus encrespadas olas.
10 Aplastaste a Rahab como a un cadáver;
con tu brazo poderoso dispersaste a tus enemigos.
11 Tuyo es el cielo, y tuya la tierra;
tú fundaste el mundo y todo lo que contiene.
12 Por ti fueron creados el norte y el sur;
el Tabor y el Hermón cantan alegres a tu nombre.
13 Tu brazo es capaz de grandes proezas;
fuerte es tu mano, exaltada tu diestra.
Comentario
1. Da gracias a Dios por Su gobierno y Su reinado
No sabemos la respuesta a todas las preguntas. Pero sí sabemos que Dios tiene el control de Su universo pues este es el mundo de Dios. Él te ama y puedes confiarle no solo tu futuro sino también aquello que le sucederá a todos los demás.
«Tuyo es el cielo, y tuya la tierra; tú fundaste el mundo y todo lo que contiene» (v.11).
No solo creó el mundo, sino que también continúa actuando en la historia. «Tú gobiernas sobre el mar embravecido; \[...\]. Tu brazo es capaz de grandes proezas; fuerte es tu mano, exaltada tu diestra» (vv.9a, 13).
«Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito» (Romanos 8:28).
Oración
Tú eres el Soberano Señor, eres el creador del mundo y el autor de la historia. Te doy gracias porque puedo confiar en que tienes el control último de todas las circunstancias de mi vida.
Romanos 9:1-21
La elección soberana de Dios
9Digo la verdad en Cristo; no miento. Mi conciencia me lo confirma en el Espíritu Santo. 2 Me invade una gran tristeza y me embarga un continuo dolor. 3 Desearía yo mismo ser maldecido y separado de Cristo por el bien de mis hermanos, los de mi propia raza, 4 el pueblo de Israel. De ellos son la adopción como hijos, la gloria divina, los pactos, la ley, y el privilegio de adorar a Dios y contar con sus promesas. 5 De ellos son los patriarcas, y de ellos, según la naturaleza humana, nació Cristo, quien es Dios sobre todas las cosas. ¡Alabado sea por siempre! Amén.
6 Ahora bien, no digamos que la Palabra de Dios ha fracasado. Lo que sucede es que no todos los que descienden de Israel son Israel. 7 Tampoco por ser descendientes de Abraham son todos hijos suyos. Al contrario: «Tu descendencia se establecerá por medio de Isaac.» 8 En otras palabras, los hijos de Dios no son los descendientes naturales; más bien, se considera descendencia de Abraham a los hijos de la promesa. 9 Y la promesa es ésta: «Dentro de un año vendré, y para entonces Sara tendrá un hijo.»
10 No sólo eso. También sucedió que los hijos de Rebeca tuvieron un mismo padre, que fue nuestro antepasado Isaac. 11 Sin embargo, antes de que los mellizos nacieran, o hicieran algo bueno o malo, y para confirmar el propósito de la elección divina, 12 no en base a las obras sino al llamado de Dios, se le dijo a ella: «El mayor servirá al menor.» 13 Y así está escrito: «Amé a Jacob, pero aborrecí a Esaú.»
14 ¿Qué concluiremos? ¿Acaso es Dios injusto? ¡De ninguna manera! 15 Es un hecho que a Moisés le dice:
«Tendré clemencia de quien yo quiera tenerla,
y seré compasivo con quien yo quiera serlo.»
16 Por lo tanto, la elección no depende del deseo ni del esfuerzo humano sino de la misericordia de Dios. 17 Porque la Escritura le dice al faraón: «Te he levantado precisamente para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea proclamado por toda la tierra.» 18 Así que Dios tiene misericordia de quien él quiere tenerla, y endurece a quien él quiere endurecer.
19 Pero tú me dirás: «Entonces, ¿por qué todavía nos echa la culpa Dios? ¿Quién puede oponerse a su voluntad?» 20 Respondo: ¿Quién eres tú para pedirle cuentas a Dios? «¿Acaso le dirá la olla de barro al que la modeló: “¿Por qué me hiciste así?” » 21 ¿No tiene derecho el alfarero de hacer del mismo barro unas vasijas para usos especiales y otras para fines ordinarios?
Comentario
2. Confía en Su misericordia y Su compasión
«Eso no es justo» es el clamor no solo de niños, sino también de muchos adultos respecto a la fe cristiana.
Después de haber llegado a la «cumbre» de la epístola al final del capítulo 8, Pablo vuelve a reflexionar sobre la raza de Israel en los capítulos 9 al 11. Para él, no era convertirse del judaísmo al cristianismo. Más bien pensaba que convertirse en cristiano era parte del cumplimiento de ser un verdadero israelita y un verdadero hijo de Abraham. Para Pablo, aquello era algo tremendamente personal. Llama a Israel «mi propia raza» (9:3), refiriéndose no a los cristianos sino a los judíos. Ellos eran su familia, había crecido con ellos; asegura que sufre «una gran tristeza y \[le\] embarga un continuo dolor» (v.2).
Algunos sugieren que después de que alguien se convierte en cristiano no hay más tristeza en la vida. Pero para Pablo, con aquel gran gozo también vino una gran tristeza y dolor. ¡Es una extraña paradoja! Puedes sentir también ese gran dolor por miembros de tu familia o amigos que parecen estar fuera del reino, o puedes sentirlo cuando la gente rechaza a Jesús.
Pablo se preocupó tanto por la salvación de aquellos, que estaba dispuesto no solo a morir por ellos, sino también a «ser maldecido y separado de Cristo» (v.3) lo cual era lo que más aterrorizaba a Pablo.
Moisés expresó una oración similar cuando oró por el pueblo que había pecado contra Dios: «… yo te ruego que les perdones su pecado. Pero, si no vas a perdonarlos, ¡bórrame del libro que has escrito!» (Éxodo 32:32). Dios no aceptaría ni el ofrecimiento ni el sacrificio de Moisés (vv.33-34a) ni tampoco el de Pablo porque sus vidas no podían expiar los pecados del pueblo.
Solo la vida del único sin pecado, Jesús, podía expiarlos. Jesús estuvo dispuesto a «ser maldecido y separado» (Romanos 9:3) por nosotros. No solo estuvo dispuesto; pues su sacrificio fue aceptado y fue eficaz. ¡No hay nada que podamos añadirle!
Sin embargo, para sorpresa y tristeza de Pablo, se da cuenta de que la mayoría de su propio pueblo ha rechazado aquel don extraordinario de redención y perdón. Dios les ha ofrecido (y a nosotros) todo y sin embargo pueden optar por rechazarlo.
Lo que es aún más triste para Pablo, es que son el pueblo elegido de Dios. El Señor en Su soberanía, había escogido al pueblo de Israel: «De ellos son la adopción como hijos, la gloria divina, los pactos, la ley, el privilegio de adorar a Dios y el de contar con sus promesas. De ellos son los patriarcas, y de ellos, según la naturaleza humana, nació Cristo, quien es Dios sobre todas las cosas. ¡Alabado sea por siempre!» (vv.4b-5).
Con aquel antecedente, Pablo se enfrenta a la pregunta candente que tuvo que atormentarlo durante su ministerio: «¿La promesa de Dios falló?» La respuesta es: «No, no lo hizo». ¿Cuál es entonces la explicación?
Su primera respuesta fue decir, en efecto: «¿Te has dado cuenta de que Dios nunca hizo promesas a todos los descendientes de Abraham?». Luego presenta dos ilustraciones, una de Isaac en comparación con su hermano (vv.6-9) y la otra de Jacob comparado con Esaú (versículos 10-13). En ambos casos la promesa fue dada a uno de ellos y no al otro.
¿Es eso justo? «¿Acaso es Dios injusto?» (v.14a). Su respuesta es que si alguien dice que Dios es injusto, es porque no conoce a Dios.
La doctrina de la elección está basada en la misericordia de Dios: «“Tendré misericordia de quien yo quiera y mostraré compasión con quien yo quiera”. Por lo tanto, es Dios quien decide tener misericordia. No depende de nuestro deseo ni de nuestro esfuerzo» (vv.15-16, NTV). Las palabras «misericordia» y «compasión» aparecen cuatro veces aquí (vv.14-18, NTV). Puedes confiar en Dios sobre tu futuro y el de aquellos a quienes amas. Él tiene el control último, es Su responsabilidad soberana.
La Biblia no va más allá en responder preguntas. Nos habla de la gran compasión de Dios y de Su justicia, nos enseña tanto a elegir como a tener libre albedrío. El libre albedrío significa que somos responsables de nuestras propias elecciones.
Muy a menudo, la verdad en la Biblia, no se encuentra en un extremo ni en otro, ni tampoco en el medio, sino en ambos extremos a la vez. Esto no es un misterio que la Biblia nos resuelva; hay algunas cosas sobre las cuales tenemos que concluir, como el salmista: «Semejante conocimiento es demasiado maravilloso para mí, ¡es tan elevado que no puedo entenderlo!» (Salmo 139:6, NTV). Necesitamos aferrarnos a las verdades de la elección y del libre albedrío al mismo tiempo.
Oración
Señor, gracias por ser amoroso y misericordioso, lento para la ira y rico en piedad. Gracias por haber muerto por nosotros en la cruz, para que todos los que creen en Ti puedan ser libres. Ayúdame a confiar en Ti cuando mi comprensión falle.
Oseas 11:12-14:9
El pecado de Israel
12 »Efraín me ha rodeado de mentiras,
y el reino de Israel con fraude;
Judá anda errante, lejos de Dios;
¡lejos del Dios santísimo y fiel!
12Efraín se alimenta de viento:
todo el día va tras el viento solano,
y multiplica la mentira y la violencia.
Hace pactos con Asiria,
y a Egipto le da aceite como tributo.»
2 El Señor tiene un pleito contra Judá:
le hará pagar a Jacob todo lo que ha hecho,
le dará lo que merecen sus obras.
3 Ya en el seno materno suplantó a su hermano,
y cuando se hizo hombre luchó con Dios.
4 Luchó con el ángel, y lo venció;
lloró y le rogó que lo favoreciera.
Se lo encontró en Betel,
y allí habló con él;
5 ¡habló con el Señor, Dios Todopoderoso,
cuyo nombre es el Señor!
6 Pero tú debes volverte a tu Dios,
practicar el amor y la justicia,
y confiar siempre en él.
7 Canaán usa balanzas fraudulentas,
pues le gusta explotar a los demás.
8 Efraín dice con jactancia:
«¡Cómo me he enriquecido!
¡He amasado una gran fortuna!
En todas mis ganancias no encontrarán
que haya pecado en algo.»
9 «Yo soy el Señor tu Dios
desde que estabas en Egipto,
y haré que vuelvas a vivir en carpas,
como en los días de nuestro encuentro en el desierto.
10 Yo les hablé a los profetas;
les hice tener muchas visiones,
y por medio de ellos les hablé en parábolas.»
11 ¿Es Galaad malvado?
¡No hay duda de que no vale nada!
En Guilgal sacrifica toros;
por eso sus altares quedarán reducidos a montones de piedra
entre los surcos del campo.
12 Jacob huyó a un campo de Aram;
Israel trabajó cuidando ovejas
en pago por su esposa.
13 Para sacar a Israel de Egipto, y después cuidarlo,
el Señor usó a un profeta.
14 Pero Efraín ha irritado a su Señor;
le ha causado un amargo disgusto.
Por eso el Señor le hará pagar sus crímenes
y le devolverá sus injurias.
La ira del Señor contra Israel
13Efraín tenía la preeminencia en Israel.
Cuando él hablaba, la gente temblaba.
Pero le rindió culto a Baal, y por ese pecado murió.
2 Sin embargo, siguen pecando,
pues se fabrican, según su ingenio,
imágenes de fundición e ídolos de plata
que no son más que obra de artesanos.
De ellos se dice:
«Ofrecen sacrificios humanos
y besan ídolos en forma de becerros.»
3 Por eso serán como nube matutina,
como rocío que temprano se evapora,
como paja que se lleva el viento,
como humo que se escapa por la chimenea.
4 «Pero yo soy el Señor tu Dios
desde que estabas en Egipto.
No conocerás a otro Dios fuera de mí,
ni a otro Salvador que no sea yo.
5 Porque yo fui el que te conoció en el desierto,
en esa tierra de terrible aridez.
6 Les di de comer, y quedaron saciados,
y una vez satisfechos, se volvieron arrogantes
y se olvidaron de mí.
7 Por eso, yo seré para ellos como un león;
los acecharé junto al camino, como un leopardo.
8 Los atacaré y les desgarraré el pecho
como una osa a quien le quitan sus cachorros.
¡Los devoraré como un león!
¡Los despedazaré como fiera del campo!
9 »Voy a destruirte, Israel,
porque estás contra quien te ayuda.
10 ¿Dónde está tu rey,
para que te salve en todas tus ciudades?
¿Dónde están los gobernantes, de los que decías:
“Dame rey y autoridades”?
11 En mi ira te di rey,
y en mi enojo te lo quité.
12 La perversidad de Efraín está bien guardada;
se ha tomado nota de su pecado.
13 Llegan los dolores de parto,
pero él es una criatura necia:
¡cuando llega la hora del parto,
no se acomoda para salir!
14 »¿Habré de rescatarlos del poder del sepulcro?
¿Los redimiré de la muerte?
¿Dónde están, oh muerte, tus plagas?
¿Dónde está, oh sepulcro, tu destrucción?
¡Vengan, que no les tendré misericordia!»
15 Aunque Efraín prospere entre sus hermanos,
vendrá el viento del Señor,
el viento solano que se levanta del desierto,
y se agotarán sus fuentes y manantiales.
¡Y arrebatará sus tesoros,
todos sus objetos preciosos!
16 El pueblo de Samaria cargará con su culpa
por haberse rebelado contra su Dios.
Caerán a filo de espada;
¡a los niños los lanzarán contra el suelo,
y a las embarazadas les abrirán el vientre!
Arrepentimiento para traer bendición
14Vuélvete, Israel, al Señor tu Dios.
¡Tu perversidad te ha hecho caer!
2 Piensa bien lo que le dirás,
y vuélvete al Señor con este ruego:
«Perdónanos nuestra perversidad,
y recíbenos con benevolencia,
pues queremos ofrecerte
el fruto de nuestros labios.
3 Asiria no podrá salvarnos;
no montaremos caballos de guerra.
Nunca más llamaremos “dios nuestro”
a cosas hechas por nuestras manos,
pues en ti el huérfano halla compasión.»
Respuesta de Dios
4 «Yo corregiré su rebeldía
y los amaré de pura gracia,
porque mi ira contra ellos se ha calmado.
5 Yo seré para Israel como el rocío,
y lo haré florecer como lirio.
¡Hundirá sus raíces como cedro del Líbano!
6 Sus vástagos crecerán,
y tendrán el esplendor del olivo
y la fragancia del cedro del Líbano.
7 Volverán a habitar bajo mi sombra,
y crecerán como el trigo.
Echarán renuevos, como la vid,
y serán tan famosos como el vino del Líbano.
8 Efraín, ¿yo qué tengo que ver con las imágenes?
¡Soy yo quien te responde y cuida de ti!
Soy como un pino siempre verde;
tu fruto procede de mí.»
9 El que es sabio entiende estas cosas;
el que es inteligente las comprende.
Ciertamente son rectos los caminos del Señor:
en ellos caminan los justos,
mientras que allí tropiezan los rebeldes.
Comentario
3. Deja el pecado y vuélvete a Dios
El amor de Dios por ti es incondicional. No nos ama porque lo merezcamos o lo hayamos ganado. Él nos ama sin límites (14:4). Quiere sanar nuestra infidelidad. El amor incondicional de Dios tiene el poder de perdonar nuestros pecados, sanar nuestras heridas y reparar nuestros corazones rotos.
Como indica la versión de Amplified Bible, Dios nos llama a apartarnos del pecado y a volver a Su amor: «¡Por tanto, vuelvan a su Dios! ¡Manténganse firmes en el amor y en la misericordia, en la rectitud y en la justicia, y esperen a su Dios con expectación!» (12:6, AMP). Esto resume el mensaje de Oseas.
Dios llama a Su pueblo al arrepentimiento (14:1-2) y promete: «Yo corregiré su rebeldía y los amaré de pura gracia, \[...\] lo haré florecer \[...\]; tu fruto procede de mí» (vv.4-8).
Los pecados de Israel no eran muy diferentes a los pecados del siglo XXI. Por ejemplo, había fraude en la ciudad: «La gente se comporta como astutos comerciantes que venden con balanzas fraudulentas; les encanta estafar» (12:7, NTV); la gente buscaba seguridad en sus finanzas: «Efraín dice con jactancia: “¡Cómo me he enriquecido! ¡He amasado una gran fortuna! En todas mis ganancias no encontrarán que haya pecado en algo”» (v.8).
Cuando Dios bendice nos sentimos satisfechos (13:6a), cuando estamos satisfechos nos enorgullecemos (v.6b) y luego, nos olvidamos de Dios (v.6c). Vemos este ciclo en nuestra nación y en nuestras propias vidas:
«Les di de comer, y quedaron saciados,
y una vez satisfechos, se volvieron arrogantes
y se olvidaron de mí» (v.6).
A pesar de sus pecados, Dios les prometió redención: «¿Habré de rescatarlos del poder del sepulcro? ¿Los redimiré de la muerte? ¿Dónde están, oh muerte, tus plagas? ¿Dónde está, oh sepulcro, tu destrucción?» (v.14, véase también 1 Corintios 15:55). La muerte ha perdido su poder sobre nuestras vidas a través de Jesús. Cuando nos volvemos a Dios, Él nos promete que floreceremos y echaremos renuevos y que nuestro fruto procederá de Dios (Oseas 14:7,8).
Oración
Señor, te pido que perdones mis pecados; recíbeme en Tu gracia, sana mi rebeldía y ámame sin límites. Ayúdame a echar renuevos como una vid y a ser fructífero.
Añadidos de Pippa
Oseas 14:4
«Yo corregiré su rebeldía y los amaré de pura gracia».
Es increíble el efecto de ser amado gratuitamente. Cuando experimentamos este amor de Dios, nuestros corazones cambian.
A través de este amor, Dios ha sanado mucha de mi rebeldía, pero ¡todavía queda un trecho por recorrer!
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Referencias
Nueva Versión Inernacional (NVI)
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