Día 218

Perfeccionado en la debilidad

Sabiduría Salmos 91:1-8
Nuevo Testamento 1 Corintios 1:18-2:5
Antiguo Testamento 1 Crónicas 19:1-22:1

Introducción

No paraba de recibir aquellas llamadas telefónicas provenientes de líderes de iglesia. Venían de muy diferentes parte de la iglesia y eran siempre prolongadas y todos querían saber esto: «¿Cómo es que tanta gente de fuera de la iglesia acude al curso? Exactamente, ¿qué es Alpha? ¿Cómo se hace Alpha?».

Pensé que quizá la mejor solución era reunirlos en un salón y contárselo a todos a la vez. Como resultado, organizamos nuestra primera conferencia Alpha en mayo de 1993. Para nuestra sorpresa, asistieron mil líderes de iglesia. Yo era relativamente nuevo en el ministerio cristiano y me sentí extremadamente intimidado ante aquel millar de líderes entre quienes había un gran número con mucha más experiencia en el ministerio que yo.

Las palabras del apóstol Pablo parecían resumir exactamente cómo me sentía. Se las leí a los asistentes al inicio de la conferencia:

«Así que, hermanos, cuando yo fui a ustedes para anunciarles el misterio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Porque me propuse no saber nada entre ustedes, sino a Jesucristo, y a él crucificado. Y estuve entre ustedes con debilidad, con temor y con mucho temblor. Ni mi mensaje ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que su fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios» (1 Corintios 2:1–5, RVA-2015).

Pensé que una vez que hubiera explicado Alpha a aquel grupo de líderes de iglesia, ya no tendría que hacerlo nunca más. Pero de hecho, para cuando terminó la conferencia ya habíamos recibidos varias invitaciones para hacer más conferencias. A lo largo de los años hemos hecho cientos de conferencias. En cada una de ellas empiezo leyendo 1 Corintios 2:1–5. Siempre refleja lo que siento; siempre me siento nervioso. Siempre hay un elemento de «debilidad (y) temor, y... mucho temblor ». Pero doy gracias a Dios porque no depende de palabras sabias ni persuasivas, sino de la demostración del poder del Espíritu Santo. Y el poder de Dios se perfecciona en la debilidad (2 Corintios 12:9).

La «debilidad», el «miedo» y el «temblor» tienen un lado bueno, pero también tienen uno malo. En los pasajes de hoy vemos tanto el lado bueno como el malo de la debilidad, el miedo y el temblor.

Sabiduría

Salmos 91:1-8

Salmo 91

1 El que habita al abrigo del Altísimo
se acoge a la sombra del Todopoderoso.
2 Yo le digo al Señor: «Tú eres mi refugio,
mi fortaleza, el Dios en quien confío.»

3 Sólo él puede librarte de las trampas del cazador
y de mortíferas plagas,
4 pues te cubrirá con sus plumas
y bajo sus alas hallarás refugio.
¡Su verdad será tu escudo y tu baluarte!
5 No temerás el terror de la noche,
ni la flecha que vuela de día,
6 ni la peste que acecha en las sombras
ni la plaga que destruye a mediodía.
7 Podrán caer mil a tu izquierda,
y diez mil a tu derecha,
pero a ti no te afectará.
8 No tendrás más que abrir bien los ojos,
para ver a los impíos recibir su merecido.

Comentario

1. Miedo y fe

«No temerás» (v.5), escribe el salmista, dando la respuesta al «miedo» entendido en el mal sentido de la palabra. Escribe así: «No temerás el terror de la noche, ni la flecha que vuela de día, ni la peste que acecha en las sombras ni la plaga que destruye a mediodía» (vv.5–6).

La respuesta al miedo es una relación estrecha con el Señor, la de quien permanece «al abrigo del Altísimo» y se «acoge a la sombra del Todopoderoso» (v.1). La confianza en Dios es lo opuesto al miedo (v.2).

Hay una fuerte conexión entre lo que piensas y lo que dices. Lo que piensas brota en forma de tus palabras. Pero también tus palabras pueden afectar a tu pensamiento. Lo que dices a Dios puede cambiar tu manera de pensar. El salmista nos dice que proclamemos en alto la bondad del Señor: «Yo le digo al Señor: “Tú eres mi refugio,
mi fortaleza, el Dios en quien confío”» (v.2).

Él promete rescatarte de «las trampas del cazador y de mortíferas plagas, pues te cubrirá con sus plumas y bajo sus alas hallarás refugio» (vv.3–4).

El miedo puede destruir tu capacidad de disfrutar el presente. Dios resucitó a Jesús de entre los muertos y al hacerlo, te liberó del miedo de la muerte y los miedos asociados a la misma. «Bajo sus alas hallarás refugio» (v.4). No tienes que temer acerca del futuro y puedes disfrutar el presente sin miedo.

Oración

Señor, gracias porque puedo morar en Tu refugio y descansar bajo Tu sombra. Hoy te digo: eres «mi refugio y mi fortaleza» (v.2), en Ti confiaré.

Nuevo Testamento

1 Corintios 1:18-2:5

Cristo, sabiduría y poder de Dios

18 Me explico: El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden; en cambio, para los que se salvan, es decir, para nosotros, este mensaje es el poder de Dios. 19 Pues está escrito:

«Destruiré la sabiduría de los sabios;
frustraré la inteligencia de los inteligentes.»

20 ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el erudito? ¿Dónde el filósofo de esta época? ¿No ha convertido Dios en locura la sabiduría de este mundo? 21 Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen. 22 Los judíos piden señales milagrosas y los gentiles buscan sabiduría, 23 mientras que nosotros predicamos a Cristo crucificado. Este mensaje es motivo de tropiezo para los judíos, y es locura para los gentiles, 24 pero para los que Dios ha llamado, lo mismo judíos que gentiles, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. 25 Pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza humana.

26 Hermanos, consideren su propio llamamiento: No muchos de ustedes son sabios, según criterios meramente humanos; ni son muchos los poderosos ni muchos los de noble cuna. 27 Pero Dios escogió lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos. 28 También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, 29 a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse. 30 Pero gracias a él ustedes están unidos a Cristo Jesús, a quien Dios ha hecho nuestra sabiduría —es decir, nuestra justificación, santificación y redención— 31 para que, como está escrito: «Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe en el Señor.»

2Yo mismo, hermanos, cuando fui a anunciarles el testimonio de Dios, no lo hice con gran elocuencia y sabiduría. 2 Me propuse más bien, estando entre ustedes, no saber de cosa alguna, excepto de Jesucristo, y de éste crucificado. 3 Es más, me presenté ante ustedes con tanta debilidad que temblaba de miedo. 4 No les hablé ni les prediqué con palabras sabias y elocuentes sino con demostración del poder del Espíritu, 5 para que la fe de ustedes no dependiera de la sabiduría humana sino del poder de Dios.

Comentario

2. Poder en la debilidad

El apóstol Pablo escribe que «temblaba de miedo» (2:3). Se sentía totalmente inadecuado para la tarea a la que Dios le había llamado, pero, en palabras de The Message, «el mensaje salió de mi de todas maneras, el Espíritu y el Poder de Dios lo hicieron» (v.4, MSG).

La debilidad moral y la cobardía no son virtudes. Pero, como vemos en este pasaje, hay un lado bueno en la debilidad, el miedo y el temblor.

Dios pone las cosas al revés; la cruz puso las cosas al revés: «El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden; en cambio, para los que se salvan, es decir, para nosotros, este mensaje es el poder de Dios» (1:18).

Jesús murió como un criminal de estado, en un instrumento de tortura romano sufriendo una muerte reservada a los más degradados y los más despreciados de la sociedad romana. Durante los primeros cien años, la cruz no fue el símbolo del cristianismo porque significaba debilidad, humillación y derrota.

En aquel tiempo Corinto era el centro intelectual del mundo. Era un lugar de gente que debatía, profesores itinerantes, docentes y filósofos, donde la mente y el intelecto eran muy estimados.

El mensaje del evangelio que proclamamos parece la mayor necedad para la gente muy intelectual. Que Jesús muriendo en una cruz hace dos mil años pueda transformar tu vida parece «locura» para la intelectualidad y es una «piedra de tropiezo» (v.23), incluso para mucha gente religiosa.

Pero este simple mensaje salva a aquellos que creen: «Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen \[…\] Pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza humana» (vv.21,25).

Cuando miramos a nuestro alrededor podemos ver que sigue siendo verdad hoy en día; de los que están en la iglesia no muchos son «los más brillantes ni los mejores». No muchos son influyentes, ni provienen de las familias «de noble cuna» (v.26). Pero sigue siendo verdad que hoy Dios escoge «lo insensato del mundo para avergonzar a los sabios » y «escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos» (v.27).

No te avergüences de proclamar un mensaje muy simple que a los ojos de mucha gente parece necedad. No hace falta intentar camuflarlo con «gran elocuencia y sabiduría» (2:1). Céntrate en el mensaje de «Jesucristo, y este crucificado» (v.2). Como traduce Eugene Peterson: «Lo mantengo deliberadamente llano y sencillo; primero Jesús y quién es él; después Jesús y lo que hizo: Jesús crucificado» (v.2).

Es normal experimentar «debilidad, temor y mucho temblor» (v.3, RVA-2015). Lo que importa no es si usas «gran elocuencia y sabiduría» sino la «demostración del poder del Espíritu» (v.4). Y su poder se perfecciona en nuestra debilidad. Con frecuencia, solo cuando nos sentimos débiles nos prestamos a depender completamente de Dios. Pablo era totalmente dependiente de que el Espíritu Santo hablara a través de él. Por más inadecuado que te sientas, si pides al Espíritu Santo que hable por medio de ti, así lo hará.

Oración

Señor, gracias por el mensaje de Jesús y su crucifixión, que es el poder de Dios. Gracias porque no necesito elocuencia o una sabiduría superior. Aunque hable en debilidad y miedo, con mucho temblor, oro para que acompañes la predicación del mensaje con una demostración del poder del Espíritu.

Antiguo Testamento

1 Crónicas 19:1-22:1

Guerra contra los amonitas

19Pasado algún tiempo, murió Najás, rey de los amonitas, y su hijo lo sucedió en el trono. 2 Entonces David pensó: «Debo ser leal con Janún hijo de Najás, pues su padre lo fue conmigo.» Así que envió a unos mensajeros para darle el pésame por la muerte de su padre.

Cuando los mensajeros de David llegaron al país de los amonitas para darle el pésame a Janún, 3 los jefes de ese pueblo le aconsejaron: «¿Y acaso cree Su Majestad que David ha enviado a estos mensajeros sólo para darle el pésame, y porque quiere honrar a su padre? ¿No será más bien que han venido a espiar y explorar el país para luego destruirlo?» 4 Entonces Janún mandó que apresaran a los mensajeros de David y que les afeitaran la barba y les rasgaran la ropa por la mitad, a la altura de las nalgas. Y así los despidió.

5 Los hombres de David se sentían muy avergonzados. Cuando David se enteró de lo que les había pasado, mandó que los recibieran y les dieran este mensaje de su parte: «Quédense en Jericó, y no regresen hasta que les crezca la barba.»

6 Al darse cuenta Janún y los amonitas de que habían ofendido a David, enviaron treinta y tres mil kilos de plata para contratar carros y jinetes en Aram Najarayin, en Aram de Macá y en Sobá. 7 Contrataron treinta y dos mil carros y al rey de Macá con su ejército, que acampó frente a Medeba. Por su parte, los amonitas salieron de sus ciudades y se dispusieron para el combate. 8 Cuando David lo supo, despachó a Joab con todos los soldados del ejército. 9 Los amonitas avanzaron hasta la entrada de su ciudad, pero los reyes que habían venido a reforzarlos se quedaron aparte, en campo abierto.

10 Joab se vio amenazado por el frente y por la retaguardia, así que escogió a las mejores tropas israelitas para pelear contra los sirios, 11 y el resto de las tropas las puso al mando de su hermano Abisay, para que enfrentaran a los amonitas. 12 A Abisay le ordenó: «Si los sirios pueden más que yo, tú vendrás a rescatarme; y si los amonitas pueden más que tú, yo te rescataré. 13 ¡Ánimo! Luchemos con valor por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios. ¡Y que el Señor haga lo que bien le parezca!»

14 En seguida Joab y sus tropas avanzaron contra los sirios, y éstos huyeron de él. 15 Al ver que los sirios se daban a la fuga, también los amonitas huyeron de Abisay y se refugiaron en la ciudad. Entonces Joab regresó a Jerusalén.

16 Los sirios, al verse derrotados por Israel, enviaron mensajeros para pedir ayuda a los sirios que vivían al otro lado del río Éufrates. Sofac, jefe del ejército de Hadad Ezer, se puso al frente de ellos. 17 Cuando David se enteró de esto, reunió a todo Israel, cruzó el Jordán y tomó posición de batalla contra los sirios. Éstos lo atacaron, 18 pero tuvieron que huir ante los israelitas. David mató a siete mil soldados sirios de caballería y cuarenta mil de infantería; también mató a Sofac, jefe del ejército. 19 Al ver que los sirios habían sido derrotados por los israelitas, todos los vasallos de Hadad Ezer hicieron la paz con David y se sometieron a él. A partir de entonces, los sirios se negaron a ir en auxilio de los amonitas.

Conquista de Rabá

20En la primavera, que era la época en que los reyes salían de campaña, Joab sacó el grueso del ejército y devastó el país de los amonitas. Llegó hasta Rabá, la atacó y la destruyó; pero David se quedó en Jerusalén. 2 Al rey de los amonitas David le quitó la corona de oro que tenía puesta, la cual pesaba treinta y tres kilos y estaba adornada con piedras preciosas. Luego se la pusieron a David. Además, David saqueó la ciudad y se llevó un botín inmenso. 3 Expulsó de allí a sus habitantes y los puso a trabajar con sierras, rastrillos y hachas. Lo mismo hizo con todos los pueblos de los amonitas, después de lo cual regresó a Jerusalén con todas sus tropas.

Guerra contra los filisteos

4 Después de esto, hubo una batalla contra los filisteos en Guézer. Fue en esa ocasión cuando Sibecay el jusatita mató a Sipay, descendiente de los gigantes. Así sometieron a los filisteos.

5 Luego, en otra batalla que hubo contra los filisteos, Eljanán hijo de Yaír mató a Lajmí, hermano de Goliat el guitita, cuya lanza tenía un asta tan grande como el rodillo de un telar.

6 Hubo una batalla más en Gat. Allí había otro gigante, un hombre altísimo que tenía seis dedos en cada mano y seis en cada pie, es decir, tenía veinticuatro dedos en total. 7 Éste se puso a desafiar a los israelitas, pero Jonatán hijo de Simá, que era hermano de David, lo mató.

8 Éstos fueron los descendientes de Rafá el guitita que cayeron a manos de David y de sus oficiales.

David hace un censo militar

21Satanás conspiró contra Israel e indujo a David a hacer un censo del pueblo. 2 Por eso David les dijo a Joab y a los jefes del pueblo:

—Vayan y hagan un censo militar que abarque desde Berseba hasta Dan, y tráiganme el informe para que yo sepa cuántos pueden servir en el ejército.

3 Joab le respondió:

—¡Que el Señor multiplique cien veces a su pueblo! Pero ¿acaso no son todos ellos servidores suyos? ¿Para qué quiere hacer esto Su Majestad? ¿Por qué ha de hacer algo que traiga la desgracia sobre Israel?

4 Sin embargo, la orden del rey prevaleció sobre la opinión de Joab, de modo que éste salió a recorrer todo el territorio de Israel. Después regresó a Jerusalén 5 y le entregó a David los resultados del censo militar: En Israel había un millón cien mil que podían servir en el ejército, y en Judá, cuatrocientos setenta mil. 6 Pero Joab no contó a los de las tribus de Leví ni de Benjamín, porque para él era detestable la orden del rey. 7 Dios también la consideró como algo malo, por lo cual castigó a Israel.

8 Entonces David le dijo a Dios: «He cometido un pecado muy grande al hacer este censo. He actuado como un necio. Yo te ruego que perdones la maldad de tu siervo.»

9 El Señor le dijo a Gad, el vidente de David: 10 «Anda y dile a David que así dice el Señor: “Te doy a escoger entre estos tres castigos: dime cuál de ellos quieres que te imponga.” »

11 Gad fue adonde estaba David y le dijo:

—Así dice el Señor: “Elige una de estas tres cosas: 12 tres años de hambre, o tres meses de persecución y derrota por la espada de tus enemigos, o tres días en los cuales el Señor castigará con peste el país, y su ángel causará estragos en todos los rincones de Israel.” Piénsalo bien y dime qué debo responderle al que me ha enviado.

13 —¡Estoy entre la espada y la pared! —respondió David—. Pero es mejor que yo caiga en las manos del Señor, porque su amor es muy grande, y no que caiga en las manos de los hombres.

14 Por lo tanto, el Señor mandó contra Israel una peste, y murieron setenta mil israelitas. 15 Luego envió un ángel a Jerusalén para destruirla. Y al ver el Señor que el ángel la destruía, se arrepintió del castigo y le dijo al ángel destructor: «¡Basta! ¡Detén tu mano!» En ese momento, el ángel del Señor se hallaba junto a la parcela de Ornán el jebuseo.

16 David alzó la vista y vio que el ángel del Señor estaba entre la tierra y el cielo, con una espada desenvainada en la mano que apuntaba hacia Jerusalén. Entonces David y los ancianos, vestidos de luto, se postraron sobre su rostro. 17 Y David le dijo a Dios: « Señor y Dios mío, ¿acaso no fui yo el que dio la orden de censar al pueblo? ¿Qué culpa tienen estas ovejas? ¡Soy yo el que ha pecado! ¡He actuado muy mal! ¡Descarga tu mano sobre mí y sobre mi familia, pero no sigas hiriendo a tu pueblo!»

David construye un altar

18 Entonces el ángel del Señor le dijo a Gad: «Dile a David que vaya y construya un altar para el Señor en la parcela de Ornán el jebuseo.» 19 David se puso en camino, conforme a la palabra que Gad le dio en nombre del Señor.

20 Ornán se encontraba trillando y, al mirar hacia atrás, vio al ángel. Los cuatro hijos que estaban con él corrieron a esconderse. 21 Al ver Ornán que David se acercaba a su parcela, salió a recibirlo y se postró delante de él. 22 David le dijo:

—Véndeme una parte de esta parcela para construirle un altar al Señor, a fin de que se detenga la plaga que está afligiendo al pueblo. Véndemela por su verdadero precio.

23 Ornán le contestó a David:

—Su Majestad, yo se la regalo, para que haga usted en ella lo que mejor le parezca. Yo mismo le daré los bueyes para los holocaustos, los trillos para la leña y el trigo para la ofrenda de cereal. Todo se lo regalo.

24 Pero el rey David le respondió a Ornán:

—Eso no puede ser. No tomaré lo que es tuyo para dárselo al Señor, ni le ofreceré un holocausto que nada me cueste. Te lo compraré todo por su verdadero precio.

25 Fue así como David le dio a Ornán seiscientas monedas de oro por aquel lugar. 26 Allí construyó un altar al Señor y le ofreció holocaustos y sacrificios de comunión. Luego oró al Señor, y en respuesta Dios envió fuego del cielo sobre el altar del holocausto.

27 Entonces el Señor le ordenó al ángel que envainara su espada. 28 Al ver David que el Señor le había respondido, le ofreció sacrificios. 29 En aquel tiempo, tanto el santuario del Señor que Moisés hizo en el desierto como el altar del holocausto se encontraban en el santuario de Gabaón. 30 Pero David no fue a consultar al Señor a ese lugar porque, por causa de la espada del ángel del Señor, estaba aterrorizado.

22Entonces dijo David: «Aquí se levantará el templo de Dios el Señor, y también el altar donde Israel ofrecerá el holocausto.»

Comentario

3. Temor y temblor

El «temor y temblor» ante Dios no siempre es algo malo. De hecho, en ocasiones es lo adecuado.

El cronista lo deja claro de una manera en la que la narración más temprana no lo hizo: fue «Satanás» quien «indujo a David a hacer un censo» (21:1). Joab trató de persuadir a David para que no lo hiciera (v.3), pero David dio orden de hacerlo, y «Dios también la consideró (la orden) como algo malo» (v.7).

No está muy claro por qué aquel fue un pecado tan importante, pero obviamente lo fue porque David le dijo a Dios: «He cometido un pecado muy grande al hacer este censo. He actuado como un necio. Yo te ruego que perdones la maldad de tu siervo» (v.8).

Con lo que parece ser temor y temblor, le dice: «Estoy en un grave aprieto. Ahora bien, es preferible que caiga yo en manos del Señor, pues su bondad es muy grande» (v.13).

Cuando acude a ofrecer un sacrificio a Dios dice: «Eso no puede ser. No tomaré lo que es tuyo para dárselo al Señor, ni le ofreceré un holocausto que nada me cueste. Te lo compraré todo por su verdadero precio» (v.24). Clamó al Señor y este respondió con «fuego del cielo» (v.26).

Oración

Señor, me presento a Ti hoy en mi debilidad y con mucho temblor, y te pido que Tu poder sea perfeccionado en mi debilidad (2 Corintios 12:9).

Añadidos de Pippa

1 Corintios 1:27

«Más bien, Dios ha elegido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo Dios ha elegido para avergonzar a lo fuerte».

Definitivamente, yo encajo en la categoría de los débiles y los necios. ¡Gracias Señor por haberme escogido!

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Nueva Versión Inernacional (NVI)

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