El camino a la victoria
Introducción
Por supuesto, no sabía donde estaba. Tenía 85 años y había escrito docenas de libros. Le estaba preguntando si me podía contar, exactamente, dónde podía encontrar la cita que estaba buscando en sus libros. Me dijo que no tenía ni idea, pero me dio permiso para citarlo de todos modos. Desde entonces he usado esa cita una y otra vez porque me parecía que el obispo Lesslie Newbigin había condensado en ella una intuición crucial para nuestra comprensión de Jesús y del Nuevo Testamento.
«La resurrección no fue la inversión de una derrota, sino la manifestación de una victoria».
La cruz no fue una derrota. Más bien, si tomamos conjuntamente la cruz y la resurrección, son la mayor victoria que se ha dado en la historia del mundo. Es una victoria que tiene unas implicaciones enormes para nuestras propias vidas, para la sociedad y para el futuro de este mundo.
La idea de «victoria» puede oler a orgullo e imperialismo. Por supuesto, hay que evitar el triunfalismo; pero la palabra «victoria» no es una palabra negativa en la Biblia ni en el Nuevo Testamento.
La clave para comprender correctamente la palabra «victoria» es verla como un don que fue posible «por medio de nuestro Señor Jesucristo» (1 Corintios 15:57). Esto significa que la respuesta apropiada no es el orgullo, sino el agradecimiento.
Proverbios 20:25-21:4
25 Trampa es consagrar algo sin pensarlo
y más tarde reconsiderar lo prometido.
26 El rey sabio avienta como trigo a los malvados,
y los desmenuza con rueda de molino.
27 El espíritu humano es la lámpara del Señor,
pues escudriña lo más recóndito del ser.
28 La misericordia y la verdad sostienen al rey;
su trono se afirma en la misericordia.
29 La gloria de los jóvenes radica en su fuerza;
la honra de los ancianos, en sus canas.
30 Los golpes y las heridas curan la maldad;
los azotes purgan lo más íntimo del ser.
21En las manos del Señor el corazón del rey es como un río:
sigue el curso que el Señor le ha trazado.
2 A cada uno le parece correcto su proceder,
pero el Señor juzga los corazones.
3 Practicar la justicia y el derecho
lo prefiere el Señor a los sacrificios.
4 Los ojos altivos, el corazón orgulloso
y la lámpara de los malvados son pecado.
Comentario
1. La victoria en nuestros corazones
La mayor batalla se da en nuestros corazones y nuestras mentes. Allí es donde se gana o se pierde la victoria. A Dios no solo le preocupan tus acciones y tus palabras, le interesa tu ser interior. Dios nos mira y examina, «escudriña lo más recóndito del ser» (20:27) y «juzga las intenciones» (21:2, DHH).
«Practicar la justicia y el derecho lo prefiere el Señor a los sacrificios» (v.3). « El espíritu humano es la lámpara del Señor, pues escudriña lo más recóndito del ser» (20:27). Intento orar regularmente como lo hace el salmista: «Examíname, oh Dios \[…\] Fíjate si voy por mal camino» (Salmo 139:23–24).
También oro así a la hora de encomendar a otras personas. Proverbios 20:27 es un versículo muy útil para el ministerio de intercesión cuando se ora por otras personas. Si alguien siente que está luchando con algo que no puede identificar, le pido al Espíritu de Dios que escudriñe su corazón para revelarle si hay algún pecado con el que necesite lidiar.
Dios nunca da un sentimiento vago de culpa. Si el sentimiento de culpa viene del Espíritu Santo, revelará el pecado específico que necesita ser tratado. Si algo negativo viene a la mente, el arrepentimiento lleva al perdón por medio de Jesús.
Después, pido que la «lámpara del Señor» brille de nuevo para revelar si hay alguna otra cosa que haya que tratar. Por la victoria de Jesús sobre el pecado y la cruz, allá donde hay arrepentimiento y fe en Jesucristo ya no puede haber ninguna condenación.
La victoria para un rey (o podríamos decir para un «líder») viene por «el amor y la fidelidad»: « La misericordia y la verdad sostienen al rey; su trono se afirma en la misericordia» (v.28).
«En las manos del Señor el corazón del rey es como un río: sigue el curso que el Señor le ha trazado» (21:1). Dios tiene el control último del corazón del líder. He confiado en esta promesa en multitud de ocasiones cuando he orado por entrevistas de trabajo, asuntos con las autoridades locales, jueces o gobiernos. Afortunadamente, el corazón del líder está en las manos de Dios y Él lo dirige donde quiere.
El corazón es muy importante: «A cada uno le parece correcto su proceder, pero el Señor juzga los corazones. Practicar la justicia y el derecho lo prefiere el Señor a los sacrificios» (vv.2–3).
Puesto que la victoria es un don de Dios, nunca debería llevar al orgullo: «Los ojos altivos, el corazón orgulloso y la lámpara de los malvados son pecado» (v.4).
Oración
Señor, oro para que hagas brillar Tu lámpara en mi corazón y para que escudriñes lo más recóndito de mi ser. Gracias por el don del perdón, la libertad y la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
1 Corintios 15:50-16:4
50 Les declaro, hermanos, que el cuerpo mortal no puede heredar el reino de Dios, ni lo corruptible puede heredar lo incorruptible. 51 Fíjense bien en el misterio que les voy a revelar: No todos moriremos, pero todos seremos transformados, 52 en un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque final de la trompeta. Pues sonará la trompeta y los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible, y nosotros seremos transformados. 53 Porque lo corruptible tiene que revestirse de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad. 54 Cuando lo corruptible se revista de lo incorruptible, y lo mortal, de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: «La muerte ha sido devorada por la victoria.»
55 «¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?
¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?»
56 El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley. 57 ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!
58 Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano.
La colecta para el pueblo de Dios
16En cuanto a la colecta para los creyentes, sigan las instrucciones que di a las iglesias de Galacia. 2 El primer día de la semana, cada uno de ustedes aparte y guarde algún dinero conforme a sus ingresos, para que no se tengan que hacer colectas cuando yo vaya. 3 Luego, cuando llegue, daré cartas de presentación a los que ustedes hayan aprobado y los enviaré a Jerusalén con los donativos que hayan recogido. 4 Si conviene que yo también vaya, iremos juntos.
Comentario
2. La victoria sobre la muerte
Mucha gente cree que la muerte es el final. Creen que la muerte siempre es el final y que tiene la última palabra, que esta tendrá la victoria final.
«No \[es\] así» —declara el apóstol Pablo— «La muerte ha sido devorada por la victoria» (15:54). Espeta a la muerte: «¿Dónde está, oh muerte, tu victoria?» (v.55).
Jesús, por medio de la cruz y la resurrección, ha derrotado al pecado, la culpa y la muerte. Como resultado, seremos resucitados un día «incorruptibles» e «inmortales» (vv.53–54).
Hay tres cosas que puedes dar en respuesta a este fabuloso don de la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo:
- Da gracias
«¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?» El aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley. ¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!» (vv.55–57).
El evangelista, David Watson, narra la anécdota de cuando tuvo que salir a su jardín atraído por los gritos de su hija que estaba siendo perseguida por una abeja. La abrazó con sus brazos rodeándola para protegerla, y su hija pudo sentir cómo se tensó su cuerpo. Soltándola, le dijo: «Ya no tienes de qué preocuparte mi amor, la abeja me ha clavado su aguijón».
En la cruz fue como si Jesús nos rodeara con sus brazos y recibiera el aguijón de la muerte por nosotros. Aún moriremos (si Jesús no regresa antes), pero para todo aquel que confía en Cristo, «el aguijón de la muerte» ha sido removido por medio de la cruz y la resurrección. Y, como le dijo David Watson a su hija, «las abejas no pican dos veces». «¡Gracias a Dios!»(v.57).
- Entrégate a ti mismo
¿Alguna vez te preguntas si lo que estás haciendo sirviendo al Señor en verdad sirve para algo? ¿Estás tentado de pensar que quizás todo sea una pérdida de tiempo y esfuerzos?
Ten ánimo, tu «trabajo en el Señor no es en vano» (v.58). Pablo escribe que la respuesta apropiada ante la victoria de Jesús es la siguiente: «Manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano» (v.58).
Mantente «en la obra del Señor» (v.58). Es la obra que el Señor te ha llamado a hacer. No te preocupes ni te sienteas amenazado por lo que hagan los demás en otros ministerios. Las personas tienen diferentes llamados y a nosotros no nos corresponde el juzgar. Probablemente están buscando servir a Dios de una manera diferente. Cada uno de nosotros deberíamos seguir el llamado de Dios en nuestra propia vida.
Entrégate por completo a aquello a lo que Dios te ha llamado. Por causa de la resurrección, puedes mantenerte firme y saber que tu trabajo en el Señor no es en vano.
- Da dinero
Una parte de entregarte a ti mismo para el trabajo del Señor es por medio de la ofrenda de tu dinero (16:2). Aquí vemos una serie de principios de cómo se da cristianamente. Lo primero, es algo que corresponde «al pueblo de Dios» (v.1), es decir, la iglesia. Segundo, tendría que ser algo regular: «El primer día de la semana» (v.2). Tercero, todos («cada uno de ustedes», v.2) tendrían que participar en la ofrenda. Cuarto, tendría que ser proporcional a tus ingresos (ver Deuteronomio 16:17): «Sean todo lo generosos que puedan» (1 Corintios 16:2, MSG).
Oración
Padre, nunca podré agradecerte lo suficiente por el don de la victoria sobre el pecado, sobre la ley y la muerte por medio de nuestro Señor Jesucristo. Vuelvo a consagrar mi vida, mi dinero y todo lo que tengo a la obra del Señor.
2 Crónicas 21:4-23:21
4 Cuando Jorán se afirmó completamente en el trono de su padre, mató a espada a todos sus hermanos y también a algunos jefes de Israel.
5 Jorán tenía treinta y dos años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén ocho años. 6 Pero hizo lo que ofende al Señor, pues siguió el mal ejemplo de los reyes de Israel, como lo había hecho la familia de Acab, y llegó incluso a casarse con la hija de Acab. 7 Pero el Señor no quiso destruir la dinastía de David por consideración al pacto que había hecho con él, pues le había prometido mantener encendida para siempre una lámpara para él y sus descendientes.
8 En tiempos de Jorán, los edomitas se sublevaron contra Judá y se nombraron su propio rey. 9 Por lo tanto, Jorán marchó con sus capitanes y todos sus carros de combate. Los edomitas lo cercaron a él y a los capitanes de los carros, pero durante la noche Jorán logró abrirse paso. 10 Desde entonces Edom ha estado en rebelión contra Judá, al igual que la ciudad de Libná, que en ese mismo tiempo se sublevó. Esto sucedió porque Jorán abandonó al Señor, Dios de sus antepasados. 11 Además, Jorán construyó santuarios paganos en las colinas de Judá, e indujo a los habitantes de Jerusalén y de Judá a la idolatría.
12 El profeta Elías le envió una carta con este mensaje:
«Así dice el Señor, Dios de tu antepasado David: “Por cuanto no seguiste el buen ejemplo de tu padre Josafat, ni el de Asá, rey de Judá, 13 sino que seguiste el mal ejemplo de los reyes de Israel, haciendo que los habitantes de Judá y de Jerusalén fueran infieles a Dios, como lo hizo la familia de Acab; y por cuanto asesinaste a tus hermanos, la familia de tu padre, que eran mejores que tú, 14 el Señor herirá con una plaga terrible a tu pueblo, a tus hijos, a tus mujeres y todas tus posesiones. 15 Y a ti te enviará una enfermedad en las entrañas, tan grave que día tras día empeorará, hasta que se te salgan los intestinos.” »
16 El Señor incitó a los filisteos y a los árabes vecinos de los cusitas para que se rebelaran contra Jorán. 17 Así que marcharon contra Judá y la invadieron, y se llevaron todos los objetos de valor que hallaron en el palacio real, junto con los hijos y las mujeres de Jorán. Ninguno de sus hijos escapó con vida, excepto Joacaz, que era el menor de todos.
18 Después de esto, el Señor hirió a Jorán con una enfermedad incurable en las entrañas. 19 Pasaron los días y, al cabo de dos años, murió en medio de una terrible agonía, pues por causa de su enfermedad se le salieron los intestinos. Su pueblo no encendió ninguna hoguera en su honor, como se había hecho en honor de sus antepasados.
20 Jorán tenía treinta y dos años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén ocho años. Murió sin que nadie guardara luto por él, y fue sepultado en la Ciudad de David, pero no en el panteón de los reyes.
Ocozías, rey de Judá
22A la muerte de Jorán, los habitantes de Jerusalén proclamaron rey a Ocozías, su hijo menor, pues a sus hijos mayores los habían asesinado las bandas de árabes que habían venido al campamento. Así fue como Ocozías hijo de Jorán ascendió al trono de Judá. 2 Tenía cuarenta y dos años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén un año. Su madre era Atalía, nieta de Omrí.
3 También Ocozías siguió el mal ejemplo de la familia de Acab, pues su madre le aconsejaba que hiciera lo malo. 4 Hizo lo que ofende al Señor, como lo había hecho la familia de Acab. En efecto, una vez muerto su padre, Ocozías tuvo como consejeros a miembros de esa familia, para su perdición. 5 Por consejo de ellos, Ocozías se juntó con Jorán hijo de Acab, rey de Israel, y marchó hacia Ramot de Galaad para hacerle la guerra a Jazael, rey de Siria, pero en la batalla los sirios hirieron a Jorán. 6 Por eso tuvo que regresar a Jezrel, para reponerse de las heridas que había recibido en Ramot cuando luchó contra Jazael, rey de Siria. Como Jorán hijo de Acab convalecía en Jezrel, Ocozías hijo de Jorán, rey de Judá, fue a visitarlo.
Jehú mata a Ocozías
7 Dios había dispuesto que Ocozías muriera cuando fuera a visitar a Jorán. Tan pronto como Ocozías llegó, salió acompañado de Jorán para encontrarse con Jehú hijo de Nimsi, al que el Señor había escogido para exterminar a la familia de Acab. 8 Mientras Jehú ejecutaba el juicio contra la familia de Acab, se encontró con los jefes de Judá y con los parientes de Ocozías que estaban al servicio de éste, y los mató. 9 Luego mandó a buscar a Ocozías, que se había escondido en Samaria; pero lo apresaron y lo llevaron ante Jehú, quien ordenó matarlo. Sin embargo, le dieron sepultura, porque decían: «Es el hijo de Josafat, que buscó al Señor con todo su corazón.» Y en la familia de Ocozías no quedó nadie capaz de retener el reino.
10 Cuando Atalía madre de Ocozías vio que su hijo había muerto, tomó medidas para eliminar a toda la familia real de Judá. 11 Pero Josaba, que era hija del rey y esposa del sacerdote Joyadá, raptó a Joás hijo de Ocozías cuando los príncipes estaban a punto de ser asesinados. Metiéndolo en un dormitorio con su nodriza, logró esconderlo de Atalía, de modo que no lo mataron. Hizo esto porque era la hermana de Ocozías. 12 Seis años estuvo Joás escondido con ellos en el templo de Dios, mientras Atalía reinaba en el país.
Atalía y Joás
23En el séptimo año, el sacerdote Joyadá se armó de valor y convocó a los siguientes capitanes: Azarías hijo de Jeroán, Ismael hijo de Johanán, Azarías hijo de Obed, Maseías hijo de Adaías, y Elisafat hijo de Zicrí. 2 Éstos recorrieron todo el país convocando a los levitas de todos los pueblos de Judá y a los jefes de las familias de Israel, para que fueran a Jerusalén. 3 Allí toda la asamblea reunida en el templo de Dios hizo un pacto con el rey.
Joyadá les dijo: «Aquí tienen al hijo del rey. Él es quien debe reinar, tal como lo prometió el Señor a los descendientes de David. 4 Así que hagan lo siguiente: Una tercera parte de ustedes, los sacerdotes y levitas que están de servicio el sábado, hará la guardia en las puertas; 5 otra tercera parte permanecerá en el palacio real, y la tercera parte restante ocupará la puerta de los Cimientos, mientras que todo el pueblo estará en los atrios del templo del Señor. 6 Sólo los sacerdotes y levitas que estén de servicio entrarán en el templo del Señor, pues ellos están consagrados; nadie más podrá entrar. El pueblo deberá obedecer el precepto del Señor. 7 Arma en mano, los levitas rodearán por completo al rey; y si alguien se atreve a entrar al templo, mátenlo. ¡No dejen solo al rey, vaya donde vaya!»
8 Los levitas y todos los habitantes de Judá cumplieron con todo lo que el sacerdote Joyadá les había ordenado. Cada uno reunió a sus hombres, tanto a los que estaban de servicio el sábado como a los que estaban libres, pues el sacerdote Joyadá no eximió a ninguno de los turnos. 9 Éste repartió entre los capitanes las lanzas y los escudos grandes y pequeños del rey David, que estaban guardados en el templo de Dios, 10 y luego colocó en sus puestos a todos. Cada uno, arma en mano, protegía al rey cerca del altar y desde el lado sur hasta el lado norte del templo. 11 Luego sacaron al hijo del rey, le pusieron la corona, le entregaron una copia del pacto y lo proclamaron rey. Joyadá y sus hijos lo ungieron y gritaron: «¡Viva el rey!»
12 Cuando Atalía oyó la gritería del pueblo que corría y aclamaba al rey, fue al templo del Señor, donde estaba la gente. 13 Allí vio al rey de pie, junto a la columna de la entrada, y a los capitanes y músicos a su lado. Toda la gente tocaba alegre las trompetas, y los cantores, acompañados de instrumentos musicales, dirigían la alabanza. Al ver esto, Atalía se rasgó las vestiduras y gritó: «¡Traición! ¡Traición!»
14 Entonces el sacerdote Joyadá, como no quería que la mataran en el templo del Señor, hizo que salieran los capitanes que estaban al mando de las fuerzas, y les ordenó: «¡Sáquenla de entre las filas! Y si alguien se pone de su lado, ¡mátenlo a filo de espada!» 15 Así que la apresaron y la llevaron al palacio por la puerta de la caballería, y allí la mataron.
16 Luego Joyadá hizo un pacto con toda la gente y con el rey, para que fueran el pueblo del Señor. 17 Entonces toda la gente fue al templo de Baal y lo derribó. Destruyeron los altares y los ídolos, y en frente de los altares degollaron a Matán, sacerdote de Baal.
18 Después Joyadá apostó guardias en el templo del Señor, bajo las órdenes de los sacerdotes y levitas. A éstos David les había asignado sus turnos para que ofrecieran al Señor los holocaustos, como está escrito en la ley de Moisés, y para que cantaran con gozo, como lo había ordenado David. 19 También colocó porteros en la entrada del templo del Señor, para que le impidieran el paso a todo el que estuviera impuro.
20 Acto seguido, Joyadá, acompañado de los capitanes, los nobles, los gobernadores y todo el pueblo, llevó al rey desde el templo del Señor hasta el palacio real, pasando por la puerta superior, y sentaron a Joás en el trono real. 21 Todo el pueblo estaba alegre, y tranquila la ciudad, pues habían matado a Atalía a filo de espada.
Comentario
3. La victoria sobre el mal
Las noticias de hoy hablan de sucesos horribles, regímenes malvados y terribles asesinatos… nada nuevo.
Estos capítulos describen un periodo malo de la historia del pueblo de Dios. En palabras de The Message, Jorán es considerado por Dios como «un hombre malo» (21:6, MSG) que «se descarrió» (v.11, MSG). «Murió sin que nadie guardara luto por él» (v.20).
Ocozías no fue mejor. Su madre, Atalía, era incluso peor pues «su madre le aconsejaba que hiciera lo malo» (22:3). Cuando él murió, ella siguió haciendo maldades y causando destrucción (v.10); hasta intentó matar a todos los príncipes.
Pero Joás, como Moisés anteriormente y Jesús después de él, fue escondido y protegido (vv.11–12).
Dios había prometido mantener una lámpara encendida para siempre para David y sus descendientes (21:7). El mal fue derrotado y Joás fue coronado rey (23:11) y «todo el pueblo estaba alegre, y tranquila la ciudad, pues habían matado a Atalía a filo de espada» (v.21).
Esta es una imagen del triunfo definitivo del bien sobre el mal. Joás prefigura a alguien mucho mayor que habría de venir. Dios protegió a Jesús de aquellos que querían matarlo cuando aún era un bebé. Él es el Rey ungido que venció definitivamente al mal, el pecado y la muerte.
Oración
«¡Pero gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!» (1 Corintios 15:57).
Añadidos de Pippa
1 Corintios 15:58
«Por lo tanto, mis queridos hermanos, manténganse firmes e inconmovibles, progresando siempre en la obra del Señor, conscientes de que su trabajo en el Señor no es en vano».
Aquel fue un gran grito llamando al combate enviado por Pablo a la iglesia de Corinto. Trabaja duro, sigue adelante, y Dios lo usará para Su gloria.
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Nueva Versión Inernacional (NVI)
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