Día 238

Familia

Sabiduría Salmos 102:18-28
Nuevo Testamento 1 Corintios 16:5-24
Antiguo Testamento 2 Crónicas 24:1-25:28

Introducción

Un padre muy ocupado buscaba la manera de entretener a su hija pequeña. Encontró un mapa del mundo en una revista y lo cortó en muchos pedazos. Después, le dio las piezas a la niña sugiriéndole que intentara recomponer el mapa.

Después de muy poco rato, la niña le dijo que ya había terminado. Sorprendido por lo rápido que lo había completado, le preguntó cómo lo había hecho tan rápido, a lo que le respondió: «Cuando arrancaste la página de la revista me di cuenta de que en la parte de atrás de la hoja había una imagen de un hombre y una mujer. Pensé que si era capaz de volver a unir al hombre y a la mujer, podría volver a unir el mundo».

El matrimonio y la familia son de una importancia enorme. Son parte del orden natural de Dios y una parte vital del tejido de la sociedad. El papa Juan Pablo II escribió en una ocasión que la familia es el «fundamento» de la sociedad y la «alimenta» continuamente.

Nicky y Sila Lee han invertido sus vidas en fortalecer los matrimonios y la vida de las familias. Sus cursos y sus libros como Él y ella y El libro de padres han tenido un profundo impacto en la vida de miles de personas de nuestra iglesia local, y ahora lo tienen en muchos países de todo el mundo. Recientemente, un oficial del gobierno de un país les dijo a Nicky y a Sila: «Una sociedad sólida depende de tener familias sólidas; las familias fuertes dependen de los matrimonios fuertes. Es por esto por lo que me interesa el trabajo de ustedes».

La Biblia tiene muchísimo que decir acerca de la vida familiar. No solo tenemos una familia natural sino que como cristianos también somos parte de la iglesia, la cual es vista por el Nuevo Testamento como la «familia de Dios».

Sabiduría

Salmos 102:18-28

18 Que se escriba esto para las generaciones futuras,
y que el pueblo que será creado alabe al Señor.
19 Miró el Señor desde su altísimo santuario;
contempló la tierra desde el cielo,
20 para oír los lamentos de los cautivos
y liberar a los condenados a muerte;
21 para proclamar en Sión el nombre del
y anunciar en Jerusalén su alabanza,
22 cuando todos los pueblos y los reinos
se reúnan para adorar al Señor.

23 En el curso de mi vida acabó Dios con mis fuerzas;
me redujo los días.
24 Por eso dije:
«No me lleves, Dios mío, a la mitad de mi vida;
tú permaneces por todas las generaciones.
25 En el principio tú afirmaste la tierra,
y los cielos son la obra de tus manos.
26 Ellos perecerán, pero tú permaneces.
Todos ellos se desgastarán como un vestido.
Y como ropa los cambiarás,
y los dejarás de lado.
27 Pero tú eres siempre el mismo,
y tus años no tienen fin.
28 Los hijos de tus siervos se establecerán,
y sus descendientes habitarán en tu presencia.»

Comentario

1. Los niños y la próxima generación

Toda generación tiene la responsabilidad de pensar en el futuro y planear el mismo. No solo tendríamos que preocuparnos de lo que pasa en nuestro tiempo, sino también de la generación venidera. El salmista está preocupado por la próxima generación: «Que se escriba esto para las generaciones futuras, y que el pueblo que será creado alabe al Señor» (v.18).

Jesús es la clave para cada generación; el escritor de los Hebreos cita los versículos 25–27 de este salmo y los aplica a Jesús (Hebreos 1:10–12): «Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos» (Hebreos 13:8). Él afirmó: «La tierra, y los cielos son la obra de tus manos» Salmo 102:25). Jesús estará ahí para siempre: «Tú eres siempre el mismo, y tus años no tienen fin» (v.27).

El salmo termina con esta esperanza para la generación venidera: «Los hijos de tus siervos se establecerán, y sus descendientes habitarán en tu presencia» (v.28).

Esta es la esperanza, la oración y en alguna medida, la promesa. Mientras que todo el mundo es responsable de su propia vida, en un sentido Dios trata a la gente como familias. Podemos esperar, orar y creer que nuestros hijos vivirán en Su presencia y se establecerán ante Él (v.28).

Oración

Señor, gracias por esta esperanza que tenemos para nuestros hijos. Oro por mi familia y por aquellos que están en la iglesia, para que vivamos en Tu presencia y que nuestros hijos crezcan conociéndote, amándote y sirviéndote, y sean establecidos ante Ti.

Nuevo Testamento

1 Corintios 16:5-24

Encargos personales

5 Después de pasar por Macedonia, pues tengo que atravesar esa región, iré a verlos. 6 Es posible que me quede con ustedes algún tiempo, y tal vez pase allí el invierno, para que me ayuden a seguir el viaje a dondequiera que vaya. 7 Esta vez no quiero verlos sólo de paso; más bien, espero permanecer algún tiempo con ustedes, si el Señor así lo permite. 8 Pero me quedaré en Éfeso hasta Pentecostés, 9 porque se me ha presentado una gran oportunidad para un trabajo eficaz, a pesar de que hay muchos en mi contra.

10 Si llega Timoteo, procuren que se sienta cómodo entre ustedes, porque él trabaja como yo en la obra del Señor. 11 Por tanto, que nadie lo menosprecie. Ayúdenlo a seguir su viaje en paz para que pueda volver a reunirse conmigo, pues estoy esperándolo junto con los hermanos.

12 En cuanto a nuestro hermano Apolos, le rogué encarecidamente que en compañía de otros hermanos les hiciera una visita. No quiso de ninguna manera ir ahora, pero lo hará cuando se le presente la oportunidad.

13 Manténganse alerta; permanezcan firmes en la fe; sean valientes y fuertes. 14 Hagan todo con amor.

15 Bien saben que los de la familia de Estéfanas fueron los primeros convertidos de Acaya, y que se han dedicado a servir a los creyentes. Les recomiendo, hermanos, 16 que se pongan a disposición de aquéllos y de todo el que colabore en este arduo trabajo. 17 Me alegré cuando llegaron Estéfanas, Fortunato y Acaico, porque ellos han suplido lo que ustedes no podían darme, 18 ya que han tranquilizado mi espíritu y también el de ustedes. Tales personas merecen que se les exprese reconocimiento.

Saludos finales

19 Las iglesias de la provincia de Asia les mandan saludos. Aquila y Priscila los saludan cordialmente en el Señor, como también la iglesia que se reúne en la casa de ellos. 20 Todos los hermanos les mandan saludos. Salúdense unos a otros con un beso santo.

21 Yo, Pablo, escribo este saludo de mi puño y letra.

22 Si alguno no ama al Señor, quede bajo maldición. ¡ Marana ta!

23 Que la gracia del Señor Jesús sea con ustedes.

24 Los amo a todos ustedes en Cristo Jesús. Amén.

Comentario

2. La Familia y los hogares

La iglesia Hillsong de Sydney, Australia, tiene una gran pancarta afuera que dice: «Bienvenido a casa». La visión de Brian y Bobbie Houston, los pastores titulares, es que todo el que acuda a la iglesia se sienta bienvenido, amado y reciba la hospitalidad que daríamos a un invitado en nuestra casa.

Tenemos que volver a captar esta visión del Nuevo Testamento de la iglesia como un hogar. Por supuesto, los primeros cristianos no tenían edificios como nuestras iglesias sino que se reunían en las casas (v.19). Pablo escribe a los Corintios: «Si llega Timoteo, procuren que se sienta cómodo entre ustedes, porque él trabaja como yo en la obra del Señor» (v.10).

La iglesia es la familia de Dios, quien es nuestro padre. Pablo ve a toda la iglesia como una familia. Así, habla de los otros cristianos como sus «hermanos y hermanas» (v.15). La iglesia no es una organización a la que te afilias, es la familia a la que perteneces.

Pablo, que era soltero y no tenía mujer ni hijos propios, ama a los corintios y los ve como su familia. Encontró un refrigerio spiritual quedándose un tiempo con ellos (v.17). Termina su epístola diciendo: «Los amo a todos ustedes» (v.24). Espera de ellos que «amen al Señor » (v.22) y se amen los unos a los otros. Deben expresar este amor saludándose «unos a otros con un beso santo» (v.20).

Esta no es simplemente una linda teoría, es algo muy personal. Pablo desea verlos (v.5) y sabe que le «ayudarán» (v.6). No quiere pasar solamente un poco de tiempo con ellos, sino pasar mucho más tiempo entre ellos «si el Señor así lo permite» (v.7). El mensaje de Pablo en sus cartas emana de su amor y preocupación por la gente de la iglesia. Practicó lo que predicaba cuando escribió: «Hagan todo con amor» (v.14).

La única razón por la que Pablo no acude más pronto es porque «se ha abierto una puerta de par en par para hacer un gran trabajo en este lugar, aunque muchos se me oponen» (v.9, NTV). (Parece que siempre que Dios abre «una puerta de par en par para hacer un gran trabajo» debemos esperar que también se multiplique la oposición. No dejes que esta impida que saques el mayor partido de las grandes oportunidades cuando estas se presentan).

Prosigue hablando de Timoteo, a quien en otro lugar describe como su hijo en el Señor (4:17). Después habla de su «hermano Apolos» 16:12) para seguir hablando sobre «la familia de Estéfanas » (v.15). Viendo el Nuevo Testamento, parece que era bastante común que familias enteras se convirtieran y se bautizaran juntas.

También vemos en este pasaje un ejemplo de una pareja casada ejerciendo un ministerio conjuntamente. Aquila y Priscila dirigían una iglesia en su casa (v.19). Aquí se nombra a Aquila primero, pero lo más común es que Priscila sea citada la primera por Pablo (ver Romanos 16:3). Está claro que dirigían juntos la iglesia.

La familia de la iglesia se compone de gente soltera como Pablo, parejas casadas como Priscila y Aquila, y hogares enteras como el de Estefanás; juntos conforman la familia de Dios.

Lo que Pablo escribe es de aplicación a todos nosotros: «Manténganse alerta; permanezcan firmes en la fe; sean valientes y fuertes. Hagan todo con amor» (1 Corintios 16:13–14).

Oración

Señor, te pido que nos des un amor tal los unos por los otros, que ya sea que estemos casados o solteros, todos experimentemos las riquezas y el descanso de ser parte de la familia de Dios.

Antiguo Testamento

2 Crónicas 24:1-25:28

Joás, rey de Judá

24Joás tenía siete años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén cuarenta años. Su madre era Sibia, oriunda de Berseba. 2 Mientras el sacerdote Joyadá vivió, Joás hizo lo que agradaba al Señor. 3 Joyadá eligió dos esposas para Joás, y con ellas Joás tuvo hijos e hijas.

4 Algún tiempo después, Joás decidió reparar el templo del Señor. 5 Reunió a los sacerdotes y a los levitas, y les dijo: «Vayan por las ciudades de Judá y recojan dinero de todos los israelitas, para reparar cada año el templo de su Dios. Háganlo inmediatamente.»

Sin embargo, los levitas fueron negligentes. 6 Entonces el rey llamó al sumo sacerdote Joyadá y le dijo: «¿Por qué no has presionado a los levitas para que vayan y recojan en Judá y en Jerusalén la contribución que Moisés, siervo del Señor, y la asamblea de Israel impusieron para la Tienda del pacto?»

7 Resulta que la malvada de Atalía y sus hijos habían destrozado el templo de Dios, y hasta habían ofrecido a los baales los objetos sagrados del templo del Señor. 8 Por eso el rey ordenó que se hiciera un cofre y se colocara afuera, junto a la puerta del templo del Señor. 9 Luego mandó que se pregonara por Judá y Jerusalén que trajeran al Señor la contribución que Moisés, siervo del Señor, había ordenado a Israel en el desierto.

10 Todos los jefes y todo el pueblo llevaron alegremente sus contribuciones, y las depositaron en el cofre hasta llenarlo. 11 Los levitas llevaban el cofre a los funcionarios del rey, para que lo examinaran. Cuando veían que había mucho dinero, se presentaban el secretario real y un oficial nombrado por el sumo sacerdote y, luego de vaciar el cofre, volvían a colocarlo en su lugar. Esto lo hacían todos los días, y así recogieron mucho dinero. 12 El rey y Joyadá entregaban el dinero a los que supervisaban la restauración del templo del Señor, y éstos contrataban canteros, carpinteros, y expertos en el manejo del hierro y del bronce, para repararlo.

13 Los supervisores de la restauración trabajaron diligentemente hasta terminar la obra. Repararon el templo de Dios y lo dejaron en buen estado y conforme al diseño original. 14 Cuando terminaron, le llevaron al rey y a Joyadá el dinero que sobró, y éstos lo utilizaron para hacer utensilios para el templo del Señor: utensilios para el culto y para los holocaustos, y cucharones y vasos de oro y de plata.

Todos los días, mientras Joyadá vivió, se ofrecieron holocaustos en el templo del Señor. 15 Pero Joyadá envejeció, y murió muy anciano. Cuando murió, tenía ciento treinta años. 16 Fue sepultado junto con los reyes en la Ciudad de David, porque había servido bien a Israel y a Dios y su templo.

Depravación de Joás

17 Después de que Joyadá murió, los jefes de Judá se presentaron ante el rey para rendirle homenaje, y él escuchó sus consejos. 18 Abandonaron el templo del Señor, Dios de sus antepasados, y adoraron las imágenes de Aserá y de los ídolos. Debido a este pecado, la ira de Dios cayó sobre Judá y Jerusalén. 19 El Señor les envió profetas para que los exhortaran a volver a él, pero no les hicieron caso.

20 El Espíritu de Dios vino sobre Zacarías, hijo del sacerdote Joyadá, y éste, presentándose ante el pueblo, declaró: «Así dice Dios el Señor: ¿Por qué desobedecen mis mandamientos? De ese modo no prosperarán. Como me han abandonado, yo también los abandonaré.»

21-22 Pero ellos conspiraron contra Zacarías hijo de Joyadá y, por orden del rey, lo mataron a pedradas en el atrio del templo del Señor. Así fue como el rey Joás, no tomando en cuenta la bondad de Joyadá, mató a su hijo Zacarías, quien al morir dijo: «¡Que el Señor vea esto y te juzgue!»

23 Al cabo de un año, las tropas sirias marcharon contra Joás, invadieron Judá y Jerusalén y, después de matar a los jefes del pueblo, enviaron todo el botín al rey de Damasco. 24 Aunque el ejército sirio era pequeño, el Señor permitió que derrotara a un ejército muy numeroso, porque los habitantes de Judá habían abandonado al Señor, Dios de sus antepasados. De esta manera Joás recibió el castigo que merecía.

25 Cuando los sirios se retiraron, dejando a Joás gravemente herido, sus servidores conspiraron contra él y lo mataron en su propia cama, vengando así la muerte del hijo del sacerdote Joyadá. Luego lo sepultaron en la Ciudad de David, pero no en el panteón de los reyes. 26 Los que conspiraron contra Joás fueron Zabad hijo de Simat el amonita, y Jozabad hijo de Simrit el moabita.

27 Todo lo relacionado con los hijos de Joás, con las muchas profecías en su contra y con la restauración del templo de Dios, está escrito en el comentario sobre el libro de los reyes. Su hijo Amasías lo sucedió en el trono.

Amasías, rey de Judá

25Amasías tenía veinticinco años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén veintinueve años. Su madre era Joadán, oriunda de Jerusalén. 2 Amasías hizo lo que agrada al Señor, aunque no de todo corazón. 3 Después de afianzarse en el poder, Amasías mató a los ministros que habían asesinado a su padre el rey. 4 Sin embargo, según lo que ordenó el Señor, no mató a los hijos de los asesinos, pues está escrito en el libro de la ley de Moisés: «A los padres no se les dará muerte por la culpa de sus hijos, ni a los hijos se les dará muerte por la culpa de sus padres, sino que cada uno morirá por su propio pecado.»

5 Amasías reunió a los de Judá, y puso al frente de todo Judá y Benjamín jefes de mil y de cien soldados, agrupados según sus familias patriarcales. Censó a los hombres mayores de veinte años, y resultó que había trescientos mil hombres aptos para ir a la guerra y capaces de manejar la lanza y el escudo. 6 Además, por la suma de tres mil trescientos kilos de plata contrató a cien mil guerreros valientes de Israel.

7 Pero un hombre de Dios fue a verlo y le dijo:

—Su Majestad, no permita que el ejército de Israel vaya con usted, porque el Señor no está con esos efraimitas. 8 Si usted va con ellos, Dios lo derribará en la cara misma de sus enemigos aunque luche valerosamente, porque Dios tiene poder para ayudar y poder para derribar.

9 Amasías le preguntó al hombre de Dios:

—¿Qué va a pasar con los tres mil trescientos kilos de plata que pagué al ejército de Israel?

—El Señor puede darle a usted mucho más que eso —respondió.

10 Entonces Amasías dio de baja a las tropas israelitas que habían llegado de Efraín, y las hizo regresar a su país. A raíz de eso, las tropas se enojaron mucho con Judá y regresaron furiosas a sus casas.

11 Armándose de valor, Amasías guió al ejército hasta el valle de la Sal, donde mató a diez mil hombres de Seír. 12 El ejército de Judá capturó vivos a otros diez mil. A éstos los hicieron subir a la cima de una roca, y desde allí los despeñaron. Todos murieron destrozados.

13 Mientras esto sucedía, las tropas que Amasías había dado de baja se lanzaron contra las ciudades de Judá, y desde Samaria hasta Bet Jorón mataron a tres mil personas y se llevaron un enorme botín.

14 Cuando Amasías regresó de derrotar a los edomitas, se llevó consigo los dioses de los habitantes de Seír y los adoptó como sus dioses, adorándolos y quemándoles incienso. 15 Por eso el Señor se encendió en ira contra Amasías y le envió un profeta con este mensaje:

—¿Por qué sigues a unos dioses que no pudieron librar de tus manos a su propio pueblo?

16 El rey interrumpió al profeta y le replicó:

—¿Y quién te ha nombrado consejero del rey? Si no quieres que te maten, ¡no sigas fastidiándome!

El profeta se limitó a añadir:

—Sólo sé que, por haber hecho esto y por no seguir mi consejo, Dios ha resuelto destruirte.

17 Sin embargo, Amasías, rey de Judá, siguiendo el consejo de otros, envió mensajeros a Joás, hijo de Joacaz y nieto de Jehú, rey de Israel, con este reto: «¡Ven acá, para que nos enfrentemos!»

18 Pero Joás, rey de Israel, le respondió a Amasías, rey de Judá: «El cardo del Líbano le mandó este mensaje al cedro: “¡Entrega a tu hija como esposa a mi hijo!” Pero luego pasaron por allí las fieras del Líbano, y aplastaron al cardo. 19 Tú te jactas de haber derrotado a los edomitas; ¡el éxito se te ha subido a la cabeza! Está bien, jáctate si quieres, pero quédate en casa. ¿Para qué provocas una desgracia que significará tu perdición y la de Judá?»

20 Como estaba en los planes de Dios entregar a Amasías en poder del enemigo por haber seguido a los dioses de Edom, Amasías no le hizo caso a Joás. 21 Entonces Joás, rey de Israel, marchó a Bet Semes, que está en Judá, para enfrentarse con él. 22 Los israelitas batieron a los de Judá, y éstos huyeron a sus hogares. 23 En Bet Semes, Joás, rey de Israel, capturó a Amasías, rey de Judá, hijo de Joás y nieto de Joacaz. Luego fue a Jerusalén y derribó ciento ochenta metros de la muralla, desde la puerta de Efraín hasta la puerta de la Esquina. 24 Además, se apoderó de todo el oro, la plata y los utensilios que estaban en el templo de Dios bajo el cuidado de Obed Edom. También se llevó los tesoros del palacio real, tomó rehenes y regresó a Samaria.

25 Amasías hijo de Joás, rey de Judá, sobrevivió quince años a Joás hijo de Joacaz, rey de Israel. 26 Los demás acontecimientos del reinado de Amasías, desde el primero hasta el último, están escritos en el libro de los reyes de Judá y de Israel. 27 Desde el momento en que Amasías abandonó al Señor, se tramó una conspiración contra él en Jerusalén. Entonces Amasías huyó a Laquis, pero lo persiguieron y allí lo mataron. 28 Luego lo llevaron a caballo hasta la capital de Judá, donde fue sepultado con sus antepasados.

Comentario

3. Los padres y los hijos

Tener una buena crianza de parte de tus padres es una enorme ventaja en la vida. El padre de Joás murió cuando este era un bebé y lo hicieron rey con tan solo siete años. Su madre se aseguró de que fuera instruido y entrenado por el sacerdote Joyadá (v.2). Claramente, recibió una buena educación y «mientras el sacerdote Joyadá vivió, Joás hizo lo que agradaba al Señor» (v.3). Joás tuvo su propia familia compuesta de «hijos e hijas» (v.3).

Dios había prometido su bendición sobre David y su familia. La realeza se transmitió a lo largo de la línea familiar; pero aunque el amor de Dios era incondicional, cada persona era responsable de cómo respondía a este amor. «Está escrito en el libro de la ley de Moisés: “A los padres no se les dará muerte por la culpa de sus hijos, ni a los hijos se les dará muerte por la culpa de sus padres, sino que cada uno morirá por su propio pecado”» (25:4). (En palabras de The Message, «cada uno pagamos personalmente por nuestros pecados »).

Vemos cómo este principio obró aquí. Joás empezó bien, haciendo «lo que agradaba al Señor» (24:2) y «decidió reparar el templo del Señor» (v.4). Todos se le unieron: «Todos los jefes y todo el pueblo llevaron alegremente sus contribuciones, y las depositaron en el cofre hasta llenarlo» (v.10). «Repararon el templo de Dios y lo dejaron en buen estado y conforme al diseño original» (v.13). (Los edificios para el culto son importantes y pueden ser restaurados si todo el mundo se involucra).

Lamentablemente, el reinado de Joás no terminó bien (vv.17–27). Es muy importante no solo comenzar bien, sino también terminar bien.

Trágicamente, este mismo patrón se repitió en la vida de su hijo Amasías, quien empezó bien (25:2) pero no acabó bien. Se volvió arrogante y orgulloso (v.19) y se apartó de seguir al Señor, «abandonó al Señor» (v.27).

Oración

Señor, ayúdanos a ser buenos ejemplos y terminar bien. Oro para que la vida familiar sea de nuevo el fundamento que alimente continuamente a nuestra sociedad. Que se revierta el declive de los matrimonios y se restauren las familias sólidas.

Añadidos de Pippa

2 Crónicas 24:1–25:28

Los niños pueden lograr grandes cosas si reciben buenos consejos, no debemos subestimarlos.

Joás llegó a ser rey a la edad de siete años. Con la ayuda de Joyadá, el sacerdote y consejero suyo, Joás reconstruyó el Templo. Mientras tuvo aquel buen consejero logró muchísimas cosas. Lamentablemente, cuando su consejero murió se descarrió. Es importante perseverar en buscar un consejo sabio y todos necesitamos animar a la nueva generación.

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Nueva Versión Inernacional (NVI)

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