Ungido por Dios
Introducción
¿Te has dado cuenta de que ahora estás «ungido» por Dios? La «unción» no es solo para algunos líderes cristianos especiales o los que tienen que predicar. Es para todos nosotros. ¿Sabes que esta unción te da poder sobre el pecado, la tentación y el mal? ¿Sabes que esta unción te da un acceso especial a Dios en alabanza y en oración? ¿Sabes que esta unción te capacita para proclamar el mensaje de Dios a otras personas?
Todo esto es posible porque Dios te ha dado el Espíritu Santo. El Espíritu Santo no solo te garantiza tu futuro, Él es el pago por adelantado. «Él nos ungió, nos selló como propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón como garantía de sus promesas» (2 Corintios 1:21–22).
Cuando firmas un contrato de preventa de una casa suele acompañarse con un depósito que no solo garantiza la operación de compra, sino que también es parte adelantada del pago. En palabras de The Message, Dios «por su Espíritu nos ha sellado con una promesa eterna, un comienzo seguro de lo que Él ha destinado que se cumpla» (v.21, MSG). Al darte el Espíritu Santo, Dios te ha dado ya este depósito por adelantado de lo que un día recibirás plenamente. ¿Qué significa, en la práctica, esta unción del Espíritu Santo?
Salmos 103:13-22
13 Tan compasivo es el Señor con los que le temen
como lo es un padre con sus hijos.
14 Él conoce nuestra condición;
sabe que somos de barro.
15 El hombre es como la hierba,
sus días florecen como la flor del campo:
16 sacudida por el viento,
desaparece sin dejar rastro alguno.
17 Pero el amor del Señor es eterno
y siempre está con los que le temen;
su justicia está con los hijos de sus hijos,
18 con los que cumplen su pacto
y se acuerdan de sus preceptos
para ponerlos por obra.
19 El Señor ha establecido su trono en el cielo;
su reinado domina sobre todos.
20 Alaben al Señor, ustedes sus ángeles,
paladines que ejecutan su palabra
y obedecen su mandato.
21 Alaben al Señor, todos sus ejércitos,
siervos suyos que cumplen su voluntad.
22 Alaben al Señor, todas sus obras
en todos los ámbitos de su dominio.
¡Alaba, alma mía, al Señor!
Comentario
1. Experimenta el amor paternal de Dios por ti ahora
En cuanto nuestros hijos nacieron, Pippa y yo sentimos un desbordante amor por ellos que continua hoy en día. Ese es el instinto natural de todo padre. Sentimos un amor profundamente arraigado por nuestros hijos que no se basa en sus logros o desempeños, sino simplemente en quiénes son.
Así es como Dios te ama, y aún más que eso. «Tan compasivo es el Señor con los que le temen como lo es un padre con sus hijos» (v.13).
¿Has sentido alguna vez el amor que Dios te tiene? ¿Sabes cuan profundamente que te ama, más de lo que ningún progenitor ama a su hijo? ¿Has experimentado cómo se derrama este amor en tu corazón por el Espíritu Santo? Dios quiere que experimentes ese amor paternal ahora mismo y que sepas que continuará para siempre.
David parece ver un destello del hecho de que este amor no es algo solamente para esta vida: «Pero el amor del Señor es eterno y siempre está con los que le temen; su justicia está con los hijos de sus hijos, con los que cumplen su pacto y se acuerdan de sus preceptos para ponerlos por obra» (vv.17–18).
Oración
«¡Alaba, alma mía, al Señor!» (v.22). Te alabo Señor, por Tu sorprendente amor y compasión hacia mí, aún más grande que la compasión de ningún padre por su hijo. Gracias porque me has ungido y has puesto Tu Espíritu en mi corazón para que pueda experimentar ese amor ahora mismo.
2 Corintios 1:12-22
Pablo cambia de planes
12 Para nosotros, el motivo de satisfacción es el testimonio de nuestra conciencia: Nos hemos comportado en el mundo, y especialmente entre ustedes, con la santidad y sinceridad que vienen de Dios. Nuestra conducta no se ha ajustado a la sabiduría humana sino a la gracia de Dios. 13 No estamos escribiéndoles nada que no puedan leer ni entender. Espero que comprenderán del todo, 14 así como ya nos han comprendido en parte, que pueden sentirse orgullosos de nosotros como también nosotros nos sentiremos orgullosos de ustedes en el día del Señor Jesús.
15 Confiando en esto, quise visitarlos primero a ustedes para que recibieran una doble bendición; 16 es decir, visitarlos de paso a Macedonia, y verlos otra vez a mi regreso de allá. Así podrían ayudarme a seguir el viaje a Judea. 17 Al proponerme esto, ¿acaso lo hice a la ligera? ¿O es que hago mis planes según criterios meramente humanos, de manera que diga «sí, sí» y «no, no» al mismo tiempo?
18 Pero tan cierto como que Dios es fiel, el mensaje que les hemos dirigido no es «sí» y «no». 19 Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, a quien Silvano, Timoteo y yo predicamos entre ustedes, no fue «sí» y «no»; en él siempre ha sido «sí». 20 Todas las promesas que ha hecho Dios son «sí» en Cristo. Así que por medio de Cristo respondemos «amén» para la gloria de Dios. 21 Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo, tanto a nosotros como a ustedes. Él nos ungió, 22 nos selló como propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón, como garantía de sus promesas.
Comentario
2. Experimenta las promesas de Dios ahora
¿Te das cuenta de que todas las promesas de Dios son para ti? «Porque todas las promesas de Dios son en él “sí” y, por tanto, también por medio de él decimos “amén” a Dios» (v.20, RVA-2015).
Por el Espíritu Santo, Dios ha puesto Su «sí» en nosotros «Él nos ungió, nos selló como propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón como garantía de sus promesas» (vv.21–22).
Es como si las promesas de Dios en el Antiguo Testamento hubieran sido subrayadas y reafirmadas en Jesús. Como explica san Pablo: «Todas las promesas que ha hecho Dios son “sí” en Cristo» (v.20). Vemos la expresión definitiva del amor de Dios en la cruz, y conocemos la experiencia definitiva del amor de Dios por medio del Espíritu Santo.
Lo que está escondido en el Antiguo Testamento, es revelado en el Nuevo Testamento. En Cristo, disfrutarás para siempre del amor de Dios que es eterno. Como explica san Pablo: «Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo, tanto a nosotros como a ustedes. Él nos ungió, nos selló como propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón como garantía de sus promesas» (vv.21–22). Es el mismo Dios que ungió a Pablo y a los Corintios.
No son ungidos solamente un cierto tipo de cristianos. Sabemos que «a Jesús de Nazaret: \[…\] lo ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder» (Hechos 10:38). Lo que es tan sorprendente es que el mismo Espíritu que ungió a Jesús, te ha ungido a ti. Estás «ungido» por el Espíritu Santo, igual que yo. El Espíritu de Dios que vive en ti como «garantía» también es quien te da Su «unción». Para comprender lo rica y hermosa que es esta promesa, necesitamos comprender el trasfondo del Antiguo Testamento.
Oración
Señor, muchas gracias porque todas las promesas de Dios encuentran su «sí» en Cristo (2 Corintios 1:20). Gracias porque me has ungido con Tu «sello de propiedad» (v.22) y has puesto Tu Espíritu en mi corazón «como garantía de tus promesas» (v.22).
2 Crónicas 29:1-31:1
Ezequías, rey de Judá
29Ezequías tenía veinticinco años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén veintinueve años. Su madre era Abías hija de Zacarías. 2 Ezequías hizo lo que agrada al Señor, pues en todo siguió el buen ejemplo de su antepasado David.
3 En el mes primero del primer año de su reinado, Ezequías mandó que se abrieran las puertas del templo del Señor, y las reparó. 4 En la plaza oriental convocó a los sacerdotes y a los levitas, 5 y les dijo:
«¡Levitas, escúchenme! Purifíquense ustedes, y purifiquen también el templo del Señor, Dios de sus antepasados, y saquen las cosas profanas que hay en el santuario. 6 Es un hecho que nuestros antepasados se rebelaron e hicieron lo que ofende al Señor nuestro Dios, y que lo abandonaron. Es también un hecho que le dieron la espalda al Señor, y que despreciaron el lugar donde él habita. 7 Así mismo, cerraron las puertas del atrio, apagaron las lámparas, y dejaron de quemar incienso y de ofrecer holocaustos en el santuario al Dios de Israel.
8 »¡Por eso la ira del Señor cayó sobre Judá y Jerusalén, y los convirtió en objeto de horror, de desolación y de burla, tal como ustedes pueden verlo ahora con sus propios ojos! 9 ¡Por eso nuestros antepasados murieron a filo de espada, y nuestros hijos, nuestras hijas y nuestras mujeres fueron llevados al cautiverio!
10 »Yo me propongo ahora hacer un pacto con el Señor, Dios de Israel, para que retire de nosotros su ardiente ira. 11 Así que, hijos míos, no sean negligentes, pues el Señor los ha escogido a ustedes para que estén en su presencia, y le sirvan, y sean sus ministros y le quemen incienso.»
12 Éstos son los levitas que se dispusieron a trabajar:
De los descendientes de Coat:
Mahat hijo de Amasay, y Joel hijo de Azarías.
De los descendientes de Merari:
Quis hijo de Abdí, y Azarías hijo de Yalelel.
De los descendientes de Guersón:
Joa hijo de Zimá, y Edén hijo de Joa.
13 De los descendientes de Elizafán:
Simri y Jeyel.
De los descendientes de Asaf:
Zacarías y Matanías.
14 De los descendientes de Hemán:
Jehiel y Simí.
De los descendientes de Jedutún:
Semaías y Uziel.
15 Éstos reunieron a sus parientes, se purificaron y entraron en el templo del Señor para purificarlo, cumpliendo así la orden del rey, según las palabras del Señor. 16 Después los sacerdotes entraron al interior del templo del Señor para purificarlo. Sacaron al atrio del templo todos los objetos paganos que encontraron allí, y los levitas los recogieron y los arrojaron al arroyo de Cedrón. 17 Comenzaron a purificar el templo el primer día del mes primero, y al octavo día ya habían llegado al pórtico del templo. Para completar la purificación emplearon otros ocho días, de modo que terminaron el día dieciséis del mes primero.
18 Más tarde, se presentaron ante el rey Ezequías y le dijeron: «Ya hemos purificado el templo del Señor, el altar de los holocaustos con sus utensilios, y la mesa para el pan de la Presencia con sus utensilios. 19 Además, hemos reparado y purificado todos los utensilios que, en su rebeldía, el rey Acaz profanó durante su reinado, y los hemos puesto ante el altar del Señor.»
20 El rey Ezequías se levantó muy de mañana, reunió a los jefes de la ciudad y se fue con ellos al templo del Señor. 21 Llevaron siete bueyes, siete carneros y siete corderos; además, como ofrenda por el pecado del reino, del santuario y de Judá, llevaron siete machos cabríos. El rey ordenó a los sacerdotes descendientes de Aarón que los ofrecieran en holocausto sobre el altar del Señor. 22 Los sacerdotes mataron los toros, recogieron la sangre y la rociaron sobre el altar; luego mataron los carneros y rociaron la sangre sobre el altar; después mataron los corderos y rociaron la sangre sobre el altar. 23 Finalmente, a los machos cabríos de la ofrenda por el pecado los llevaron y los colocaron delante del rey y de la asamblea para que pusieran las manos sobre ellos; 24 luego los mataron y rociaron la sangre sobre el altar como una ofrenda por el pecado de todo Israel, pues el rey había ordenado que el holocausto y el sacrificio por el pecado se ofrecieran por todo Israel.
25 Ezequías instaló también a los levitas en el templo del Señor, con música de címbalos, arpas y liras, tal como lo habían ordenado David, Natán el profeta, y Gad, el vidente del rey. Este mandato lo dio el Señor por medio de sus profetas.
26 Los levitas estaban de pie con los instrumentos musicales de David, y los sacerdotes, con las trompetas. 27 Entonces Ezequías ordenó que se ofreciera el holocausto sobre el altar. En cuanto comenzó el holocausto, comenzaron también los cantos al Señor y el toque de trompetas, acompañados de los instrumentos musicales de David, rey de Israel. 28 Toda la asamblea permaneció postrada hasta que terminó el holocausto, mientras los cantores entonaban los cantos y los trompetistas hacían resonar sus instrumentos.
29 Cuando terminaron de ofrecer el holocausto, el rey y todos los que estaban con él se postraron para adorar al Señor. 30 El rey Ezequías y los jefes les ordenaron a los levitas que cantaran al Señor las alabanzas que David y Asaf el vidente habían compuesto. Los levitas lo hicieron con alegría, y se postraron en adoración.
31 Luego Ezequías dijo: «Ahora que ustedes se han consagrado al Señor, acérquense y preséntenle en su templo los sacrificios y las ofrendas de acción de gracias.» 32 Así que la asamblea llevó setenta bueyes, cien carneros y doscientos corderos, para ofrecerlos en holocausto al Señor. 33 También se consagraron seiscientos bueyes y tres mil ovejas. 34 Pero como los sacerdotes eran pocos y no podían desollar tantos animales, sus parientes levitas tuvieron que ayudarlos para terminar el trabajo, a fin de que los otros sacerdotes pudieran purificarse, pues los levitas habían sido más diligentes en purificarse que los sacerdotes. 35 Se ofrecieron muchos holocaustos, además de la grasa de los sacrificios de comunión y de las libaciones para cada holocausto.
Así fue como se restableció el culto en el templo del Señor. 36 Y Ezequías y todo el pueblo se regocijaron de que Dios hubiera preparado al pueblo para hacerlo todo con rapidez.
Celebración de la Pascua
30Ezequías escribió cartas a todo Israel y Judá, incluyendo a las tribus de Efraín y Manasés, y se las envió, para que acudieran al templo del Señor en Jerusalén a celebrar la Pascua del Señor, Dios de Israel. 2 El rey, los jefes y toda la asamblea habían decidido celebrar la Pascua en el mes segundo. 3 No pudieron hacerlo en la fecha correspondiente porque muchos de los sacerdotes aún no se habían purificado, y el pueblo no se había reunido en Jerusalén. 4 Como la propuesta les agradó al rey y a la asamblea, 5 acordaron pregonar por todo Israel, desde Dan hasta Berseba, que todos debían acudir a Jerusalén para celebrar la Pascua del Señor, Dios de Israel, pues muchos no la celebraban como está prescrito.
6 Los mensajeros salieron por todo Israel y Judá con las cartas del rey y de sus oficiales, y de acuerdo con la orden del rey iban proclamando:
«Israelitas, vuélvanse al Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, para que él se vuelva al remanente de ustedes, que escapó del poder de los reyes de Asiria. 7 No sean como sus antepasados, ni como sus hermanos, que se rebelaron contra el Señor, Dios de sus antepasados. Por eso él los convirtió en objeto de burla, como ahora lo pueden ver. 8 No sean tercos, como sus antepasados. Sométanse al Señor, y entren en su santuario, que él consagró para siempre. Sirvan al Señor su Dios, para que él retire su ardiente ira. 9 Si se vuelven al Señor, sus hermanos y sus hijos serán tratados con benevolencia por aquellos que los tienen cautivos, y podrán regresar a esta tierra. El Señor su Dios es compasivo y misericordioso. Si ustedes se vuelven a él, jamás los abandonará.»
10 Los mensajeros recorrieron toda la región de Efraín y Manasés de ciudad en ciudad, hasta llegar a la región de Zabulón, pero todos se reían y se burlaban de ellos. 11 No obstante, algunos de las tribus de Aser, Manasés y Zabulón se humillaron y fueron a Jerusalén. 12 También los habitantes de Judá, movidos por Dios, cumplieron unánimes la orden del rey y de los jefes, conforme a la palabra del Señor.
13 En el mes segundo, una inmensa muchedumbre se reunió en Jerusalén para celebrar la fiesta de los Panes sin levadura. 14 Quitaron los altares que había en Jerusalén y los altares donde se quemaba incienso, y los arrojaron al arroyo de Cedrón.
15 El día catorce del mes segundo celebraron la Pascua. Los sacerdotes y los levitas, compungidos, se purificaron y llevaron holocaustos al templo del Señor, 16 después de lo cual ocuparon sus respectivos puestos, conforme a la ley de Moisés, hombre de Dios. Los levitas entregaban la sangre a los sacerdotes, y éstos la rociaban. 17 Como muchos de la asamblea no se habían purificado, para consagrarlos al Señor los levitas tuvieron que matar por ellos los corderos de la Pascua. 18 En efecto, mucha gente de Efraín, de Manasés, de Isacar y de Zabulón participó de la comida pascual sin haberse purificado, con lo que transgredieron lo prescrito. Pero Ezequías oró así a favor de ellos: «Perdona, buen Señor, 19 a todo el que se ha empeñado de todo corazón en buscarte a ti, Señor, Dios de sus antepasados, aunque no se haya purificado según las normas de santidad.» 20 Y el Señor escuchó a Ezequías y perdonó al pueblo.
21 Los israelitas que se encontraban en Jerusalén celebraron con mucho gozo, y durante siete días, la fiesta de los Panes sin levadura. Los levitas y los sacerdotes alababan al Señor todos los días, y le entonaban cantos al son de sus instrumentos musicales. 22 Y Ezequías felicitó a los levitas que habían tenido una buena disposición para servir al Señor.
Durante siete días celebraron la fiesta y participaron de la comida pascual, ofreciendo sacrificios de comunión y alabando al Señor, Dios de sus antepasados. 23 Pero toda la asamblea acordó prolongar la fiesta siete días más, y llenos de gozo celebraron esos siete días. 24 Ezequías, rey de Judá, le obsequió a la asamblea mil bueyes y siete mil ovejas, y también los jefes regalaron mil bueyes y diez mil ovejas. Y muchos más sacerdotes se purificaron. 25 Toda la asamblea de Judá estaba alegre, lo mismo que todos los sacerdotes, levitas y extranjeros que habían llegado de Israel, así como los que vivían en Judá. 26 Desde la época de Salomón hijo de David, rey de Israel, no se había celebrado en Jerusalén una fiesta tan alegre. 27 Después los sacerdotes y los levitas se pusieron de pie y bendijeron al pueblo, y el Señor los escuchó; su oración llegó hasta el cielo, el santo lugar donde Dios habita.
31Cuando terminó la fiesta, todos los israelitas que estaban allí recorrieron las ciudades de Judá para derribar las piedras sagradas y las imágenes de la diosa Aserá. También derribaron por completo los altares y los santuarios paganos que había en los territorios de Judá, Benjamín, Efraín y Manasés. Después de eso, todos ellos regresaron a sus ciudades, cada uno a su propiedad.
Comentario
3. Experimenta ahora la unción de Dios en tu vida
En el Antiguo Testamento, fueron ungidos tres grupos de personas: reyes, sacerdotes y profetas. Por medio de la obra del Espíritu Santo en nosotros, ahora todos estamos ungidos con una unción real, sacerdotal y profética. ¿Qué significa esto en la práctica?
- Unción real
Tienes una unción real para la batalla contra la tentación, el pecado y el mal.
Ezequías era el rey ungido. El rey tenía que liderar al pueblo en sus dificultades y sus batallas. Ezequías era un buen rey (29:2). «Se levantó muy de mañana y reunió a los jefes de la ciudad» (v.20). Restauraron el Templo y celebraron la Pascua, deshaciéndose de los falsos ídolos (31:1).
Ezequías los invitó: « No sean como sus antepasados, ni como sus hermanos, que se rebelaron contra el Señor \[…\]Sométanse al Señor, y entren en su santuario, que él consagró para siempre \[…\] El Señor su Dios es compasivo y misericordioso. Si ustedes se vuelven a él, jamás los abandonará» (30:7–10).
El padre Raniero Cantalamessa escribe que la unción real significa que el Espíritu Santo «urge a Jesús y la Iglesia en su lucha contra Satanás». Todos tenemos esta unción real. El Espíritu Santo nos exhorta a cada uno a batallar contra la tentación, el pecado y el mal. Puedes clamar al Espíritu Santo para que te ayude cuando seas tentado, sabiendo que Él vendrá a tu lado y te dará la fuerza para resistir.
- Unción sacerdotal
Tienes la unción sacerdotal para orar y alabar.
Los sacerdotes en el Antiguo Testamento, y en particular en este pasaje, fueron ungidos para ser mediadores entre Dios y los seres humanos. Vemos aquí que hacían sacrificios de todos, corderos, cabras y demás (29:20 en adelante). Derramaban la sangre de los novillos y los corderos sobre el altar. Imponían sus manos sobre las cabras y las sacrificaban. Aquellas eran las ofrendas de expiación por los pecados.
«Los levitas y los sacerdotes alababan al Señor todos los días, y le entonaban cantos al son de sus instrumentos musicales. Y Ezequías felicitó a los levitas que habían tenido una buena disposición para servir al Señor» (30:21-22).
Jesús cumplió esta unción sacerdotal muriendo como el cordero de Dios cuya sangre fue derramada para quitar nuestros pecados. Aquel fue el único y definitivo sacrificio por el pecado.
Hay otro sentido en el que la unción sacerdotal nos viene a nosotros, la iglesia. Hemos recibido la unción sacerdotal de Jesús: «Ustedes son \[…\] real sacerdocio» (1 Pedro 2:9). El Espíritu urge a Jesús y a la iglesia a orar. En tus oraciones ante Dios, tienes un ministerio sacerdotal como intercesor en favor del pueblo.
- Unción profética
Tienes una unción profética para contar las buenas noticias de Jesús.
El cronista se refiere a «Natán el profeta» (2 Crónicas 29:25) y dice: «Este mandato lo dio el Señor por medio de sus profetas» (v.25). Los profetas del Antiguo Testamento fueron ungidos para anunciar la palabra del Señor. El Espíritu ungió a Jesús en su bautismo para predicar la buena noticia a los pobres. El mismo Espíritu Santo te unge para anunciar sus palabras hoy. Tú tienes esa unción profética.
La iglesia es el agente de Dios para anunciar la buena noticia de Jesús al mundo. Cada vez que le cuentas a un amigo acerca de Jesús, lo invitas a Alpha por ejemplo, o le hablas a su vida de alguna manera, estás poniendo en obra este llamado.
Oración
Señor, ayúdame hoy en la batalla contra el pecado. No me dejes caer en la tentación, más líbrame del mal. Ayúdame a ejercer la unción real en la batalla contra el pecado y el mal. Ayúdame también en nuestra unción sacerdotal de orar y alabar. Ayúdame a ser más fiel a la hora de orar por los demás. Ayúdame en nuestra unción profética. Ayúdame a llevar la buena noticia a los pobres, a sanar a los que tienen roto el corazón, a proclamar la libertad para los cautivos, y a traer el aceite de la alegría que viene del Espíritu Santo a aquellos que se lamentan y están desesperados. (Isaías 61:1–3; Lucas 4:18–19).
Añadidos de Pippa
Salmo 103:16
« \[…\] sacudida por el viento, desaparece sin dejar rastro alguno».
La vida pasa demasiado aprisa, igual que nuestras vacaciones. Pronto no serán recordadas, pero lo bueno es que, Dios es eterno (v.17).
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Nueva Versión Inernacional (NVI)
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