Cuando viene el Espíritu Santo
Introducción
Recuerdo la primera vez que oré diciendo «Ven Espíritu Santo» en un fin de semana de Alpha. Sabía que el Espíritu Santo había «venido» cada vez que los que habían liderado los fines de semana Alpha antes de mí, le habían pedido que viniera. Aun así, no pensaba que fuera a venir en respuesta a mis oraciones. Cuando oré «Ven Espíritu Santo» cerré los ojos ¡porque no quería verlo «no viniendo»!
Al abrirlos lo que contemplé fue asombroso. El Espíritu Santo había venido de una manera poderosa; la gente se llenaba de Él, estaba cambiando sus vidas. Ese era el ministerio del Espíritu Santo y por eso casi en todos nuestros servicios oramos diciendo «Ven Espíritu Santo». Siempre intentamos dejar tiempo para «ministrar» (interceder por la gente), para que el Espíritu Santo nos ministre.
Es frecuente que asociemos la palabra «ministerio» con el liderazgo, ya sea el de los ministros del gobierno o el de los ministros de la iglesia. De hecho, el verdadero significado de esta palabra es «servir». Los políticos están llamados a servir a sus países y los pastores están llamados a servir a la iglesia. Los doctores, que ad-ministran tratamientos a sus pacientes, están llamados a servir a los enfermos y a los agonizantes.
El Espíritu Santo nos ministra. Trae una autoridad mayor que la de ningún político, una consolación más profunda que la de ningún pastor y una sanación más maravillosa que la de ningún doctor. Dios nos ministra en las partes más profundas de nuestra vida por el Espíritu Santo.
El apóstol Pablo habla del «ministerio del Espíritu» (2 Corintios 3:8). John Wimber define este tipo de ministerio como «el encuentro de las necesidades de los demás con los recursos de Dios». Lo maravilloso es que este tipo de ministerio está disponible para todos nosotros.
Salmos 104:1-18
Salmo 104
1 ¡Alaba, alma mía, al Señor!
Señor mi Dios, tú eres grandioso;
te has revestido de gloria y majestad.
2 Te cubres de luz como con un manto;
extiendes los cielos como un velo.
3 Afirmas sobre las aguas tus altos aposentos
y haces de las nubes tus carros de guerra.
¡Tú cabalgas en las alas del viento!
4 Haces de los vientos tus mensajeros,
y de las llamas de fuego tus servidores.
5 Tú pusiste la tierra sobre sus cimientos,
y de allí jamás se moverá;
6 la revestiste con el mar,
y las aguas se detuvieron sobre los montes.
7 Pero a tu reprensión huyeron las aguas;
ante el estruendo de tu voz se dieron a la fuga.
8 Ascendieron a los montes,
descendieron a los valles,
al lugar que tú les asignaste.
9 Pusiste una frontera que ellas no pueden cruzar;
¡jamás volverán a cubrir la tierra!
10 Tú haces que los manantiales
viertan sus aguas en las cañadas,
y que fluyan entre las montañas.
11 De ellas beben todas las bestias del campo;
allí los asnos monteses calman su sed.
12 Las aves del cielo anidan junto a las aguas
y cantan entre el follaje.
13 Desde tus altos aposentos riegas las montañas;
la tierra se sacia con el fruto de tu trabajo.
14 Haces que crezca la hierba para el ganado,
y las plantas que la gente cultiva
para sacar de la tierra su alimento:
15 el vino que alegra el corazón,
el aceite que hace brillar el rostro,
y el pan que sustenta la vida.
16 Los árboles del Señor están bien regados,
los cedros del Líbano que él plantó.
17 Allí las aves hacen sus nidos;
en los cipreses tienen su hogar las cigüeñas.
18 En las altas montañas están las cabras monteses,
y en los escarpados peñascos tienen su madriguera los tejones.
Comentario
1. Ministerio de «viento» y «llamas de fuego»
Este es un salmo maravilloso alabando a Dios por Su creación entera. Todo lo que Dios ha creado es bueno. Me encanta el hecho de que, además de «el aceite que hace brillar el rostro, y el pan que sustenta la vida», Él ha hecho «el vino que alegra el corazón» (v.15).
Por supuesto, como todo buen don de parte de Dios, puede ser objeto de abuso. La Biblia nos advierte muchas veces en contra de la embriaguez. Pero el vino, como el aceite y el pan, es algo dado por Dios para nuestro disfrute y para alegrar el corazón de los seres humanos.
Anteriormente, el salmista dice: «Haces de los vientos tus mensajeros, y de las llamas de fuego tus servidores» (v.4). La palabra para «servidores» puede ser traducida como «ministros» (ver RVR1995, LBLA, NBLH).
Este pasaje es un telón de fondo fascinante del Antiguo Testamento para la narración del día de Pentecostés. Cuando el Espíritu Santo vino, escucharon «un ruido como el de una violenta ráfaga de viento» y vieron «unas lenguas (llamas) como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos» (Hechos 2:2–4).
«El viento» y las «llamas de fuego» son los ministros de Dios. Simbolizan el poder, la pasión y la pureza de Dios. Cuando oramos «Ven Espíritu Santo», estamos esperando que Dios envíe el viento y el fuego del Espíritu Santo para que sean poderosos y cambien vidas.
Oración
Señor, gracias por la transformación de la vida de las personas cuando experimentan el poder, la pasión y la pureza de Dios. Ven, Espíritu Santo y lléname hoy.
2 Corintios 2:12-3:6
Ministros del nuevo pacto
12 Ahora bien, cuando llegué a Troas para predicar el evangelio de Cristo, descubrí que el Señor me había abierto las puertas. 13 Aun así, me sentí intranquilo por no haber encontrado allí a mi hermano Tito, por lo cual me despedí de ellos y me fui a Macedonia.
14 Sin embargo, gracias a Dios que en Cristo siempre nos lleva triunfantes y, por medio de nosotros, esparce por todas partes la fragancia de su conocimiento. 15 Porque para Dios nosotros somos el aroma de Cristo entre los que se salvan y entre los que se pierden. 16 Para éstos somos olor de muerte que los lleva a la muerte; para aquéllos, olor de vida que los lleva a la vida. ¿Y quién es competente para semejante tarea? 17 A diferencia de muchos, nosotros no somos de los que trafican con la palabra de Dios. Más bien, hablamos con sinceridad delante de él en Cristo, como enviados de Dios que somos.
3¿Acaso comenzamos otra vez a recomendarnos a nosotros mismos? ¿O acaso tenemos que presentarles o pedirles a ustedes cartas de recomendación, como hacen algunos? 2 Ustedes mismos son nuestra carta, escrita en nuestro corazón, conocida y leída por todos. 3 Es evidente que ustedes son una carta de Cristo, expedida por nosotros, escrita no con tinta sino con el Espíritu del Dios viviente; no en tablas de piedra sino en tablas de carne, en los corazones.
4 Ésta es la confianza que delante de Dios tenemos por medio de Cristo. 5 No es que nos consideremos competentes en nosotros mismos. Nuestra capacidad viene de Dios. 6 Él nos ha capacitado para ser servidores de un nuevo pacto, no el de la letra sino el del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida.
Comentario
2. Ministerio que trae vida
¿Cómo puedes traer vida a los demás? En este pasaje, Pablo se describe como ministro «de un nuevo pacto, no el de la letra, sino el del Espíritu; porque la letra mata, pero el Espíritu da vida» (3:6).
- Por medio de ti, la gente huele el aroma de Cristo
«Por medio de nosotros, esparce por todas partes la fragancia de su conocimiento» (2:14b). Pablo describe su ministerio como uno que «siempre nos lleva triunfantes» (v.14a). Cuando un rey o un general han ganado una victoria importante, toda la ciudad sale a recibirlos. Traen ante ellos los prisioneros que han tomado y perfectamente los puede acompañar la «dulce fragancia del incienso».
Para algunos (los prisioneros) era «olor de muerte» (v.16a). Para otros (los vencedores), era «olor de vida» (v.16b). Del mismo modo, dice The Message, «desprendemos una dulce fragancia que se eleva hasta Dios, la cual es reconocida por aquellos que están en el camino de la salvación \[…\] Pero aquellos en el camino de la destrucción nos tratan más bien como si apestáramos a cadáver en descomposición» (vv.14–15, MSG).
- Por medio de ti la gente lee acerca de Jesús
La única Biblia que alguna gente lee es tu vida. Pablo escribe a los Corintios: «Ustedes mismos son nuestra carta, escrita en nuestro corazón, conocida y leída por todos. Es evidente que ustedes son una carta de Cristo, expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios viviente; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne, en los corazones» (3:1b–3).
No todo el mundo puede leer libros o lo hará, pero todos aquellos con los que te encuentres pueden leer y leerán tu vida.
- Por medio de ti, la gente escucha acerca de la relación con Jesús
Nunca deberías decir «no valgo para nada», «no puedo hacer nada». Por medio del ministerio del Espíritu Santo, estás capacitado para llevar la buena nueva de Jesús a los demás. Esto debería darte una gran confianza, no en tus fuerzas sino una confianza basada en Dios.
«Esta es la confianza que delante de Dios tenemos por medio de Cristo. No es que nos consideremos competentes en nosotros mismos. Nuestra capacidad viene de Dios» (vv.4–5).
El Espíritu Santo no nos da simplemente un nuevo comienzo en la vida sino que nos da una nueva vida con la que comenzar. El viejo pacto, la antigua alianza, fue hecha por Dios por medio de Moisés, pero no tenía el poder de hacer que la gente llegara a ser todo lo que Dios deseaba que ellos fueran.
Acabó trayendo la muerte, porque la gente no podía guardar la ley que estaba escrita en tablas de piedra: «La letra mata» (v.6). Por otro lado, el ministerio del Espíritu Santo, inscrito en tu corazón, es un ministerio que «da vida» (v.6).
El Espíritu Santo trae el cambio a la naturaleza humana. Nunca digas «no puedo cambiar». Con el Espíritu Santo, sí que puedes cambiar.
Es la diferencia entre una religión de normas y reglas (que en última instancia ninguno de nosotros somos capaces de guardar) y una relación con Dios por medio de Jesús, que nos trae vida, y esta en toda su abundancia (Juan 10:10).
Oración
Señor, muchísimas gracias por este ministerio donde una y otra vez vemos al Espíritu Santo dar vida a gente que está espiritualmente muerta.
2 Crónicas 33:21-35:19
Amón, rey de Judá
21 Amón tenía veintidós años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén dos años. 22 Pero hizo lo que ofende al Señor, como lo había hecho su padre Manasés, y ofreció sacrificios a todos los ídolos que había hecho su padre, y los adoró. 23 Pero, a diferencia de su padre Manasés, no se humilló ante el Señor, sino que multiplicó sus pecados.
24 Los ministros de Amón conspiraron contra él y lo asesinaron en su palacio. 25 A su vez, la gente mató a todos los que habían conspirado contra él, y en su lugar proclamaron rey a su hijo Josías.
Josías, rey de Judá
34Josías tenía ocho años cuando ascendió al trono, y reinó en Jerusalén treinta y un años. 2 Josías hizo lo que agrada al Señor, pues siguió el buen ejemplo de su antepasado David; no se desvió de él en el más mínimo detalle.
3 En el año octavo de su reinado, siendo aún muy joven, Josías comenzó a buscar al Dios de su antepasado David. En el año duodécimo empezó a purificar a Judá y a Jerusalén, quitando los santuarios paganos, las imágenes de la diosa Aserá, y los ídolos y las imágenes de metal fundido. 4 En su presencia fueron destruidos los altares de los baales y los altares sobre los que se quemaba incienso; también fueron despedazadas las imágenes para el culto a Aserá, y los ídolos y las imágenes de metal fundido fueron reducidos a polvo, el cual fue esparcido sobre las tumbas de los que les habían ofrecido sacrificios. 5 Quemó sobre los altares los huesos de los sacerdotes, purificando así a Judá y a Jerusalén. 6 Lo mismo hizo en las ciudades de Manasés, Efraín, Simeón y Neftalí, y en sus alrededores. 7 En toda la región de Israel destruyó los altares, redujo a polvo los ídolos y las imágenes de la diosa Aserá, y derribó los altares para quemar incienso. Luego regresó a Jerusalén.
8 En el año dieciocho de su reinado, después de haber purificado el país y el templo, Josías envió a Safán hijo de Asalías y a Maseías, gobernador de la ciudad, junto con el secretario Joa hijo de Joacaz, a que repararan el templo del Señor su Dios. 9 Éstos se presentaron ante el sumo sacerdote Jilquías y le entregaron el dinero que había sido recaudado en el templo de Dios, y que los levitas porteros habían recibido de los habitantes de Manasés y Efraín, y de todo el resto de Israel, Judá y Benjamín, y de los habitantes de Jerusalén. 10 Luego entregaron el dinero a los que supervisaban la restauración del templo, y éstos se lo dieron a los trabajadores que estaban reparando y restaurando el templo del Señor. 11 También les dieron dinero a los carpinteros y albañiles, a fin de que compraran piedras de cantera y madera para las vigas de los edificios que los reyes de Judá habían dejado deteriorar.
12 Estos hombres realizaban su trabajo con honradez. Los que estaban al frente de ellos eran los levitas Yajat y Abdías, descendientes de Merari, y Zacarías y Mesulán, descendientes de Coat. Los levitas, que eran hábiles en tocar instrumentos de música, 13 eran los jefes de los cargadores y de todos los que trabajaban en la obra, fuera cual fuera su tarea. Entre los levitas había cronistas, oficiales y porteros.
Hallazgo del libro de la ley
14 Al sacar el dinero recaudado en el templo del Señor, el sacerdote Jilquías encontró el libro de la ley del Señor, dada por medio de Moisés. 15 Jilquías le dijo al cronista Safán: «He encontrado el libro de la ley en el templo del Señor.» Entonces se lo entregó, 16 y Safán se lo llevó al rey. Le dijo:
—Majestad, sus servidores están haciendo todo cuanto se les ha encargado. 17 Han recogido el dinero que estaba en el templo del Señor, y se lo han entregado a los supervisores y a los trabajadores.
18 En sus funciones de cronista, Safán también informó al rey que el sumo sacerdote Jilquías le había entregado un libro, el cual leyó en presencia del rey.
19 Cuando el rey oyó las palabras de la ley, se rasgó las vestiduras en señal de duelo 20 y dio esta orden a Jilquías, a Ajicán hijo de Safán, a Abdón hijo de Micaías, al cronista Safán y a Asaías, su ministro personal:
21 —Con respecto a lo que dice este libro que se ha encontrado, vayan a consultar al Señor por mí y por el remanente de Israel y de Judá. Sin duda que la gran ira del Señor se ha derramado contra nosotros porque nuestros antepasados no tuvieron en cuenta su palabra, ni actuaron según lo que está escrito en este libro.
22 Jilquías y los demás comisionados del rey fueron a consultar a la profetisa Huldá, que vivía en el barrio nuevo de Jerusalén. Huldá era la esposa de Salún, el encargado del vestuario, quien era hijo de Ticvá y nieto de Jarjás.
23 Huldá les contestó: «Así dice el Señor, Dios de Israel: “Díganle al que los ha enviado 24 que yo, el Señor, les advierto: ‘Voy a enviar una desgracia sobre este lugar y sus habitantes, y haré que se cumplan todas las maldiciones que están escritas en el libro que se ha leído ante el rey de Judá. 25 Ellos me han abandonado; han quemado incienso a otros dioses, y con todos sus ídolos han provocado mi furor. Por eso arde mi ira contra este lugar, y no se apagará.’ 26 Pero al rey de Judá, que los envió para consultarme, díganle que yo, el Señor, Dios de Israel, digo en cuanto a las palabras que él ha oído: 27 ‘Como te has conmovido y humillado ante mí al escuchar lo que he anunciado contra este lugar y sus habitantes, y te has rasgado las vestiduras y has llorado en mi presencia, yo te he escuchado. Yo, el Señor, lo afirmo. 28 Por lo tanto, te reuniré con tus antepasados, y serás sepultado en paz. Tus ojos no verán la desgracia que voy a enviar sobre este lugar y sobre sus habitantes.’” »
Así que ellos regresaron para informar al rey.
Renovación del pacto
29 Entonces el rey mandó convocar a todos los ancianos de Judá y Jerusalén. 30 Acompañado de todos los habitantes de Judá y de Jerusalén, de los sacerdotes, de los levitas y, en fin, de la nación entera, desde el más grande hasta el más pequeño, el rey subió al templo del Señor y, en presencia de ellos, leyó todo lo que dice el libro del pacto que fue hallado en el templo del Señor. 31 Después se puso de pie, junto a la columna del rey, y ante el Señor renovó el pacto. Se comprometió a seguir al Señor y a poner en práctica, de todo corazón y con toda el alma, sus mandamientos, preceptos y decretos, cumpliendo así las palabras del pacto escritas en este libro. 32 Después hizo que todos los que se encontraban en Jerusalén y en Benjamín confirmaran el pacto. Y así los habitantes de Jerusalén actuaron según el pacto del Dios de sus antepasados.
33 Josías suprimió todas las costumbres detestables que había en todo el territorio de los israelitas, e hizo que todos los que se hallaban en Israel adoraran al Señor su Dios. Mientras Josías vivió, no abandonaron al Señor, Dios de sus antepasados.
Celebración de la Pascua
35Josías celebró en Jerusalén la Pascua del Señor. El día catorce del mes primero celebraron la Pascua. 2 Josías asignó las funciones a los sacerdotes y los animó a dedicarse al servicio del templo del Señor. 3 A los levitas, que eran los encargados de enseñar a los israelitas y que estaban consagrados al Señor, les dijo: «Pongan el arca sagrada en el templo que construyó Salomón hijo de David, rey de Israel, para que ya no tengan que llevarla sobre los hombros. Sirvan al Señor su Dios y a su pueblo Israel. 4 Organícense en turnos, según sus familias patriarcales, de acuerdo con las instrucciones que dejaron por escrito David, rey de Israel, y su hijo Salomón. 5 Ocupen sus puestos en el santuario, conforme a las familias patriarcales de sus hermanos israelitas, de manera que a cada grupo de familias del pueblo corresponda un grupo de levitas. 6 Celebren la Pascua, conságrense y preparen todo para sus hermanos, y cumplan con lo que el Señor ordenó por medio de Moisés.»
7 De sus propios bienes, Josías obsequió a todo el pueblo allí presente unos treinta mil corderos y cabritos y tres mil bueyes, para que celebraran la Pascua. 8 También los jefes hicieron sus donativos para el pueblo y para los sacerdotes y levitas. Por su parte, Jilquías, Zacarías y Jehiel, oficiales del templo de Dios, entregaron a los sacerdotes dos mil seiscientos animales de ganado menor y trescientos bueyes, para celebrar la Pascua. 9 Conanías y sus hermanos Semaías y Natanael, y Jasabías, Jeyel y Josabad, jefes de los levitas, entregaron a los levitas cinco mil animales de ganado menor y quinientos bueyes.
10 Una vez preparada la ceremonia, los sacerdotes ocuparon sus puestos, y los levitas se organizaron según sus turnos, conforme a la orden del rey. 11 Al sacrificar los animales para la Pascua, los sacerdotes rociaban la sangre y los levitas desollaban los animales. 12 Luego entregaban a cada familia patriarcal del pueblo la porción que ésta debía ofrecerle al Señor, como está escrito en el libro de Moisés. Lo mismo hicieron con los bueyes. 13 Después asaron los animales para la Pascua, conforme al mandamiento; además, cocieron las otras ofrendas en ollas, calderos y sartenes, y las repartieron rápidamente entre toda la gente. 14 Luego prepararon la Pascua para ellos mismos y para los sacerdotes descendientes de Aarón. Los levitas tuvieron que prepararla para ellos mismos y para los sacerdotes porque éstos estuvieron ocupados hasta la noche ofreciendo los holocaustos y la grasa.
15 Los cantores descendientes de Asaf ocuparon sus puestos, de acuerdo con lo que habían dispuesto David, Asaf, Hemán y Jedutún, vidente del rey. También los porteros permanecieron en sus respectivas puertas, y no tuvieron que abandonar sus puestos de servicio, pues sus compañeros levitas les prepararon la Pascua.
16 Así se organizó aquel día el servicio del Señor para celebrar la Pascua y ofrecer los holocaustos en el altar del Señor, tal como lo había ordenado el rey Josías. 17 En aquella ocasión, los israelitas allí presentes celebraron durante siete días la fiesta de la Pascua y la de los Panes sin levadura. 18 Desde la época del profeta Samuel no se había celebrado una Pascua semejante, y ninguno de los reyes había celebrado una Pascua así, como lo hizo Josías con los sacerdotes y levitas, con los habitantes de Judá y de Israel allí presentes, y con los de Jerusalén. 19 Esta Pascua se celebró en el año dieciocho del reinado de Josías.
Comentario
3. Ministros de una nueva alianza
Tim Keller define la alianza (el pacto) como «la autodación solemne, permanente y completa de dos partes entre sí. Es una mezcla impresionante de la ley y el amor \[…\] una relación mucho más íntima y amorosa que lo que un simple contrato puede crear, y aun así una mucho más duradera y que obliga mucho más de lo que el solo afecto personal podría dar».
Pablo escribe que Dios nos ha hecho «ministros de su nuevo pacto» (2 Corintios 3:6, NTV), poniéndolo en contraste con el antiguo pacto (la antigua alianza). Aquí vemos algo acerca de esta antigua alianza.
Después de Amón —quien fue un rey malvado que «no se humilló ante el Señor» (2 Crónicas 33:23) — Josías se hizo rey a la edad de ocho años (34:1). Su fe se hizo viva cuando cumplió los dieciséis años y «comenzó a buscar al Dios de su antepasado David» (v.3). Limpió Judá y Jerusalén de todas las cosas malas, dejándolos inmaculados (vv.3–7, MSG) y «reparó y restauró el templo» (v.10).
Mientras hacía todo esto «encontró el libro de la ley del Señor, dada por medio de Moisés» (v.14). Viendo la antigua alianza, vieron que no habían «actuado según lo que está escrito en este libro» (v.21).
Dios les habló por medio de la profetisa Huldá (v.22). (Una vez más aquí vemos en el Antiguo Testamento a una mujer en una posición ministerial destacada).
En la audiencia para los hombre de Judá, el pueblo de Jerusalén, los sacerdotes y los levitas, Josías leyó «todo lo que dice el libro del pacto que fue hallado en el templo del Señor» (v.30). «Después se puso de pie, junto a la columna del rey, y ante el Señor renovó el pacto. Se comprometió a seguir al Señor y a poner en práctica, de todo corazón y con toda el alma, sus mandamientos, preceptos y decretos, cumpliendo así las palabras del pacto escritas en este libro» (v.31).
La Antigua Alianza era un buen pacto. Pero estaba escrito en tablas de piedra. Aun cuando la gente intentaba cumplir la ley, nunca duraba mucho ese cumplimiento. La reforma exterior solo duró mientras Josías estuvo allí para hacerla cumplir. Al final, fracasaron en su cumplimiento (ver Jeremías 11–13).
La ley nos muestra la necesidad de un Salvador. Solo podemos guardar la alianza de Dios cuando recibimos el perdón de Jesús y, por el ministerio del Espíritu Santo, la ley es inscrita en nuestros corazones.
Oración
Señor, gracias porque somos «ministros de un nuevo pacto» y porque Tu ley ahora está inscrita en mi corazón por el Espíritu, quien me permite caminar con Él y ministrar en Su poder.
Añadidos de Pippa
2 Crónicas 34:3
«En el año octavo de su reinado, siendo aún muy joven, Josías comenzó a buscar al Dios de su antepasado David».
Josías tenía dieciséis años. Nunca eres demasiado joven para tener una relación con Dios o tener la unción para el liderazgo.
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Referencias
Nueva Versión Inernacional (NVI)
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