Encuentra tu propósito en la vida
Introducción
«¡Qué desperdicio!» —exclamó una mujer a mi amigo. Aquella mujer estaba hablando del obispo Sandy Millar, quien había ejercido como abogado durante diez años con mucho éxito antes de dejarlo todo para convertirse en ministro ordenado de la iglesia.
«¿Un desperdicio?» —preguntó mi amigo indignado. «Sí» —respondió la mujer— «¡Vaya desperdicio! Él podría haber hecho una fortuna y estar en el nivel más alto de la profesión legal. ¡Piensa en lo que pudo haber logrado!».
Mi amigo replicó: —«Piensa en aquello que ha logrado»— pensando en el impacto del ministerio de Sandy en miles de personas en todo el mundo cuyas vidas habían cambiado; en los matrimonios enriquecidos y en las iglesias renovadas; aquellos que encontraron fe, amor, esperanza y paz al encontrarse con Jesucristo como resultado del ministerio de Sandy.
Muchos han abandonado una carrera exitosa, un salario alto y todas sus perspectivas (a los ojos del mundo), a fin de servir a Dios trabajando en el «ministerio a tiempo completo» con poco o ningún salario. Ellos saben que hay un llamado alto y un propósito los cuales exceden por mucho lo que el mundo les puede prometer.
Por supuesto, aquellos llamados a servir a Dios en sus lugares de trabajo seculares tienen un propósito y un llamamiento igualmente alto, si están haciendo lo que están haciendo para complacer a Dios y por el bien de Su reino. Lo más importante no es el trabajo o la carrera, sino el objetivo que buscas.
Muchas personas desperdician sus vidas; no tienen ningún propósito, significado o meta. Otras tienen una meta, pero es la equivocada y terminan buscando algo que en última instancia no tiene sentido. Muchos alcanzan la cima de la escalera del éxito solo para darse cuenta de que se están apoyando en el pilar equivocado. El propósito de la vida es mucho más importante que las propiedades o las posesiones; tener más con qué vivir no es un sustituto de tener más para qué vivir.
Se dice que «los dos días más grandes de tu vida son el día en que naciste y el día en que averiguas el porqué». Dios te creo con un proposito en mente.
Proverbios 21:17-26
17 El que ama el placer se quedará en la pobreza; el que ama el vino y los perfumes jamás será rico.
18 El malvado pagará por el justo, y el traidor por el hombre intachable.
19 Más vale habitar en el desierto que con mujer pendenciera y de mal genio.
20 En casa del sabio abundan las riquezas y el perfume, pero el necio todo lo despilfarra.
21 El que va tras la justicia y el amor halla vida, prosperidad[a] y honra.
22 El sabio conquista la ciudad de los valientes y derriba el baluarte en que ellos confiaban.
23 El que refrena su boca y su lengua se libra de muchas angustias.
24 Orgulloso y arrogante, y famoso por insolente, es quien se comporta con desmedida soberbia.
25 La codicia del perezoso lo lleva a la muerte, porque sus manos se niegan a trabajar; 26 todo el día se lo pasa codiciando, pero el justo da con generosidad.
Comentario
1. Busca la justicia y el amor
Muchas personas llevan vidas hedonistas hoy en día. «El hedonismo» es la búsqueda del placer como objetivo final. Los hedonistas se vuelven adictos a las cosas que les dan placer.
En palabras de The Message, «¿Eres adicto a las emociones? ¡Qué vida tan vacía! La búsqueda del placer nunca se satisface» (v.17, MSG).
No hay nada malo en el placer: «En casa del sabio abundan las riquezas y el perfume» (v.20). Pero las relaciones son mucho más importantes que las riquezas: «Más vale habitar en el desierto que con mujer pendenciera y de mal genio» (v.19, MSG).
El propósito y la meta de tu vida nunca deben girar en torno a las cosas materiales. Más bien: «El que va tras la justicia y el amor halla vida, prosperidad y honra» (v.21). Haz de esto el objetivo de tu vida: buscar una relación correcta con Dios y una relación correcta con los demás.
El amor debe ser tu objetivo: «Hay quienes se la pasan codiciando todo el tiempo, ¡pero a los justos les encanta dar!» (v.26, NTV).
La ironía es que aquellos que buscan la justicia y el amor encuentran lo que el hedonista busca: «Vida, prosperidad y honra» (v.21b). Pero estos son productos secundarios, no deben ser tu objetivo o propósito; más bien debería serlo el reino de Dios y Su justicia. Jesús promete que «todas estas cosas les serán añadidas» (Mateo 6:33).
Oración
Señor, ayúdame a no desperdiciar mi vida en la búsqueda del placer, sino en buscar Tu reino e ir tras la justicia y el amor en todo lo que hago.
2 Corintios 5:1-10
Nuestra morada celestial
5De hecho, sabemos que si esta tienda de campaña en que vivimos se deshace, tenemos de Dios un edificio, una casa eterna en el cielo, no construida por manos humanas. 2 Mientras tanto suspiramos, anhelando ser revestidos de nuestra morada celestial, 3 porque cuando seamos revestidos, no se nos hallará desnudos. 4 Realmente, vivimos en esta tienda de campaña, suspirando y agobiados, pues no deseamos ser desvestidos sino revestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida. 5 Es Dios quien nos ha hecho para este fin y nos ha dado su Espíritu como garantía de sus promesas.
6 Por eso mantenemos siempre la confianza, aunque sabemos que mientras vivamos en este cuerpo estaremos alejados del Señor. 7 Vivimos por fe, no por vista. 8 Así que nos mantenemos confiados, y preferiríamos ausentarnos de este cuerpo y vivir junto al Señor. 9 Por eso nos empeñamos en agradarle, ya sea que vivamos en nuestro cuerpo o que lo hayamos dejado. 10 Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo.
Comentario
2. Enfócate en complacer a Dios
El principal objetivo y propósito en la vida de Pablo fue complacer a Dios: «Por eso nos empeñamos en agradarle, ya sea que vivamos en nuestro cuerpo o que lo hayamos dejado» (v.9).
Puedes enfrentarte a desafíos físicos; tu cuerpo físico no siempre será capaz de hacer lo que solía hacer. Un día «esta tienda de campaña en que vivimos» se deshará y seremos «revestidos de nuestra morada celestial» (v.1-2).
Cuando pones tu fe en Jesucristo recibes la promesa de todas las bendiciones del reino de Dios. Sin embargo, todavía nos sentimos débiles y pecaminosos, todavía experimentamos dificultades y frustración, y todavía vivimos en un mundo roto. ¿Cuántas de las bendiciones del reino debes esperar que lleguen en el futuro, o en el último día, y cuántas experimentas aquí y ahora en el presente?
Hay un equilibrio entre lo que experimentarás en el futuro y lo que experimentas ahora. En este momento, estamos «alejados del Señor. Vivimos por fe, no por vista» (vv.6-7). En el futuro, estaremos «junto al Señor» (v.8). Lo que es mortal será «absorbido por la vida» (v.4). Todavía no experimentarás la bendición del reino completa.
Sin embargo ahora —en el presente— experimentas un anticipo del futuro. «Dios quien nos ha hecho para este fin» y nos ha dado Su Espíritu como «garantía de sus promesas» (v.5). «Él pone un poco de cielo en nuestros corazones para que nunca nos conformemos con menos» (v.5b, MSG). Esa garantía no es solo la seguridad que se nos da; es una parte de la «ya, pero todavía no» bendición, reinado y dominio de Dios ahora. Eso es lo que trae el Espíritu Santo.
Como lo indica The Message: «Es por esto que vivimos con tanta alegría...» Las condiciones de estrechez de aquí no nos deprimen, solo nos recuerdan las espaciosas condiciones de vida que nos aguardan en el futuro» (v.6, MSG).
Mientras tanto, «nos empeñamos en agradarle» (v.9). «Pues todos tendremos que estar delante de Cristo…. Cada uno de nosotros recibirá lo que merezca por lo bueno o lo malo que haya hecho» (v.10, NTV).
Oración
Señor, ayúdame a hacer de este objetivo el foco de mi vida. Señor, quiero complacerte en todo lo que hago, digo y pienso.
Miqueas 5:1-7:20
Humillación y exaltación de la dinastía davídica
5Reagrupa tus tropas, ciudad guerrera,
porque nos asedian.
Con vara golpearán en la mejilla
al gobernante de Israel.
2 Pero de ti, Belén Efrata,
pequeña entre los clanes de Judá,
saldrá el que gobernará a Israel;
sus orígenes se remontan hasta la antigüedad,
hasta tiempos inmemoriales.
3 Por eso Dios los entregará al enemigo
hasta que tenga su hijo la que va a ser madre,
y vuelva junto al pueblo de Israel
el resto de sus hermanos.
4 Pero surgirá uno para pastorearlos
con el poder del Señor,
con la majestad del nombre del Señor su Dios.
Vivirán seguros, porque él dominará
hasta los confines de la tierra.
5 ¡Él traerá la paz!
Si Asiria llegara a invadir nuestro país
para pisotear nuestras fortalezas,
le haremos frente con siete pastores,
y aun con ocho líderes del pueblo;
6 ellos pastorearán a Asiria con la espada;
con la daga, a la tierra de Nimrod.
Si Asiria llegara a invadir nuestro país,
si llegara a profanar nuestras fronteras,
¡él nos rescatará!
El remanente
7 Será el remanente de Jacob,
en medio de muchos pueblos,
como rocío que viene del Señor,
como abundante lluvia sobre la hierba,
que no depende de los hombres,
ni espera nada de ellos.
8 Será el remanente de Jacob entre las naciones,
en medio de muchos pueblos,
como un león entre los animales del bosque,
como un cachorro entre las ovejas del rebaño,
que al pasar las pisotea y las desgarra,
sin que nadie pueda rescatarlas.
9 Levantarás la mano contra tus enemigos,
y acabarás con todos tus agresores.
Purificación de un pueblo idólatra y belicoso
10 Esto afirma el Señor:
«En aquel día exterminaré tu caballería,
y destruiré tus carros de guerra.
11 Exterminaré las ciudades de tu país
y derribaré todas tus fortalezas.
12 Pondré fin a tus hechicerías
y no tendrás más adivinos.
13 Acabaré con tus ídolos
y con tus monumentos sagrados;
nunca más volverás a postrarte
ante las obras de tus manos.
14 Arrancaré tus imágenes de Aserá,
y reduciré a escombros tus ciudades;
15 con ira y con furor me vengaré
de las naciones que no me obedecieron.»
Querella de Dios contra su pueblo
6Escuchen lo que dice el Señor:
«Levántate, presenta tu caso ante las montañas;
deja que las colinas oigan tu voz.»
2 Escuchen, montañas, la querella del Señor;
presten atención, firmes cimientos de la tierra;
el Señor entra en juicio contra su pueblo,
entabla un pleito contra Israel:
3 «Pueblo mío, ¿qué te he hecho?
¡Dime en qué te he ofendido!
4 Yo fui quien te sacó de Egipto,
quien te libró de esa tierra de esclavitud.
Yo envié a Moisés, Aarón y Miriam,
para que te dirigieran.
5 Recuerda, pueblo mío,
lo que tramaba Balac, rey de Moab,
y lo que le respondió Balán hijo de Beor.
Recuerda tu paso desde Sitín hasta Guilgal,
y reconoce las hazañas redentoras del Señor.»
6 ¿Cómo podré acercarme al
y postrarme ante el Dios Altísimo?
¿Podré presentarme con holocaustos
o con becerros de un año?
7 ¿Se complacerá el Señor con miles de carneros,
o con diez mil arroyos de aceite?
¿Ofreceré a mi primogénito por mi delito,
al fruto de mis entrañas por mi pecado?
8 ¡Ya se te ha declarado lo que es bueno!
Ya se te ha dicho lo que de ti espera el Señor:
Practicar la justicia,
amar la misericordia,
y humillarte ante tu Dios.
Castigo por delitos económicos y sociales
9 Tribu y asamblea de la ciudad,
escuchen la voz del Señor, que los convoca,
pues es de sabios temer su nombre.
10 «¡Malvados! ¿Debo tolerar sus tesoros mal habidos,
y sus odiosas medidas adulteradas?
11 ¿Debo tener por justas la balanza falsa
y la bolsa de pesas alteradas?
12 Los ricos de la ciudad son gente violenta;
sus habitantes son gente mentirosa;
¡engañan con la boca y con la lengua!
13 Por lo que a mí toca, te demoleré a golpes,
te destruiré por tus pecados.
14 Comerás, pero no te saciarás,
sino que seguirás padeciendo hambre.
Lo que recojas no lo podrás retener,
y lo que retengas lo entregaré a la espada.
15 Lo que siembres no lo cosecharás,
ni usarás el aceite de las aceitunas que exprimas,
ni beberás el vino de las uvas que pises.
16 Tú sigues fielmente los decretos de Omrí
y todas las prácticas de la dinastía de Acab;
te conduces según sus consejos.
Por eso voy a entregarte a la destrucción,
y a poner en ridículo a tus habitantes.
¡Tendrás que soportar el insulto de los pueblos!»
Lamento ante una sociedad corrupta
7¡Pobre de mí!
No llegué a tiempo para la cosecha de verano
ni para los rebuscos de la vendimia;
no tengo un solo racimo que comer,
ni un higo tierno, por el que me muero.
2 La gente piadosa ha sido eliminada del país,
¡ya no hay gente honrada en este mundo!
Todos tratan de matar a alguien,
y unos a otros se tienden redes.
3 Nadie les gana en cuanto a hacer lo malo;
funcionarios y jueces exigen soborno.
Los magnates no hacen más que pedir,
y todos complacen su codicia.
4 El mejor de ellos es más enmarañado que una zarza;
el más recto, más torcido que un espino.
Pero ya viene el día de su confusión;
¡ya se acerca el día de tu castigo
anunciado por tus centinelas!
5 No creas en tu prójimo,
ni confíes en tus amigos;
cuídate de lo que hablas
con la que duerme en tus brazos.
6 El hijo ultraja al padre,
la hija se rebela contra la madre,
la nuera contra la suegra,
y los enemigos de cada cual
están en su propia casa.
7 Pero yo he puesto mi esperanza en el Señor;
yo espero en el Dios de mi salvación.
¡Mi Dios me escuchará!
Esperanza de redención
8 Enemiga mía, no te alegres de mi mal.
Caí, pero he de levantarme;
vivo en tinieblas, pero el Señor es mi luz.
9 He pecado contra el Señor,
así que soportaré su furia
hasta que él juzgue mi causa
y me haga justicia.
Entonces me sacará a la luz
y gozaré de su salvación.
10 Cuando lo vea mi enemiga,
la que me decía: «¿Dónde está tu Dios?»,
se llenará de vergüenza.
Mis ojos contemplarán su desgracia,
pues será pisoteada como el lodo de las calles.
11 El día que tus muros sean reconstruidos
será el momento de extender tus fronteras.
12 Ese día acudirán a ti los pueblos,
desde Asiria hasta las ciudades de Egipto,
desde el río Nilo hasta el río Éufrates,
de mar a mar y de montaña a montaña.
13 La tierra quedará desolada
por culpa de sus habitantes,
como resultado de su maldad.
14 Pastorea con tu cayado a tu pueblo,
al rebaño de tu propiedad,
que habita solitario en el bosque,
en medio de la espesura.
Hazlo pastar en Basán y en Galaad
como en los tiempos pasados.
15 Muéstrale tus prodigios,
como cuando lo sacaste de Egipto.
16 Las naciones verán tus maravillas
y se avergonzarán de toda su prepotencia;
se llevarán la mano a la boca
y sus oídos se ensordecerán.
17 Lamerán el polvo como serpientes,
como los reptiles de la tierra.
Saldrán temblando de sus escondrijos
y, temerosos ante tu presencia,
se volverán a ti, Señor y Dios nuestro.
18 ¿Qué Dios hay como tú,
que perdone la maldad
y pase por alto el delito
del remanente de su pueblo?
No siempre estarás airado,
porque tu mayor placer es amar.
19 Vuelve a compadecerte de nosotros.
Pon tu pie sobre nuestras maldades
y arroja al fondo del mar todos nuestros pecados.
20 Muestra tu fidelidad a Jacob,
y tu lealtad a Abraham,
como desde tiempos antiguos
se lo juraste a nuestros antepasados.
Comentario
3. Acrecienta el desafío de Miqueas
Es posible tener el alma perdida. En la versión de The Message leemos cómo por medio de Miqueas, Dios advierte contra:
«La riqueza obscena...
Amontonados por el engaño y el fraude...
Las ofertas sombrías y tramposas...
No importa cuánto consigas, nunca será suficiente;
Estómagos huecos, corazones vacíos.
No importa lo duro que trabajes, no tendrás nada que mostrar.
Vidas en quiebra, almas desperdiciadas» (6:10-14, MSG).
Por momentos, el profeta Miqueas mira hacia el futuro (por ejemplo, ver 7:7-20). En un momento, profetiza acerca de Jesús sin saberlo (Mateo 2:5-12). Ve a un gobernante que viene de Belén, cuyos «orígenes se remontan hasta la antigüedad, hasta tiempos inmemoriales. \[…\]. ¡Él traerá la paz!» (Miqueas 5:2,5a). Será conocido como «el pacificador del mundo» (V.4b, MSG).
En otras ocasiones, el profeta Miqueas mira el pasado. Recuerda todo lo que Dios ha hecho por Su pueblo (véase 6:3 en adelante). Dios los redimió, los guió (v.4). Miqueas los instó a recordar (v.5).
Dios es un Dios de amor sorprendente y misericordia: «La misericordia es tu especialidad. Eso es lo que más te gusta. Y la compasión viene en camino hacia nosotros. Eliminarás nuestras faltas. Vas a arrojar al fondo del océano nuestros pecados» (7:18-19, MSG).
Por medio de Jesús tu pasado ha sido totalmente perdonado. No sigas mirando al pasado con remordimiento. Dios ha «arroja\[do\] al fondo del mar todos nuestros pecados» (v.19) y no se permite la «repesca».
¿Cuál será nuestra respuesta a esta gracia asombrosa? Miqueas nos presenta este desafío: «Practicar la justicia, amar la misericordia, y humillarte ante tu Dios» (6:8c). Este triple desafío nos da el propósito y la meta de nuestras vidas.
- Practica la justicia
La justicia es prioridad en el plan de Dios. La injusticia es una de las causas de gran parte del sufrimiento en el mundo de hoy. Tengo que hacer de ella una prioridad importante en mi propia vida y en la de nuestra comunidad. Debemos hacer más para que los pobres, los marginados y los sin voz reciban justicia.
- Ama la misericordia
Dios nos ha mostrado tal misericordia que nuestra respuesta debe ser mostrar misericordia a los demás. Como dice Joyce Meyer: «La gente no necesita ser presionada para funcionar a la perfección; necesita ser amada y aceptada». Necesitamos llevar el mensaje del evangelio del amor y la misericordia de Dios al mayor número de personas posible, incluyendo a los presos, los desamparados, los ancianos y los pobres.
- Humíllate ante Dios
Nunca te muestres como si fueras mejor, o como si estuvieras por encima de los demás o fueras más importante que otras personas. Una persona orgullosa sobreestima su propia importancia. No puede reírse de sí mismo. «No te tomes demasiado en serio, toma a Dios en serio» (v.8c, MSG). No podemos hacer nada de esto a menos que caminemos en una relación con el Señor.
Estos tres aspectos van juntos. La fe verdadera se evidencia en cómo vives. Por eso Pablo escribe que las cosas «que haya hecho mientras vivió en el cuerpo» (2 Corintios 5:10) importan de verdad. Serás juzgado por ellas, son la prueba de tu fe.
Oración
Señor, ayúdame a practicar la justicia, a amar la misericordia y a humillarme ante Ti.
Añadidos de Pippa
2 Corintios 5:10
«Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo».
A la luz de ello, estoy muy contenta de leer en Miqueas: «¿Qué Dios hay como tú, que perdone la maldad y pase por alto el delito... Pon tu pie sobre nuestras maldades y arroja al fondo del mar todos nuestros pecados» (Miqueas 7:18-19).
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Referencias
Escritura tomada de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional TM, NVI TM Copyright © 1999, 2005, 2015 por Biblica, Inc. Usado con permiso. Todos los derechos reservados en todo el mundo.