Devolvérsela de nuevo
Introducción
Ha sido uno de los testimonios más conmovedores y poderosos que he encontrado. Una antigua trabajadora sexual, ex drogadicta y traficante nos describió cómo había llegado a un punto en el que —según sus propias palabras—, estaba «muerta» describiendo como su sangre y su corazón eran negros. Narró cómo llegó a Alpha y escuchó que Jesús la amaba tanto que había muerto por ella; continuó describiendo cómo aquello había quebrado el hormigón de su corazón y cómo por primera vez experimentó el amor de Dios por ella. Ahora está llena de amor por todos, perdonando a los que la maltrataron e irradiando el amor de Cristo.
Después de haber dado su testimonio a la atónita congregación, fui a darle las gracias y le dije lo asombrosamente poderoso que había sido su testimonio. Ella respondió: «¡Tengo que rebotársela!» No entendí lo que quería decir, así que le pedí que me explicara. Me respondió: «Se trata de toda Su gracia. Necesito devolvérsela de nuevo dándole la gloria». Ella tiene un profundo entendimiento de la gracia, la gloria y lo que significa ser como Cristo.
El tema de la «gloria» recorre cada una de las lecturas de hoy (Salmo 115:1, Filipenses 2:11, Jeremías 2:11). Vemos por qué, cómo y cuándo devolver la gloria a Dios.
Salmos 115:1-11
Salmo 115
1 La gloria, Señor, no es para nosotros;
no es para nosotros sino para tu nombre,
por causa de tu amor y tu verdad.
2 ¿Por qué tienen que decirnos las naciones:
«¿Dónde está su Dios?»
3 Nuestro Dios está en los cielos
y puede hacer lo que le parezca.
4 Pero sus ídolos son de oro y plata,
producto de manos humanas.
5 Tienen boca, pero no pueden hablar;
ojos, pero no pueden ver;
6 tienen oídos, pero no pueden oír;
nariz, pero no pueden oler;
7 tienen manos, pero no pueden palpar;
pies, pero no pueden andar;
¡ni un solo sonido emite su garganta!
8 Semejantes a ellos son sus hacedores,
y todos los que confían en ellos.
9 Pueblo de Israel, confía en el Señor;
él es tu ayuda y tu escudo.
10 Descendientes de Aarón, confíen en el Señor;
él es su ayuda y su escudo.
11 Los que temen al Señor, confíen en él;
él es su ayuda y su escudo.
Comentario
1. ¿Por qué glorificar a Dios?
Cuando la gente elogiaba a John Wimber por una charla que había dado o por una sanación que había sucedido a través de su ministerio, solía decir: «Me quedo con el ánimo que me das, pero la gloria la dejaré».
El salmista nos da un gran ejemplo de dejar la gloria (devolvérsela de nuevo a Dios). Comienza: «La gloria, Señor, no es para nosotros; no es para nosotros, sino para tu nombre, por causa de tu amor y tu verdad» (v.1). Prosigue dando dos razones para glorificar y adorar a Dios.
La primera es a causa de nuestra experiencia del amor y de la verdad de Dios (v.1b). La adoración es una respuesta a lo que Dios ha hecho por ti. ¡Dale toda la gloria!
La segunda es una verdad bíblica que se repite muchas veces: te conviertes en aquello a lo que adoras: «Semejantes a ellos son sus hacedores, y todos los que confían en ellos» (v.8). Por lo tanto, si adoramos ídolos, nos volvemos algo totalmente carente de vida, incapaces de hacer nada de valor alguno.
Pon tu confianza en el Señor quien es «tu ayuda y tu escudo» (vv.9-11). Si pones tu fe en el Señor y lo adoras, te volverán semejante a Él; serás transformado en Su semejanza y obtendrás plenitud de vida.
Oración
Señor, mi ayuda y mi escudo, ayúdame a confiar en Ti y a experimentar Tu amor y verdad. Ayúdame siempre a darte toda la gloria y «devolvértela de nuevo».
Filipenses 1:27-2:11
27 Pase lo que pase, compórtense de una manera digna del evangelio de Cristo. De este modo, ya sea que vaya a verlos o que, estando ausente, sólo tenga noticias de ustedes, sabré que siguen firmes en un mismo propósito, luchando unánimes por la fe del evangelio 28 y sin temor alguno a sus adversarios, lo cual es para ellos señal de destrucción. Para ustedes, en cambio, es señal de salvación, y esto proviene de Dios. 29 Porque a ustedes se les ha concedido no sólo creer en Cristo, sino también sufrir por él, 30 pues sostienen la misma lucha que antes me vieron sostener, y que ahora saben que sigo sosteniendo.
Humillación y exaltación de Cristo
2Por tanto, si sienten algún estímulo en su unión con Cristo, algún consuelo en su amor, algún compañerismo en el Espíritu, algún afecto entrañable, 2 llénenme de alegría teniendo un mismo parecer, un mismo amor, unidos en alma y pensamiento. 3 No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. 4 Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás.
5 La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús,
6 quien, siendo por naturaleza Dios,
no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse.
7 Por el contrario, se rebajó voluntariamente,
tomando la naturaleza de siervo
y haciéndose semejante a los seres humanos.
8 Y al manifestarse como hombre,
se humilló a sí mismo
y se hizo obediente hasta la muerte,
¡y muerte de cruz!
9 Por eso Dios lo exaltó hasta lo sumo
y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre,
10 para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla
en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra,
11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor,
para gloria de Dios Padre.
Comentario
2. ¿Cómo glorificar a Dios?
Pablo explica cómo puedes glorificar a Dios al llegar a ser como Jesús, como dice The Message: «Piensa en ti mismo como Cristo Jesús pensó de sí mismo» (2:5, MSG). Que tu actitud llegue a ser como la de Cristo debido al celo por «el nombre de Jesús» (v.10) y la «gloria de Dios» (v.11).
Vive una vida «digna del evangelio de Cristo» (1:27). Es un privilegio no solo creer en Jesús, sino también sufrir y luchar por él (vv.29-30).
Cuando las personas o los acontecimientos vienen en tu contra, «sigu\[e\] firme» (v.27) en unidad contra toda la oposición y los ataques que debes enfrentar. El lenguaje que Pablo utiliza es el de una falange («phalanx»), la más formidable organización táctica militar de la antigüedad. Juntando sus escudos y sus lanzas en el frente, los soldados estaban formados hombro con hombro en líneas de ocho hombres de profundidad; mientras no rompieran la formación, eran prácticamente invencibles.
«Pase lo que pase, compórtense de una manera digna del evangelio de Cristo. De este modo, ya sea que vaya a verlos o que, estando ausente, solo tenga noticias de ustedes, sabré que siguen firmes en un mismo propósito, luchando unánimes por la fe del evangelio y sin temor alguno a sus adversarios, lo cual es para ellos señal de destrucción. Para ustedes, en cambio, es señal de salvación, y esto proviene de Dios» (vv.27-28).
La clave de esta unidad es tener una actitud como la de Cristo. Cualquier desunión en la iglesia habría arruinado la «alegría» de Pablo (2:2). La desunión proviene muy a menudo del «egoísmo o vanidad» (v.3a). La clave es considerar a los demás mejor que a ti mismo (v.3b), para velar no solo por tus propios intereses, sino también «por los intereses de los demás» (v.4).
«No te abras paso empujando; no labres tu camino a la cima con persuasivas palabras de adulación. Hazte a un lado y ayuda a otros a salir adelante. No te obsesiones con conseguir ventaja. Olvídate de ti mismo el tiempo que sea necesario para tender una mano que ayude» (vv.3-4, MSG).
En otras palabras, debes tener la misma actitud que Jesús, quien dejó su estatus natural, legal y social, y se hizo «nada». Tomó «la naturaleza de siervo \[...\], se humilló a sí mismo» y «se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!» (vv.7-8). Escogió el camino de abajarse, del servicio humilde y el amor desinteresado. Si alguna vez te sientes ansioso por tu condición relativa, recuerda que Jesús se rebajó más de lo que nunca podríamos imaginar.
Y como resultado, «Dios lo exaltó hasta lo sumo y le otorgó el nombre que está sobre todo nombre, para que ante el nombre de Jesús se doble toda rodilla en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre» (vv.9-11).
Así es como puedes glorificar a Dios: siguiendo a Cristo en su humilde servicio y amor desinteresado.
Oración
Señor, ayúdame a tener la misma actitud que Jesús. Ayúdame a tomar el camino que trae gloria a Dios Padre. Ayúdame siempre a devolverte la gloria a Ti.
Jeremías 1:1-2:30
1Éstas son las palabras de Jeremías hijo de Jilquías. Jeremías provenía de una familia sacerdotal de Anatot, ciudad del territorio de Benjamín. 2 La palabra del Señor vino a Jeremías en el año trece del reinado de Josías hijo de Amón, rey de Judá. 3 También vino a él durante el reinado de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, y hasta el fin del reinado de Sedequías hijo de Josías, rey de Judá; es decir, hasta el quinto mes del año undécimo de su reinado, cuando la población de Jerusalén fue deportada.
Llamamiento de Jeremías
4 La palabra del Señor vino a mí:
5 «Antes de formarte en el vientre,
ya te había elegido;
antes de que nacieras,
ya te había apartado;
te había nombrado profeta para las naciones.»
6 Yo le respondí:
«¡Ah, Señor mi Dios! ¡Soy muy joven, y no sé hablar!»
7 Pero el Señor me dijo:
«No digas: “Soy muy joven”, porque vas a ir adondequiera que yo te envíe, y vas a decir todo lo que yo te ordene. 8 No le temas a nadie, que yo estoy contigo para librarte.» Lo afirma el Señor.
9 Luego extendió el Señor la mano y, tocándome la boca, me dijo:
«He puesto en tu boca mis palabras. 10 Mira, hoy te doy autoridad sobre naciones y reinos,
»para arrancar y derribar,
para destruir y demoler,
para construir y plantar.»
11 La palabra del Señor vino a mí, y me dijo:
«¿Qué es lo que ves, Jeremías?»
«Veo una rama de almendro», respondí.
12 «Has visto bien —dijo el Señor —, porque yo estoy alerta para que se cumpla mi palabra.»
13 La palabra del Señor vino a mí por segunda vez, y me dijo:
«¿Qué es lo que ves?»
«Veo una olla que hierve y se derrama desde el norte», respondí.
14 Entonces el Señor me dijo:
«Desde el norte se derramará la calamidad sobre todos los habitantes del país. 15 Yo estoy por convocar a todas las tribus de los reinos del norte —afirma el Señor —.
»Vendrán, y cada uno pondrá su trono
a la entrada misma de Jerusalén;
vendrán contra todos los muros que la rodean,
y contra todas las ciudades de Judá.
16 Yo dictaré sentencia contra mi pueblo,
por toda su maldad,
porque me han abandonado;
han quemado incienso a otros dioses,
y han adorado las obras de sus manos.
17 »Pero tú, ¡prepárate! Ve y diles todo lo que yo te ordene. No temas ante ellos, pues de lo contrario yo haré que sí les temas. 18 Hoy te he puesto como ciudad fortificada, como columna de hierro y muro de bronce, contra todo el país, contra los reyes de Judá, contra sus autoridades y sus sacerdotes, y contra la gente del país. 19 Pelearán contra ti, pero no te podrán vencer, porque yo estoy contigo para librarte», afirma el Señor.
Israel abandona a Dios
2La palabra del Señor vino a mí: 2 «Ve y proclama a oídos de Jerusalén que así dice el Señor:
»“Recuerdo el amor de tu juventud,
tu cariño de novia,
cuando me seguías por el desierto,
por tierras no cultivadas.
3 Israel estaba consagrada al Señor,
era las primicias de su cosecha;
todo el que comía de ella sufría las consecuencias,
les sobrevenía la calamidad” »,
afirma el Señor.
4 ¡Escuchen la palabra del Señor, descendientes de Jacob,
tribus todas del pueblo de Israel!
5 Así dice el Señor:
«¿Qué injusticia vieron en mí sus antepasados,
que se alejaron tanto de mí?
Se fueron tras lo que nada vale,
y en nada se convirtieron.
6 Nunca preguntaron:
“¿Dónde está el
que nos hizo subir de Egipto,
que nos guió por el desierto,
por tierra árida y accidentada,
por tierra reseca y tenebrosa,
por tierra que nadie transita
y en la que nadie vive?”
7 Yo los traje a una tierra fértil,
para que comieran de sus frutos
y de su abundancia.
Pero ustedes vinieron y contaminaron mi tierra;
hicieron de mi heredad algo abominable.
8 Nunca preguntaron los sacerdotes:
“¿Dónde está el Señor?”
Los expertos en la ley jamás me conocieron;
los pastores se rebelaron contra mí,
los profetas hablaron en nombre de Baal
y se fueron tras dioses que para nada sirven.
9 Por eso, aún voy a entablar un litigio contra ustedes,
y también litigaré contra los hijos de sus hijos
—afirma el Señor —.
10 »Crucen a las costas de Chipre, y miren;
envíen mensajeros a Cedar, e infórmense bien;
fíjense si ha sucedido algo semejante:
11 ¿Hay alguna nación que haya cambiado de dioses,
a pesar de que no son dioses?
¡Pues mi pueblo ha cambiado al que es su gloria,
por lo que no sirve para nada!
12 ¡Espántense, cielos, ante esto!
¡Tiemblen y queden horrorizados!
—afirma el Señor —.
13 »Dos son los pecados
que ha cometido mi pueblo:
Me han abandonado a mí,
fuente de agua viva,
y han cavado sus propias cisternas,
cisternas rotas que no retienen agua.
14 ¿Acaso es Israel un esclavo?
¿Nació en la esclavitud?
¿Por qué entonces lo saquean?
15 Los leones rugieron contra él,
lanzaron fuertes gruñidos.
Dejaron desolado su país,
sus ciudades fueron incendiadas,
y ya nadie las habita.
16 »Para colmo de males,
los de Menfis y los de Tafnes
te raparon la cabeza.
17 ¿No te ha pasado todo esto
por haber abandonado al Señor tu Dios,
mientras él te guiaba por el camino?
18 Y ahora, ¿qué sacas con ir a Egipto
a beber agua del Nilo?
¿Qué sacas con ir a Asiria
a beber agua del Éufrates?
19 Tu maldad te castigará,
tu infidelidad te recriminará.
Ponte a pensar cuán malo y amargo
es abandonar al Señor tu Dios
y no sentir temor de mí
—afirma el Señor, el SeñorTodopoderoso—.
20 »Desde hace mucho quebraste el yugo;
te quitaste las ataduras
y dijiste: “¡No quiero servirte!”
Sobre toda colina alta,
y bajo todo árbol frondoso,
te entregaste a la prostitución.
21 Yo te planté, como vid selecta,
con semilla genuina.
¿Cómo es que te has convertido
en una vid degenerada y extraña?
22 Aunque te laves con lejía,
y te frotes con mucho jabón,
ante mí seguirá presente
la mancha de tu iniquidad
—afirma el Señor omnipotente—.
23 »¿Cómo puedes decir:
“No me he contaminado,
ni me he ido tras los baales”?
¡Considera tu conducta en el valle!
¡Reconoce lo que has hecho!
¡Camella ligera de cascos,
que no puedes quedarte quieta!
24 ¡Asna salvaje que tiras al monte!
Cuando ardes en deseos, olfateas el viento;
cuando estás en celo, no hay quien te detenga.
Ningún macho que te busque tiene que fatigarse:
cuando estás en celo, fácilmente te encuentra.
25 »No andes con pies descalzos, que te lastimas,
ni dejes que la garganta se te reseque.
Pero tú insistes: “¡No tengo remedio!
Amo a dioses extraños, y tras ellos me iré.”
26 »El pueblo de Israel se avergonzará,
junto con sus reyes y autoridades,
sacerdotes y profetas,
como se avergüenza el ladrón cuando lo descubren.
27 A un trozo de madera le dicen:
“Tú eres mi padre”,
y a una piedra le repiten:
“Tú me has dado a luz.”
Me han vuelto la espalda;
no me quieren dar la cara.
Pero les llega la desgracia y me dicen:
“¡Levántate y sálvanos!”
28 ¿Dónde están, Judá, los dioses que te fabricaste?
¡Tienes tantos dioses como ciudades!
¡Diles que se levanten!
¡A ver si te salvan cuando caigas en desgracia!
29 »¿Por qué litigan conmigo?
Todos ustedes se han rebelado contra mí
—afirma el Señor —.
30 »En vano castigo a mi pueblo,
pues rechaza mi corrección.
Cual si fuera un león feroz,
la espada de ustedes devoró a sus profetas.
Comentario
3. ¿Cuándo glorificar a Dios?
¿Qué sucede cuando los problemas, las dificultades y los disturbios entran en tu vida y en las vidas de aquellos a tu alrededor?
Jeremías vivió en uno de los períodos conflictivos de la historia de Israel: la caída de Jerusalén en 587 a.C. y el exilio en Babilonia. Se le dio un mensaje difícil de dar a la gente y lo hizo con gran valentía ante hostilidades y persecuciones.
Los primeros capítulos de Jeremías muestran dos maneras más de glorificar a Dios y cuándo puedes hacerlo.
Primero, glorificas a Dios cuando respondes a la llamada de Dios. La edad no es una barrera para el liderazgo. Jeremías era probablemente un adolescente cuando Dios lo llamó, alrededor del año 627 a.C.; podría ser descrito como un «líder nato» y un «profeta nato». Antes de su nacimiento fue separado para ser profeta. Dios declaró: «Antes de formarte en el vientre, ya te había elegido; antes de que nacieras, ya te había apartado; te había nombrado profeta para las naciones» (1:5).
Dios sabe todo sobre ti: lo bueno y lo malo. Nada se escapa de Su conocimiento; te ama y no aprueba necesariamente todo lo que haces, pero quiere que vivas —como Jeremías— con la libertad de conocer Su amor y aprobación.
El Señor te dice —como le dijo a Jeremías—, que vayas adonde Él te dice que vayas y digas lo que Él te dice que digas (v.7). Esto quita la responsabilidad última de tus hombros. Glorificar a Dios no significa tener que tratar de salvar al mundo entero (lo cual es responsabilidad de Dios), sino más bien hacer lo que Dios te pide que hagas. Hacerlo no será fácil; Dios advierte que habrá oposición (vv.17-19).
Segundo, glorificas a Dios cuando respondes a la corrección de Dios. Dios le pidió a Jeremías que advirtiera al pueblo contra la adoración de ídolos sin valor y que los llamara a volver a adorarlo.
Jeremías dijo: «… mi pueblo ha cambiado al que es su gloria,
por lo que no sirve para nada» (2:11b). Esto no solo le niega a Dios la gloria que merece, sino que es realmente autodestructivo. Cuando nos alejamos de Dios perdemos las bendiciones de la relación con Él, y las reemplazamos con algo inútil. Dios se lamenta: «Me han abandonado a mí, fuente de agua viva, y han cavado sus propias cisternas, cisternas rotas que no retienen agua» (v.13).
De nuevo, vemos que te conviertes en aquello a lo que adoras. Aquellos que siguen «lo que nada vale» se volvieron «nada» (v.5). Si sigues a Jesús, llegas a ser como él. Si intentamos encontrar satisfacción, significado y propósito a través de nuestras propias ambiciones y apetitos egocéntricos por el poder, el dinero, la comida, la bebida y las drogas, perdemos nuestro valor; nuestras vidas carecen de valor.
En particular, estaban «en la búsqueda del sexo, sexo y más sexo; insaciable, indiscriminado, promiscuo» (v.24, MSG). Ellos eran «adictos» y no podían «abandonarlo» (v.25, MSG).
Jeremías se desesperó porque el pueblo de Dios no había respondido a Su corrección (v.30). Habían abandonado Sus bendiciones y no le habían dado la gloria.
Oración
Señor, ayúdame a fijar mis ojos en Jesús, el manantial de agua viva, y a volver mi rostro hacia él. Oro para llegar a ser como Cristo y darte toda la gloria.
Añadidos de Pippa
Jeremías 1:11–12
«La palabra del Señor vino a mí, y me dijo: “¿Qué es lo que ves, Jeremías?” “Veo una rama de almendro”, respondí. “Has visto bien —dijo el Señor—, porque yo estoy alerta para que se cumpla mi palabra”».
Es interesante que Dios use imágenes para hablarnos. Pueden ser muy reconfortantes, alentadoras e inolvidables. Me produce un poco de miedo si creo que tengo una imagen en una de nuestras reuniones. Es fácil descartarla, pensando que probablemente alguien más tendrá una mejor o que de todos modos tal vez era fruto de mi imaginación. Estoy tratando de ser un poco más valiente y, si tengo algo, lo comparto con la esperanza de que Dios podría darme más.
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