Cómo reconfortar tu mente, tu corazón y tu alma
Introducción
El antiguo televangelista Jim Bakker, cuenta en su autobiografía I Was Wrong (Estaba equivocado) su caída en la ignominia, su empobrecimiento y su encarcelamiento. Perdió su libertad, su salud, su dignidad, su confianza en su fe e incluso llegó a perder a su esposa. El prisionero 07407-058, que otrora fue confidente de presidentes, había tocado suelo.
Cuando estaba en su momento más bajo, un funcionario de prisión le dijo: «¡Billy Graham ha venido aquí para verte!», y pensó: «Billy Graham ha venido aquí... a este lugar... a verme». Cuando entró en la habitación, Billy Graham se volvió hacia él y abrió sus brazos de par en par.
En aquel momento, Jim Bakker sintió una aceptación y un amor totales: «Nunca olvidaré que el hombre que acababa de ser votado como uno de los más influyentes del mundo y había ministrado a millones de personas, sacó un rato de su apretada agenda para venir a ministrar a un prisionero». Describe cómo, en medio de su depresión, fiebre, suciedad y desesperanza, la visita de Billy Graham reconfortó su corazón y le levantó el espíritu. «Me sentí como si el mismo Jesús hubiera venido a visitarme».
Refrescarse significa restaurar la fuerza, la energía y el vigor. Un aperitivo ligero suele ser llamado un «refresco». El refresco físico puede venir también, por ejemplo, del sueño, el descanso o el ejercicio.
Pablo le dice a Filemón que ha «reconfortado el corazón de los santos» (Filemón 7). Más adelante en la epístola, Pablo le pide: «Reconforta mi corazón en Cristo» (v.20). Pero, ¿cómo refrescas tu mente, tu corazón y tu alma?
Salmos 119:121-128
121 Yo practico la justicia y el derecho;
no me dejes en manos de mis opresores.
122 Garantiza el bienestar de tu siervo;
que no me opriman los arrogantes.
123 Mis ojos se consumen esperando tu salvación,
esperando que se cumpla tu justicia.
124 Trata a tu siervo conforme a tu gran amor;
enséñame tus decretos.
125 Tu siervo soy: dame entendimiento
y llegaré a conocer tus estatutos.
126 Señor, ya es tiempo de que actúes,
pues tu ley está siendo quebrantada.
127 Sobre todas las cosas amo tus mandamientos,
más que el oro, más que el oro refinado.
128 Por eso tomo en cuenta todos tus preceptos
y aborrezco toda senda falsa.
Comentario
1. Las palabras de Dios
El oro es lo más valioso a ojos de este mundo. No puede deslustrarse y resplandece con un brillo como ningún otro metal.
Pero las palabras de Dios son mucho más valiosas que el oro más refinado. El salmista escribe: «Amo tus mandamientos, más que el oro, más que el oro refinado» (v.127).
La fuente del refresco del alma del salmista son las palabras de Dios. Antes en el salmo, dijo: «A toda hora siento un nudo en la garganta
por el deseo de conocer tus juicios \[…\] De angustia se me derrite el alma: susténtame conforme a tu palabra» (vv.20,28). Las palabras de Dios refrescan nuestra mente, corazón y alma.
Oración
Señor, muchísimas gracias por lo extraordinario que es ser reconfortado emocional y espiritualmente por la lectura de Tus palabras, meditándolas y absorbiéndolas en mente, corazón y alma.
Filemón 1:25-25
25 Que la gracia del Señor Jesucristo sea con su espíritu.
Comentario
2. El pueblo de Dios
Pablo escribe a su amigo Filemón para pedirle un favor (v.1). Filemón tenía un esclavo llamado Onésimo que se había escapado. Mientras estaba fugado, Pablo lo había llevado a Cristo (v.10).
El destino normal de un esclavo fugado era la muerte, o la flagelación y posterior marca en la frente. Ahora, en esta carta que está llena de gracia, humildad, genuino amor y encanto, Pablo escribe para persuadir a Filemón de que acepte a Onésimo de vuelta, no como esclavo sino como amigo y hermano (v.16). Siglos más tarde, el efecto dominó de aquellas palabras contribuyó a un cambio social masivo. La historia local se convirtió en historia global.
Es una petición de la que Pablo espera recibir una respuesta positiva. Está absolutamente seguro de que Filemón hará lo que le ha pedido hacer (v.21). Este es un ejemplo y un reto para que lleves amor, perdón y reconciliación allá por donde vayas.
Filemón es un amigo cercano. Lidera una iglesia que se reúne en su hogar (v.2) y es un hombre de fe y de amor (v.5).
Pablo ora para que Filemón sea «eficaz para la causa de Cristo» (v.6). Es interesante anotar que Pablo piensa que esta es la manera en la que recibirá «el reconocimiento de todo lo bueno que compartimos» (v.6) en Cristo. Muchas veces me he dado cuenta en Alpha de lo rápido que la gente crece en su comprensión al hacerse anfitriones y ayudantes de grupo en el curso. La manera de crecer es ser activo compartiendo tu fe.
Prosigue diciendo: «Tu amor me ha alegrado y animado mucho porque has reconfortado el corazón de los santos» (v.7) y le pide a Filemón que reconforte su corazón en Cristo mediante otro acto de amor (v.20). Toda su apelación por Onésimo es «en nombre del amor» (v.9).
Claramente, Filemón era un hombre conocido por su amor: «Tengo noticias de tu amor y tu fidelidad hacia el Señor Jesús y hacia todos los creyentes» (v.5).
En palabras de The Message, Pablo hace una «petición muy personal» (vv.8,9, MSG), al demandar a Filemón que acepte a Onésimo de nuevo «no como a esclavo, sino como algo mejor: como a un hermano querido \[...\] si me tienes por compañero, recíbelo como a mí mismo. Si te ha perjudicado o te debe algo, cárgalo a mi cuenta» (vv.16-18) y añade: «Lo estarás haciendo por Cristo» (v.20, MSG), pero también «reconforta mi corazón» (v.20).
El perdón conlleva extender el amor y la misericordia a alguien que te ha hecho mal o te ha herido. Despeja el camino para la reconciliación y la restauración de una relación.
Pablo desea ver a Filemón y escribe: «Prepárame alojamiento, porque espero que Dios les conceda el tenerme otra vez con ustedes en respuesta a sus oraciones» (v.22). Pasar tiempo con la gente que amas y que te aman, ya sea familia o amigos, refresca tu corazón y tu alma.
Oración
Señor, muchas gracias por la iglesia y por el amor de los hermanos y las hermanas en Cristo. Gracias por la forma en que reconfortan mi alma y mi corazón.
Lamentaciones 2:7-3:39
7 El Señor ha rechazado su altar;
ha abandonado su santuario.
Ha puesto en manos del enemigo
las murallas de sus palacios.
¡Lanzan gritos en la casa del
como en día de fiesta!
8 El Señor decidió derribar
la muralla que rodea a la bella Sión.
Tomó la vara y midió;
destruyó sin compasión.
Hubo lamentos en rampas y muros;
todos ellos se derrumbaron.
9 Las puertas se han desplomado;
él rompió por completo sus cerrojos.
Su rey y sus príncipes
andan entre las naciones;
ya no hay ley ni profetas,
ni visiones de parte del Señor.
10 En la bella Sión los ancianos
se sientan silenciosos en el suelo;
se echan ceniza sobre la cabeza
y se visten de luto.
Postradas yacen en el suelo
las jóvenes de Jerusalén.
11 El llanto me consume los ojos;
siento una profunda agonía.
Estoy con el ánimo por los suelos
porque mi pueblo ha sido destruido.
Niños e infantes desfallecen
por las calles de la ciudad.
12 «¿Dónde hay pan y vino?»,
preguntan a sus madres
mientras caen por las calles
como heridos de muerte,
mientras en los brazos maternos
exhalan el último suspiro.
13 ¿Qué puedo decir de ti, bella Jerusalén?
¿A qué te puedo comparar?
¿Qué ejemplo darte como consuelo,
virginal ciudad de Sión?
Profundas como el mar son tus heridas.
¿Quién podría devolverte la salud?
14 Tus profetas te anunciaron
visiones falsas y engañosas.
No denunciaron tu maldad;
no evitaron tu cautiverio.
Los mensajes que te anunciaban
eran falsas patrañas.
15 Cuantos pasan por el camino
aplauden burlones al verte.
Ante ti, bella Jerusalén, hacen muecas,
y entre silbidos preguntan:
«¿Es ésta la ciudad de belleza perfecta?
¿Es ésta la alegría de toda la tierra?»
16 Todos tus enemigos abren la boca
para hablar mal de ti;
rechinando los dientes, declaran burlones:
«Nos la hemos comido viva.
Llegó el día tan esperado;
¡hemos vivido para verlo!»
17 El Señor ha llevado a cabo sus planes;
ha cumplido su palabra,
que decretó hace mucho tiempo.
Sin piedad, te echó por tierra;
dejó que el enemigo se burlara de ti,
y enalteció el poder de tus oponentes.
18 El corazón de la gente
clama al Señor con angustia.
Bella Sión amurallada,
¡deja que día y noche
corran tus lágrimas como un río!
¡No te des un momento de descanso!
¡No retengas el llanto de tus ojos!
19 Levántate y clama por las noches,
cuando empiece la vigilancia nocturna.
Deja correr el llanto de tu corazón
como ofrenda derramada ante el Señor.
Eleva tus manos a Dios en oración
por la vida de tus hijos,
que desfallecen de hambre
y quedan tendidos por las calles.
20 «Mira, Señor, y ponte a pensar:
¿A quién trataste alguna vez así?
¿Habrán de comerse las mujeres
a sus hijos, fruto de sus entrañas?
¿Habrán de matar a sacerdotes y profetas
en el santuario del Señor?
21 »Jóvenes y ancianos por igual
yacen en el polvo de las calles;
mis jóvenes y mis doncellas
cayeron a filo de espada.
En tu enojo les quitaste la vida;
¡los masacraste sin piedad!
22 »Como si invitaras a una fiesta solemne,
enviaste contra mí terror de todas partes.
En el día de la ira del
nadie pudo escapar, nadie quedó con vida.
A mis seres queridos, a los que eduqué,
los aniquiló el enemigo.»
3Yo soy aquel que ha sufrido la aflicción
bajo la vara de su ira.
2 Me ha hecho andar en las tinieblas;
me ha apartado de la luz.
3 Una y otra vez, y a todas horas,
su mano se ha vuelto contra mí.
4 Me ha marchitado la carne y la piel;
me ha quebrantado los huesos.
5 Me ha tendido un cerco
de amargura y tribulaciones.
6 Me obliga a vivir en las tinieblas,
como a los que hace tiempo murieron.
7 Me tiene encerrado, no puedo escapar;
me ha puesto pesadas cadenas.
8 Por más que grito y pido ayuda,
él se niega a escuchar mi oración.
9 Ha sembrado de piedras mi camino;
ha torcido mis senderos.
10 Me vigila como oso agazapado;
me acecha como león.
11 Me aparta del camino para despedazarme;
¡me deja del todo desvalido!
12 Con el arco tenso,
me ha hecho el blanco de sus flechas.
13 Me ha partido el corazón
con las flechas de su aljaba.
14 Soy el hazmerreír de todo mi pueblo;
todo el día me cantan parodias.
15 Me ha llenado de amargura,
me ha saturado de hiel.
16 Me ha estrellado contra el suelo;
me ha hecho morder el polvo.
17 Me ha quitado la paz;
ya no recuerdo lo que es la dicha.
18 Y digo: «La vida se me acaba,
junto con mi esperanza en el Señor.»
19 Recuerda que ando errante y afligido,
que me embargan la hiel y la amargura.
20 Siempre tengo esto presente,
y por eso me deprimo.
21 Pero algo más me viene a la memoria,
lo cual me llena de esperanza:
22 El gran amor del Señor nunca se acaba,
y su compasión jamás se agota.
23 Cada mañana se renuevan sus bondades;
¡muy grande es su fidelidad!
24 Por tanto, digo:
«El Señor es todo lo que tengo.
¡En él esperaré!»
25 Bueno es el Señor con quienes en él confían,
con todos los que lo buscan.
26 Bueno es esperar calladamente
a que el Señor venga a salvarnos.
27 Bueno es que el hombre aprenda
a llevar el yugo desde su juventud.
28 ¡Déjenlo estar solo y en silencio,
porque así el Señor se lo impuso!
29 ¡Que hunda el rostro en el polvo!
¡Tal vez haya esperanza todavía!
30 ¡Que dé la otra mejilla a quien lo hiera,
y quede así cubierto de oprobio!
31 El Señor nos ha rechazado,
pero no será para siempre.
32 Nos hace sufrir, pero también nos compadece,
porque es muy grande su amor.
33 El Señor nos hiere y nos aflige,
pero no porque sea de su agrado.
34 Cuando se aplasta bajo el pie
a todos los prisioneros de la tierra,
35 cuando en presencia del Altísimo
se le niegan al hombre sus derechos
36 y no se le hace justicia,
¿el Señor no se da cuenta?
37 ¿Quién puede anunciar algo y hacerlo realidad
sin que el Señor dé la orden?
38 ¿No es acaso por mandato del Altísimo
que acontece lo bueno y lo malo?
39 ¿Por qué habría de quejarse en vida
quien es castigado por sus pecados?
Comentario
3. La presencia de Dios
El corazón del profeta tiene una gran necesidad de ser reconfortado. Al ver Jeremías la devastación de Jerusalén, se encuentra rodeado del sufrimiento más aplastante; todo está destruido a su alrededor. La gente se muere de hambre y han llegado al punto en que es posible que las mujeres se coman a sus propios hijos (2:20).
El sufrimiento no está solamente alrededor de Jeremías; está también en su corazón y en su alma. Escribe: «El llanto me consume los ojos; siento una profunda agonía. Estoy con el ánimo por los suelos» (v.11). Su corazón está traspasado (3:13) y se siente asediado y rodeado de «amargura y tribulaciones» (v.5). Vive en las tinieblas (v.6).
Se siente que ha sido dejado «desvalido» (v.11). Se ríen de él y lo ridiculizan (v.14). Además de todo esto, le han «quitado la paz» (v.17).
Parece que sus oraciones no han sido respondidas: «Por más que grito y pido ayuda, él se niega a escuchar mi oración. Ha sembrado de piedras mi camino; ha torcido mis senderos» (vv.8-9).
Él sabe que la respuesta está en «la presencia del Señor» y escribe: «Levántate y clama por las noches, cuando empiece la vigilancia nocturna. Deja correr el llanto de tu corazón como ofrenda derramada ante el Señor» (2:19).
Prosigue así: «Siempre tengo esto presente, y por eso me deprimo. Pero algo más me viene a la memoria, lo cual me llena de esperanza: \[…\]: Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad! Por tanto, digo: “El Señor es todo lo que tengo. ¡En él esperaré!”. Bueno es el Señor con quienes en él confían, con todos los que lo buscan. \[…\]. Nos hace sufrir, pero también nos compadece, porque es muy grande su amor» (3:20-25,32).
Los tiempos de descanso vienen «de parte del Señor» (Hechos 3:19). Es un refresco que puedes recibir cada día.
La misericordia de Dios es nueva cada mañana. Puedes empezar de cero, con un nuevo comienzo, cada día. Puedes buscarlo cada día, aguardar que llegue calladamente; esperar en Él y ser refrescado por Su presencia.
Cuando nos damos cuenta de lo mucho que Dios nos ha perdonado y lo grande que es Su Misericordia, podemos perdonar más fácilmente a aquellos que nos han herido y brindarles misericordia. Esta es la clave para tener unas relaciones excelentes.
No son estas palabras ingenuas o superficiales de ánimo. Son realistas al hablar de la profundidad y el alcance del sufrimiento, y de las luchas por fuera y por dentro. Pero, en medio de todo esto, podemos aferrarnos a la bondad y el amor de Dios: «Por la bondad del SEÑOR es que no somos consumidos, porque nunca decaen sus misericordias» (Lamentaciones 3:22, RVA-2015).
Aquí vemos un destello de cómo se hace posible este amor. El profeta escribe: «Que dé la otra mejilla a quien lo hiera, y quede así cubierto de oprobio» (v.30). Jesús ofreció la otra mejilla a quienes lo golpearon (Juan 19:3; ver también Mateo 5:39) y cargó con nuestra deshonra en la cruz. La sangre de Cristo es lo que nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:9) y por medio de su muerte puedes ser perdonado, limpiado, renovado y refrescado en tu corazón y en tu mente cada día.
Oración
Señor, derramo mi corazón ante Ti en el día de hoy. Reconfórtame con Tu presencia. Gracias por Tu gran fidelidad y compasión que no falla, las cuales pones a mi disposición, nuevas cada mañana, por medio de Jesucristo mi Señor.
Añadidos de Pippa
Pippa añade
Lamentaciones 3:22–23
Sea lo que sea por lo que estemos pasando hoy, podemos reconfortarnos con estos versículos: «El gran amor del Señor nunca se acaba, y su compasión jamás se agota. Cada mañana se renuevan sus bondades; ¡muy grande es su fidelidad!».
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Referencias
Escritura marcada (MSG) es tomada de la traducción bíblica The Message, no está traducida al español, se parafrasea.
Jim Bakker, I Was Wrong, (Thomas Nelson, 2010) pp.282–284. No disponible en español.
Unless otherwise stated, Scripture quotations taken from the Holy Bible, New International Version Anglicised, Copyright © 1979, 1984, 2011 Biblica, formerly International Bible Society. Used by permission of Hodder & Stoughton Publishers, an Hachette UK company. All rights reserved. «NIV» is a registered trademark of Biblica. UK trademark number 1448790.
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