Mira al porvenir
Introducción
En Un cuento de Navidad de Charles Dickens, el personaje central Ebenezer Scrooge, es un hombre de negocios infeliz, malo y avaro a quien se le muestra su pasado, presente y futuro. Finalmente, llega a arrepentirse y comienza a dar con generosidad.
Dickens capta la transformación en su carácter: «Estuvo en la iglesia, deambuló por las calles \[…\] y descubrió que todo le resultaba un placer. Nunca había imaginado que un paseo le pudiera reportar tanta felicidad».
«Arrepentimiento» es una palabra muy positiva en la Biblia. La palabra griega «metanoia» significa «cambio de mente». Lo que esto significa, en primer lugar, es darle la espalda a las cosas malas. Ese tipo de cosas son lo que arruinan tu vida y rompen tu relación con Dios. El arrepentimiento significa sentirlo tanto que dejas esas cosas. Librarte de las cosas malas es algo que mejora tu vida, pero solo es la primera parte.
El cambio de corazón y mente no solo significa apartarse de las cosas malas, sino también volverse hacia Dios y el bien. La palabra «arrepentimiento» raramente aparece sola en la Biblia. El arrepentimiento genuino se evidencia por su fruto. El remordimiento no es suficiente; se requiere un cambio de mente, corazón y vida. Casi siempre es «arrepiéntete y…». Arrepiéntete y cree. Arrepiéntete y pon tu fe en Jesucristo. No es solo un caso de mirar atrás, sino también de mirar al porvenir.
Salmos 147:1-11
Salmo 147
1 ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!
¡Cuán bueno es cantar salmos a nuestro Dios,
cuán agradable y justo es alabarlo!
2 El Señor reconstruye a Jerusalén
y reúne a los exiliados de Israel;
3 restaura a los abatidos
y cubre con vendas sus heridas.
4 Él determina el número de las estrellas
y a todas ellas les pone nombre.
5 Excelso es nuestro Señor, y grande su poder;
su entendimiento es infinito;
6 El Señor sostiene a los pobres,
pero hace morder el polvo a los impíos.
7 Canten al Señor con gratitud;
canten salmos a nuestro Dios al son del arpa.
8 Él cubre de nubes el cielo,
envía la lluvia sobre la tierra
y hace crecer la hierba en los montes.
9 Él alimenta a los ganados
y a las crías de los cuervos cuando graznan.
10 El Señor no se deleita en los bríos del caballo,
ni se complace en la agilidad del hombre,
11 sino que se complace en los que le temen,
en los que confían en su gran amor.
Comentario
1. Arrepiéntete y gózate
El contexto del Salmo 147 bien puede ser el de la reconstrucción de Jerusalén bajo Nehemías: «El Señor reconstruye a Jerusalén y reúne a los exiliados de Israel» (v.2). Como vemos hoy en Nehemías 1–2, esto comenzó por un arrepentimiento genuino de Nehemías de parte de él y de todo el pueblo.
El arrepentimiento genuino comienza por tener el corazón «quebrantado» (Salmo 147:3). La maravillosa noticia es que Dios sana a los de corazón quebrantado y restaña sus heridas (v.3; ver también Isaías 61:1).
El «arrepentimiento» conlleva humillarse ante Dios. Mientras que Él «hace morder el polvo a los impíos» (Salmo 147:6b), «el Señor sostiene a los pobres» (v.6a). Pero Dios no te deja ahí. No quiere solamente que mires atrás con arrepentimiento sino que mires al porvenir con gozo.
El «deleite» de Dios no está en «la fuerza del hombre» (v.10). Él no se basa en la fuerza física, ni esta le impresiona; como dice The Message: «No le impresionan los bríos del caballo y nuestros músculos son insignificantes para él» (v.10, MSG). Sino que «se complace en los que le temen, en los que confían en su gran amor» (v.11).
Todo este salmo trata de gozarse en el Señor. Empieza por una llamada a «alabar al Señor», y un recordatorio de cuán «bueno, cuán agradable y justo» (v.1) es hacerlo. La alabanza te trae gozo y deleite, y es una respuesta apropiada a un Dios tan formidable.
Oración
Señor, hoy quiero no solo arrepentirme, sino también gozarme en Ti. Gracias porque prometes que si te temo, no tendré que temer a nada.
Apocalipsis 16:1-21
Las siete copas de la ira de Dios
16Oí una voz que desde el templo decía a gritos a los siete ángeles: «¡Vayan y derramen sobre la tierra las siete copas del furor de Dios!»
2 El primer ángel fue y derramó su copa sobre la tierra, y a toda la gente que tenía la marca de la bestia y que adoraba su imagen le salió una llaga maligna y repugnante.
3 El segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y el mar se convirtió en sangre como de gente masacrada, y murió todo ser viviente que había en el mar.
4 El tercer ángel derramó su copa sobre los ríos y los manantiales, y éstos se convirtieron en sangre. 5 Oí que el ángel de las aguas decía:
«Justo eres tú, el Santo,
que eres y que eras,
porque juzgas así:
6 ellos derramaron la sangre de santos y de profetas,
y tú les has dado a beber sangre, como se lo merecen.»
7 Oí también que el altar respondía:
«Así es, Señor, Dios Todopoderoso,
verdaderos y justos son tus juicios.»
8 El cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, al cual se le permitió quemar con fuego a la gente. 9 Todos sufrieron terribles quemaduras, pero ni así se arrepintieron; en vez de darle gloria a Dios, que tiene poder sobre esas plagas, maldijeron su nombre.
10 El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia, y el reino de la bestia quedó sumido en la oscuridad. La gente se mordía la lengua de dolor 11 y, por causa de sus padecimientos y de sus llagas, maldecían al Dios del cielo, pero no se arrepintieron de sus malas obras.
12 El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates, y se secaron sus aguas para abrir paso a los reyes del oriente. 13 Y vi salir de la boca del dragón, de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta tres espíritus malignos que parecían ranas. 14 Son espíritus de demonios que hacen señales milagrosas y que salen a reunir a los reyes del mundo entero para la batalla del gran día del Dios Todopoderoso.
15 «¡Cuidado! ¡Vengo como un ladrón! Dichoso el que se mantenga despierto, con su ropa a la mano, no sea que ande desnudo y sufra vergüenza por su desnudez.»
16 Entonces los espíritus de los demonios reunieron a los reyes en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.
17 El séptimo ángel derramó su copa en el aire, y desde el trono del templo salió un vozarrón que decía: «¡Se acabó!» 18 Y hubo relámpagos, estruendos, truenos y un violento terremoto. Nunca, desde que el género humano existe en la tierra, se había sentido un terremoto tan grande y violento. 19 La gran ciudad se partió en tres, y las ciudades de las naciones se desplomaron. Dios se acordó de la gran Babilonia y le dio a beber de la copa llena del vino del furor de su castigo. 20 Entonces huyeron todas las islas y desaparecieron las montañas. 21 Del cielo cayeron sobre la gente enormes granizos, de casi cuarenta kilos cada uno. Y maldecían a Dios por esa terrible plaga.
Comentario
2. Arrepiéntete y responde
Este debe ser uno de los capítulos más aterradores de toda la Biblia. Describe el juicio final. Estas son las últimas siete plagas (ver Éxodo 7–10). Todo termina con el «Armagedón». En medio del terrible juicio, hay cuatro cosas que deberían reconfortarte:
- Jesús está regresando
«¡Cuidado! ¡Vengo como un ladrón! Dichoso el que se mantenga despierto, con su ropa a la mano» (Apocalipsis 16:15). Más adelante veremos en Apocalipsis todas las bendiciones que la segunda venida de Jesús te traerá a ti y a toda la creación.
- Jesús cargó con tu juicio
Las palabras «¡Ya está hecho!» (v.17, DHH) nos indican que una vez que este juicio final haya tenido lugar, «todo se ha cumplido», haciéndose eco de las palabras de Jesús en la cruz (Juan 19:30). Nos recuerdan que Jesús cargó sobre sí mismo la ira de Dios en la cruz por ti. Tanto amó Dios al mundo, que envió a Su único hijo para que no sucumbieras al juicio final de Dios, sino que recibieras todas las bendiciones de la vida eterna (ver Juan 3:16-17).
- El juicio es pospuesto
El juicio solo recae sobre aquellos que «ni así se arrepintieron; en vez de darle gloria a Dios» (Apocalipsis 16:9). Dios les da, como al faraón, muchísimas oportunidades de arrepentirse «pero no se arrepintieron de sus malas obras» (v.11). El deseo de Dios es que todos lleguen al arrepentimiento (2 Pedro 3:9). Les da muchas, muchísimas oportunidades. Solo aquellos que se niegan absolutamente a arrepentirse caen bajo Su juicio.
- El juicio será totalmente justo
Comprensiblemente, mucha gente se preocupa por pasajes de la Biblia como este. Pero los juicios de Dios van a ser completamente «verdaderos» y «justos» (v.7). Como siempre dice John Collins, el antiguo párroco de HTB: «En ese día diremos: “Todo es perfectamente justo y está bien”».
Aguarda expectante el regreso de Jesús. Pon en orden tu vida ahora, y asegúrate de que no haya rechazo al arrepentimiento en tu corazón. Responde de la manera adecuada a estas advertencias y ayuda a todos los demás a hacer lo mismo.
Oración
Señor, gracias porque en la cruz cargaste con mis pecados por mí para que nunca tuviera que enfrentarme al juicio descrito aquí. Gracias porque regresarás y pondrás todo en su sitio. Oro para que te glorifique en todo lo que haga.
Nehemías 1:1-2:20
Nehemías ora por su pueblo
1Éstas son las palabras de Nehemías hijo de Jacalías:
En el mes de quisleu del año veinte, estando yo en la ciudadela de Susa, 2 llegó Jananí, uno de mis hermanos, junto con algunos hombres de Judá. Entonces les pregunté por el resto de los judíos que se habían librado del destierro, y por Jerusalén.
3 Ellos me respondieron: «Los que se libraron del destierro y se quedaron en la provincia están enfrentando una gran calamidad y humillación. La muralla de Jerusalén sigue derribada, con sus puertas consumidas por el fuego.»
4 Al escuchar esto, me senté a llorar; hice duelo por algunos días, ayuné y oré al Dios del cielo. 5 Le dije:
« Señor, Dios del cielo, grande y temible, que cumples el pacto y eres fiel con los que te aman y obedecen tus mandamientos, 6 te suplico que me prestes atención, que fijes tus ojos en este siervo tuyo que día y noche ora en favor de tu pueblo Israel. Confieso que los israelitas, entre los cuales estamos incluidos mi familia y yo, hemos pecado contra ti. 7 Te hemos ofendido y nos hemos corrompido mucho; hemos desobedecido los mandamientos, preceptos y decretos que tú mismo diste a tu siervo Moisés.
8 »Recuerda, te suplico, lo que le dijiste a tu siervo Moisés: “Si ustedes pecan, yo los dispersaré entre las naciones: 9 pero si se vuelven a mí, y obedecen y ponen en práctica mis mandamientos, aunque hayan sido llevados al lugar más apartado del mundo los recogeré y los haré volver al lugar donde he decidido habitar.”
10 »Ellos son tus siervos y tu pueblo al cual redimiste con gran despliegue de fuerza y poder. 11 Señor, te suplico que escuches nuestra oración, pues somos tus siervos y nos complacemos en honrar tu nombre. Y te pido que a este siervo tuyo le concedas tener éxito y ganarse el favor del rey.»
En aquel tiempo yo era copero del rey.
Nehemías vuelve a Jerusalén
2Un día, en el mes de nisán del año veinte del reinado de Artajerjes, al ofrecerle vino al rey, como él nunca antes me había visto triste, 2 me preguntó:
—¿Por qué estás triste? No me parece que estés enfermo, así que debe haber algo que te está causando dolor.
Yo sentí mucho miedo 3 y le respondí:
—¡Que viva Su Majestad para siempre! ¿Cómo no he de estar triste, si la ciudad donde están los sepulcros de mis padres se halla en ruinas, con sus puertas consumidas por el fuego?
4 —¿Qué quieres que haga? —replicó el rey.
Encomendándome al Dios del cielo, 5 le respondí:
—Si a Su Majestad le parece bien, y si este siervo suyo es digno de su favor, le ruego que me envíe a Judá para reedificar la ciudad donde están los sepulcros de mis padres.
6 —¿Cuánto durará tu viaje? ¿Cuándo regresarás? —me preguntó el rey, que tenía a la reina sentada a su lado.
En cuanto le propuse un plazo, el rey aceptó enviarme. 7 Entonces añadí:
—Si a Su Majestad le parece bien, le ruego que envíe cartas a los gobernadores del oeste del río Éufrates para que me den vía libre y yo pueda llegar a Judá; 8 y por favor ordene a su guardabosques Asaf que me dé madera para reparar las puertas de la ciudadela del templo, la muralla de la ciudad y la casa donde he de vivir.
El rey accedió a mi petición, porque Dios estaba actuando a mi favor. 9 Cuando me presenté ante los gobernadores del oeste del río Éufrates, les entregué las cartas del rey. Además el rey había ordenado que me escoltaran su caballería y sus capitanes. 10 Pero al oír que alguien había llegado a ayudar a los israelitas, Sambalat el horonita y Tobías el siervo amonita se disgustaron mucho.
Nehemías inspecciona la muralla
11 Tres días después de haber llegado a Jerusalén, 12 salí de noche acompañado de algunos hombres, pero a ninguno de ellos le conté lo que mi Dios me había motivado hacer por Jerusalén. La única bestia que llevábamos era la que yo montaba. 13 Esa noche salí por la puerta del Valle hacia la fuente del Dragón y la puerta del Basurero. Inspeccioné las ruinas de la muralla de Jerusalén, y sus puertas consumidas por el fuego. 14 Después me dirigí hacia la puerta de la Fuente y el estanque del Rey, pero no hallé por dónde pasar con mi cabalgadura. 15 Así que, siendo aún de noche, subí por el arroyo mientras inspeccionaba la muralla. Finalmente regresé y entré por la puerta del Valle.
16 Los gobernadores no supieron a dónde fui ni qué hice, porque hasta entonces no había dicho nada a ningún judío: ni a los sacerdotes, ni a los nobles, ni a los gobernadores ni a los que estaban trabajando en la obra. 17 Por eso les dije:
—Ustedes son testigos de nuestra desgracia. Jerusalén está en ruinas, y sus puertas han sido consumidas por el fuego. ¡Vamos, anímense! ¡Reconstruyamos la muralla de Jerusalén para que ya nadie se burle de nosotros!
18 Entonces les conté cómo la bondadosa mano de Dios había estado conmigo y les relaté lo que el rey me había dicho. Al oír esto, exclamaron:
—¡Manos a la obra!
Y unieron la acción a la palabra.
19 Cuando lo supieron, Sambalat el horonita, Tobías el oficial amonita y Guesén el árabe se burlaron de nosotros y nos preguntaron de manera despectiva:
—Pero, ¿qué están haciendo? ¿Acaso pretenden rebelarse contra el rey?
20 Yo les contesté:
—El Dios del cielo nos concederá salir adelante. Nosotros, sus siervos, vamos a comenzar la reconstrucción. Ustedes no tienen arte ni parte en este asunto, ni raigambre en Jerusalén.
Comentario
3. Arrepiéntete y reconstruye
La situación de Nehemías no era muy diferente de la nuestra. La iglesia en este país está «enfrentando una gran calamidad y humillación» (1:3). Parece que hubiera sido devastada y se la considera irrelevante o un objeto de escarnio.
En el 445 a.C., Nehemías estaba desolado también por el hecho de que el nombre de Dios no estuviera siendo honrado. El pueblo de Dios estaba en «malas condiciones, la situación era abrumadora» (v.3, MSG): «La muralla de Jerusalén sigue derribada, con sus puertas consumidas por el fuego» (v.3).
Nehemías era un oficial de gobierno que había alcanzado una alta posición en la administración persa. Era el copero del rey (v.11b), puesto importante que comportaba la responsabilidad de probar el vino del rey y proteger las estancias reales.
La respuesta de Nehemías nos da un gran modelo que seguir. Aunque era un hombre de acción, comenzó por la oración. Su respuesta fue llorar, hacer duelo, ayunar y orar (v.4). Su oración comienza por recordar a Dios su amor (v.5). Prosigue arrepintiéndose de sus pecados y los de su pueblo: «Confieso que los israelitas, entre los cuales estamos incluidos mi familia y yo, hemos pecado contra ti» (v.6b).
Termina la oración pidiendo a Dios que le dé éxito (v.11). Como suele suceder, la respuesta a esta oración conllevó algo que él mismo habría de hacer. Vio el problema y actuó. Dejó una carrera brillante para abrazar una vida de peligro, luchas y sacrificio de sí mismo. Al hacer esto, se convirtió en la respuesta a su propia oración.
Artajerjes se dio cuenta de su tristeza de corazón (2:2). Cuando preguntó «¿Qué quieres que haga?» (v.4), otra vez la oración «flecha» de Nehemías («orando susurrando para mi mismo», v.4 MSG) es un buen ejemplo que seguir. En cualquier situación en la que te encuentres con apenas un segundo para decidir, ora así: «Encomendándome al Dios del cielo, le respondí…» (vv.4-5). Ya había practicado la oración por largo tiempo. Ahora solo tenía tiempo de alzar la vista al cielo antes de tener que dar una respuesta.
Su petición le fue concedida y se le permitió ir a Jerusalén para reconstruir (v.8). Después de inspeccionar los muros secretamente (manteniendo sus planes confidenciales de una manera sabia mientras evaluaba la situación), reunió al pueblo y anunció sus planes (vv.11–18). Continuó su oración con la acción.
A lo largo de todo el proceso, se mantuvo centrado en Dios reconociendo una y otra vez que era Dios quien le había inspirado y le había permitido hacer aquello: «El rey accedió a mi petición, porque Dios estaba actuando a mi favor» (v.8; ver también vv.12,18). Puede ser muy fácil orar por algo y olvidarse después de dar el reconocimiento cuando las cosas empiezan a ir bien. Pero Nehemías siempre fue consciente de su dependencia de Dios y siempre estuvo pronto para atribuir su éxito a Dios.
Confía en Dios y Él te dará la confianza para continuar con Sus planes, incluso cuando encuentres oposición. Hazlo tanto en los buenos tiempos como en los malos, Nehemías acudió a Dios: «El Dios del cielo nos concederá salir adelante. Nosotros, sus siervos, vamos a comenzar la reconstrucción» (v.20). No permitas que la oposición te desvíe de la tarea que Dios te ha dado; confía en Dios y realiza el trabajo. Aguarda expectante que Dios te dé el éxito.
Oración
Señor, Tú nos llamas a reconstruir y nos das éxito. Tu iglesia está en ruinas, sus muros derruidos. Oro para que la iglesia de este país se levante de nuevo y diga: «¡Manos a la obra!… El Dios del cielo nos concederá salir adelante. Nosotros, sus siervos, vamos a comenzar la reconstrucción».
Añadidos de Pippa
Nehemías 2:2
«Al ofrecerle vino al rey, como él nunca antes me había visto triste, me preguntó: ―¿Por qué estás triste? No me parece que estés enfermo, así que debe haber algo que te está causando dolor».
Cuando le fue dada la oportunidad, Nehemías la aprovechó a pesar de tener miedo. Decir lo que es correcto requiere valentía. No era que Nehemías no sintiera miedo en aquel momento, sino que a pesar de su miedo, habló.
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Referencias
Notas:
Escritura marcada (MSG) es tomada de la traducción bíblica The Message, no está traducida al español, se parafrasea
Charles Dickens, Cuento de Navidad (Editorial Bambú, 2010).
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