Haciendo de tu vida algo hermoso
Introducción
A mediados del siglo XIX, Lord Radstock estaba alojándose en un hotel en Noruega cuando oyó a una niña pequeña tocar el piano en el pasillo del piso de abajo. La niña hacía un ruido espantoso, «pim... pam... pum...», el cual lo estaba volviendo loco. Un hombre llegó, se sentó al lado de la niña y comenzó a tocar con ella, rellenando las notas que faltaban. El resultado fue la más bella de las interpretaciones. Más tarde, Radstock descubrió que el hombre que había estado tocando con la niña era el padre de ella, Alexander Borodin, compositor de la ópera Príncipe Igor.
Dios te llama a tener una relación que implica la cooperación con Él. La fe cristiana consiste principalmente en lo que Dios ha hecho por ti en Cristo. Pero no somos meros espectadores, estamos llamados a responder: Dios nos hace parte en sus planes. Dios viene, se sienta a tu lado y «dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman» (Romanos 8:28). Toma nuestros «pim, pam, pum» y hace algo hermoso de nuestras vidas
Proverbios 4:20-27
20 Hijo mío, atiende a mis consejos;
escucha atentamente lo que digo.
21 No pierdas de vista mis palabras;
guárdalas muy dentro de tu corazón.
22 Ellas dan vida a quienes las hallan;
son la salud del cuerpo.
23 Por sobre todas las cosas cuida tu corazón,
porque de él mana la vida.
24 Aleja de tu boca la perversidad;
aparta de tus labios las palabras corruptas.
25 Pon la mirada en lo que tienes delante;
fija la vista en lo que está frente a ti.
26 Endereza las sendas por donde andas;
allana todos tus caminos.
27 No te desvíes ni a diestra ni a siniestra;
apártate de la maldad.
Comentario
Camina sabiamente
Tienes un papel que desempeñar respondiendo al llamado de Dios, manteniéndote en sus caminos, viviendo sabiamente y por ello, haciendo de tu vida algo hermoso. En este pasaje vemos cuatro áreas particulares que has de vigilar si quieres disfrutar la victoria sobre la tentación:
- En qué piensas
Puedes elegir aquello en lo que piensas. Esto es de vital importancia porque la vida que lleves saldrá de tu corazón. «Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida» (v.23). Tienes que llenar tu corazón de cosas buenas, especialmente las palabras de Dios (vv.20–21). Ellas traen «vida» y «salud» (v.22). Piensa en cosas que sean «lo verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo digno de admiración, en fin, todo lo que sea excelente o merezca elogio» (Filipenses 4:8).
- Lo que dices
Tus palabras son poderosas. Úsalas con cuidado: «Aleja de tu boca la perversidad; aparta de tus labios las palabras corruptas»
(Proverbios 4:24). Se dice que las palabras de la lengua tendrían que tener tres cerrojos que las guarden: «¿es verdad?; ¿es considerado?; ¿es necesario?»
- Aquello que miras
Guarda tus ojos. Ten cuidado con lo que miras (especialmente en esta era de Televisión e Internet). «Pon la mirada en lo que tienes delante; fija la vista en lo que está frente a ti» (v.25). Jesús advirtió que si miras a las cosas equivocadas «todo tu ser estará en oscuridad» pero «si tu visión es clara, todo tu ser disfrutará de la luz» (Mateo 6:22–23).
- Donde vas
Evitarás muchas tentaciones si cuidas los lugares donde vas. «Endereza las sendas por donde andas; \[...\] Hagan sendas derechas para sus pies» (Proverbios 4:26–27). El autor de los Hebreos cita este verso. Nos urge a que «corramos con perseverancia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús \[...\]. “Hagan sendas derechas para sus pies”» (Hebreos 12:1–2,12).
Oración
Señor, pon un centinela que vigile mi lengua y guarde mi corazón. Ayúdame a caminar con sabiduría en el día de hoy.
Mateo 27:45-66
Muerte de Jesús
45 Desde el mediodía y hasta la media tarde toda la tierra quedó en oscuridad. 46 Como a las tres de la tarde, Jesús gritó con fuerza:
— Elí, Elí, ¿ lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”).
47 Cuando lo oyeron, algunos de los que estaban allí dijeron:
—Está llamando a Elías.
48 Al instante uno de ellos corrió en busca de una esponja. La empapó en vinagre, la puso en una caña y se la ofreció a Jesús para que bebiera. 49 Los demás decían:
—Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.
50 Entonces Jesús volvió a gritar con fuerza, y entregó su espíritu.
51 En ese momento la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo. La tierra tembló y se partieron las rocas. 52 Se abrieron los sepulcros, y muchos santos que habían muerto resucitaron. 53 Salieron de los sepulcros y, después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.
54 Cuando el centurión y los que con él estaban custodiando a Jesús vieron el terremoto y todo lo que había sucedido, quedaron aterrados y exclamaron:
—¡Verdaderamente éste era el Hijo de Dios!
55 Estaban allí, mirando de lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle. 56 Entre ellas se encontraban María Magdalena, María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
Sepultura de Jesús
57 Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había convertido en discípulo de Jesús. 58 Se presentó ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús, y Pilato ordenó que se lo dieran. 59 José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia 60 y lo puso en un sepulcro nuevo de su propiedad que había cavado en la roca. Luego hizo rodar una piedra grande a la entrada del sepulcro, y se fue. 61 Allí estaban, sentadas frente al sepulcro, María Magdalena y la otra María.
La guardia ante el sepulcro
62 Al día siguiente, después del día de la preparación, los jefes de los sacerdotes y los fariseos se presentaron ante Pilato.
63 —Señor —le dijeron—, nosotros recordamos que mientras ese engañador aún vivía, dijo: “A los tres días resucitaré.” 64 Por eso, ordene usted que se selle el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos, se roben el cuerpo y le digan al pueblo que ha resucitado. Ese último engaño sería peor que el primero.
65 —Llévense una guardia de soldados —les ordenó Pilato—, y vayan a asegurar el sepulcro lo mejor que puedan.
66 Así que ellos fueron, cerraron el sepulcro con una piedra, y lo sellaron; y dejaron puesta la guardia.
Comentario
Da generosamente
Jesús experimentó un sufrimiento terrible y la separación real de Dios para que pudiéramos disfrutar la presencia de Dios.
Jesús fue abandonado por los líderes religiosos, su propia familia, las multitudes, sus discípulos y finalmente «Jesús gritó con fuerza: — Elí, Elí, ¿lama sabactani? (que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”)» (v.46).
Las palabras de agonía de Jesús expresan un sentir real de separación de Dios. Está citando el salmo 22:1, el cual es un grito de sufrimiento, lamento y separación de Dios. Vimos cómo en el libro de Job las Escrituras abordan el tema de las dificultades y las complejidades del sufrimiento humano. En la cruz en cambio, vemos la respuesta definitiva de Dios a nuestro sufrimiento; Él elige adentrase en el mismo y cargarlo sobre sí.
John Stott reflexiona acerca del sufrimiento y la cruz diciendo: «Jamás podría creer en Dios, si no fuera por la cruz. En el mundo real del dolor, ¿cómo podría alguien adorar a un Dios que fuese inmune al dolor?».
La asunción de nuestro sufrimiento por parte de Jesús en la cruz va más allá de la mera solidaridad. Sus palabras reflejan cómo vino para «dar su vida en rescate por muchos» (Mateo 20:28). Murió para que pudiéramos quedar libres. Fue abandonado para que tú y yo pudiéramos ser aceptados por Dios.
Vemos la realidad de esta aceptación en lo que sucede en el momento de la muerte de Jesús: «La cortina del santuario del templo se rasgó en dos» (27:51). En el libro de los Hechos se explica la simbología de este suceso. La cortina separaba al pueblo del «Lugar Santísimo» (Sancta Sanctorum) —es decir de la presencia de Dios (Hebreos 9:3) —.
Ahora puedes experimentar —por medio de Jesús y por su muerte en la cruz— la presencia de Dios y una íntima amistad con Él. Incluso el preciso detalle que la cortina se rasgara de arriba abajo nos recuerda que fue la obra de Dios, y no la de los humanos, la que permitió que fuéramos aceptados en la presencia de Dios. Puedes conocer la aceptación y la presencia de Dios gracias al abandono y el sufrimiento de Jesús.
En el momento en que Dios actuó decisivamente en la historia humana a través de la cruz y la resurrección de Jesucristo, quiso incluir a los seres humanos en sus planes. Usó a un hombre rico (llamado José de Arimatea, el cual se había hecho discípulo de Jesús) para comprar la tumba donde Jesús sería enterrado y luego resucitaría. (Mateo 27:57–60).
Lo que importa no es tanto si eres rico o pobre sino cómo respondes a lo que Jesús ha hecho por ti y qué haces con lo que tienes. José dio generosamente y Dios hizo algo hermoso con su vida, que ha sido recordado por todos los tiempos.
Oración
Señor, gracias porque pasaste por todo esto por mí. Gracias porque no solo me perdonas, sino que también me permites ser parte de tus planes.
Éxodo 13:1-14:31
Consagración de los primogénitos israelitas
13El Señor habló con Moisés y le dijo: 2 «Conságrame el primogénito de todo vientre. Míos son todos los primogénitos israelitas y todos los primeros machos de sus animales.»
3 Moisés le dijo al pueblo: «Acuérdense de este día en que salen de Egipto, país donde han sido esclavos y de donde el Señor los saca desplegando su poder. No coman pan con levadura. 4 Ustedes salen hoy, en el mes de aviv, 5 y en este mismo mes deberán celebrar esta ceremonia, cuando ya el Señor los haya hecho entrar en la tierra que prometió dar a los antepasados de ustedes. Se trata de la tierra de los cananeos, hititas, amorreos, heveos y jebuseos: ¡tierra donde abundan la leche y la miel! 6 Durante siete días comerán pan sin levadura, y el día séptimo celebrarán una fiesta en honor al Señor. 7 En ningún lugar de su territorio debe haber nada que contenga levadura. Ni siquiera habrá levadura entre ustedes. Comerán pan sin levadura durante esos siete días.
8 »Ese día ustedes les dirán a sus hijos: “Esto lo hacemos por lo que hizo el Señor por nosotros cuando salimos de Egipto.” 9 Y será para ustedes como una marca distintiva en la mano o en la frente, que les hará recordar que la ley del Señor debe estar en sus labios, porque el Señor los sacó de Egipto desplegando su poder. 10 Año tras año, en la misma fecha, cumplirán con esta ley.
11 »Una vez que el Señor los haga entrar en la tierra de los cananeos y se la haya dado, conforme al juramento que les hizo a ustedes y a sus antepasados, 12 le dedicarán al Señor el primogénito de todo vientre, y todo primer macho de su ganado, pues éstos le pertenecen al Señor. 13 El primogénito de una asna podrá ser rescatado a cambio de un cordero; pero si no se rescata, se le quebrará el cuello. Todos los primogénitos de ustedes o de sus descendientes deberán ser rescatados.
14 »El día de mañana, cuando sus hijos les pregunten: “¿Y esto qué significa?”, les dirán: “El Señor, desplegando su poder, nos sacó de Egipto, país donde fuimos esclavos. 15 Cuando el faraón se empeñó en no dejarnos ir, el Señor les quitó la vida a todos los primogénitos de Egipto, tanto de hombres como de animales. Por eso le ofrecemos al Señor en sacrificio el primer macho que nace, y rescatamos a nuestros primogénitos.” 16 Esto será para ustedes como una marca distintiva en la mano o en la frente, de que el Señor nos sacó de Egipto desplegando su poder.»
El paso del Mar Rojo
17 Cuando el faraón dejó salir a los israelitas, Dios no los llevó por el camino que atraviesa la tierra de los filisteos, que era el más corto, pues pensó: «Si se les presentara batalla, podrían cambiar de idea y regresar a Egipto.» 18 Por eso les hizo dar un rodeo por el camino del desierto, en dirección al Mar Rojo.
Los israelitas salieron de Egipto en formación de combate. 19 Moisés se llevó consigo los restos de José, según éste se lo había pedido a los israelitas bajo juramento. Éstas habían sido las palabras de José: «Pueden contar ustedes con que Dios vendrá en su ayuda. Cuando eso suceda, llévense de aquí mis restos.»
20 Los israelitas partieron de Sucot y acamparon en Etam, donde comienza el desierto. 21 De día, el Señor iba al frente de ellos en una columna de nube para indicarles el camino; de noche, los alumbraba con una columna de fuego. De ese modo podían viajar de día y de noche. 22 Jamás la columna de nube dejaba de guiar al pueblo durante el día, ni la columna de fuego durante la noche.
14El Señor habló con Moisés y le dijo: 2 «Ordénales a los israelitas que regresen y acampen frente a Pi Ajirot, entre Migdol y el mar. Que acampen junto al mar, frente a Baal Zefón. 3 El faraón va a pensar: “Los israelitas andan perdidos en esa tierra. ¡El desierto los tiene acorralados!” 4 Yo, por mi parte, endureceré el corazón del faraón para que él los persiga. Voy a cubrirme de gloria, a costa del faraón y de todo su ejército. ¡Y los egipcios sabrán que yo soy el Señor!»
Así lo hicieron los israelitas. 5 Y cuando el rey de Egipto se enteró de que el pueblo se había escapado, tanto él como sus funcionarios cambiaron de parecer en cuanto a los israelitas y dijeron: «¡Pero qué hemos hecho! ¿Cómo pudimos dejar que se fueran los israelitas y abandonaran su trabajo?» 6 Al momento ordenó el faraón que le prepararan su carro y, echando mano de su ejército, 7 se llevó consigo seiscientos de los mejores carros y todos los demás carros de Egipto, cada uno de ellos bajo el mando de un oficial.
8 El Señor endureció el corazón del faraón, rey de Egipto, para que saliera en persecución de los israelitas, los cuales marchaban con aire triunfal. 9 Todo el ejército del faraón —caballos, carros, jinetes y tropas de Egipto— salió tras los israelitas y les dio alcance cuando éstos acampaban junto al mar, cerca de Pi Ajirot y frente a Baal Zefón.
10 El faraón iba acercándose. Cuando los israelitas se fijaron y vieron a los egipcios pisándoles los talones, sintieron mucho miedo y clamaron al Señor. 11 Entonces le reclamaron a Moisés:
—¿Acaso no había sepulcros en Egipto, que nos sacaste de allá para morir en el desierto? ¿Qué has hecho con nosotros? ¿Para qué nos sacaste de Egipto? 12 Ya en Egipto te decíamos: “¡Déjanos en paz! ¡Preferimos servir a los egipcios!” ¡Mejor nos hubiera sido servir a los egipcios que morir en el desierto!
13 —No tengan miedo —les respondió Moisés—. Mantengan sus posiciones, que hoy mismo serán testigos de la salvación que el Señor realizará en favor de ustedes. A esos egipcios que hoy ven, ¡jamás volverán a verlos! 14 Ustedes quédense quietos, que el Señor presentará batalla por ustedes.
15 Pero el Señor le dijo a Moisés: «¿Por qué clamas a mí? ¡Ordena a los israelitas que se pongan en marcha! 16 Y tú, levanta tu vara, extiende tu brazo sobre el mar y divide las aguas, para que los israelitas lo crucen sobre terreno seco. 17 Yo voy a endurecer el corazón de los egipcios, para que los persigan. ¡Voy a cubrirme de gloria a costa del faraón y de su ejército, y de sus carros y jinetes! 18 Y cuando me haya cubierto de gloria a costa de ellos, los egipcios sabrán que yo soy el Señor.»
19 Entonces el ángel de Dios, que marchaba al frente del ejército israelita, se dio vuelta y fue a situarse detrás de éste. Lo mismo sucedió con la columna de nube, que dejó su puesto de vanguardia y se desplazó hacia la retaguardia, 20 quedando entre los egipcios y los israelitas. Durante toda la noche, la nube fue oscuridad para unos y luz para otros, así que en toda esa noche no pudieron acercarse los unos a los otros.
21 Moisés extendió su brazo sobre el mar, y toda la noche el Señor envió sobre el mar un recio viento del este que lo hizo retroceder, convirtiéndolo en tierra seca. Las aguas del mar se dividieron, 22 y los israelitas lo cruzaron sobre tierra seca. El mar era para ellos una muralla de agua a la derecha y otra a la izquierda.
23 Los egipcios los persiguieron. Todos los caballos y carros del faraón, y todos sus jinetes, entraron en el mar tras ellos. 24 Cuando ya estaba por amanecer, el Señor miró al ejército egipcio desde la columna de fuego y de nube, y sembró la confusión entre ellos: 25 hizo que las ruedas de sus carros se atascaran, de modo que se les hacía muy difícil avanzar. Entonces exclamaron los egipcios: «¡Alejémonos de los israelitas, pues el Señor está peleando por ellos y contra nosotros!»
26 Entonces el Señor le dijo a Moisés: «Extiende tu brazo sobre el mar, para que las aguas se vuelvan contra los egipcios y contra sus carros y jinetes.» 27 Moisés extendió su brazo sobre el mar y, al despuntar el alba, el agua volvió a su estado normal. Los egipcios, en su huida, se toparon con el mar, y así el Señor los hundió en el fondo del mar. 28 Al recobrar las aguas su estado normal, se tragaron a todos los carros y jinetes del faraón, y a todo el ejército que había entrado al mar para perseguir a los israelitas. Ninguno de ellos quedó con vida. 29 Los israelitas, sin embargo, cruzaron el mar sobre tierra seca, pues para ellos el mar formó una muralla de agua a la derecha y otra a la izquierda.
30 En ese día el Señor salvó a Israel del poder de Egipto. Los israelitas vieron los cadáveres de los egipcios tendidos a la orilla del mar. 31 Y al ver los israelitas el gran poder que el Señor había desplegado en contra de los egipcios, temieron al Señor y creyeron en él y en su siervo Moisés.
Comentario
Confía totalmente
La liberación obrada por Dios por medio de Jesucristo se prefiguró en el Antiguo Testamento. Igual que Dios abrió el camino a su presencia rasgando la cortina, también Dios abrió un camino a través del mar al dividir las aguas.
En todo este devenir, vemos la iniciativa de Dios a la hora de liberar a su pueblo de Egipto: «Moisés le dijo al pueblo: «el Señor los saca \[...\] les dirán a sus hijos: “Esto lo hacemos por lo que hizo el Señor por nosotros” \[...\] porque el Señor los sacó de Egipto desplegando su poder \[...\] una vez que el Señor los haga entrar en la tierra \[...\] les dirán: “El Señor, desplegando su poder, nos sacó de Egipto, país donde fuimos esclavos”» (13:3-16).
Dios guio a su pueblo a lo largo de todo el camino, aunque es interesante señalar que no les permitió tomar la ruta más corta (v.17). A veces, en vez de llevarnos por el camino fácil, Dios nos conduce por uno más difícil para prepararnos para las batallas venideras. Incuso aunque estuvieran ya fuera de Egipto, iban a tener que luchar una batalla tras otra. Necesitaban aprender a ser totalmente dependientes de la fuerza y la guía de Dios.
Los condujo mediante una columna de nube para indicarles el camino; de noche, los alumbraba con una columna de fuego (v.21), guiándolos constantemente. Esto es lo que necesitamos individualmente y comunitariamente como pueblo de Dios: su direccionamiento constante.
A veces nos metemos en situaciones donde parece no haber escapatoria. Los egipcios estaban tras de ellos y el mar estaba frente a ellos y «sintieron mucho miedo» (14:10). A pesar de todo, Moisés confió totalmente en que Dios los libraría, y los exhortó: «No tengan miedo. Mantengan sus posiciones, que hoy mismo serán testigos de la salvación que el Señor realizará en favor de ustedes \[...\] Ustedes quédense quietos, que el Señor presentará batalla por ustedes» (vv.13–14). Suelo acudir a estos versículos cuando me encuentro en una situación en la que, humanamente hablando, no veo la salida.
Moisés tuvo que hacer su parte («Tú, levanta tu vara, extiende tu brazo sobre el mar y divide las aguas» v.16a). La parte de Dios era mucho más difícil: dividió las aguas. Un ejemplo de esto es cuando oramos para que alguien sea lleno del Espíritu Santo, momento en el que Dios nos usa. Solo tienes que extender tus manos y orar. Dios hace el trabajo duro de llenar a la gente con su Espíritu; aun así Él te hace parte de sus planes.
La parte que le toca a Dios es traer el rescate y la salvación: «El Señor salvó a Israel»(v.30). La parte que te toca es confiar en Dios: el pueblo «temió al Señor y creyeron en él y en su siervo Moisés» (v.31).
Dios quiere que cooperes con Él. Esta es la manera en la que ha diseñado su creación, ya sea el mundo natural (donde plantamos y Dios fructifica las cosas) o el reino de Dios (donde Dios hace presente su reino en el que tienes que hacer tu parte).
Oración
Señor gracias porque tú has hecho la parte más difícil y aun así me permites ser parte de tu reino y me das un papel que desempeñar. Te ruego que por favor tomes mi «pim, pam, pum» y lo conviertas en algo hermoso.
Añadidos de Pippa
Pippa Añade
Mateo 27:52–53
«Se abrieron los sepulcros, y muchos santos que habían muerto resucitaron \[...\] después de la resurrección de Jesús, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.»
¡Aquello tuvo que poner los pelos de punta a todo el mundo! ¿Qué sería de ellos?
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Referencias
John Stott, The Cross of Christ, (Intervarsity Press, 2012)
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