¿Por qué Dios permite el sufrimiento?
Introducción
Un niño de un año de edad se quebró la espalda al caer por unas escaleras. Pasó su infancia y juventud entrando y saliendo del hospital. Gavin Read, obispo emérito de Maidstone, Inglaterra, lo entrevistó en la iglesia. El muchacho subrayó lo siguiente: «Dios es justo». Gavin lo interrumpió, preguntando: «¿Cuántos años tienes?». «Diecisiete», respondió. «¿Cuántos años pasaste en el hospital?». El muchacho contestó: «Trece». Gavin preguntó: «¿Consideras que es algo justo?». La respuesta: «Dios tiene toda la eternidad para compensarme».
Vivimos en un mundo de gratificación instantánea que casi ha perdido por completo su perspectiva de lo eterno. El Nuevo Testamento está repleto de promesas maravillosas sobre el futuro: toda la creación será restaurada. Jesús regresará para establecer «un cielo nuevo y una tierra nueva» (Apocalipsis 21:1). No habrá más llanto, porque no habrá más dolor ni sufrimiento. Nuestros cuerpos frágiles y en descomposición cambiarán por un cuerpo como el de Jesús, gloriosamente resucitado.
El sufrimiento no es parte del orden original creado por Dios (ver Génesis 1 y 2). No había sufrimiento en el mundo antes de la rebelión contra Dios. No habrá sufrimiento cuando Dios cree un nuevo cielo y una nueva tierra (Apocalipsis 21.3-4). El sufrimiento es, por lo tanto, una intrusión foránea en el mundo de Dios.
Esto, desde luego, no es una respuesta completa a la pregunta: «¿Por qué Dios permite el sufrimiento?». Como vimos ayer, no hay una solución simple ni completa, pero cada uno de los pasajes de hoy nos ofrece una perspectiva suplementaria.
Salmos 16:1-11
Salmo 16
Mictam de David.
1 Cuídame, oh Dios, porque en ti busco refugio.
2 Yo le he dicho al Señor: «Mi Señor eres tú.
Fuera de ti, no poseo bien alguno.»
3 Poderosos son los sacerdotes paganos del país,
según todos sus seguidores.
4 Pero aumentarán los dolores
de los que corren tras ellos.
¡Jamás derramaré sus sangrientas libaciones,
ni con mis labios pronunciaré sus nombres!
5 Tú, Señor, eres mi porción y mi copa;
eres tú quien ha afirmado mi suerte.
6 Bellos lugares me han tocado en suerte;
¡preciosa herencia me ha correspondido!
7 Bendeciré al Señor, que me aconseja;
aun de noche me reprende mi conciencia.
8 Siempre tengo presente al Señor;
con él a mi derecha, nada me hará caer.
9 Por eso mi corazón se alegra,
y se regocijan mis entrañas;
todo mi ser se llena de confianza.
10 No dejarás que mi vida termine en el sepulcro;
no permitirás que sufra corrupción tu siervo fiel.
11 Me has dado a conocer la senda de la vida;
me llenarás de alegría en tu presencia,
y de dicha eterna a tu derecha.
Comentario
Considera el sufrimiento de esta vida en el contexto de la eternidad
El salmo de hoy es uno de los pocos pasajes del Antiguo Testamento que anticipa la esperanza de una eternidad en la presencia de Dios. David afirma: «No dejarás que mi vida termine en el sepulcro; no permitirás que sufra corrupción tu siervo fiel. Me has dado a conocer la senda de la vida; me llenarás de alegría en tu presencia, y de dicha eterna a tu derecha» (vv.10-11).
Se trata de nuestra esperanza futura. Estos versículos muestran que la resurrección de Jesús fue predicha en la Escritura (ver Hechos 2:25-28). Esta vida no es el final. Puedes mirar hacia adelante, a la eternidad en la presencia de Dios, la plenitud de gozo y sus deleites por siempre. «De hecho, considero que en nada se comparan los sufrimientos actuales con la gloria que habrá de revelarse en nosotros» (Romanos 8:18).
Oración
Señor, gracias porque en Cristo puedo aguardar deseoso el tener un cuerpo resucitado y pasar una eternidad en la presencia de Dios, donde habrá plenitud de gozo y deleites por siempre jamás.
Mateo 18:10-35
Parábola de la oveja perdida
10 »Miren que no menosprecien a uno de estos pequeños. Porque les digo que en el cielo los ángeles de ellos contemplan siempre el rostro de mi Padre celestial.
12 »¿Qué les parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le extravía una de ellas, ¿no dejará las noventa y nueve en las colinas para ir en busca de la extraviada? 13 Y si llega a encontrarla, les aseguro que se pondrá más feliz por esa sola oveja que por las noventa y nueve que no se extraviaron. 14 Así también, el Padre de ustedes que está en el cielo no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños.
El hermano que peca contra ti
15 »Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. 16 Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que “todo asunto se resuelva mediante el testimonio de dos o tres testigos”. 17 Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado.
18 »Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo.
19 »Además les digo que si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre que está en el cielo. 20 Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
Parábola del siervo despiadado
21 Pedro se acercó a Jesús y le preguntó:
—Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces?
22 —No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces —le contestó Jesús—.
23 »Por eso el reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar cuentas con sus siervos. 24 Al comenzar a hacerlo, se le presentó uno que le debía miles y miles de monedas de oro. 25 Como él no tenía con qué pagar, el señor mandó que lo vendieran a él, a su esposa y a sus hijos, y todo lo que tenía, para así saldar la deuda. 26 El siervo se postró delante de él. “Tenga paciencia conmigo —le rogó—, y se lo pagaré todo.” 27 El señor se compadeció de su siervo, le perdonó la deuda y lo dejó en libertad.
28 »Al salir, aquel siervo se encontró con uno de sus compañeros que le debía cien monedas de plata. Lo agarró por el cuello y comenzó a estrangularlo. “¡Págame lo que me debes!”, le exigió. 29 Su compañero se postró delante de él. “Ten paciencia conmigo —le rogó—, y te lo pagaré.” 30 Pero él se negó. Más bien fue y lo hizo meter en la cárcel hasta que pagara la deuda. 31 Cuando los demás siervos vieron lo ocurrido, se entristecieron mucho y fueron a contarle a su señor todo lo que había sucedido. 32 Entonces el señor mandó llamar al siervo. “¡Siervo malvado! —le increpó—. Te perdoné toda aquella deuda porque me lo suplicaste. 33 ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, así como yo me compadecí de ti?” 34 Y enojado, su señor lo entregó a los carceleros para que lo torturaran hasta que pagara todo lo que debía.
35 »Así también mi Padre celestial los tratará a ustedes, a menos que cada uno perdone de corazón a su hermano.
Comentario
Comprende la relación entre la libertad humana y el sufrimiento
Dios te ama. El amor no sería amor si fuera algo forzado; solo puede ser amor si hay una verdadera elección. Dios concedió a los seres humanos la opción y la libertad de amar o no amar. Gran parte del sufrimiento es ocasionado porque escogemos no amar a Dios o a los demás. Como David lo expresa en el salmo de hoy: «… los que aumentan el número de sus ídolos y los siguen con gran devoción» (Salmo 16:4, DHH).
No obstante, Jesús repudia expresamente relacionar de modo automático el pecado con el sufrimiento (Juan 9.1-3). También dejó claro que los desastres naturales no son necesariamente una forma de castigo de parte de Dios (Lucas 13:1-5). Pero cierta dosis de sufrimiento es resultado directo de nuestro pecado o del pecado de los demás. En este pasaje vemos tres ejemplos:
- Extraviarse
Jesús habla de la oveja que se «extravía» (Mateo 18:12).
Cuando nos apartamos de la protección del Pastor, nos quedamos desprotegidos. Pero Dios nunca dejará de buscarnos porque «no quiere que se pierda ninguno de estos pequeños» (v.14).
- El pecado de otros
Jesús dice: «Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano» (v.15). Gran parte del sufrimiento en el mundo viene como resultado del pecado de otras personas, tanto a nivel global como en el plano comunitario, y también en un sentido individual. Jesús estableció un camino de reconciliación.
Llamó a sus discípulos a ejercer un perdón ilimitado. Dijo que cuando la gente pecara contra nosotros habríamos de perdonarla, no solo siete veces sino setenta y siete veces (vv.21-22).
El perdón no es fácil. La cruz nos recuerda cuán costoso y doloroso es. Perdonar no implica aprobar lo que otras personas hayan hecho, ni tampoco excusarlo, negarlo o pretender que no te ha causado heridas. Más bien, eres consciente de lo que hizo el otro y aun así eres llamado a perdonar. En tus relaciones personales es recomendable dejar de lado toda malicia, venganza y retribución, mostrando misericordia y gracia hacia la persona que te haya herido.
- Falta de perdón
En ocasiones perdonar puede ser extremadamente duro. Como escribió C. S. Lewis: «Todos piensan que el perdón es un concepto encantador hasta que tienen algo que perdonar».
En la parábola final podemos ver la naturaleza destructiva de la falta de perdón. La negativa expresada por el primer siervo en cuanto a perdonar una deuda comparativamente menor (alrededor del salario correspondiente a tres meses y medio comparado a alrededor de 160 000 años de salarios de una persona promedio), destruyó su relación con los demás siervos y llevó a que el segundo siervo fuera encarcelado. A menudo la falta de perdón destruye las relaciones entre la gente, y da como resultado que arremetan contra aquellos que consideran que han pecado en su contra. Vemos los resultados de esto en las rupturas matrimoniales, las relaciones rotas o los conflictos entre distintas comunidades.
No nos ganamos nuestro perdón sino que fue Jesús quien lo ganó por ti en la cruz. Pero tu disposición a perdonar es evidencia de que conoces el perdón de Dios. La gente perdonada, perdona. Dios nos ha perdonado tantas cosas que también debemos seguir perdonando las ofensas comparativamente pequeñas cometidas en contra de nosotros.
Estoy tan agradecido de que Dios no haya puesto un límite con respecto a la frecuencia con que me perdona. Pero cuando veo a los demás tengo la tentación de pensar: «No tengo problemas con perdonar una vez, incluso dos, pero si siguen haciendo esto ciertamente no se espera de mí que siga perdonando…».
Cultiva en tu corazón la misma actitud hacia otros que Dios tiene hacia ti.
Oración
Señor, ayúdame a usar mi libertad para amar, para buscar al perdido y tener misericordia. Ayúdame a no causar sufrimiento sino a dar mi vida, siguiendo el ejemplo de Jesús, para aliviar el sufrimiento.
Job 1:1-3:26
Prólogo
1En la región de Uz había un hombre recto e intachable, que temía a Dios y vivía apartado del mal. Este hombre se llamaba Job. 2 Tenía siete hijos y tres hijas; 3 era dueño de siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes y quinientas asnas, y su servidumbre era muy numerosa. Entre todos los habitantes del oriente era el personaje de mayor renombre.
4 Sus hijos acostumbraban turnarse para celebrar banquetes en sus respectivas casas, e invitaban a sus tres hermanas a comer y beber con ellos. 5 Una vez terminado el ciclo de los banquetes, Job se aseguraba de que sus hijos se purificaran. Muy de mañana ofrecía un holocausto por cada uno de ellos, pues pensaba: «Tal vez mis hijos hayan pecado y maldecido en su corazón a Dios.» Para Job ésta era una costumbre cotidiana.
Primera prueba de Job
6 Llegó el día en que los ángeles debían hacer acto de presencia ante el Señor, y con ellos se presentó también Satanás. 7 Y el Señor le preguntó:
—¿De dónde vienes?
—Vengo de rondar la tierra, y de recorrerla de un extremo a otro —le respondió Satanás.
8 —¿Te has puesto a pensar en mi siervo Job? —volvió a preguntarle el Señor —. No hay en la tierra nadie como él; es un hombre recto e intachable, que me honra y vive apartado del mal.
9 Satanás replicó:
—¿Y acaso Job te honra sin recibir nada a cambio? 10 ¿Acaso no están bajo tu protección él y su familia y todas sus posesiones? De tal modo has bendecido la obra de sus manos que sus rebaños y ganados llenan toda la tierra. 11 Pero extiende la mano y quítale todo lo que posee, ¡a ver si no te maldice en tu propia cara!
12 —Muy bien —le contestó el Señor —. Todas sus posesiones están en tus manos, con la condición de que a él no le pongas la mano encima.
Dicho esto, Satanás se retiró de la presencia del Señor.
13 Llegó el día en que los hijos y las hijas de Job celebraban un banquete en casa de su hermano mayor. 14 Entonces un mensajero llegó a decirle a Job: «Mientras los bueyes araban y los asnos pastaban por allí cerca, 15 nos atacaron los sabeanos y se los llevaron. A los criados los mataron a filo de espada. ¡Sólo yo pude escapar, y ahora vengo a contárselo a usted!»
16 No había terminado de hablar este mensajero cuando uno más llegó y dijo: «Del cielo cayó un rayo que calcinó a las ovejas y a los criados. ¡Sólo yo pude escapar para venir a contárselo!»
17 No había terminado de hablar este mensajero cuando otro más llegó y dijo: «Unos salteadores caldeos vinieron y, dividiéndose en tres grupos, se apoderaron de los camellos y se los llevaron. A los criados los mataron a filo de espada. ¡Sólo yo pude escapar, y ahora vengo a contárselo!»
18 No había terminado de hablar este mensajero cuando todavía otro llegó y dijo: «Los hijos y las hijas de usted estaban celebrando un banquete en casa del mayor de todos ellos 19 cuando, de pronto, un fuerte viento del desierto dio contra la casa y derribó sus cuatro esquinas. ¡Y la casa cayó sobre los jóvenes, y todos murieron! ¡Sólo yo pude escapar, y ahora vengo a contárselo!»
20 Al llegar a este punto, Job se levantó, se rasgó las vestiduras, se rasuró la cabeza, y luego se dejó caer al suelo en actitud de adoración. 21 Entonces dijo:
«Desnudo salí del vientre de mi madre,
y desnudo he de partir.
El Señor ha dado; el Señor ha quitado.
¡Bendito sea el nombre del Señor!»
22 A pesar de todo esto, Job no pecó ni le echó la culpa a Dios.
Segunda prueba de Job
2Llegó el día en que los ángeles debían hacer acto de presencia ante el Señor, y con ellos llegó también Satanás para presentarse ante el Señor. 2 Y el Señor le preguntó:
—¿De dónde vienes?
—Vengo de rondar la tierra, y de recorrerla de un extremo a otro —le respondió Satanás.
3 —¿Te has puesto a pensar en mi siervo Job? —volvió a preguntarle el Señor —. No hay en la tierra nadie como él; es un hombre recto e intachable, que me honra y vive apartado del mal. Y aunque tú me incitaste contra él para arruinarlo sin motivo, ¡todavía mantiene firme su integridad!
4 —¡Una cosa por la otra! —replicó Satanás—. Con tal de salvar la vida, el hombre da todo lo que tiene. 5 Pero extiende la mano y hiérelo, ¡a ver si no te maldice en tu propia cara!
6 —Muy bien —dijo el Señor a Satanás—, Job está en tus manos. Eso sí, respeta su vida.
7 Dicho esto, Satanás se retiró de la presencia del Señor para afligir a Job con dolorosas llagas desde la planta del pie hasta la coronilla. 8 Y Job, sentado en medio de las cenizas, tomó un pedazo de teja para rascarse constantemente.
9 Su esposa le reprochó:
—¿Todavía mantienes firme tu integridad? ¡Maldice a Dios y muérete!
10 Job le respondió:
—Mujer, hablas como una necia. Si de Dios sabemos recibir lo bueno, ¿no sabremos también recibir lo malo?
A pesar de todo esto, Job no pecó ni de palabra.
Los tres amigos de Job
11 Tres amigos de Job se enteraron de todo el mal que le había sobrevenido, y de común acuerdo salieron de sus respectivos lugares para ir juntos a expresarle a Job sus condolencias y consuelo. Ellos eran Elifaz de Temán, Bildad de Súah, y Zofar de Namat. 12 Desde cierta distancia alcanzaron a verlo, y casi no lo pudieron reconocer. Se echaron a llorar a voz en cuello, rasgándose las vestiduras y arrojándose polvo y ceniza sobre la cabeza, 13 y durante siete días y siete noches se sentaron en el suelo para hacerle compañía. Ninguno de ellos se atrevía a decirle nada, pues veían cuán grande era su sufrimiento.
Primer discurso de Job
3Después de esto, Job rompió el silencio para maldecir el día en que había nacido. 2 Dijo así:
3 «Que perezca el día en que fui concebido
y la noche en que se anunció: “¡Ha nacido un niño!”
4 Que ese día se vuelva oscuridad;
que Dios en lo alto no lo tome en cuenta;
que no brille en él ninguna luz.
5 Que las tinieblas y las más pesadas sombras
vuelvan a reclamarlo;
Que una nube lo cubra con su sombra;
que la oscuridad domine su esplendor.
6 Que densas tinieblas caigan sobre esa noche;
que no sea contada entre los días del año,
ni registrada en ninguno de los meses.
7 Que permanezca estéril esa noche;
que no haya en ella gritos de alegría.
8 Que maldigan ese día los que profieren maldiciones,
los expertos en provocar a Leviatán.
9 Que se oscurezcan sus estrellas matutinas;
que en vano esperen la luz del día,
y que no vean los primeros rayos de la aurora.
10 Pues no cerró el vientre de mi madre
ni evitó que mis ojos vieran tanta miseria.
11 »¿Por qué no perecí al momento de nacer?
¿Por qué no morí cuando salí del vientre?
12 ¿Por qué hubo rodillas que me recibieran,
y pechos que me amamantaran?
13 Ahora estaría yo descansando en paz;
estaría durmiendo tranquilo
14 entre reyes y consejeros de este mundo,
que se construyeron monumentos hoy en ruinas;
15 entre gobernantes que poseyeron mucho oro
y que llenaron de plata sus mansiones.
16 ¿Por qué no me enterraron como a un abortivo,
como a esos niños que jamás vieron la luz?
17 ¡Allí cesa el afán de los malvados!
¡Allí descansan las víctimas de la opresión!
18 También los cautivos disfrutan del reposo,
pues ya no escuchan los gritos del capataz.
19 Allí el pequeño se codea con el grande,
y el esclavo se libera de su amo.
20 »¿Por qué permite Dios que los sufridos vean la luz?
¿Por qué se les da vida a los amargados?
21 Anhelan éstos una muerte que no llega,
aunque la buscan más que a tesoro escondido;
22 ¡se llenarían de gran regocijo,
se alegrarían si llegaran al sepulcro!
23 ¿Por qué arrincona Dios
al hombre que desconoce su destino?
24 Antes que el pan, me llegan los suspiros;
mis gemidos se derraman como el agua.
25 Lo que más temía, me sobrevino;
lo que más me asustaba, me sucedió.
26 No encuentro paz ni sosiego;
no hallo reposo, sino sólo agitación.»
Comentario
Responde siempre ante el sufrimiento con compasión
El libro de Job consiste principalmente en el sufrimiento. Gira en torno a la pregunta: «¿Cómo deberíamos reaccionar ante el sufrimiento?».
Quizá también podemos entrever en el libro de Job un indicio del origen del sufrimiento. Cuando los ángeles se congregaron ante Dios, «se presentó también Satanás» (1.6). Venía de «rondar la tierra, y de recorrerla de un extremo a otro» (v.7). Está claro que el objetivo de Satanás es causar tanto sufrimiento como le sea posible.
Al parecer Satanás era un ángel caído. Parece que antes de que Dios creara a los seres humanos creó otros seres libres, imaginativos e inteligentes, y que hubo una rebelión dentro de la esfera espiritual antes de que surgieran los seres humanos.
Gran parte del sufrimiento puede explicarse como el resultado del hecho de que vivimos en un mundo caído: un mundo donde toda la creación ha sido afectada, no solo por el pecado de los seres humanos sino también por el pecado de Satanás. La serpiente existía antes de que Adán y Eva pecaran. Como resultado del pecado de Adán y Eva, «cardos y espinas» entraron al mundo (Génesis 3.18). Aun desde aquella época la creación «fue sometida a la frustración» (Romanos 8.20). Los desastres «naturales» son uno de los resultados de este desorden en la creación.
Se permitió que Satanás incitara varias tragedias importantes en la vida de un hombre que era sin tacha y recto, que temía a Dios y rehuía del mal (Job 1:1). Job sufrió pérdidas en las áreas del dinero, las posesiones materiales (vv.13-17), la vida familiar (vv.18-19), la salud personal (2:1-10) e incluso en el apoyo de sus amigos.
Cuando afrontamos un sufrimiento inexplicable puede resultar fácil que culpemos a Dios. Aunque Job no sabía por qué sufría, reaccionó con adoración y confianza continuas en Dios durante su sufrimiento, así como había tenido en su época de bonanza (1:21,2:10). El escritor nos cuenta admirablemente: «A pesar de todo esto, Job no pecó ni de palabra» (v.10b). Job permaneció fiel aun en las circunstancias más difíciles.
Inicialmente los amigos de Job respondieron de forma correcta: «Ninguno de ellos se atrevía a decirle nada, pues veían cuán grande era su sufrimiento» (v.13). Frente a un gran sufrimiento, los intentos de racionalizar pueden ser contraproducentes. Por lo general lo más positivo que uno puede hacer es rodear con el brazo a la persona y llorar «con los que lloran» (Romanos 12:15), accediendo a su padecimiento y participando tanto como fuere posible.
El pasaje de hoy no es el fin de la historia de Job. Al final, Dios restauró su fortuna y le dio el doble de lo que había tenido antes. Ahora sabemos que, por medio de Jesús, Dios tiene toda la eternidad para compensar todos tus sufrimientos en esta vida.
Oración
Señor, al ser testigo del sufrimiento ayúdame a mostrar compasión y poder llorar con quienes lloran.
Añadidos de Pippa
Pippa añade:
Salmo 16:7
«Aun de noche me reprende mi conciencia»
En medio de la noche me vienen a la mente un montón de cosas, a menudo preocupaciones. Al llevarlas a la oración, Dios puede hablarme, instruirme y entonces «todo mi ser se llena de confianza» (v.9).
\[Para un abordaje más amplio sobre el sufrimiento, recomendamos leer el libro de Nicky Gumbel: ¿Por qué permite Dios el sufrimiento?: http://www.alpharesources.org/Why-Does-God-Allow-Suffering-SI-Bklt-Spanish-PK-5-P14428.aspx
También está disponible en el capítulo 1 del libro de Nicky Gumbel Temas candentes: http://www.alpharesources.org/NEW-REVISED-Searching-Issues-Spanish-P14063.aspx\\]
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Referencias
Notas:
C. S. Lewis, Mero cristianismo, (Harper Collins, 2006).