Dios me ama
Introducción
Allá por los páramos de las Tierras Altas Galesas, dos ministros de Dios se encontraron con un muchacho analfabeto y con sordera que era pastor de ovejas. Le explicaron que Jesús quería ser su pastor, que siempre lo cuidaría, de la misma manera que el joven cuidaba sus ovejas. Le enseñaron a repetir las palabras «El Señor es mi pastor» (Salmo 23:1), ayudándose de los dedos de su mano derecha para ayudarle a recordar, comenzando por su pulgar y después con un dedo para cada palabra. Le dijeron que se detuviera en la cuarta palabra (mi) y recordara que aquel «salmo es para mí».
Algunos años después, uno de ellos estaba de paso por el mismo pueblo y preguntó por el niño pastor. El invierno anterior había traído terribles tormentas y el muchacho había muerto en las colinas, enterrado por una avalancha de nieve. El vecino del pueblo que contaba la historia añadió: «Hubo una cosa que no pudimos comprender. Cuando se descubrió su cuerpo, estaba aferrado a su cuarto dedo de su mano derecha».
Esta historia ilustra la naturaleza del amor personal de Dios por cada uno de nosotros.
Hoy en día mucha gente, si es que creen en Su existencia, lo hacen pensando que Dios es algún tipo de gran fuerza impersonal. Pero el Dios de la Biblia es muy diferente. Su relación con nosotros es muy personal. San Pablo escribió: «El Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí» (Gálatas 2:20). Él es «mi Dios» (Filipenses 4:19). Dios me ama.
Salmos 23:1-6
Salmo 23
Salmo de David.
1 El Señor es mi pastor, nada me falta;
2 en verdes pastos me hace descansar.
Junto a tranquilas aguas me conduce;
3 me infunde nuevas fuerzas.
Me guía por sendas de justicia
por amor a su nombre.
4 Aun si voy por valles tenebrosos,
no temo peligro alguno
porque tú estás a mi lado;
tu vara de pastor me reconforta.
5 Dispones ante mí un banquete
en presencia de mis enemigos.
Has ungido con perfume mi cabeza;
has llenado mi copa a rebosar.
6 La bondad y el amor me seguirán
todos los días de mi vida;
y en la casa del
habitaré para siempre.
Comentario
Mi pastor
Dios nos cuida como un pastor. Hay veces en las que me he sentido espiritualmente agotado. Me encanta el hecho de que «me infunde nuevas fuerzas» (v.3a). Muchas veces he anotado en un cuaderno las situaciones en las que he necesitado de una guía y después he podido, releyéndolo, dar gracias a Dios porque «me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre» (v.3b). Dios tiene un gran propósito para tu vida. Déjale que te guíe por el sendero adecuado para ti. No tienes que ir por la vida lleno de miedo, porque Él está contigo (v.4).
Mi anfitrión
La escena cambia de un pastor con sus ovejas, a un anfitrión con su invitado. Esta es una hermosa imagen de cómo es tener a Dios al lado en los avatares de la vida: «Dispones ante mí un banquete en presencia de mis enemigos» (v.5a). Él satisface la sed de tu alma con un banquete. Acepta su invitación y pasa tiempo cada día alimentando tu alma con su presencia.
Todos nosotros caminaremos en algún momento de la vida por el «valle de sombra de muerte» (v.4 RVA-2015), enfrentándonos a nuestra propia muerte o la de alguien que amamos. Incluso entonces, no debemos temer porque el Señor está con nosotros (v.4).
Muchas veces he leído este pasaje a gente que está muy enferma o muriéndose. Es un gran consuelo saber que el Señor está cerca de nosotros en todo momento: «La bondad y el amor me seguirán todos los días de mi vida; y en la casa del Señor habitaré para siempre» (v.6).
Oración
Señor, gracias por la manera en la que me has guiado y protegido. Gracias porque hoy puedo acudir a ti para satisfacer mi hambre y sed espirituales en tu presencia y en tu amor.
Marcos 4:30-5:20
Parábola del grano de mostaza
30 También dijo: «¿Con qué vamos a comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola podemos usar para describirlo? 31 Es como un grano de mostaza: cuando se siembra en la tierra, es la semilla más pequeña que hay, 32 pero una vez sembrada crece hasta convertirse en la más grande de las hortalizas, y echa ramas tan grandes que las aves pueden anidar bajo su sombra.»
33 Y con muchas parábolas semejantes les enseñaba Jesús la palabra hasta donde podían entender. 34 No les decía nada sin emplear parábolas. Pero cuando estaba a solas con sus discípulos, les explicaba todo.
Jesús calma la tormenta
35 Ese día al anochecer, les dijo a sus discípulos:
—Crucemos al otro lado.
36 Dejaron a la multitud y se fueron con él en la barca donde estaba. También lo acompañaban otras barcas. 37 Se desató entonces una fuerte tormenta, y las olas azotaban la barca, tanto que ya comenzaba a inundarse. 38 Jesús, mientras tanto, estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal, así que los discípulos lo despertaron.
—¡Maestro! —gritaron—, ¿no te importa que nos ahoguemos?
39 Él se levantó, reprendió al viento y ordenó al mar:
—¡Silencio! ¡Cálmate!
El viento se calmó y todo quedó completamente tranquilo.
40 —¿Por qué tienen tanto miedo? —dijo a sus discípulos—. ¿Todavía no tienen fe?
41 Ellos estaban espantados y se decían unos a otros:
—¿Quién es éste, que hasta el viento y el mar le obedecen?
Liberación de un endemoniado
5Cruzaron el lago hasta llegar a la región de los gerasenos. 2 Tan pronto como desembarcó Jesús, un hombre poseído por un espíritu maligno le salió al encuentro de entre los sepulcros. 3 Este hombre vivía en los sepulcros, y ya nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. 4 Muchas veces lo habían atado con cadenas y grilletes, pero él los destrozaba, y nadie tenía fuerza para dominarlo. 5 Noche y día andaba por los sepulcros y por las colinas, gritando y golpeándose con piedras.
6 Cuando vio a Jesús desde lejos, corrió y se postró delante de él.
7 —¿Por qué te entrometes, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? —gritó con fuerza—. ¡Te ruego por Dios que no me atormentes!
8 Es que Jesús le había dicho: «¡Sal de este hombre, espíritu maligno!»
9 —¿Cómo te llamas? —le preguntó Jesús.
—Me llamo Legión —respondió—, porque somos muchos.
10 Y con insistencia le suplicaba a Jesús que no los expulsara de aquella región.
11 Como en una colina estaba paciendo una manada de muchos cerdos, los demonios le rogaron a Jesús:
12 —Mándanos a los cerdos; déjanos entrar en ellos.
13 Así que él les dio permiso. Cuando los espíritus malignos salieron del hombre, entraron en los cerdos, que eran unos dos mil, y la manada se precipitó al lago por el despeñadero y allí se ahogó.
14 Los que cuidaban los cerdos salieron huyendo y dieron la noticia en el pueblo y por los campos, y la gente fue a ver lo que había pasado. 15 Llegaron adonde estaba Jesús, y cuando vieron al que había estado poseído por la legión de demonios, sentado, vestido y en su sano juicio, tuvieron miedo. 16 Los que habían presenciado estos hechos le contaron a la gente lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos. 17 Entonces la gente comenzó a suplicarle a Jesús que se fuera de la región.
18 Mientras subía Jesús a la barca, el que había estado endemoniado le rogaba que le permitiera acompañarlo. 19 Jesús no se lo permitió, sino que le dijo:
—Vete a tu casa, a los de tu familia, y diles todo lo que el Señor ha hecho por ti y cómo te ha tenido compasión.
20 Así que el hombre se fue y se puso a proclamar en Decápolis lo mucho que Jesús había hecho por él. Y toda la gente se quedó asombrada.
Comentario
Mi Señor
¿Has estado alguna vez en una situación en la que, de repente, tu vida parece haber sido alcanzada por una tormenta de proporciones huracanadas (4:37)?
El Mar de Galilea se destacaba por sus tormentas repentinas. Los discípulos sabían que unas olas de aquel tamaño podían hacer volcar su barca y acabar con sus vidas.
A pesar de las olas, Jesús estaba dormido (v.38). A veces cuando llegan las tormentas parece que Dios no está haciendo nada. Parece no estar respondiendo a tus oraciones o ni tan siquiera estar oyéndote. En tiempos así, tu fe se pone a prueba.
Finalmente, Jesús calma la tormenta. Se dirige al poder tras las tormentas con las palabras que usaríamos con un cachorro: «¡Silencio! ¡Cálmate!» (v.39), mostrando que es Señor de la naturaleza. Para los discípulos, este pasaje comienza con miedo y termina con fe. Las crisis ponen a prueba tu fe. Jesús quiere que aprendas a conquistar tus miedos y que confíes en él, incluso durante las tormentas de la vida.
Lo siguiente que demuestra Jesús es que él es Señor de los poderes que tratan de destrozar nuestras vidas. De alguna manera, aquel hombre endemoniado (apodado «legión» 5:9), había acabado en una situación infernal, autoinflingiéndose daños (v.5) y encadenado por una sociedad (v.4) cuya única respuesta era encerrarlo, pues no podían hacer más. El poder de los políticos, el estado y la policía son limitados. Jesús no juzgó ni condenó a aquel hombre sino que dio una orden con autoridad, demostrando su señorío y su poder para liberarnos y sanarnos.
Ante esto se dieron dos reacciones muy distintas de la gente al señorío de Jesús. La primera fue hostil (v.17); los intereses comerciales habían sido perjudicados. Puede resultar bastante incómodo ver el poder real en acción. Por otro lado, algunos se interesaron (v.20).
Uno de los aspectos fascinantes de esta historia es que después de que Jesús sanara al hombre poseído por el demonio y lo liberara, el hombre le suplicó ir con él (v.18), pero Jesús no le dejó (v.19).
¡Yo habría pensado que al hombre le hubiera venido bien algo de seguimiento intensivo con Jesús! Pero Jesús le compromete de inmediato en la evangelización. Le dice: «Vete a tu casa, a los de tu familia, y diles todo lo que el Señor ha hecho por ti y cómo te ha tenido compasión» (v.19). Y eso es exactamente lo que hizo (v.20).
No seas sobreprotector con la gente que acaba de llegar a la fe. A veces es bueno ponerlos a hablar públicamente sobre su nueva fe de inmediato. La siguiente vez que Jesús fue a Decápolis, 4000 personas vinieron a escucharlo. Parece que el testimonio de aquel hombre tuvo un gran impacto.
Puede que esta sea la razón por la que Marcos sitúa la historia justo después de la parábola del grano de mostaza. Puede que el endemoniado sintiera que tenía muy poco que ofrecer, pero su vida tuvo una repercusión enorme. Jesús dice que Dios puede hacer muchísimo con una semilla muy pequeña, la de la mostaza (4:13), que «una vez sembrada crece» (v.32).
La cuestión no es cuánto tengas sino lo que hagas con lo que tengas. Una semilla de mostaza necesita ser plantada inmediatamente o de lo contrario se pierde. Si se planta, el crecimiento es tan fuerte que puede atravesar el concreto. La lección es simple: úsalo o de lo contrario lo perderás. Usa lo que tienes y Dios lo multiplicará una y otra vez.
Oración
Señor, gracias porque eres Señor de todas las cosas. Gracias porque puedo confiar en ti en los momentos de crisis donde nada debo temer.
Éxodo 25:1-26:37
Las ofrendas para el santuario
25El Señor habló con Moisés y le dijo: 2 «Ordénales a los israelitas que me traigan una ofrenda. La deben presentar todos los que sientan deseos de traérmela. 3 Como ofrenda se les aceptará lo siguiente: oro, plata, bronce, 4 lana teñida de púrpura, carmesí y escarlata; lino fino, pelo de cabra, 5 pieles de carnero teñidas de rojo, pieles de delfín, madera de acacia, 6 aceite para las lámparas, especias para aromatizar el aceite de la unción y el incienso, 7 y piedras de ónice y otras piedras preciosas para adornar el efod y el pectoral del sacerdote. 8 Después me harán un santuario, para que yo habite entre ustedes. 9 El santuario y todo su mobiliario deberán ser una réplica exacta del modelo que yo te mostraré.
El arca
10 »Haz un arca de madera de acacia, de un metro con diez centímetros de largo, setenta centímetros de ancho y setenta centímetros de alto. 11 Recúbrela de oro puro por dentro y por fuera, y ponle en su derredor una moldura de oro. 12 Funde cuatro anillos de oro para colocarlos en sus cuatro patas, dos en cada costado. 13 Prepara luego unas varas de madera de acacia, y recúbrelas de oro. 14 Introduce las varas en los anillos que van a los costados del arca, para transportarla. 15 Deja las varas en los anillos del arca, y no las saques de allí, 16 y pon dentro del arca la ley que voy a entregarte.
17 »Haz un propiciatorio de oro puro, de un metro con diez centímetros de largo por setenta centímetros de ancho, 18 y también dos querubines de oro labrado a martillo, para los dos extremos del propiciatorio. 19 En cada uno de los extremos irá un querubín. Hazlos de modo que formen una sola pieza con el propiciatorio.
20 »Los querubines deberán tener las alas extendidas por encima del propiciatorio, y cubrirlo con ellas. Quedarán el uno frente al otro, mirando hacia el propiciatorio.
21 »Coloca el propiciatorio encima del arca, y pon dentro de ella la ley que voy a entregarte. 22 Yo me reuniré allí contigo en medio de los dos querubines que están sobre el arca del pacto. Desde la parte superior del propiciatorio te daré todas las instrucciones que habrás de comunicarles a los israelitas.
La mesa
23 »Haz una mesa de madera de acacia, de noventa centímetros de largo por cuarenta y cinco de ancho y setenta de alto. 24 Recúbrela de oro puro, y ponle en su derredor una moldura de oro. 25 Haz también un reborde de veinte centímetros de ancho, y una moldura de oro para ponerla alrededor del reborde.
26 »Haz cuatro anillos de oro para la mesa, y sujétalos a sus cuatro esquinas, donde van las cuatro patas. 27 Los anillos deben quedar junto al reborde, a fin de que por ellos pasen las varas para transportar la mesa.
28 »Esas varas deben ser de madera de acacia, y estar recubiertas de oro. 29 También deben ser de oro puro sus platos y sus bandejas, así como sus jarras y tazones para verter las ofrendas. 30 Sobre la mesa pondrás el pan de la Presencia, para que esté ante mí siempre.
El candelabro
31 »Haz un candelabro de oro puro labrado a martillo. Su base, su tallo y sus copas, cálices y flores, formarán una sola pieza. 32 Seis de sus brazos se abrirán a los costados, tres de un lado y tres del otro. 33 Cada uno de los seis brazos del candelabro tendrá tres copas en forma de flor de almendro, con cálices y pétalos. 34 El candelabro mismo tendrá cuatro copas en forma de flor de almendro, con cálices y pétalos. 35 Cada uno de los tres pares de brazos tendrá un cáliz en la parte inferior, donde se unen con el tallo del candelabro. 36 Los cálices y los brazos deben formar una sola pieza con el candelabro, y ser de oro puro labrado a martillo.
37 »Hazle también sus siete lámparas, y colócalas de tal modo que alumbren hacia el frente. 38 Sus cortapabilos y braseros deben ser de oro puro. 39 Para hacer el candelabro y todos estos accesorios se usarán treinta y tres kilos de oro puro.
40 »Procura que todo esto sea una réplica exacta de lo que se te mostró en el monte.
El santuario
26»Haz el santuario con diez cortinas de lino fino y de lana teñida de púrpura, carmesí y escarlata, con dos querubines artísticamente bordados en ellas. 2 Todas las cortinas deben medir lo mismo, es decir, doce metros y medio de largo por un metro con ochenta centímetros de ancho.
3 »Cose cinco cortinas, uniendo la una con la otra por el borde, y haz lo mismo con las otras cinco. 4 En el borde superior del primer conjunto de cortinas pon unas presillas de lana teñida de púrpura, lo mismo que en el borde del otro conjunto de cortinas. 5 En las cortinas del primer conjunto pon cincuenta presillas, lo mismo que en las cortinas del otro conjunto, de modo que cada presilla tenga su pareja. 6 Haz luego cincuenta ganchos de oro para que las cortinas queden enganchadas una con otra, de modo que el santuario tenga unidad de conjunto.
7 »Haz once cortinas de pelo de cabra para cubrir el santuario a la manera de una tienda de campaña. 8 Todas ellas deben medir lo mismo, es decir, trece metros y medio de largo por un metro con ochenta centímetros de ancho. 9 Cose cinco cortinas en un conjunto, y las otras seis en otro conjunto, doblando la sexta cortina en la parte frontal del santuario.
10 »Haz cincuenta presillas en el borde de la cortina con que termina el primer conjunto, y otras cincuenta presillas en el borde de la cortina con que termina el segundo. 11 Haz luego cincuenta ganchos de bronce y mételos en las presillas para formar el santuario, de modo que éste tenga unidad de conjunto. 12 Las diez cortinas tendrán una cortina restante, que quedará colgando a espaldas del santuario. 13 A esta cortina le sobrarán cincuenta centímetros en cada extremo, y con esa parte sobrante se cerrará el santuario.
14 »Haz para el santuario un toldo de piel de carnero, teñido de rojo, y para la parte superior un toldo de piel de delfín. 15 Prepara para el santuario unos tablones de acacia, para que sirvan de pilares. 16 Cada tablón debe medir cuatro metros y medio de largo por setenta centímetros de ancho, 17 y contar con dos ranuras para que cada tablón encaje con el otro. Todos los tablones para el santuario los harás así. 18 Serán veinte los tablones para el lado sur del santuario.
19 »Haz también cuarenta bases de plata para colocarlas debajo de los tablones, dos bases por tablón, para que las dos ranuras de cada tablón encajen en cada base. 20 Para el lado opuesto, es decir, para el lado norte del santuario, prepararás también veinte tablones 21 y cuarenta bases de plata, y pondrás dos bases debajo de cada tablón. 22 Pondrás seis tablones en el lado posterior, que es el lado occidental del santuario, 23 y dos tablones más en las esquinas de ese mismo lado. 24 Estos dos tablones deben ser dobles en la base, quedando unidos por un solo anillo en la parte superior. Haz lo mismo en ambas esquinas, 25 de modo que haya ocho tablones y dieciséis bases de plata, es decir, dos bases debajo de cada tablón.
26 »Prepara también unos travesaños de acacia: cinco para los tablones de un costado del santuario, 27 cinco para los del costado opuesto, y cinco para los del costado occidental, es decir, para la parte posterior. 28 El travesaño central deberá pasar de uno a otro extremo, a media altura de los tablones. 29 Recubre de oro los tablones, y haz unos anillos de oro para que los travesaños pasen por ellos. También debes recubrir de oro los travesaños. 30 Erige el santuario ciñéndote al modelo que se te mostró en el monte.
31 »Haz una cortina de púrpura, carmesí, escarlata y lino fino, con querubines artísticamente bordados en ella. 32 Cuélgala con ganchos de oro en cuatro postes de madera de acacia recubiertos de oro, los cuales levantarás sobre cuatro bases de plata. 33 Cuelga de los ganchos la cortina, la cual separará el Lugar Santo del Lugar Santísimo, y coloca el arca del pacto detrás de la cortina. 34 Pon el propiciatorio sobre el arca del pacto, dentro del Lugar Santísimo, 35 y coloca la mesa fuera de la cortina, en el lado norte del santuario. El candelabro lo pondrás frente a la mesa, en el lado sur.
36 »Haz para la entrada del santuario una cortina de púrpura, carmesí, escarlata y lino fino, recamada artísticamente. 37 Para esta cortina prepara cinco postes de acacia recubiertos de oro, con sus respectivos ganchos de oro, y funde para los postes cinco bases de bronce.
Comentario
Mi guía
La generosidad es un acto de la voluntad. Si sientes pasión por Dios, darás generosamente para que su nombre sea honrado. El pueblo de Dios fue capaz de recaudar el dinero que necesitaban para la obra de Dios «entre todos los que quieran darla voluntariamente y de corazón» (25:2b, DHH). Dieron «voluntariamente» y sin pena (v.2b). El amor de Dios nunca te fuerza. Quiere que respondas libremente, de corazón.
El tabernáculo («La Tienda del Encuentro») era un lugar provisional de encuentro de Dios con su pueblo. Teológicamente, el tabernáculo como morada de Dios en la tierra tenía una importancia inmensa. Es el primero de los lugares donde Dios morará: el tabernáculo, el Templo, el propio Jesús, el cuerpo de cada creyente, la iglesia…
Dios promete guiar hasta en los más finos detalles: «El santuario y todo su mobiliario deberán ser una réplica exacta del modelo que yo te mostraré» (v.9). Dios es un pastor que nos guía incluso en los detalles más pequeños.
Mi Salvador
El autor de los Hebreos explica que el santuario que aquí se describe (Éxodo 25:10 – 26:37) es «copia y sombra del que está en el cielo, tal como se le advirtió a Moisés cuando estaba a punto de construir el tabernáculo: «Asegúrate de hacerlo todo según el modelo que se te ha mostrado en la montaña» (Hebreos 8:5–6).
Todas las instrucciones para Lugar Santo y el Lugar Santísimo eran una preparación para la obra salvífica de Cristo: «Cristo, por el contrario, al presentarse como sumo sacerdote de los bienes definitivos en el tabernáculo más excelente y perfecto, no hecho por manos humanas (es decir, que no es de esta creación), entró una sola vez y para siempre en el Lugar Santísimo. No lo hizo con sangre de machos cabríos y becerros, sino con su propia sangre, logrando así un rescate eterno» (9:11–12).
Por medio del sacrificio de expiación de Jesús, tú y yo tenemos acceso al Lugar Santísimo. Jesús es mi Salvador.
Oración
Señor, gracias porque tú eres mi Pastor, mi Anfitrión, mi Señor, mi Guía y mi Salvador. Gracias porque me amas.
Añadidos de Pippa
Pippa añade
Las tormentas de la vida parecen surgir de la nada y golpear cuando las cosas están yendo bien. En esos momentos es fácil tirar la fe por la borda. Pero los discípulos hicieron lo correcto: acudieron a Jesús. A pesar de que los reprendió por su falta de fe, él resolvió la situación. Me gusta que después de que cesara el viento, se dio una calma completa (Marcos 4:39).
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Notes:
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