Confía en que Dios enmendará las cosas
Introducción
Pippa y yo disfrutamos juntos el pasatiempo de completar crucigramas. Cuando nos vemos atascados en una pista no abandonamos sino que avanzamos con la siguiente. Y al encontrar una respuesta, esta nos ayuda a resolver otras pistas. Al final, en ocasiones podemos solucionar la mayor parte del crucigrama (¡aunque raramente logramos resolverlo por completo!).
En cierto modo, leer algunas partes difíciles de la Biblia se parece a intentar solucionar un crucigrama. Pero en vez de enredarte en una sección difícil, puedes usar los pasajes que comprendes para ayudarte a resolver algunos que parecen más difíciles.
A menudo, nos resulta difícil no solo entender ciertos pasajes de la Biblia sino también comprender la razón por la que suceden algunas cosas en nuestro mundo. ¡Pareciera haber tanta injusticia! En tal sentido, no hay respuestas fáciles.
Me encanta la segunda gran respuesta retórica del pasaje de ayer: «Tú, que eres el Juez de toda la tierra, ¿no harás justicia?» (Génesis 18:25).
Una cosa sobre la que podemos tener certeza es que en el último día de la historia humana, cuando todo se revele, podremos ver el juicio perfecto de Dios y todos diremos: «Eso es absolutamente justo». Dios tiene toda la eternidad para enmendar las cosas. Entretanto, nos debatimos con muchas pistas que no podemos resolver. Cada uno de los pasajes de hoy nos dice algo sobre el hecho de que, al final, Dios enmendará las cosas.
Salmos 7:1-9
Salmo 7
Sigaión de David, que elevó al Señor acerca de Cus el benjaminita.
1 ¡Sálvame, Señor mi Dios, porque en ti busco refugio!
¡Líbrame de todos mis perseguidores!
2 De lo contrario, me devorarán como leones;
me despedazarán, y no habrá quien me libre.
3 Señor mi Dios, ¿qué es lo que he hecho?
¿qué mal he cometido?
4 Si le he hecho daño a mi amigo,
si he despojado sin razón al que me oprime,
5 entonces que mi enemigo me persiga y me alcance;
que me haga morder el polvo
y arrastre mi honra por los suelos.
6 ¡Levántate, Señor, en tu ira;
enfréntate al furor de mis enemigos!
¡Despierta, oh Dios, e imparte justicia!
7 Que en torno tuyo se reúnan los pueblos;
reina sobre ellos desde lo alto.
8 ¡El Señor juzgará a los pueblos!
Júzgame, Señor, conforme a mi justicia;
págame conforme a mi inocencia.
9 Dios justo, que examinas mente y corazón,
acaba con la maldad de los malvados
y mantén firme al que es justo.
Comentario
Confía en que habrá un juicio justo
Algunos piensan que creer en un Dios que juzga podría generar aún más violencia en el mundo actual. Pero en realidad ocurre lo opuesto. Cuando dejamos de creer en el juicio justo de Dios, podemos ser tentados a tomar la justicia en nuestras manos y buscar venganza contra nuestros enemigos.
David confió en que habría un juicio, que Dios juzgaría y que él sería juzgado justamente. «Que en torno tuyo se reúnan los pueblos; reina sobre ellos desde lo alto. ¡El Señor juzgará a los pueblos! Júzgame, Señor, conforme a mi justicia; págame conforme a mi inocencia» (vv.7-8). En otras palabras, David confió en que Dios lidiaría con sus enemigos.
Si crees en un Dios que habrá de juzgar con perfecta justicia, entonces puedes dejar el asunto en sus manos y hacer lo que Jesús te pidió que hicieras: amar a tus enemigos (ver Mateo 5:43-48; Lucas 6:27-36).
En efecto, como señaló Miroslav Volf: «La práctica de la no violencia requiere creer en la venganza divina». Muchos problemas del mundo actual se resolverían si la gente creyera que hay un Dios que juzga con justicia y que podemos confiar en que él finalmente enderezará las cosas.
Oración
Señor, me refugio en ti (Salmo 7:1). Gracias porque siempre podré confiar en tu juicio perfecto y nunca precisaré tomar venganza, sino amar a mis enemigos y orar por quienes me persiguen (Mateo 5:44).
Mateo 7:24-8:22
El prudente y el insensato
24 »Por tanto, todo el que me oye estas palabras y las pone en práctica es como un hombre prudente que construyó su casa sobre la roca. 25 Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa; con todo, la casa no se derrumbó porque estaba cimentada sobre la roca. 26 Pero todo el que me oye estas palabras y no las pone en práctica es como un hombre insensato que construyó su casa sobre la arena. 27 Cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa, y ésta se derrumbó, y grande fue su ruina.»
28 Cuando Jesús terminó de decir estas cosas, las multitudes se asombraron de su enseñanza, 29 porque les enseñaba como quien tenía autoridad, y no como los maestros de la ley.
Jesús sana a un leproso
8Cuando Jesús bajó de la ladera de la montaña, lo siguieron grandes multitudes. 2 Un hombre que tenía lepra se le acercó y se arrodilló delante de él.
—Señor, si quieres, puedes limpiarme —le dijo.
3 Jesús extendió la mano y tocó al hombre.
—Sí quiero —le dijo—. ¡Queda limpio!
Y al instante quedó sano de la lepra.
4 —Mira, no se lo digas a nadie —le dijo Jesús—; sólo ve, preséntate al sacerdote, y lleva la ofrenda que ordenó Moisés, para que sirva de testimonio.
La fe del centurión
5 Al entrar Jesús en Capernaúm, se le acercó un centurión pidiendo ayuda.
6 —Señor, mi siervo está postrado en casa con parálisis, y sufre terriblemente.
7 —Iré a sanarlo —respondió Jesús.
8 —Señor, no merezco que entres bajo mi techo. Pero basta con que digas una sola palabra, y mi siervo quedará sano. 9 Porque yo mismo soy un hombre sujeto a órdenes superiores, y además tengo soldados bajo mi autoridad. Le digo a uno: “Ve”, y va, y al otro: “Ven”, y viene. Le digo a mi siervo: “Haz esto”, y lo hace.
10 Al oír esto, Jesús se asombró y dijo a quienes lo seguían:
—Les aseguro que no he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta fe. 11 Les digo que muchos vendrán del oriente y del occidente, y participarán en el banquete con Abraham, Isaac y Jacob en el reino de los cielos. 12 Pero a los súbditos del reino se les echará afuera, a la oscuridad, donde habrá llanto y rechinar de dientes.
13 Luego Jesús le dijo al centurión:
—¡Ve! Todo se hará tal como creíste.
Y en esa misma hora aquel siervo quedó sano.
Jesús sana a muchos enfermos
14 Cuando Jesús entró en casa de Pedro, vio a la suegra de éste en cama, con fiebre. 15 Le tocó la mano y la fiebre se le quitó; luego ella se levantó y comenzó a servirle.
16 Al atardecer, le llevaron muchos endemoniados, y con una sola palabra expulsó a los espíritus, y sanó a todos los enfermos. 17 Esto sucedió para que se cumpliera lo dicho por el profeta Isaías:
«Él cargó con nuestras enfermedades
y soportó nuestros dolores.»
Lo que cuesta seguir a Jesús
18 Cuando Jesús vio a la multitud que lo rodeaba, dio orden de pasar al otro lado del lago. 19 Se le acercó un maestro de la ley y le dijo:
—Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas.
20 —Las zorras tienen madrigueras y las aves tienen nidos —le respondió Jesús—, pero el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
21 Otro discípulo le pidió:
—Señor, primero déjame ir a enterrar a mi padre.
22 —Sígueme —le replicó Jesús—, y deja que los muertos entierren a sus muertos.
Comentario
Confía en Jesús, a quien Dios le ha confiado todo juicio
Jesús sabía todo lo relacionado con la construcción de viviendas. Era artesano de oficio y se había desempeñado laboralmente como carpintero. La ilustración que emplea es terrenal y práctica a la vez: dos hombres deciden construir una casa (7:24-26). No hay dudas de que se proponían vivir en ella y disfrutarla con su familia. Ambos edificaban algo de importancia duradera. Nuestra vida es como una casa, aunque su significancia es para toda la eternidad.
La característica más importante de toda vivienda son sus cimientos. Aquellas casas diferían muy poco en su apariencia. Pero solo una «estaba cimentada sobre la roca» (v.25). De igual modo, dos vidas pueden parecer iguales, pero la diferencia en los cimientos resulta evidente cuando, de forma inevitable, surgen las tormentas de la vida.
En este mundo enfrentarás desafíos, que vendrán de muchas maneras: malentendidos, decepciones, anhelos insatisfechos, dudas, pruebas, tentaciones, contratiempos y ataques satánicos. El éxito, también, puede ser una prueba. Además hay presión, sufrimiento, enfermedad, pérdidas, dolor, trauma, tragedia, persecución y fracaso.
En última instancia, todos enfrentaremos la muerte y el juicio de Dios. La imagen de «lluvia… granizo… viento» se usa en Ezequiel para referirse al juicio de Dios (Ezequiel 13:11), pero el lenguaje del juicio no está confinado solo al Antiguo Testamento. Aquí, y en otros lados, Jesús advierte sobre el juicio venidero, al igual que otros escritos del Nuevo Testamento.
Cuando «cayeron las lluvias, crecieron los ríos, y soplaron los vientos y azotaron aquella casa» (Mateo 7:25,27), la casa edificada sobre la roca «no se derrumbó» (v.25), pero la que fue construida sobre la arena «se derrumbó y grande fue su ruina» (v.27). Son palabras solemnes de advertencia. La prueba puede ocurrir durante esta vida o en el día del juicio. Lo que es cierto, según Jesús, es que vendrá.
No obstante, no tienes por qué vivir presa del temor. No es sencillo, pero hay una forma de estar seguros de que, cuando los cimientos de tu casa se pongan a prueba, permanezcan firmes. Es posible saber que tu futuro está asegurado.
Jesús dice que la diferencia clave es que el prudente no solo oye sus palabras sino que también «las pone en práctica» (v.24). El insensato, por otro lado, aunque oye las palabras de Jesús «no las pone en práctica» (v.26).
El conocimiento debe llevar a la acción. Nuestra teología debe afectar nuestra vida o de otro modo edificaremos sobre la arena.
Las palabras de Jesús son, ante todo, un llamado a creer en él (Juan 6:28-29). Nuestra salvación es por fe en Jesús, que se vive en obediencia.
Puedes tener absoluta confianza en el juicio de Jesús porque él tiene la autoridad de Dios mismo. Jesús se maravilló ante la fe del centurión. Dijo: «Les aseguro que no he encontrado en Israel a nadie que tenga tanta fe» (Mateo 8:10).
La evidencia de esta fe surgió debido a que el centurión creyó que la palabra de Jesús sería suficiente para sanar a su criado (v.8). Su razonamiento para creer esto fue profundo. El centurión reconoció que, como en el ejército, la autoridad se deriva por estar bajo autoridad, de modo que la autoridad de Jesús viene por estar bajo la autoridad de su Padre. El centurión entendió que cuando Jesús hablaba era Dios quien se expresaba.
Más aun, este Juez perfecto no es ajeno sufrimiento humano. Sabemos que Jesús experimentó injusticia, encarcelamiento, tortura y crucifixión. Pero en este pasaje vemos que también padeció enfermedad (en lugar nuestro, v.17) y aún desamparo (v.20). Hay pocas cosas del sufrimiento humano que Jesús no experimentara.
Oración
Padre, gracias porque Jesús no solo es capaz de empatizar con mi debilidad sino que también murió por mis pecados cargando el juicio por mí de modo que yo no tenga que vivir atemorizado.
Génesis 19:1-20:18
Destrucción de Sodoma y Gomorra
19Caía la tarde cuando los dos ángeles llegaron a Sodoma. Lot estaba sentado a la entrada de la ciudad. Al verlos, se levantó para recibirlos y se postró rostro en tierra. 2 Les dijo:
—Por favor, señores, les ruego que pasen la noche en la casa de este servidor suyo. Allí podrán lavarse los pies, y mañana al amanecer seguirán su camino.
—No, gracias —respondieron ellos—. Pasaremos la noche en la plaza.
3 Pero tanto les insistió Lot que fueron con él y entraron en su casa. Allí Lot les preparó una buena comida y coció panes sin levadura, y ellos comieron.
4 Aún no se habían acostado cuando los hombres de la ciudad de Sodoma rodearon la casa. Todo el pueblo sin excepción, tanto jóvenes como ancianos, estaba allí presente. 5 Llamaron a Lot y le dijeron:
—¿Dónde están los hombres que vinieron a pasar la noche en tu casa? ¡Échalos afuera! ¡Queremos acostarnos con ellos!
6 Lot salió a la puerta y, cerrándola detrás de sí, 7 les dijo:
—Por favor, amigos míos, no cometan tal perversidad. 8 Tengo dos hijas que todavía son vírgenes; voy a traérselas para que hagan con ellas lo que les plazca, pero a estos hombres no les hagan nada, pues han venido a hospedarse bajo mi techo.
9 —¡Quítate de ahí! —le contestaron, y añadieron—: Éste ni siquiera es de aquí, y ahora nos quiere mandar. ¡Pues ahora te vamos a tratar peor que a ellos!
Entonces se lanzaron contra Lot y se acercaron a la puerta con intenciones de derribarla. 10 Pero los dos hombres extendieron los brazos, metieron a Lot en la casa y cerraron la puerta. 11 Luego, a los jóvenes y ancianos que se agolparon contra la puerta de la casa los dejaron ciegos, de modo que ya no podían encontrar la puerta. 12 Luego le advirtieron a Lot:
—¿Tienes otros familiares aquí? Saca de esta ciudad a tus yernos, hijos, hijas, y a todos los que te pertenezcan, 13 porque vamos a destruirla. El clamor contra esta gente ha llegado hasta el Señor, y ya resulta insoportable. Por eso nos ha enviado a destruirla.
14 Lot salió para hablar con sus futuros yernos, es decir, con los prometidos de sus hijas.
—¡Apúrense! —les dijo—. ¡Abandonen la ciudad, porque el Señorestá por destruirla!
Pero ellos creían que Lot estaba bromeando, 15 así que al amanecer los ángeles insistieron con Lot. Exclamaron:
—¡Apúrate! Llévate a tu esposa y a tus dos hijas que están aquí, para que no perezcan cuando la ciudad sea castigada.
16 Como Lot titubeaba, los hombres lo tomaron de la mano, lo mismo que a su esposa y a sus dos hijas, y los sacaron de la ciudad, porque el Señorles tuvo compasión. 17 Cuando ya los habían sacado de la ciudad, uno de los ángeles le dijo:
—¡Escápate! No mires hacia atrás, ni te detengas en ninguna parte del valle. Huye hacia las montañas, no sea que perezcas.
18 —¡No, señor mío, por favor! —respondió Lot—. 19 Tú has visto con buenos ojos a este siervo tuyo, y tu lealtad ha sido grande al salvarme la vida. Pero yo no puedo escaparme a las montañas, no sea que la destrucción me alcance y pierda yo la vida. 20 Cerca de aquí hay una ciudad pequeña, en la que podría refugiarme. ¿Por qué no dejan que me escape hacia allá? Es una ciudad muy pequeña, y en ella me pondré a salvo.
21 —Está bien —le respondió—; también esta petición te la concederé. No destruiré la ciudad de que hablas. 22 Pero date prisa y huye de una vez, porque no puedo hacer nada hasta que llegues allí.
Por eso aquella ciudad recibió el nombre de Zoar.
23 Lot llegó a Zoar cuando estaba amaneciendo. 24 Entonces el Señorhizo que cayera del cielo una lluvia de fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra. 25 Así destruyó a esas ciudades y a todos sus habitantes, junto con toda la llanura y la vegetación del suelo. 26 Pero la esposa de Lot miró hacia atrás, y se quedó convertida en estatua de sal.
27 Al día siguiente Abraham madrugó y regresó al lugar donde se había encontrado con el Señor. 28 Volvió la mirada hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la llanura, y vio que de la tierra subía humo, como de un horno.
29 Así arrasó Dios a las ciudades de la llanura, pero se acordó de Abraham y sacó a Lot de en medio de la catástrofe que destruyó a las ciudades en que había habitado.
Lot y sus hijas
30 Luego, por miedo a quedarse en Zoar, Lot se fue con sus dos hijas a vivir en la región montañosa. Allí vivió con ellas en una cueva. 31 Un día, la hija mayor le dijo a la menor:
—Nuestro padre ya está viejo, y no quedan hombres en esta región para que se casen con nosotras, como es la costumbre de todo el mundo. 32 Ven, vamos a emborracharlo, y nos acostaremos con él; y así, por medio de él tendremos descendencia.
33 Esa misma noche emborracharon a su padre y, sin que éste se diera cuenta de nada, la hija mayor fue y se acostó con él. 34 A la mañana siguiente, la mayor le dijo a la menor:
—Mira, anoche me acosté con mi padre. Vamos a emborracharlo de nuevo esta noche, y ahora tú te acostarás con él; y así, por medio de él tendremos descendencia.
35 Esa misma noche volvieron a emborrachar a su padre y, sin que éste se diera cuenta de nada, la hija menor fue y se acostó con él. 36 Así las dos hijas de Lot quedaron embarazadas de su padre. 37 La mayor tuvo un hijo, a quien llamó Moab, padre de los actuales moabitas. 38 La hija menor también tuvo un hijo, a quien llamó Ben Amí, padre de los actuales amonitas.
Abraham y Abimélec
20Abraham partió desde allí en dirección a la región del Néguev, y se quedó a vivir entre Cades y Sur. Mientras vivía en Guerar, 2 Abraham decía que Sara, su esposa, era su hermana. Entonces Abimélec, rey de Guerar, mandó llamar a Sara y la tomó por esposa. 3 Pero aquella noche Dios se le apareció a Abimélec en sueños y le dijo:
—Puedes darte por muerto a causa de la mujer que has tomado, porque ella es casada.
4 Pero como Abimélec todavía no se había acostado con ella, le contestó:
—Señor, ¿acaso vas a matar al inocente? 5 Como Abraham me dijo que ella era su hermana, y ella me lo confirmó, yo hice todo esto de buena fe y sin mala intención.
6 —Sí, ya sé que has hecho todo esto de buena fe —le respondió Dios en el sueño—; por eso no te permití tocarla, para que no pecaras contra mí. 7 Pero ahora devuelve esa mujer a su esposo, porque él es profeta y va a interceder por ti para que vivas. Si no lo haces, ten por seguro que morirás junto con todos los tuyos.
8 En la madrugada del día siguiente, Abimélec se levantó y llamó a todos sus servidores para contarles en detalle lo que había ocurrido, y un gran temor se apoderó de ellos. 9 Entonces Abimélec llamó a Abraham y le reclamó:
—¡Qué nos has hecho! ¿En qué te he ofendido, que has traído un pecado tan grande sobre mí y sobre mi reino? ¡Lo que me has hecho no tiene nombre! 10 ¿Qué pretendías conseguir con todo esto?
Al reclamo de Abimélec, 11 Abraham contestó:
—Yo pensé que en este lugar no había temor de Dios, y que por causa de mi esposa me matarían. 12 Pero en realidad ella es mi hermana, porque es hija de mi padre aunque no de mi madre; y además es mi esposa. 13 Cuando Dios me mandó dejar la casa de mi padre y andar errante, yo le dije a mi esposa: “Te pido que me hagas este favor: Dondequiera que vayamos, di siempre que soy tu hermano.”
14 Abimélec tomó entonces ovejas y vacas, esclavos y esclavas, y se los regaló a Abraham. Al mismo tiempo, le devolvió a Sara, su esposa, 15 y le dijo:
—Mira, ahí está todo mi territorio; quédate a vivir donde mejor te parezca.
16 A Sara le dijo:
—Le he dado a tu hermano mil monedas de plata, que servirán de compensación por todo lo que te ha pasado; así quedarás vindicada ante todos los que están contigo.
17 Entonces Abraham oró a Dios, y Dios sanó a Abimélec y permitió que su esposa y sus siervas volvieran a tener hijos, 18 porque a causa de lo ocurrido con Sara, la esposa de Abraham, el Señorhabía hecho que todas las mujeres en la casa de Abimélec quedaran estériles.
Comentario
Confía en que, al final, el Juez de toda la tierra obrará justicia
Ayer vimos cómo Abraham rogó por Sodoma y Gomorra. No sabemos con exactitud cuál fue su pecado, pero el texto dice que «el clamor contra Sodoma y Gomorra resulta ya insoportable, y su pecado es gravísimo» (18:20).
En el pasaje de hoy se destaca que su pecado incluía una horrenda cultura de violación grupal (19:3,5). Leemos en Ezequiel 16 que sus pecados también incluían «soberbia, gula, apatía, e indiferencia hacia el pobre y el indigente» (Ezequiel 16:49). ¡Podría ser una descripción de la sociedad occidental!
Dios dijo que si hallaba diez personas justas en Sodoma y Gomorra los libraría para su bien: «Aun por esos diez no la destruiré» (Génesis 18:32). Ofreció todas las oportunidades para que los únicos «justos» huyeran. Cuando Lot titubeó, los ángeles «lo tomaron de la mano, lo mismo que a su esposa y a sus dos hijas, y los sacaron de la ciudad, porque el Señor les tuvo compasión» (19:16).
El juicio sobre la esposa de Lot parece muy severo (v.26). Sean cuales fuera las razones para ello (y no estoy seguro de conocer la respuesta), ciertamente constituye un ejemplo. Jesús dijo: «¡Acuérdense de la esposa de Lot!» (Lucas 17:32). No hemos de mirar atrás. Si dejamos una vida de pecado, entonces no debemos volver a ella. Las instrucciones fueron: «Huye hacia las montañas, no sea que perezcas» (Génesis 19:17). De igual modo, se nos dice que huyamos de los malos deseos (2 Timoteo 2:22).
Aun Abraham no estaba libre de pecado. En efecto, repitió el mismo pecado: trató de hacer pasar a su esposa Sara como si fuera su hermana y casi la incita a cometer adulterio. El mensaje de la Biblia no es solo que Dios salva pecadores sino que también los utiliza. Bendice a Abraham y responde su oración (Génesis 20:7). Dios nos emplea a pesar de nuestro pecado porque es un Dios misericordioso y él, en Jesús, ha cargado el juicio sobre sí.
Oración
Señor, muchas gracias por la diferencia que la cruz de Cristo marcará en el día del juicio. Gracias porque puedo estar confiado en que, al final, el Juez de toda la tierra hará lo que es justo.
Añadidos de Pippa
Pippa añade:
Mateo 8:6
«Señor, mi siervo está postrado en casa con parálisis, y sufre terriblemente».
El centurión no solo cuidaba a su familia y sus amigos, sino también a alguien que trabajaba para él. Aunque el centurión era una persona extranjera y no formaba parte de la comunidad «religiosa», se acercó a Jesús para obtener ayuda para su criado. La fe puede ser hallada en toda clase de lugares inesperados.
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Referencias
Notas:
Miroslav Volf, Exclusion and Embrace, (Abingdon Press, 1994) pp.303–304