Día 10

Enfrentar las tormentas de la vida

Sabiduría Salmos 7:10-17
Nuevo Testamento Mateo 8:23-9:13
Antiguo Testamento Génesis 21:1-23:20

Introducción

El 31 de julio de 2003 el aventurero Bear Grylls lideró un equipo de cinco personas en un viaje a través del océano Atlántico norte sobre un bote inflable. Salieron de Halifax, Nueva Escocia (Canadá) con rumbo hacia Jonh o’Groats, Escocia (Reino Unido). Pero el 5 de agosto se desató una gran tormenta. Había olas de treinta metros. Perdieron contacto con el satélite. Ellos (y nosotros) temieron por sus vidas. Afortunadamente, sobrevivieron para contar la historia (ver el libro Facing the Frozen Ocean, escrito por Bear Grylls).

No todos pasaremos por tormentas físicas de ese tipo. Pero Jesús dijo que en la vida enfrentaríamos tormentas (Mateo 7.25-27). La vida no es sencilla. Las tormentas son muchas y variadas. Como vemos en los pasajes de hoy, Abraham, David y los discípulos de Jesús enfrentaron tormentas. ¿Qué aprendemos de su ejemplo?

Sabiduría

Salmos 7:10-17

10 Mi escudo está en Dios,
 que salva a los de corazón recto.
11 Dios es un juez justo,
 un Dios que en todo tiempo manifiesta su enojo.
12 Si el malvado no se arrepiente,
 Dios afilará la espada y tensará el arco;
13 ya ha preparado sus mortíferas armas;
 ya tiene listas sus llameantes saetas.

14 Miren al preñado de maldad:
 Concibió iniquidad y parirá mentira.
15 Cavó una fosa y la ahondó,
 y en esa misma fosa caerá.
16 Su iniquidad se volverá contra él;
 su violencia recaerá sobre su cabeza.

17 ¡Alabaré al Señor por su justicia!
 ¡Al nombre del Señor altísimo cantaré salmos!

Comentario

Toma el escudo de la fe

En medio de las tormentas, David dice: «Mi escudo está en Dios \[…\] ¡Alabaré al Señor por su justicia! ¡Al nombre del Señor altísimo cantaré salmos!» (vv.10a,17).

Si caemos en la tentación y comenzamos a disfrutarla y alimentarla, David advierte: «Miren al preñado de maldad: Concibió iniquidad y parirá mentira» (v.14). En otra metáfora lo compara como cavar un hoyo, quitar la tierra con una pala y luego caer en el pozo que hemos hecho (v.15).

El apóstol Pablo dice que hemos de tomar el escudo con el que podremos extinguir todas las flechas encendidas del maligno (Efesios 6:16). El escudo es el «escudo de la fe» o, como David lo expresa aquí, su escudo es «Dios» (Salmo 7:10). Esta es la mejor protección que podemos tener contra los ataques del enemigo.

Oración

Señor, gracias porque puedo decir con el salmista: «Mi escudo está en Dios».

Nuevo Testamento

Mateo 8:23-9:13

Jesús calma la tormenta

23 Luego subió a la barca y sus discípulos lo siguieron. 24 De repente, se levantó en el lago una tormenta tan fuerte que las olas inundaban la barca. Pero Jesús estaba dormido. 25 Los discípulos fueron a despertarlo.

—¡Señor —gritaron—, sálvanos, que nos vamos a ahogar!

26 —Hombres de poca fe —les contestó—, ¿por qué tienen tanto miedo?

Entonces se levantó y reprendió a los vientos y a las olas, y todo quedó completamente tranquilo.

27 Los discípulos no salían de su asombro, y decían: «¿Qué clase de hombre es éste, que hasta los vientos y las olas le obedecen?»

Liberación de dos endemoniados

28 Cuando Jesús llegó al otro lado, a la región de los gadarenos, dos endemoniados le salieron al encuentro de entre los sepulcros. Eran tan violentos que nadie se atrevía a pasar por aquel camino. 29 De pronto le gritaron:

—¿Por qué te entrometes, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí a atormentarnos antes del tiempo señalado?

30 A cierta distancia de ellos estaba paciendo una gran manada de cerdos. 31 Los demonios le rogaron a Jesús:

—Si nos expulsas, mándanos a la manada de cerdos.

32 —Vayan —les dijo.

Así que salieron de los hombres y entraron en los cerdos, y toda la manada se precipitó al lago por el despeñadero y murió en el agua. 33 Los que cuidaban los cerdos salieron corriendo al pueblo y dieron aviso de todo, incluso de lo que les había sucedido a los endemoniados. 34 Entonces todos los del pueblo fueron al encuentro de Jesús. Y cuando lo vieron, le suplicaron que se alejara de esa región.

Jesús sana a un paralítico

9Subió Jesús a una barca, cruzó al otro lado y llegó a su propio pueblo. 2 Unos hombres le llevaron un paralítico, acostado en una camilla. Al ver Jesús la fe de ellos, le dijo al paralítico:

—¡Ánimo, hijo; tus pecados quedan perdonados!

3 Algunos de los maestros de la ley murmuraron entre ellos: «¡Este hombre blasfema!»

4 Como Jesús conocía sus pensamientos, les dijo:

—¿Por qué dan lugar a tan malos pensamientos? 5 ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados quedan perdonados”, o decir: “Levántate y anda”? 6 Pues para que sepan que el Hijo del hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados —se dirigió entonces al paralítico—: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.

7 Y el hombre se levantó y se fue a su casa. 8 Al ver esto, la multitud se llenó de temor, y glorificó a Dios por haber dado tal autoridad a los mortales.

Llamamiento de Mateo

9 Al irse de allí, Jesús vio a un hombre llamado Mateo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos. «Sígueme», le dijo. Mateo se levantó y lo siguió.

10 Mientras Jesús estaba comiendo en casa de Mateo, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y comieron con él y sus discípulos. 11 Cuando los fariseos vieron esto, les preguntaron a sus discípulos:

—¿Por qué come su maestro con recaudadores de impuestos y con pecadores?

12 Al oír esto, Jesús les contestó:

—No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos. 13 Pero vayan y aprendan lo que significa: “Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios.” Porque no he venido a llamar a justos sino a pecadores.

Comentario

Confía en Jesús el Salvador

En ocasiones, las tormentas de nuestra vida aparecen sin advertencia previa. Jesús estaba en la barca con sus discípulos durmiendo cuando «de repente, se levantó en el lago una tormenta tan fuerte que las olas inundaban la barca» (8:24).

Probablemente los discípulos estaban acostumbrados a las tormentas del mar de Galilea; el lago era conocido por sus tormentas repentinas, que agitaban las aguas y generaban olas de seis metros de altura. No obstante, esta tormenta debe haber sido particularmente grave porque los discípulos despertaron a Jesús y dijeron: «¡Nos vamos a ahogar!» (v.25).

Es normal sentir pánico durante las tormentas (¡ciertamente así ocurre conmigo!). En ocasiones pareciera que Jesús está «dormido» (v.24). Como si no hiciera nada con nuestros problemas. Pero afortunadamente podemos clamar, como hicieron ellos: «¡Señor, sálvanos!» (v.25).

La respuesta natural ante las tormentas de la vida es dudar y temer. Jesús dice que la respuesta a las tormentas debe ser la confianza («Hombres de poca fe», v.26a) y no tener miedo («¿Por qué tienen tanto miedo?», v.26a). Jesús es capaz de calmar la tormenta y eso es justamente lo que hizo.

Habiendo mostrado control sobre los elementos naturales («hasta los vientos y las olas le obedecen», v.27), prosigue demostrando control sobre los poderes del mal mediante la liberación de dos endemoniados (vv.28-34). Jesús estaba más interesado en la gente que en las posesiones, a diferencia de quienes le rogaron que abandonara su región (v.34).

Jesús luego enfatiza que el perdón es más importante que la sanidad. Pero la sanidad no es algo menor. Jesús realiza ambas cosas. Muestra su poder sobre la enfermedad y la discapacidad al sanar a un paralítico (9:1-2). «Al ver esto, la multitud se llenó de temor, y glorificó a Dios por haber dado tal autoridad a los mortales» (v.8).

En medio de las tormentas hay tiempos de calma. El pasaje de hoy concluye con un momento así cuando Jesús llama a Mateo a seguirlo. Jesús es invitado a cenar en la casa de Mateo.

Los fariseos se muestran sorprendidos al ver que Jesús come con «muchos recaudadores de impuestos y pecadores» (v.10) y dicen: «¿Por qué come su maestro con recaudadores de impuestos y con pecadores?» (v.11).

«Al oír esto, Jesús les contestó: “No son los sanos los que necesitan médico sino los enfermos. Pero vayan y aprendan lo que significa: ‘Lo que pido de ustedes es misericordia y no sacrificios’. Porque no he venido a llamar a justos sino a pecadores”» (vv.12-13).

La misericordia de Dios es su bondad y perdón hacia personas que no lo merecen. Hoy puedes recibir y disfrutar su misericordia y luego ser compasivo con los demás.

Oración

Señor, gracias porque en todas las tormentas de la vida puedo clamar: «¡Señor, sálvanos!». Ayúdame a confiar en ti en estos momentos y no tener miedo.

Antiguo Testamento

Génesis 21:1-23:20

Nacimiento de Isaac

21Tal como el Señorlo había dicho, se ocupó de Sara y cumplió con la promesa que le había hecho. 2 Sara quedó embarazada y le dio un hijo a Abraham en su vejez. Esto sucedió en el tiempo anunciado por Dios. 3 Al hijo que Sara le dio, Abraham le puso por nombre Isaac. 4 Cuando su hijo Isaac cumplió ocho días de nacido, Abraham lo circuncidó, tal como Dios se lo había ordenado. 5 Abraham tenía ya cien años cuando nació su hijo Isaac. 6 Sara dijo entonces: «Dios me ha hecho reír, y todos los que se enteren de que he tenido un hijo, se reirán conmigo. 7 ¿Quién le hubiera dicho a Abraham que Sara amamantaría hijos? Sin embargo, le he dado un hijo en su vejez.»

Expulsión de Agar e Ismael

8 El niño Isaac creció y fue destetado. Ese mismo día, Abraham hizo un gran banquete. 9 Pero Sara se dio cuenta de que el hijo que Agar la egipcia le había dado a Abraham se burlaba de su hijo Isaac. 10 Por eso le dijo a Abraham:

—¡Echa de aquí a esa esclava y a su hijo! El hijo de esa esclava jamás tendrá parte en la herencia con mi hijo Isaac.

11 Este asunto angustió mucho a Abraham porque se trataba de su propio hijo. 12 Pero Dios le dijo a Abraham: «No te angusties por el muchacho ni por la esclava. Hazle caso a Sara, porque tu descendencia se establecerá por medio de Isaac. 13 Pero también del hijo de la esclava haré una gran nación, porque es hijo tuyo.»

14 Al día siguiente, Abraham se levantó de madrugada, tomó un pan y un odre de agua, y se los dio a Agar, poniéndoselos sobre el hombro. Luego le entregó a su hijo y la despidió. Agar partió y anduvo errante por el desierto de Berseba. 15 Cuando se acabó el agua del odre, puso al niño debajo de un arbusto 16 y fue a sentarse sola a cierta distancia, pues pensaba: «No quiero ver morir al niño.» En cuanto ella se sentó, comenzó a llorar desconsoladamente.

17 Cuando Dios oyó al niño sollozar, el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo y le dijo: «¿Qué te pasa, Agar? No temas, pues Dios ha escuchado los sollozos del niño. 18 Levántate y tómalo de la mano, que yo haré de él una gran nación.»

19 En ese momento Dios le abrió a Agar los ojos, y ella vio un pozo de agua. En seguida fue a llenar el odre y le dio de beber al niño. 20 Dios acompañó al niño, y éste fue creciendo; vivió en el desierto y se convirtió en un experto arquero; 21 habitó en el desierto de Parán y su madre lo casó con una egipcia.

Pacto entre Abraham y Abimélec

22 En aquel tiempo Abimélec, que estaba acompañado por Ficol, jefe de su ejército, le dijo a Abraham:

—Dios está contigo en todo lo que haces. 23 Júrame ahora, por Dios mismo, que no me tratarás a mí con falsedad, ni tampoco a mis hijos ni a mis descendientes. Júrame que a mí y al país que te ha recibido como extranjero nos tratarás con la misma lealtad con que yo te he tratado.

24 —¡Lo juro! —respondió Abraham.

25 Luego Abraham se quejó ante Abimélec por causa de un pozo de agua del cual los siervos de Abimélec se habían apropiado. 26 Pero Abimélec dijo:

—No sé quién pudo haberlo hecho. Me acabo de enterar, pues tú no me lo habías dicho.

27 Entonces Abraham llevó ovejas y vacas, y se las dio a Abimélec, y los dos hicieron un pacto. 28 Pero Abraham apartó siete corderas del rebaño, 29 por lo que Abimélec le preguntó:

—¿Qué pasa? ¿Por qué has apartado estas siete corderas?

30 —Acepta estas siete corderas —le contestó Abraham—. Ellas servirán de prueba de que yo cavé este pozo.

31 Por eso a aquel lugar le dieron el nombre de Berseba, porque allí los dos hicieron un juramento.

32 Después de haber hecho el pacto en Berseba, Abimélec y Ficol, el jefe de su ejército, volvieron al país de los filisteos. 33 Abraham plantó un tamarisco en Berseba, y en ese lugar invocó el nombre del Señor, el Dios eterno. 34 Y se quedó en el país de los filisteos durante mucho tiempo.

Dios prueba a Abraham

22Pasado cierto tiempo, Dios puso a prueba a Abraham y le dijo:

—¡Abraham!

—Aquí estoy —respondió.

2 Y Dios le ordenó:

—Toma a tu hijo, el único que tienes y al que tanto amas, y ve a la región de Moria. Una vez allí, ofrécelo como holocausto en el monte que yo te indicaré.

3 Abraham se levantó de madrugada y ensilló su asno. También cortó leña para el holocausto y, junto con dos de sus criados y su hijo Isaac, se encaminó hacia el lugar que Dios le había indicado. 4 Al tercer día, Abraham alzó los ojos y a lo lejos vio el lugar. 5 Entonces le dijo a sus criados:

—Quédense aquí con el asno. El muchacho y yo seguiremos adelante para adorar a Dios, y luego regresaremos junto a ustedes.

6 Abraham tomó la leña del holocausto y la puso sobre Isaac, su hijo; él, por su parte, cargó con el fuego y el cuchillo. Y los dos siguieron caminando juntos.

7 Isaac le dijo a Abraham:

—¡Padre!

—Dime, hijo mío.

—Aquí tenemos el fuego y la leña —continuó Isaac—; pero, ¿dónde está el cordero para el holocausto?

8 —El cordero, hijo mío, lo proveerá Dios —le respondió Abraham.

Y siguieron caminando juntos.

9 Cuando llegaron al lugar señalado por Dios, Abraham construyó un altar y preparó la leña. Después ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. 10 Entonces tomó el cuchillo para sacrificar a su hijo, 11 pero en ese momento el ángel del Señorle gritó desde el cielo:

—¡Abraham! ¡Abraham!

—Aquí estoy —respondió.

12 —No pongas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas ningún daño —le dijo el ángel—. Ahora sé que temes a Dios, porque ni siquiera te has negado a darme a tu único hijo.

13 Abraham alzó la vista y, en un matorral, vio un carnero enredado por los cuernos. Fue entonces, tomó el carnero y lo ofreció como holocausto, en lugar de su hijo. 14 A ese sitio Abraham le puso por nombre: «El Señorprovee.» Por eso hasta el día de hoy se dice: «En un monte provee el Señor.»

15 El ángel del Señorllamó a Abraham por segunda vez desde el cielo, 16 y le dijo:

—Como has hecho esto, y no me has negado a tu único hijo, juro por mí mismo —afirma el Señor— 17 que te bendeciré en gran manera, y que multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena del mar. Además, tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos. 18 Puesto que me has obedecido, todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de tu descendencia.

19 Abraham regresó al lugar donde estaban sus criados, y juntos partieron hacia Berseba, donde Abraham se quedó a vivir.

Los hijos de Najor

20 Pasado cierto tiempo, Abraham recibió la noticia de que también Milca le había dado hijos a su hermano Najor. 21 Su hijo primogénito fue Uz; luego nacieron sus hermanos Buz y Quemuel. Este último fue el padre de Aram. 22 Después siguieron Quésed, Jazó, Pildás, Yidlaf y Betuel, 23 que fue el padre de Rebeca. Éstos fueron los ocho hijos que Milca le dio a Najor, hermano de Abraham. 24 Najor también tuvo hijos con Reumá, su concubina. Ellos fueron Tébaj, Gaján, Tajás y Macá.

Muerte de Sara

23Sara vivió ciento veintisiete años, 2 y murió en Quiriat Arbá, es decir, en la ciudad de Hebrón, en la tierra de Canaán. Abraham hizo duelo y lloró por ella. 3 Luego se retiró de donde estaba la difunta y fue a proponer a los hititas lo siguiente:

4 —Entre ustedes yo soy un extranjero; no obstante, quiero pedirles que me vendan un sepulcro para enterrar a mi esposa.

5 Los hititas le respondieron:

6 —Escúchenos, señor; usted es un príncipe poderoso entre nosotros. Sepulte a su esposa en el mejor de nuestros sepulcros. Ninguno de nosotros le negará su tumba para que pueda sepultar a su esposa.

7 Abraham se levantó, hizo una reverencia ante los hititas del lugar, 8 y les dijo:

—Si les parece bien que yo entierre aquí a mi difunta, les ruego que intercedan ante Efrón hijo de Zojar 9 para que me venda la cueva de Macpela, que está en los linderos de su campo. Díganle que me la venda en su justo precio, y así tendré entre ustedes un sepulcro para mi familia.

10 Efrón el hitita, que estaba sentado allí entre su gente, le respondió a Abraham en presencia de todos ellos y de los que pasaban por la puerta de su ciudad:

11 —No, señor mío, escúcheme bien: yo le regalo el campo, y también la cueva que está en él. Los hijos de mi pueblo son testigos de que yo se los regalo. Entierre usted a su esposa.

12 Una vez más, Abraham hizo una reverencia ante la gente de ese lugar, 13 y en presencia de los que allí estaban le dijo a Efrón:

—Escúcheme, por favor. Yo insisto en pagarle el precio justo del campo. Acéptelo usted, y así yo podré enterrar allí a mi esposa.

14 Efrón le contestó a Abraham:

15 —Señor mío, escúcheme. El campo vale cuatrocientas monedas de plata. ¿Qué es eso entre nosotros? Vaya tranquilo y entierre a su esposa.

16 Abraham se puso de acuerdo con Efrón, y en presencia de los hititas le pagó lo convenido: cuatrocientas monedas de plata, moneda corriente entre los comerciantes.

17 Así fue como el campo de Efrón, que estaba en Macpela, cerca de Mamré, pasó a ser propiedad de Abraham, junto con la cueva y todos los árboles que estaban dentro de los límites del campo. 18 La transacción se hizo en presencia de los hititas y de los que pasaban por la puerta de su ciudad. 19 Luego Abraham sepultó a su esposa Sara en la cueva del campo de Macpela que está cerca de Mamré, es decir, en Hebrón, en la tierra de Canaán. 20 De esta manera, el campo y la cueva que estaba en él dejó de ser de los hititas y pasó a ser propiedad de Abraham para sepultura.

Comentario

Agradece a Dios su provisión

Abraham ciertamente enfrentó tormentas en su vida. El pasaje de hoy está lleno de batallas, pero comienza con un maravilloso momento de calma en medio de estas tormentas. «Tal como el Señor lo había dicho, se ocupó de Sara y cumplió con la promesa que le había hecho» (21:1). Como a veces ocurre con nosotros, tuvieron que aguardar un largo tiempo. Pero la promesa de Dios se cumplió oportunamente. Durante el período de espera, el desafío es seguir confiando en Dios.

«Sara quedó embarazada y le dio un hijo a Abraham en su vejez. Esto sucedió en el tiempo anunciado por Dios» (v.2). Fue un momento de gran alegría. Sara dijo: «Dios me ha hecho reír, y todos los que se enteren de que he tenido un hijo, se reirán conmigo» (v.6).

Pero muy pronto Abraham enfrentó una tormenta en su propia casa. Ismael se burlaba de Isaac (v.9) y esto provocaba divisiones más profundas en la familia (v.10). Trágicamente, Agar e Ismael tuvieron que marcharse (v.14). En última instancia estas divisiones fueron consecuencias del pecado previo de tener relaciones con Agar y no creer que Sara podía tener un hijo.

A veces las situaciones más difíciles son las que uno mismo provoca. Aun así, Dios sigue con Abraham (vv.12-13) y vela por Agar e Ismael, bendiciéndolos (vv.17-18). Esta es otra historia bastante extraña que resulta difícil de entender, pero en ella vemos la gracia de Dios en acción en medio de una circunstancia pecaminosa.

Abraham estaba por enfrentar la tormenta más grande de su vida: «Dios puso a prueba a Abraham» (22:1).

A veces Dios permite que seamos probados. Personalmente no creo que Dios se propusiera ni por un momento que Abraham sacrificara realmente a su hijo Isaac. El sacrificio de niños siempre fue una abominación ante el Señor. Pero quería establecer las prioridades de Abraham.

El Nuevo Testamento nos recuerda que esta prueba llegó luego de las promesas de Dios a Abraham sobre Isaac (Hebreos 11:17-19) y por lo tanto se constituyó como una prueba tanto de la fe de Abraham como de sus prioridades.

Fue una prueba de su fe porque fue desafiado a confiar en que Dios cumpliría sus promesas sobre Isaac aun si estuviera dispuesto a sacrificarlo. Abraham tenía que confiar, sin importar lo que ocurriera, que Isaac le sería restaurado (v.19).

Pero también fue una prueba de las prioridades de Abraham. Tu relación con Dios debe ser la prioridad principal sobre los demás amores, por encima de la visión que Dios te haya dado para tu vida y aun por delante de tus relaciones humanas más estrechas. Abraham estuvo dispuesto a obedecer a Dios sin importar el costo. Su gran fuerza era que amaba a Dios más que a cualquier cosa o persona.

Afortunadamente, Dios proveyó el sacrificio necesario («El cordero, hijo mío, lo proveerá Dios», Génesis 22:8). Esto prefiguraba el gran sacrificio que Dios haría en nuestro lugar. Al pensar cómo se habrá sentido Abraham en cuanto a la posibilidad de sacrificar a su único hijo, obtienes un indicio de lo que le costó a Dios dar a su único Hijo por ti y por mí (Juan 3:16).

Jesús es el «Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» (Juan 1:29). Si Dios proveyó el sacrificio máximo para satisfacer tu necesidad más grande, ¿acaso no proveerá para satisfacer tus demás necesidades? Aquí Abraham llama a Dios Jehová-jireh, o «el Señor provee» (Génesis 22:14). Es importante reconocer que la provisión de Dios es parte de su carácter.

Dios es el gran proveedor. Muy a menudo he comprobado la veracidad de esto en mi propia vida y nuestra comunidad. Dios es fiel a sus promesas. Como señala el apóstol Pablo: «Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús» (Filipenses 4:19).

Nuestra tarea es obedecer a Dios (buscar «primeramente el reino de Dios y su justicia», Mateo 6.33a) y él promete que si lo hacemos, proveerá para todas nuestras necesidades («y todas estas cosas les serán añadidas», v.33b).

La provisión y la bendición de Dios son increíblemente grandes (Génesis 22:16-18). Incluyen esto: «Todas las naciones del mundo serán bendecidas por medio de tu descendencia \[Cristo\]» (v.18).

Oración

Señor, gracias porque eres escudo, proveedor y Salvador. Ayúdame a confiar en ti y no tener miedo. Ayúdame a tenerte como la prioridad número uno en mi vida.

Añadidos de Pippa

Pippa añade:

Mateo 8:23–9:13

El pasaje de hoy del Nuevo Testamento me recuerda sobre la importancia de confiar en Jesús aun cuando las cosas no luzcan grandiosas. Él tiene el poder de resolver incluso la más difícil de las situaciones (8:26,32; 9:5-6).

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Referencias

Notas editoriales:

«Las olas enormes que asustarían a un nadador común producen gran emoción en el surfista que se ha deslizado sobre ellas»— escribe Oswald Chambers—«apliquemos este ejemplo a nuestras circunstancias. Aquello que tratamos de evitar y contra lo cual luchamos, tribulación, angustia y persecución es lo mismo que produce en nosotros un gozo sobreabundante».

(Oswald Chambers, En pos de lo supremo, texto del 7 de marzo).

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