El Dios de los milagros
Introducción
«Aquel dolor comenzó hace doce años y se volvió extremadamente agudo después de alistarme en los Marines Reales. El cartílago bajo el menisco había desparecido completamente. El año pasado fue el peor cuando los ligamentos y los tendones se torcieron y el menisco se hundió en un ángulo de 45 grados. Ha sido un camino muy largo y doloroso; no podía sentarme ni estar de pie mucho tiempo».
«Para abreviar, decidí probar Alpha e intentarlo con Dios. Regresé del fin de semana Alpha y accedí ir a HTB con mucha renuencia. Escuché a la gente dando testimonio mientras pensaba “ya, ya, ya”. Cuando alguien dijo algo acerca del tema del cartílago en una palabra de conocimiento, me quedé sin aliento. Dejé que oraran por mí y sentí a Dios moviéndose por mi rodilla. Caí de rodillas para probarlo y no sentí ningún dolor. Simplemente es milagroso. Anoche salí a correr… era la primera vez en muchísimo tiempo que no tenía ningún dolor. Dios es real».
Esto es lo que escribió Quincy Bellot después de un fin de semana Alpha, en un email titulado «¡Una nueva rodilla!»
Dios es un Dios de milagros.
Salmos 78:17-31
17 Pero ellos volvieron a pecar contra él;
en el desierto se rebelaron contra el Altísimo.
18 Con toda intención pusieron a Dios a prueba,
y le exigieron comida a su antojo.
19 Murmuraron contra Dios, y aun dijeron:
«¿Podrá Dios tendernos una mesa en el desierto?
20 Cuando golpeó la roca,
el agua brotó en torrentes;
pero ¿podrá también darnos de comer?,
¿podrá proveerle carne a su pueblo?»
21 Cuando el Señor oyó esto, se puso muy furioso;
su enojo se encendió contra Jacob,
su ira ardió contra Israel.
22 Porque no confiaron en Dios,
ni creyeron que él los salvaría.
23 Desde lo alto dio una orden a las nubes,
y se abrieron las puertas de los cielos.
24 Hizo que les lloviera maná, para que comieran;
pan del cielo les dio a comer.
25 Todos ellos comieron pan de ángeles;
Dios les envió comida hasta saciarlos.
26 Desató desde el cielo el viento solano,
y con su poder levantó el viento del sur.
27 Cual lluvia de polvo, hizo que les lloviera carne;
¡nubes de pájaros, como la arena del mar!
28 Los hizo caer en medio de su campamento
y en los alrededores de sus tiendas.
29 Comieron y se hartaron,
pues Dios les cumplió su capricho.
30 Pero el capricho no les duró mucho:
aún tenían la comida en la boca
31 cuando el enojo de Dios vino sobre ellos:
dio muerte a sus hombres más robustos;
abatió a la flor y nata de Israel.
Comentario
1. Recibe el milagro de la provisión de Dios
El salmista continúa contando la historia del peregrinar del pueblo de Dios desde Egipto a la Tierra Prometida. A pesar de la milagrosa provisión de Dios, «volvieron a pecar contra él», se rebelaron y
«le exigieron comida a su antojo» (vv.17–19).
Dios los ayudo de todos modos, «hizo que les lloviera maná, para que comieran; pan del cielo les dio a comer» (v.24). Esto prefiguró la comida espiritual que Jesús provee (Juan 6:30–35).
De la misma manera, «cuando golpeó la roca, el agua brotó en torrentes» (Salmo 78:20). Dios provee agua de una roca de una manera milagrosa. Aun así, el pueblo siguió dudando de Dios «porque no confiaron en Dios, ni creyeron que él los salvaría» (v.22). Aunque los milagros sean portentosos, no siempre hacen que la gente crea en Dios.
El milagro del agua brotando de una roca sucedió verdaderamente, pero también prefiguró y anticipó algo aún más sorprendente. San Pablo escribe: «Y tomaron la misma bebida espiritual, pues bebían de la roca espiritual que los acompañaba, y la roca era Cristo» (1 Corintios 10:4).
Jesús dijo: «¡Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba! De aquel que cree en mí, como dice la Escritura, brotarán ríos de agua viva. Con esto se refería al Espíritu…» (Juan 7:37–39).
Oración
Señor, gracias por el «agua viva» del Espíritu Santo que vive dentro de mí. Ayúdame a ser el portador de esta vida sobrenatural para todos los que me encuentre en el día de hoy.
Hechos 17:22-18:8
22 Pablo se puso en medio del Areópago y tomó la palabra:
—¡Ciudadanos atenienses! Observo que ustedes son sumamente religiosos en todo lo que hacen. 23 Al pasar y fijarme en sus lugares sagrados, encontré incluso un altar con esta inscripción: A un dios desconocido. Pues bien, eso que ustedes adoran como algo desconocido es lo que yo les anuncio.
24 »El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos construidos por hombres, 25 ni se deja servir por manos humanas, como si necesitara de algo. Por el contrario, él es quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas. 26 De un solo hombre hizo todas las naciones para que habitaran toda la tierra; y determinó los períodos de su historia y las fronteras de sus territorios. 27 Esto lo hizo Dios para que todos lo busquen y, aunque sea a tientas, lo encuentren. En verdad, él no está lejos de ninguno de nosotros, 28 “puesto que en él vivimos, nos movemos y existimos”. Como algunos de sus propios poetas griegos han dicho: “De él somos descendientes.”
29 »Por tanto, siendo descendientes de Dios, no debemos pensar que la divinidad sea como el oro, la plata o la piedra: escultura hecha como resultado del ingenio y de la destreza del ser humano. 30 Pues bien, Dios pasó por alto aquellos tiempos de tal ignorancia, pero ahora manda a todos, en todas partes, que se arrepientan. 31 Él ha fijado un día en que juzgará al mundo con justicia, por medio del hombre que ha designado. De ello ha dado pruebas a todos al levantarlo de entre los muertos.
32 Cuando oyeron de la resurrección, unos se burlaron; pero otros le dijeron:
—Queremos que usted nos hable en otra ocasión sobre este tema.
33 En ese momento Pablo salió de la reunión. 34 Algunas personas se unieron a Pablo y creyeron. Entre ellos estaba Dionisio, miembro del Areópago, también una mujer llamada Dámaris, y otros más.
En Corinto
18Después de esto, Pablo se marchó de Atenas y se fue a Corinto. 2 Allí se encontró con un judío llamado Aquila, natural del Ponto, y con su esposa Priscila. Hacía poco habían llegado de Italia, porque Claudio había mandado que todos los judíos fueran expulsados de Roma. Pablo fue a verlos 3 y, como hacía tiendas de campaña al igual que ellos, se quedó para que trabajaran juntos. 4 Todos los sábados discutía en la sinagoga, tratando de persuadir a judíos y a griegos.
5 Cuando Silas y Timoteo llegaron de Macedonia, Pablo se dedicó exclusivamente a la predicación, testificándoles a los judíos que Jesús era el Mesías. 6 Pero cuando los judíos se opusieron a Pablo y lo insultaron, éste se sacudió la ropa en señal de protesta y les dijo: «¡Caiga la sangre de ustedes sobre su propia cabeza! Estoy libre de responsabilidad. De ahora en adelante me dirigiré a los gentiles.»
7 Entonces Pablo salió de la sinagoga y se fue a la casa de un tal Ticio Justo, que adoraba a Dios y que vivía al lado de la sinagoga. 8 Crispo, el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia. También creyeron y fueron bautizados muchos de los corintios que oyeron a Pablo.
Comentario
2. Cree en el milagro de la resurrección de Jesús
El mensaje es Jesús. Cuando fue a Atenas, Pablo comenzó a hablar a la gente a su nivel. No empieza por el Antiguo Testamento, como hizo con los judíos proclamando que Jesús es el Mesías, sino que empieza refiriéndose a cómo adoran al dios desconocido (17:23a), y se sirve de eso para explicarles a Jesús.
La predicación de Pablo es notablemente positiva. En vez de reprocharles su idolatría les explica: «Eso que ustedes adoran como algo desconocido es lo que yo les anuncio» (v.23b). Dice tres cosas sobre Dios: es el creador (v.24), es autosuficiente (v.25) y todos lo necesitamos (vv.27–28).
Pablo prosigue citando con aprobación a sus poetas: «Como algunos de sus propios poetas griegos han dicho» (v.28). Los cristianos no tienen el monopolio de la verdad. Dios se ha revelado a sí mismo en la creación y encontramos intuiciones notables acerca de Él en fuentes seculares.
Su charla llega al culmen cuando proclama el mayor y más importante milagro de la historia: la resurrección de Jesús (vv.30–31). Pablo sostiene que tiene pruebas históricas de la resurrección, pues se encontró con el Señor Jesús en el camino a Damasco.
Las implicaciones de esto son enormes. La muerte no fue el final para Jesús y no lo será para ti ni para mí. También tú serás resucitado a la vida. Aquí, Pablo dice que la resurrección es la prueba de que Dios ha dispuesto un día en el que juzgará al mundo con justicia mediante su hombre elegido: Jesús. Dios dio a la gente la oportunidad de dar una respuesta a este mensaje.
Las reacciones al escuchar la charla sobre Jesús y la resurrección de los muertos fueron muy similares a las que experimentamos hoy en día.
- Algunos se rieron
«Unos se burlaron» (v.32a). No te sorprendas si cosechas esta reacción de alguna gente.
- Otros se mostraron interesados
«Otros le dijeron: ―Queremos que usted nos hable en otra ocasión sobre este tema» (v.32b). Hoy en día, mucha gente, como pasó entonces, está genuinamente interesada pero necesita tiempo para escuchar más y pensar todo el asunto. Cursos como Alpha proveen una oportunidad a la gente para hacerlo.
- Algunos creyeron
«Algunas personas se unieron a Pablo y creyeron» (v.34). Creyeron de manera inmediata. Es poco habitual, pero maravilloso, cuando la gente acepta a Jesús la primera vez que oyen hablar de él.
Cuando Pablo fue a Corinto, probablemente predicó el mismo mensaje de Jesús y la resurrección. «Cada sábado Pablo iba a la sinagoga, donde hablaba y trataba de convencer tanto a los judíos como a los no judíos» (18:4). No les pedía que tuvieran una fe ciega. Tu fe no es irracional. El hecho de la vida, muerte y resurrección de Jesús da razones para creer. Es posible persuadir a la gente basándose en las pruebas que hay. Si Jesús fue resucitado milagrosamente de los muertos, eso es prueba de que Jesús es el Cristo (v.5).
De nuevo, como en Atenas, hubo diferentes respuestas. Algunos lo insultaron (v.6), aunque otros creyeron. Crispo, «el jefe de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su familia. También creyeron y fueron bautizados muchos de los corintios que oyeron a Pablo» (v.8).
Oración
Señor, gracias por el milagro de la resurrección de Jesús y por el poder de este mensaje para transformar vidas.
1 Reyes 18:16-19:21
Elías en el monte Carmelo
16 Abdías fue a buscar a Acab y le informó de lo sucedido, así que éste fue al encuentro de Elías 17 y, cuando lo vio, le preguntó:
—¿Eres tú el que le está causando problemas a Israel?
18 —No soy yo quien le está causando problemas a Israel —respondió Elías—. Quienes se los causan son tú y tu familia, porque han abandonado los mandamientos del Señor y se han ido tras los baales. 19 Ahora convoca de todas partes al pueblo de Israel, para que se reúna conmigo en el monte Carmelo con los cuatrocientos cincuenta profetas de Baal y los cuatrocientos profetas de la diosa Aserá que se sientan a la mesa de Jezabel.
20 Acab convocó en el monte Carmelo a todos los israelitas y a los profetas. 21 Elías se presentó ante el pueblo y dijo:
—¿Hasta cuándo van a seguir indecisos? Si el Dios verdadero es el Señor, deben seguirlo; pero si es Baal, síganlo a él.
El pueblo no dijo una sola palabra. 22 Entonces Elías añadió:
—Yo soy el único que ha quedado de los profetas del Señor; en cambio, Baal cuenta con cuatrocientos cincuenta profetas. 23 Tráigannos dos bueyes. Que escojan ellos uno, y lo descuarticen y pongan los pedazos sobre la leña, pero sin prenderle fuego. Yo prepararé el otro buey y lo pondré sobre la leña, pero tampoco le prenderé fuego. 24 Entonces invocarán ellos el nombre de su dios, y yo invocaré el nombre del Señor. ¡El que responda con fuego, ése es el Dios verdadero!
Y todo el pueblo estuvo de acuerdo.
25 Entonces Elías les dijo a los profetas de Baal:
—Ya que ustedes son tantos, escojan uno de los bueyes y prepárenlo primero. Invoquen luego el nombre de su dios, pero no prendan fuego.
26 Los profetas de Baal tomaron el buey que les dieron y lo prepararon, e invocaron el nombre de su dios desde la mañana hasta el mediodía.
—¡Baal, respóndenos! —gritaban, mientras daban brincos alrededor del altar que habían hecho.
Pero no se escuchó nada, pues nadie respondió. 27 Al mediodía Elías comenzó a burlarse de ellos:
—¡Griten más fuerte! —les decía—. Seguro que es un dios, pero tal vez esté meditando, o esté ocupado o de viaje. ¡A lo mejor se ha quedado dormido y hay que despertarlo!
28 Comenzaron entonces a gritar más fuerte y, como era su costumbre, se cortaron con cuchillos y dagas hasta quedar bañados en sangre. 29 Pasó el mediodía, y siguieron con su espantosa algarabía hasta la hora del sacrificio vespertino. Pero no se escuchó nada, pues nadie respondió ni prestó atención.
30 Entonces Elías le dijo a todo el pueblo:
—¡Acérquense!
Así lo hicieron. Como el altar del Señor estaba en ruinas, Elías lo reparó. 31 Luego recogió doce piedras, una por cada tribu descendiente de Jacob, a quien el Señor le había puesto por nombre Israel. 32 Con las piedras construyó un altar en honor del Señor, y alrededor cavó una zanja en que cabían quince litros de cereal. 33 Colocó la leña, descuartizó el buey, puso los pedazos sobre la leña 34 y dijo:
—Llenen de agua cuatro cántaros, y vacíenlos sobre el holocausto y la leña.
Luego dijo:
—Vuelvan a hacerlo.
Y así lo hicieron.
—¡Háganlo una vez más! —les ordenó.
Y por tercera vez vaciaron los cántaros. 35 El agua corría alrededor del altar hasta llenar la zanja.
36 A la hora del sacrificio vespertino, el profeta Elías dio un paso adelante y oró así: « Señor, Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, que todos sepan hoy que tú eres Dios en Israel, y que yo soy tu siervo y he hecho todo esto en obediencia a tu palabra. 37 ¡Respóndeme, Señor, respóndeme, para que esta gente reconozca que tú, Señor, eres Dios, y que estás convirtiendo a ti su corazón!»
38 En ese momento cayó el fuego del Señor y quemó el holocausto, la leña, las piedras y el suelo, y hasta lamió el agua de la zanja. 39 Cuando todo el pueblo vio esto, se postró y exclamó: «¡El Señor es Dios! ¡El Señor es Dios!»
40 Luego Elías les ordenó:
—¡Agarren a los profetas de Baal! ¡Que no escape ninguno!
Tan pronto como los agarraron, Elías hizo que los bajaran al arroyo Quisón, y allí los ejecutó. 41 Entonces Elías le dijo a Acab:
—Anda a tu casa, y come y bebe, porque ya se oye el ruido de un torrentoso aguacero.
42 Acab se fue a comer y beber, pero Elías subió a la cumbre del Carmelo, se inclinó hasta el suelo y puso el rostro entre las rodillas.
43 —Ve y mira hacia el mar —le ordenó a su criado.
El criado fue y miró, y dijo:
—No se ve nada.
Siete veces le ordenó Elías que fuera a ver, 44 y la séptima vez el criado le informó:
—Desde el mar viene subiendo una nube. Es tan pequeña como una mano.
Entonces Elías le ordenó:
—Ve y dile a Acab: “Engancha el carro y vete antes de que la lluvia te detenga.”
45 Las nubes fueron oscureciendo el cielo; luego se levantó el viento y se desató una fuerte lluvia. Pero Acab se fue en su carro hacia Jezrel. 46 Entonces el poder del Señor vino sobre Elías, quien ajustándose el manto con el cinturón, echó a correr y llegó a Jezrel antes que Acab.
Elías huye a Horeb
19Acab le contó a Jezabel todo lo que Elías había hecho, y cómo había matado a todos los profetas a filo de espada. 2 Entonces Jezabel envió un mensajero a que le dijera a Elías: «¡Que los dioses me castiguen sin piedad si mañana a esta hora no te he quitado la vida como tú se la quitaste a ellos!»
3 Elías se asustó y huyó para ponerse a salvo. Cuando llegó a Berseba de Judá, dejó allí a su criado 4 y caminó todo un día por el desierto. Llegó adonde había un arbusto, y se sentó a su sombra con ganas de morirse. «¡Estoy harto, Señor! —protestó—. Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados.» 5 Luego se acostó debajo del arbusto y se quedó dormido.
De repente, un ángel lo tocó y le dijo: «Levántate y come.» 6 Elías miró a su alrededor, y vio a su cabecera un panecillo cocido sobre carbones calientes, y un jarro de agua. Comió y bebió, y volvió a acostarse.
7 El ángel del Señor regresó y, tocándolo, le dijo: «Levántate y come, porque te espera un largo viaje.» 8 Elías se levantó, y comió y bebió. Una vez fortalecido por aquella comida, viajó cuarenta días y cuarenta noches hasta que llegó a Horeb, el monte de Dios. 9 Allí pasó la noche en una cueva.
El Señor se le aparece a Elías
Más tarde, la palabra del Señor vino a él.
—¿Qué haces aquí, Elías? —le preguntó.
10 —Me consume mi amor por ti, Señor Dios Todopoderoso —respondió él—. Los israelitas han rechazado tu pacto, han derribado tus altares, y a tus profetas los han matado a filo de espada. Yo soy el único que ha quedado con vida, ¡y ahora quieren matarme a mí también!
11 El Señor le ordenó:
—Sal y preséntate ante mí en la montaña, porque estoy a punto de pasar por allí.
Como heraldo del Señor vino un viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Al viento lo siguió un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto. 12 Tras el terremoto vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo. 13 Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el manto y, saliendo, se puso a la entrada de la cueva.
Entonces oyó una voz que le dijo:
—¿Qué haces aquí, Elías?
14 Él respondió:
—Me consume mi amor por ti, Señor, Dios Todopoderoso. Los israelitas han rechazado tu pacto, han derribado tus altares, y a tus profetas los han matado a filo de espada. Yo soy el único que ha quedado con vida, ¡y ahora quieren matarme a mí también!
15 El Señor le dijo:
—Regresa por el mismo camino, y ve al desierto de Damasco. Cuando llegues allá, unge a Jazael como rey de Siria, 16 y a Jehú hijo de Nimsi como rey de Israel; unge también a Eliseo hijo de Safat, de Abel Mejolá, para que te suceda como profeta. 17 Jehú dará muerte a cualquiera que escape de la espada de Jazael, y Eliseo dará muerte a cualquiera que escape de la espada de Jehú. 18 Sin embargo, yo preservaré a siete mil israelitas que no se han arrodillado ante Baal ni lo han besado.
El llamamiento de Eliseo
19 Elías salió de allí y encontró a Eliseo hijo de Safat, que estaba arando. Había doce yuntas de bueyes en fila, y él mismo conducía la última. Elías pasó junto a Eliseo y arrojó su manto sobre él. 20 Entonces Eliseo dejó sus bueyes y corrió tras Elías.
—Permítame usted despedirme de mi padre y de mi madre con un beso —dijo él—, y luego lo seguiré.
—Anda, ve —respondió Elías—. Yo no te lo voy a impedir.
21 Eliseo lo dejó y regresó. Tomó su yunta de bueyes y los sacrificó. Quemando la madera de la yunta, asó la carne y se la dio al pueblo, y ellos comieron. Luego partió para seguir a Elías y se puso a su servicio.
Comentario
3. Experimenta el milagro del fuego de Dios
Dios realizó un milagro notable con la mediación humana de Elías. Esta narración subraya la naturaleza sobrenatural del suceso.
Todos tenemos que decidir cómo vamos a vivir y a quién vamos a seguir. Elías dice: «¿Hasta cuándo van a seguir indecisos? Si el Dios verdadero es el Señor, deben seguirlo; pero, si es Baal, síganlo a él» (18:21).
Prepara una prueba para ellos y les dice: «¡El que responda con fuego, ese es el Dios verdadero!» (v.24).
Servir a dioses hechos por manos humanas es algo fútil. Por más alto que gritaron «no se escuchó nada, pues nadie respondió ni prestó atención» (v.29). Pero cuando Elías oró no necesitó gritar (v.36) porque estaba orando al Dios viviente.
Puedes tener la confianza de Elías cada vez que oras, sabiendo que tú también estás orando al Dios viviente, quien te oye y actuará de tu parte.
Cada vez que oramos «Ven, Espíritu Santo» estamos pidiendo a Dios que repita el milagro de Pentecostés cuando el fuego de Dios vino sobre toda la gente. No necesitamos gritar o agitar las emociones, simplemente necesitamos pedir.
En respuesta a la oración de Elías, el fuego de Dios descendió (v.38). Cuando la gente vio esto, cayeron postrándose y gritaron: «¡El Señor es Dios! ¡El Señor es Dios!» (v.39).
Aquel fue un milagro portentoso, pero Elías no es diferente de nosotros; era simplemente un ser humano (ver Santiago 5:17). Después de un momento espiritual altísimo, experimentó un momento emocional bajo. Estaba agotado (1 Reyes 19:5). Y se llenó de miedo y desánimo. Estaba deprimido y casi con sentimientos suicidas: «¡Estoy harto, Señor! —protestó— Quítame la vida…» (v.4). Cuando estamos agotados es muy fácil que sintamos que se aprovechan de nosotros, no nos comprenden y nos tratan mal. Después de un buen sueño y algo de comida, recuperó las energías.
Pero sintió que era el único que quedaba (vv.10b,14b) y que todos andaban tras de él.
En realidad no era verdad, pues había «siete mil israelitas que no se han arrodillado ante Baal ni lo han besado» (v.18). Pero es fácil sentirse aislado y solo en tu lugar de trabajo, tu familia o tu vecindario. Cuando te congregas (por ejemplo, un domingo) se te recuerda que no estás solo.
Los caminos del Espíritu Santo son delicados. Dios habló a Elías y no estaba en «viento recio», ni en el «terremoto», ni en el «fuego», sino en el «suave murmullo» (vv.11–12). Con frecuencia, necesitamos alejarnos del sonido y encontrar un lugar y un tiempo silencioso para escuchar el suave murmullo de Dios siendo susurrado en lo profundo de nuestro espíritu.
Oración
Gracias Señor porque Tú, el Dios de los milagros, el Dios que resucitó a Jesús de entre los muertos, el Dios que responde con fuego, el Dios que saca agua de la roca; te comunicas mediante un suave murmullo. Ayúdame a escuchar Tu voz en el día de hoy.
Añadidos de Pippa
1 Reyes 19:2
Incluso la gente de Dios más grande tiene sus momentos de desánimo. Después de haber matado a los falsos profetas, pensarías que Elías podría con cualquier cosa. Después del agotamiento espiritual y físico, necesitamos recargarnos. La recuperación de Elías parece que llegó mediante el sueño, la comida y el ejercicio (aunque caminar durante cuarenta días y cuarenta noches puede que sea un poco excesivo), así como de recibir la ayuda de un asistente (para lidiar con la soledad que sentía). Lo más importante es que escuchó la voz de Dios hablándole otra vez.
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Referencias
Nueva Versión Inernacional (NVI)
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